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Dulce Tentación
Dulce Tentación
Por: Any Estrada
Capitulo 1: Despedida

Carol.

Viejo cerdo asqueroso, despedirme solo porque me negué a acostarme con él. 

Pero que se han creído los hombres hoy en día, ¿Que pueden venir y disponer de uno cómo ellos quieran, sólo por el simple hecho de que saben que necesitamos un empleo?.

Bueno, tampoco es que fuera el mejor de los empleos, trabajar en un Bar de mesera no era la gran cosa. 

Me gradué en Bienes y raíces, ¿Y como fue que termine de mesera? Que bien. 

Seguí caminando calle abajo por ST. JAMES'S PARK, dejando que mis pensamientos me distrajeran de todo los problemas a los que tenía que enfrentarme ahora... Hice una rápida parada en una cafetería Para comprar un capuchino y unas donas. Las comería en casa mientras pensaba que hacer. 

Cuando iba saliendo del lugar, mi móvil comenzó a sonar, lo saco de mi bolso y miro la pantalla: Genial, quería que ella dejara ya ese tema, no era lo correcto.

Viendo el nombre de ella contesto. 

—Hola, Susan. —digo reiniciando mi camino.

—¿Acaso interrumpo algo?.

—No, descuida, hoy no a sido un buen día.

—¿Que sucedió?.

—Despedida. Eso fue lo que pasó. 

—¿Qué? ¿Pero porqué?.

—Es complicado y no estoy en el lugar apropiado para hablarte de eso.

—Esta bien. Nos vemos en tu casa entonces.

—Vale.

—Llevaré vino. Nos vemos. —Cuelgo y guardo el móvil. Seguí caminando viendo como las personas pasaban ha toda prisa y agobiadas en pleno mes de Abril. Era asombroso ver cómo pasaban por tu lado; perdidos en sus propios pensamientos cómo zombies en un caparazón vacío.

Me detengo en una esquina a esperar a que el semáforo cambie para poder cruzar. Cuando se hizo la señal de cambio: fui arrastrada en una avalancha humana, donde la gente parecían animales al pasar rápido la calle; te empujan, golpean, pisan. Es como si fueran ciegos.

Justo en el momento en el que iba a montar mi pies en la acera: choco contra alguien, haciendo que mi café cayera al suelo por el impacto, y yo iba junto con él cuando un fuerte brazo rodea mi cintura y me sostiene. 

Todo sucede tan rápido, que no tengo tiempo de verle la cara a la persona que me tiene sujeta, ya que estoy pendiente de sujetar la caja de donas que llevo en las manos y mi bolso. Las personas nos esquivan para no tener que detener su marcha por nosotros. Me alza, puedo sentir cómo mis pies dejan el piso, pegándome de su cuerpo y llevándome consigo a un lado de la atestada acera. 

«¿Pero que se ha creído esté tipo, para agarrarme de esa forma?».

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