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Capitulo 7: —¿Querías, qué?

Puedo ver como, literalmente, los engranajes de su cabeza comienzan a trabajar de prisa, su expresión seria me dice que hay algo que no le gusta. Se acerca más a mí, demasiado cerca a decir verdad. Su Respiración roza mi mejilla para poder mirarlo tengo que levantar la vista.

—¿Qué fue lo que pasó en tu anterior trabajo?  —Confundida por lo que acaba de decir, tardo un poco en procesar la información.

«Susan no le mencionó nada, ¿Por qué?»

—No quiero hablar de eso. 

—¿No ? —Pregunta asombrado.

—No.  —Me pierdo en esas profundidades grises completamente ajena a todo lo que nos rodea.

—¿Interrumpo algo?. —la voz de Susan me saca de mi ensimismamiento, y es justo en ese momento que me doy cuenta de lo cerca que estabamos, tan cerca que estaba apunto de besar a Will. 

«Mierda, necesitaba salir ya de aquí».

Me alejo de Will, giro para ver a Susan con una tonta sonrisa en la cara, ¿Que rayos me perdí? No era lo que esperaba ver.

—Yo... Yo ya me iba. —miro ha Will para encontrarlo observandome, le doy una patadita mental. Se ha vuelto loco, Susan esta aquí y él tiene su mirada clavada en mi—. Nos vemos mañana, Señor Reyes. No olvide su cita con el Señor Cardoval.

Salgo casi que corriendo. Le paso a Susan por un lado.

—¡Espera, Carol. Voy contigo!. —la oigo gritar. Paro a mitad de la recepción, cuando me alcanza caminamos juntas hasta donde Marta me esperaba. Susan se pega a mí para susurrarme al oído—. ¿Que fué lo que pasó allí?. —Dice moviendo la cabeza en dirección a la oficina de su padre. 

—Nada. —mantengo la vista al frente, por el rabillo del ojo veo la cara de incredulidad que ella pone. Se que no se lo ha creído pero lo deja estar por ahora.

—Bien. —se encoge de hombros.

—¡La encontraste!. —le dice Marta a Susan.

—Ehhh, si, —me mira—: Estaba hablando con papá sobre la cita que tiene hoy.

«Que lista».

—Bueno vamos, que se nos hace tarde —Marta es la primera en subir al ascensor.

Decidimos comer en un restaurante cercano ha unas pocas calles, por lo que nos fuimos caminando.

Era la hora muerta donde todos salían a almorzar, la gente pasaba a toda prisa a nuestro alrededor; empujando, apurados, incluso hasta gruñendo por querer pasar rápido y poder agarrar una mesa antes que los demás. Susan había hecho una reservación en el Bar para comer, por lo que no tuvimos que esperar mucho. Tomamos asientos y pedimos nuestras comida. Mientras esperabamos aproveche la oportunidad de hablar con Marta y conocerla un poco más.

—Entonces, ¿hace cuanto trabajas en la empresa?.

—Como tres años. —Se veía joven. 

—¿Que edad tienes? Pareces muy joven —Ella sonríe timidamente.

—No te dejes engañar, veintisiete. —ríe

—¡Oh!.

—Que me dicen de ustedes, ¿Hace cuanto son amigas? Digo, nunca te he visto por aquí antes. —dice refiriéndose a la empresa.

—Cinco o seis maravillosos años y contando. —se me adelanta Susan contestando. Yo sonrió y ella me guiña un ojo. 

—Pensé que recién se conocían.

—Pasa que es testaruda y no quería ningún tipo de apoyo.

Resoplo para quitarle importancia a lo que decía. Estuvimos hablando, riendo, poniéndonos al día. Resulta que Marta es divorciada, ¿Quien se casa a los diecinueve?, esta viviendo con su madre mientras consigue para donde irse. La chica tiene rasgos asiáticos porque su madre es una japonesa y su padre un estadounidense...

—¿Que tal estuvo la cena?.

—¿Ah?. —Susan pareció desorientada, luego sonríe de oreja a oreja.

—Bien. A papá nada le parece pero terminó cediendo, no puede pretender que esté toda la vida con él. Aún no sabe cuando me iré, pero lo cierto es que me mudare este domingo. —Ahora todo parecía encajar. Por eso Will me estaba preguntando por Susan.

Terminamos de comer, nos ,despedimos de Susan al salir del Bar. Caminamos de regreso al trabajo hablando de mil cosas. 

                                                                                    (####)

Casi terminaba mi jornada laboral, cuando mi móvil vibró dentro del cajón de mi escritorio, anunciandome de un mensaje de texto. Abro y lo saco.

Frunzo el entrecejo al ver que es un número desconocido. Toco la pantalla para abrir el mensaje.

—¿Aún en la oficina?. 

