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Amaneció, pero este nuevo día era mucho mejor.

Marissa se levantó de la cama y arrastró con ella la sábana dejando desnudo a su compañero, que abrió los ojos de inmediato.

—¿A dónde crees que vas? –le preguntó él atrapándola y llevándola de vuelta a la cama.

—David, hoy es lunes.

—¿Vas a poner horarios para el sexo por la mañana? –ella se echó a reír.

—No, pero debo ir a mi casa, darme una ducha, ponerme ropa limpia e ir a trabajar.

—Ah, cierto –capituló él dejándola ir. Marissa empezó a buscar la ropa más decente posible para salir. Sólo tenía el vestido de fiesta de la noche del sábado, y un par de pijamas. Como no había ido a su casa desde esa noche, no tenía otra ropa que ponerse.

—¿No

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