AY YA YAYYYYYY!!!
SalvadorLas siguientes 36 horas son una locura total.No duermo, no como casi nada, no puedo dejar de pensar en cómo es que no me di cuenta, ¿Es que acaso soy tan influenciable? No me di cuenta de lo de Rebeca y tampoco noté que mi propio abuelo me estaba clavando el puñal por la espalda.Quisiera poder averiguar desde qué momento empezó todo, cuándo decidió traicionarme, si cuándo vino a mi casa supuestamente enojado ya estaba detrás de todo o aún no.Estoy encerrado en el estudio, tengo la mirada perdida en documentos que sé que no van a decirme nada, cuándo escucho la puerta siendo tocada y antes de que pueda pedir que no me molesten, oigo la voz de Daniel desde afuera.—Salvador, soy Daniel… ¿Puedo pasar?—Si, claro adelante—le digo e intento recoger un poco el desastre.Daniel entra y cómo ya me he dado cuenta veo que parece un poco tímido mientras toma asiento en la silla enfrente de mi escritorio. Es extraño que haya pedido venir, pues desde la conversación que tuvimos en el ho
MarinaVeo como la sala poco a poco empieza vaciarse. Federico y Clara se despiden y dicen que van a ir a prepararse para lo que viene y sinceramente conociendo a ambos no se si eso es o no una clave para sexo y tampoco quiero saberlo.Alex parece que está a punto de un colapso por estrés mientras lo veo salir con el celular pegado en la oreja mientras habla con el detective sobre lo que planeamos hacer y Daniel… Bueno, mi hermano para tener una discusión con Joaquín, aunque no se escucha lo que dicen se nota que no es agradable, en especial cuándo él le da la espalda y camina hacia las escaleras.Hasta aquí puedo escuchar el suspiro que el pelirrojo deja salir, sin embargo no demora más que un segundo es seguirlo y así es como solo terminamos quedando dos: él y yo.Lo observo mientras recoge los papeles que había dejado esparcidos en la mesa. Está serio, con el ceño fruncido y esa línea tensa en la mandíbula que aparece cuando está pensando demasiado.Entonces pienso en lo que hablam
MarinaEl calor de la cocina es asfixiante. El aire está impregnado de especias, humo y tensión. El restaurante está al tope, los pedidos entran y salen a una velocidad frenética, y apenas tengo tiempo para respirar.—¡Esa mesa seis todavía no tiene su orden! —grito mientras revuelvo una salsa en el fuego.—¡Ya el saco, jefa! —responde una de las cocineras.Todo marcha bien... hasta que lo veo venir.Mateo, el jefe de meseros, cruza la cocina con la expresión de alguien a punto de soltar una bomba. Por su cara, algo grande está pasando.—Marina… —su voz baja un par de tonos—. Acaba de llegar un cliente importante.Le lanzó una mirada impaciente.—Mateo, tenemos el restaurante lleno de clientes importantes. ¡Define "importante"!Él me mira fijamente.—Uno de los magnates más influyentes de la ciudad. Un socialite.Un leve murmullo se levanta entre los cocineros. Algunos se detectan un instante. Hasta los fogones parecen hacer una pausa.Siento una leve punzada de adrenalina. Si un homb
MarinaDos meses despuésLa cremallera del vestido se atasca justo a la mitad de mi espalda.—¡Maldita sea! —gruño, estirando el brazo en un ángulo imposible para intentar subirla.Estoy a punto de rendirme cuando mi teléfono vibra sobre la cama. Clara.— ¿Qué pasó? —contesto sin aliento, todavía luchando con el maldito vestido.—Pasó que espero que estés lista. No me digas que todavía no has salido de tu casa.Ruedo los ojos.—Estoy en ello, no seas tan dramática. Además, ¿estás segura de que este tipo vale la pena? No quiero otra cita con un soso sin conversación ni personalidad.—Marina, confía en mí. Yo jamás te pondría en una situación así.—Oh, por favor. ¿Te recuerdo el desastre del mes pasado?—Eso no cuenta. Me lo recomendaron, pero nadie me dijo que tenía el carisma de una piedra.Suelto una risa sarcástica mientras forcejeo con la cremallera.—Está bien, entonces dime la verdad. ¿Ya le advertiste cómo soy?Silencio. Luego, Clara suspira.—A ver, ¿a qué te refieres?—No te h
