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Marissa entró temprano por la mañana a la oficina de su padre y dejó sobre su escritorio una carta. Al ver el asunto, Hugh frunció el ceño en un gesto ominoso.

—¿Renuncia? ¿Qué mierda es esta? –le gritó. Marissa tragó saliva y se mantuvo derecha.

—Sí, estoy renunciando a mi trabajo.

—¡¿Por qué diablos?!

—Porque necesito renunciar. He dejado todo organizado, e incluso a alguien preparado para mi remplazo.

—¡No, no, no! ¡No puedes dejarme ahora! ¿Es por lo de David?

—No tiene nada que ver. Simplemente me voy. Estoy cansada.

—Tal vez unas vacaciones te harían bien…

—No son unas vacaciones lo que necesito.

—Pues no acepto tu renuncia.

—Tendrás que aceptarla, papá –dijo Marissa con voz calma, y Hugh se pas&

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