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Capitulo 2: —¿Disculpa?

Trato de soltarme pero pierdo el equilibrio y él me vuelve a sujetar.

Alzó la vista dispuesta a decirle que puede soltarme, cuando unos increíbles ojos grises me observan con un ceño fruncido. 

Me caigo de culo mentalmente. No digo ni hago nada. Parece molesto.  

¿Pero de que va este?

—Puedes soltarme.

—¿Estas segura? Porque no tengo ningún problema en sostenerte. —Su voz, tan profunda y suave una combinación perfecta que solo él podía hacer. Miro con la boca abierta a William Reyes, el hombre más sexy que jamás haya visto, vistiendo un traje de tres piezas negro. Con su cabello castaño claro peinado perfectamente, con su cara limpia sin rastro de barba.

Quería decirle que no, que no estaba lista para que me soltara, no aún. Con él pegado a mí, mis piernas parecían gelatinas. Pero era consciente del lugar donde estábamos y como los curiosos que pasaban a nuestro lado nos veían.

—Si, estoy bien. —Me remuevo en sus brazos, él suspira y de mala gana me suelta.

Giro mi cabeza y observo con tanto anhelo mi café derramado en el suelo.

—Lo siento. —parpadeo un par de veces, lo miro.

—¿Disculpa?.

—Siento a ver tirado tu café. —dice moviendo la cabeza en la dirección a donde este esta tirado.

—No pasa nada, señor Reyes. Yo... —soy interrumpida.

—¿Porqué te empeñas en llamarme, señor? ¿Hace cuanto eres amiga de mi hija?.

—Seis o siete años, señor... Digo, William. Ya casi ni lo recuerdo.

—Will. Llámame Will. 

—Esta bien. Bueno ya debo irme, Susan debe de estar esperándome. —no se me pasó desapercibido el doble sentido de sus palabras, ¿O solo soy yo escuchando lo que me gustaría oír?

—¿Irás a casa?. —Hubo algo extraño en su tono al hacer esa pregunta, incluso diré que se escucho nervioso.

—No. Ella ira a la mía.

—Oh, en ese caso, vamos por tu nuevo 

café y luego Carlos puede llevarte.

—Yo... No hace falta de verdad. 

—Vamos, Carol. No me gusta tener que repetir lo mismo. —Estaba tan cerca de mí, que podía sentir su aliento mentolado y fresco en mi cara. Y su olor... Oh Dios, esta acabando conmigo. 

Sus ojos me miraban expectantes, cómo si quisiera que lo retara. Respiro hondo y asiento. 

—Acepto que me lleven. Pero no lo del café, eso no fue tu culpa. Además ya es tarde.

—Está bien.

Gira sobre sus talones quitándome la caja rosa que llevaba.

—¿Son para Susan?.

—Oh, no. Esas eran para mí sola antes de que ella me llamara.

—¿No son muchas para tí?.

—Cuando has tenido un mal día y ves que tu vida es una m****a, nada es demasiado.

—Esa boca. —Paro en seco detrás de él y lo veo caminar. ¿Acaso acaba de regañarme?—. En todo caso, eso no solucionará el problema.

Camino rápido y lo alcanzo poniéndome a su lado.

—No, supongo que no. Pero tengo antojo de algo dulce y delicioso.

Esto último lo digo con doble sentido. Will se da cuenta, porque me mira de reojo. Siento cómo la sangre sube por mi cuello y se estanca en mis mejillas; bajo la cabeza para ocultar el rojo de mi cara, con la esperanza de que no la haya visto. 

Caminamos una cuadra más, antes de detenernos frente al gran edificio que estaba ante nosotros. Donde se podía leer en letras negras con bordeados plateados.

W&S INVERSIONES INMOBILIARIAS REYES'S.

Más arriba de la entrada principal. 

Lo veo sacar su celular y llevarlo a su oreja, mientras se aleja para hablar.

Poco después voltea y me ve. Las mariposas en mi estómago, por la mirada tan caliente que Will me da mientras le da un repaso a mi cuerpo, me dice que salga corriendo, que mi deseo por él no es correcto.

Me muevo algo inquieta.

—Ya Carlos viene con el auto. Dile a Susan que me llame en lo que pueda.

Asiento con la cabeza.

—¿Sucede algo?. —lo miro atontada. 

«Rayos debe de estar pensando que soy una rara.»

—No, bueno, si.

—¿Si o No? Tienes que decidirte.

Giro los ojos para volver a enfocarlos en Will.

—La verdad es que acaban de despedirme. Es por eso que ando a las dos de la tarde caminando ociosamente por la calle. 

Me observa detenidamente, acaricia su mentón con aire pensativo.

—Entiendo. —abre la boca para decir algo más pero un claxon nos interrumpe, haciendo que los dos volteemos ha tiempo; para ver a Carlos bajar del auto y caminar por la parte delantera. Abre la puerta de atrás y aguarda a que yo vaya.

—Bueno, creo que ya es hora de irme —lo miro de arriba a abajo todo su metro noventa. La mirada intensa que me da, hace que se me erice los vellos de la nuca. Caminamos hasta el auto, cuando estoy apunto de subir, Will toma mi mano haciendo que toda mi espalda se tense.

«Si tan solo supiera lo que su tacto causa en mí.»

—Todo se solucionará.

—Eso creo. —Al subir al auto me pasa la caja y tranca la puerta. Con un asentimiento de su parte, veo como Carlos se dirige al frente y sube. Por la ventanilla del auto observo ha Will; que se queda parado en la acera con las manos metidas en sus bolsillos y la mirada fija en mí, mientras nos alejamos. Por un nanosegundo nuestras miradas chocan y, juro, que lo que vi en esos grises y cansados ojos, fue deseo. 

Con una fuerte bocanada de aire, me recuesto en el asiento todo el camino a casa. Dejando que mis pensamientos se vayan ha lo extraño que había sido nuestro encuentro. 

¿Que hacia él, caminando a esa hora en la dirección contraria de su oficina?.

Pero entonces, que iba yo ha saber de él y su rutina diaria...  

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