En mi estómago las mariposas no paraban de aletear. Ese tenía que ser Will, ya que más nadie tiene mi número aparte de Susan y mis padres. Veo la hora en una esquina de la pantalla. Cinco y media.

—Si. Pero ya casi estoy lista para irme. ¿Necesitas algo?. C.

Coloqué mi inicial como firma.

—Si. Que guardes mi número. W.

Al hombre le gustaba dar ordenes.

Pero esta parte no tenía nada que ver con el trabajo. Ignoro su petición y dejo el móvil en el escritorio, recojo todas mis cosas, tomo mi cartera y me levanto de la silla.

—¿Lista para irte?. —volteo a ver a Marta.

—Si, ¿Y tú?.

—Vamos entonces. Estoy deseando poder llegar a casa. Tengo cosas que hacer.

—Vale. —Cojo el celular justo cuando vuelve a vibrar en mi mano. Leo el mensaje.

—¡Porque me dejas en visto! Eso es de mala educación. W.

Paro en seco, estaba comenzando a cabrearme. Que rayos le sucede. Hago caso omiso y sigo caminando. Bajamos a PB, pasamos por los toniquetes de seguridad y salimos al aire libre. El sol comenzaba a ponerse. 

—Nos vemos mañana. —Me despido de Marta que iba en la dirección contraria de a donde yo iba. Me echo andar... 

«¿Por qué me abre negado a aceptar el auto que papá me estaba dando?. Estúpido orgullo», Me quejo.

Cojo el metro.

Poco despues ya estaba en mi casa, dejo todo en la isla de la cocina y voy por una copa de vino. Aún seguía molesta por el mensaje de Will. 

Después de tomarme el vino, me doy una ducha rápida, tenia hambre. Me coloco una camisa y bragas de seda rosa. 

Pongo algo de música mientras preparo la cena, eso era lo bueno de vivir sola. Bailó en la cocina mientras hago pollo al vapor con arroz y ensalada verde. Cuando todo esta listo y servido giro para poner la comida en la encimera. 

La sangre huye de mi cuerpo, los oidos me comienzan a zumbar, las manos me tiemblan tanto que el plato se me cae. El corazón me late a un millón por minutos, o más... Estoy clavada como un puto ancla al suelo, No me puedo mover. Will se encuentra del otro lado de la encimera, apoyado en el marco de la entrada con las manos metidas en sus bolsillos y mirada sombría. Parece cabreado. Pero eso no me preocupa, lo que si me preocupa es el hecho de,  ¿Como demonios entro en mi casa?.

Doy un paso hacia atrás estirando la mano en busca de algo donde apoyarme, él sigue cada uno de mis movimientos pero no dice nada. Encuentro el fregadero y me apoyo en el. Respiro un par de veces cerrando los ojos para calmar a mi desbocado y loco corazón.

Cuando por fin decido hablar la voz no me sale, lo intento varias veces hasta que por fin lo logro.

—¡Mierda! —grito. No pretendía decir eso pero fué lo primero que salió. En este momento mi boca no coordinaba con mi cerebro—. Pero... ¿Como?. —señalo en dirección a la puerta principal—. ¡Will, hablame!, Dime algo, por Dios. ¡No te quedes ahí parado!

—¿Por qué no me respondiste el mensaje?. —la mandíbula se me desencaja. ¿Está de coña?.

—Will, eso no es lo que quiero saber. ¿Cómo entraste aquí?. —suaviza su expresión, bueno al menos tiene la decencia de parecer arrepentido.

—Le robé las llaves a Susan —baja su mirada–. Para que quede claro, no me siento muy orgulloso de eso, pero necesitaba verte. —Una extraña sensación me recorre el cuerpo. Miedo, excitación, ambas se apoderan de mí.

—¡¿Acaso te haz vuelto loco?! ¡No puedes hacer eso, Will!.

—¡Donde dice que no puedo!. —me grita. Se quita de donde estaba arrecostado rodea la encimera, camina los pocos centímetros que nos separa. Coloca ambas manos a cada lado de mi cuerpo, agarrando el fregadero, dejandome presa entre esté último y él. No me toca no se mueve. Su respiración es pesada, sólo me observa y yo a él—. Perdoname. No el haber entrado aquí, sino el gritarte. Es sólo que no me gusta que me prohiban las cosas. 

—Yo, yo no te estoy prohibiendo nada. —Tartamudeo. Lo tengo muy cerca, puedo sentir su calor a través de su traje. Una medio sonrisa toca sus labios.

—Se que no lo haces, pero estás molesta porqué irrumpi sin tu permiso —Levanto una de mis cejas. Que descaro el de este hombre.

—Sabes que podrías haber tocado la puerta, ¿verdad?. —Mueve su cabeza hacia los lado.

—Si, creo que si. Pero estaba tan cabreado contigo que solo quería... 

—¿Querías, qué?. —Me acerco más a él poniéndome de puntillas.

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