Inicio / Romántica / Dulce Tentación / Capitulo 3: —No estás pensando lo que creo que estás pensando.
Capitulo 3: —No estás pensando lo que creo que estás pensando.

Después de llegar a mi pequeño departamento, que era más bien como un estudio de arte, me cambié de ropa colocándome algo más cómodo. No pasó mucho tiempo antes de que Susan llegara.

—¡Humm!, Están deliciosas. 

—Si, tienes razón. Necesitaba algo dulce para endulzar mi día. Por cierto, hoy me crucé con tu padre. —Susan dejo de masticar, sus ceja perfectamente depiladas, se alzan con sorpresa.

—Larga historia. Fue pura casualidad... —hice un aspavientos con la mano para quitarle importancia—. Me pidió que te dijera que lo llamaras. —Ella me observa un momento más antes de seguir comiéndose su dona de chocolate.

—Juro que voy a terminar engordando, como siga así. —Me río. La chica tenía un cuerpo increíble y nunca engordaba.

—¡Seguro!. —Susan era hermosa; Rubia natural, con un cuerpo de infarto, bellos ojos azules, iguales a los de su madre. O eso había visto yo en las fotografías que ella me había mostrado, aunque se parecía más a su padre.

—¿Entonces que fue lo que sucedió?. —Susan me miraba desde el otro extremo del sofá, mientras se metía otra dona en la boca.

Le conté todo lo sucedido con el idiota de mi exjefe.

—Wow, nena, eso apesta.

—Si. Ni me lo digas. —Me levanto del sofá y voy a la cocina por más vino—.¿Vas a querer un poco más?.

—No, tengo una cena esta noche con papá y Henry. —Grita por encima de su hombro.

—Vaya, ¿Y eso ha que se debe?. —dije regresando de nuevo a mi lugar. Susan se mueve algo nerviosa.

—Pues... Henry me ha pedido que viva con él, así que he aceptado.

Mi vino queda suspendido en el aire camino a mi boca.

—No creo que a tu padre le guste la idea.

—Papá tiene que superarlo. No soy ningúna niña, Carol. Tengo veintidós años. Y me valgo por mi misma. No puede pretender que viva toda mi vida con él. Se que también necesita su espacio aunque no lo quiera admitir.

—¿Estás segura de esto? Quiero decir, solo llevan un año y medio saliendo. 

—Si, muy segura.

—Okey. En ese caso te deseo lo mejor, que lo disfruten. —Algo en mi voz debió delatarme porque Susan frunció el ceño.

—¿Que pasa, nena?. —Se acerca más a mi y toma mi mano con las suyas.

—Nada. No me hagas caso.

—Ah, no. No me vas a salir con esa. Te conozco muy bien y se que algo te pasa.

Pongo los ojos en blanco. A ella no se le escapaba nada.

—No tengo empleo. Están por desalojarme del departamento, no tengo donde vivir... —Ese hecho me golpea tan fuerte que la respiración se me corta—. Pero tranquila, no dejes que mis problemas te abarquen y arruinen tu felicidad. Ya encontraré una solución.

—A ver, como no voy ha preocuparme. Eres mi mejor amiga, Obvio que me voy ha preocupar por tí.

—Te quiero. 

—Y yo a tí, nena. —Nos abrazamos.

—Odio tener que llamar a mis padres y

pedirles ayuda. —La espalda de Susan se tensa. Poco a poco me fue soltando, con expresión seria en su rostro.

—No estás pensando lo que creo que estás pensando.

Muevo la cabeza encogiéndome de hombro. No hace falta que mencione nada. Ella lo sabía.

—No, no puedes hacerme esto. —Ella se levanta y camina de un lado a otro, exaltada—. Tus padres se fueron hace ya tres años a España. Como puedes tan siquiera pensar en algo como eso, cuando tu luchaste por quedarte aquí. 

—¿Crees que no lo se?, Yo más que nadie se todo lo que tuve que hacer para poder quedarme. Tener que demostrarle a mi padre que si podía estar sola, fue duro. Tampoco creo que alguna vez logre olvidar la mirada de tristeza de Corinn.

Las emociones me superan, las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.

—No veo que otra cosa pueda hacer. No tengo dinero, trabajo, y cómo si fuera poco, tengo que desalojar este lugar en una semana.

—¿Cuando pensabas decirme todo esto?.

—No quiero estar molestándote con mis asuntos. Además, no te he visto casi últimamente. Tienes tu propia vida, Susan. Incluso planeas vivir con Henry, y eso está bien, ¿sabes? Es genial. Pero yo tengo que buscar de acomodar mi vida y darle estabilidad.

Ella deja de caminar y parece pensar en todo lo que he dicho.

—Tu eres importante en mi vida, siempre me haz apoyado incondicionalmente. Así que si necesitas de mi, sin dudas algunas estaré ahí para tí. Así que vamos a solucionar esto.

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