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—¿Cambiaste de auto? –exclamó David al verla llegar al edificio de las oficinas de H&H en un Chrysler granate. Si el auto hubiese llevado pintado por todos lados el símbolo del dólar, no habría anunciado mejor lo costoso que era.

—Por qué últimamente todo lo que hago te molesta? –preguntó Marissa—. Si compro ropa, si viajo con mis amigas, si cambio de auto. Todo te molesta. Y casualmente, todo tiene que ver con el dinero.

—No, no… —se disculpó él con una media sonrisa que parecía de incomodidad, no de humor—. No quise que sonara así. Es que… bueno, tu Audi es tan nuevo…

—El Audi está en su cochera. No le ha pasado nada. Cuando quiera usarlo, lo usaré—. David la miró fijamente.

—¿Tienes más autos?

—Tengo un Audi, un Volvo, un Ferrari, un

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