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David no tenía dónde pasearse, ni podía hacer ruidos, ni expresar su frustración de alguna otra forma. Apurar a Peter no servía, él hacía lo que podía y meterle prisa sólo molestaba a los demás.

—Ya vete –le ordenó Maurice cuando lo vio demasiado impaciente—. No es gran cosa lo que ayudas, no puedes hacer nada por ahora. Ve a tu casa e intenta dormir.

—¿Crees que podré dormir?

—Seguramente no –le dijo Daniel, mirándolo a los ojos—, pero aquí no puedes hacer nada.

—Necesito saber… Necesito…

—La policía está buscando –insistió Maurice—, no sólo gracias a que tu suegro es rico, también Daniel movió sus hilos. Sólo te queda confiar.

—Además… —agregó Daniel— Marissa está

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