Marissa entró a las oficinas de H&H con pasos largos y decididos. Iba hablando por el teléfono furiosa, así que Lisa, su secretaria, tuvo que seguirla en silencio.
—¿Así que esa es la excusa que dio? –iba diciendo Marissa—. No me importa las razones que diera, yo sólo exijo que se cumpla mi petición y despidan a ese hombre ¡de inmediato! –Lisa la miró un poco sorprendida. Nunca había visto a su jefa así—. No me interesa si de él dependen la mitad de las familias de New Jersey. ¡Lo quiero fuera! Soy copropietaria del edificio, y en caso de que no se me acate… Ah, ¡comprende al fin! Si no puede vigilar bien una maldita puerta, que se vaya a hacer otra cosa. ¡Gracias! –exclamó ella cortando la llamada con algo de violencia. Lisa la observó respirar profundo, caminar dando vueltas por la oficina como
Marissa daba vueltas en la sala de su habitación, no se había quedado con David en su casa y había preferido venirse aquí, estar a solas y pensar. Estaba segura de que no podría dormir, así que tendría que idear un plan lo bastante inteligente como para llegar al fondo de todo.Tenía que dejar a David, por lo menos temporalmente, y se preguntaba cómo tomaría él el asunto.Cerró sus ojos con fuerza cuando concluyó que hiciera lo que hiciera le haría daño a David, y, por ende, a sí misma. ¿Cómo iba a hacer ella para dejar adrede al amor de su vida? ¿De dónde sacaría las fuerzas? ¿Podía infringirse a sí misma tanto dolor sin vacilar?Pero el miedo le tenía las salidas bloqueadas, Viktor había demostrado sin dejar lugar a la duda que cumpliría su amenaza. Había comprobado c
David salió de la oficina de su novia un tanto confundido. Ella no había preguntado por la salud de la abuela, y anoche se había ido sin decir mucho al respecto. Marissa siempre era muy preocupada por él o su familia, y esta vez ni siquiera se había interesado. Se rascó la cabeza preguntándose si acaso él sólo estaba recargándose demasiado en ella. Últimamente le estaba sucediendo muchas cosas malas, y si hasta él estaba cansado, ¿cuánto más ella?Al medio día Hugh le pidió tener un almuerzo de trabajo, así que no pudo verse con ella, y a la hora de irse, Marissa simplemente le envió un mensaje de texto diciéndole que se le hacía tarde para abordar el avión que la llevaría a Chicago.“Siento no haber ido contigo”, le contestó él, y ella sólo envió una carita
—¿Cambiaste de auto? –exclamó David al verla llegar al edificio de las oficinas de H&H en un Chrysler granate. Si el auto hubiese llevado pintado por todos lados el símbolo del dólar, no habría anunciado mejor lo costoso que era.—Por qué últimamente todo lo que hago te molesta? –preguntó Marissa—. Si compro ropa, si viajo con mis amigas, si cambio de auto. Todo te molesta. Y casualmente, todo tiene que ver con el dinero.—No, no… —se disculpó él con una media sonrisa que parecía de incomodidad, no de humor—. No quise que sonara así. Es que… bueno, tu Audi es tan nuevo…—El Audi está en su cochera. No le ha pasado nada. Cuando quiera usarlo, lo usaré—. David la miró fijamente.—¿Tienes más autos?—Tengo un Audi, un Volvo, un Ferrari, un
Marissa estaba agachada en medio de su sala. Le dolía el pecho, el estómago, la cabeza, la garganta.El pecho, porque el corazón no había parado de latir como si viniera de una maratón. El estómago, porque lo tenía revuelto, sentía ganas de vomitar. La cabeza, porque contener el llanto exigía demasiado esfuerzo, y la garganta, por el enorme nudo que la atravesaba y la ahogaba.—Vete, por favor –susurró. Sabía que él aún estaba al otro lado, mirando la puerta. Lo sabía de algún modo.Al fin, pasado el rato, supo que él ya no estaba allí, que se había ido.Él no volvería, no por su cuenta. Había dicho las cosas adecuadas para que nadie en su sano juicio, ni con una pizca de dignidad quisiera volver.Tomó el interfono y llamó al conserje del edificio para asegurarse de que David ha
Daniel Santos llamó a la puerta del apartamento de Maurice un par de veces, pero nadie le abrió. En el edificio no había un conserje al que preguntarle por sus habitantes, así que no tenía modo de saber si David y Maurice seguían aquí. No sabía violar cerraduras, y tampoco quería tumbar la puerta. ¿Qué podía hacer?Recordó que un piso más arriba estaba la vivienda de Peter, tal vez él podía ayudar.Peter no estaba, pero la hermana de este sí.—Maurice siempre está dejando las llaves –dijo ella con una sonrisa. Lo acompañó hasta la entrada del apartamento de Maurice y empezó a esculcar alrededor. Miró debajo del tapete de entrada, luego removió la tapa del extintor incrustado en la pared; encontró la llave y se la entregó—. Déjala de nuevo en su sitio –le pidi&
—Explícate –le reclamó Hugh a Marissa entrando como en tropel a su oficina. Ella lo miró interrogante—. Acabo de hablar con Daniel Santos. La razón por la que David no vino anoche a la importantísima reunión de trabajo que tuvimos fue porque se reunió con un amigo para embriagarse; y la razón por la que se embriagó fue que tú le terminaste. Ahora te pregunto a ti: ¿por qué diablos hiciste esto?!Marissa se puso en pie y miró a su padre sin vacilar. Había sabido que esto sucedería, sólo que no se imaginó que fuera a ser tan pronto.—No es mi culpa. La relación sólo… terminó.—No lo puedo creer. ¿Así de simple?—¿Cuál es el problema? Antes no te interesaba tanto.—Siempre me interesó. No sólo porque eres mi hi
Marissa entró temprano por la mañana a la oficina de su padre y dejó sobre su escritorio una carta. Al ver el asunto, Hugh frunció el ceño en un gesto ominoso.—¿Renuncia? ¿Qué mierda es esta? –le gritó. Marissa tragó saliva y se mantuvo derecha.—Sí, estoy renunciando a mi trabajo.—¡¿Por qué diablos?!—Porque necesito renunciar. He dejado todo organizado, e incluso a alguien preparado para mi remplazo.—¡No, no, no! ¡No puedes dejarme ahora! ¿Es por lo de David?—No tiene nada que ver. Simplemente me voy. Estoy cansada.—Tal vez unas vacaciones te harían bien…—No son unas vacaciones lo que necesito.—Pues no acepto tu renuncia.—Tendrás que aceptarla, papá –dijo Marissa con voz calma, y Hugh se pas&
Cuando estaban sentados, unos a la mesa, otros en el sofá, llegó Hugh. Agatha le ofreció de su comida, pero él adujo haber comido ya. Miró a David, y al comprender que lo necesitaba, dejó por un momento su plato y fue a hablar a solas con él.—Tenemos una situación –susurró Hugh. David lo miró preguntándose si acaso sus actuales enemigos habían dado un paso ya—. Marissa dejó la empresa—. Eso lo dejó frío. No se imaginó nunca algo así. Se cruzó de brazos y miró lejos.—No sé por qué me dices eso. Yo no…—No finjas que no te interesa. Ella renunció, y dijo que se iría una larga temporada a Suiza. Esto complica un poco las cosas en caso de que recibamos algún ataque…—Realmente, no. Hay gente calificada que la puede remplazar.&mda