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Maurice sonrió al ver al par de mujeres, pero se mostró realmente feliz al ver a su sobrino, George, tanto, que prácticamente le rogó a Diana que se lo dejara alzar.

Tomó al bebé en brazos y lo acercó para besarlo y decirle cosas tiernas. Adoraba al hijo de su primo, se había mostrado extremadamente emocionado desde el mismo día en que se había enterado de que Diana estaba embarazada, y la mitad de los juguetes que el niño tenía aun desde antes de nacer, habían sido regalos suyos.

Diana miró a Marissa y ésta asintió en una muda comunicación. Si así era con un sobrino, ¿cómo sería con su propio hijo?

Ahora Diana recordaba lo que había dicho cuando le dieron la noticia de que estaba en estado: los hijos son para siempre.

Y tenía razón; los matrimonios no siempre lo eran, y él lo hab&ia

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