MarinaMarinaEsto tiene que ser una maldita broma.Por unos segundos no lo reconozco. No consigo ubicar la imagen del hombre imponente frente a mi, aunque si se me hace familiar.Es solo cuando su rostro se convierte en una mueca de rabia total, que me doy cuenta de quién es la persona que tengo enfrente: Salvador Montenegro.El mismo que fue con su novia al restaurante y le lance un vaso de agua y casi la llamo anorexica. Oh Dios, esto va a ser malo, va a ser realmente malo.La furia en su voz hace que se me me hiele la sangre.Mi cuerpo se tensa automáticamente siento que estoy en negación absoluta.No puede ser él. No puede ser el mismo hombre con el que discutí en el restaurante. Pero lo es.Está sentado detrás de un escritorio de madera oscura, con una puerta imponente, una mano apoyada sobre la mesa y la otra sosteniendo una pluma con aire impaciente. Sus ojos oscuros me taladran con una mezcla de incredulidad y desprecio.Esto es una pesadilla.El abogado que Clara consiguió
SalvadorLa rabia como nunca la he sentido se enciende en mi cuerpo, es algo tan palpable que casi siento que puedo tocarla. No puedo creerlo.Es como si todo fuera parte de una burla cósmica, pues no puedo creer que la mujer que me humilló hace meses en un restaurante, esa misma que Renata odia y se encargó de desacreditar ante todos, está aquí, en mi oficina, frente a mí, diciendo que no tiene el dinero para pagar lo que me debe.Tres millones de dólares.Tres. Malditos. Millones.Mis ojos van hasta ella. Trae puesta ropa medianamente formal, pero aún asi su cuerpo se ajusta a la tela y su pecho se marca por encima de lo normal.En especial cuando cruza los brazos, su postura es desafiante, pero veo el temblor sutil en sus dedos, el leve movimiento de su garganta cuando traga saliva. Está aterrada.Y debería estarlo.—Yo… yo no tengo ese dinero.Mis dientes se aprietan con fuerza, esto es el colmo del descaro. El dinero estaba en su maldita cuenta.Pero por supuesto que no lo tiene
Marina—¿Qué se supone que voy a hacer ahora?Mi voz es apenas un susurro mientras me paso las manos por el cabello, caminando de un lado a otro en la sala del restaurante, donde Clara, David y yo hemos estado reunidos durante la última hora.El abogado tiene la carpeta de documentos sobre la mesa. Los mismos que me hunden.Las mismas fotos que hacen que parezca que soy una maldita cómplice.Las mismas pruebas que, aunque no sean lo que parecen, me atan a un delito que no cometí.—Sé que esto es difícil —dice David con tono tranquilo—, pero voy a ser completamente honesto contigo, Marina. Tienes pocas opciones.Levanto la vista, sintiendo una presión en el pecho.—¿Cómo que pocas opciones? ¿Me estás diciendo que en verdad puedo ir a la cárcel?David suelta un leve suspiro.—Las pruebas que tienen son sólidas. Los movimientos bancarios, las fotografías… Aunque sepamos que no son lo que parecen, en un juicio serían un problema. Y no solo eso…Se inclina un poco hacia adelante.—Estamos
MarinaMi corazón late con fuerza cuando el auto se detiene frente a la mansión.Palacio.Ni siquiera es una casa. Es una maldita fortaleza.Las puertas de hierro negro, los enormes ventanales, los jardines perfectamente podados… todo aquí grita lujo, poder y arrogancia.—Bueno, ya estamos aquí —dice David desde el asiento del conductor.Respiro hondo y me giro hacia Clara, quien está sentada a mi lado.—Aún podemos huir —murmuro—. No mirarán en el baúl.Ella rueda los ojos y me aprieta la mano.—Lo superaremos. Solo… trata de llevar la fiesta en paz. No lo provoques y no dejes que te provoque.Levanto las manos en un gesto inocente.—Yo no provoco a la gente.Clara arquea una ceja con escepticismo.—Marina… todos sabemos que de paciencia tienes pocas. Solo no lo hagas enfadar.Resopló y me cruzó de brazos.—No prometo nada.David abre la puerta y baja del auto. Yo hago lo mismo, sujetando con fuerza la maleta en mi mano.En cuanto doy un paso hacia la entrada, un hombre mayor, vestid