—La verdad es que… No, señor. Por ahora no pienso en eso —respondió Brianna.
La mirada intensa y calculadora de Trevor se clavó en sus pupilas, inquietándola.
—¿Y si le ofrezco matrimonio a cambio de dinero? —Los ojos de Brianna se abrieron en su máxima expresión y hasta dejó de respirar por un instante—. Verás… —dijo él y bajó la vista un instante, como si le pesaran sus próximas palabras—. En realidad, mi abuelo está a punto de morir, su médico habló conmigo esta mañana para contarme la realidad de su condición y quiero darle una tranquilidad antes de que parta de este mundo.
Alzó la cabeza para encararla, encendiendo el pecho de la chica con el ardor que escapaba de sus ojos negros y voraces.
—Esta firma es sólida gracias a la imagen familiar que siempre hemos reflejado. Los clientes confían en nosotros, en parte, por ese motivo. Como el señor Nakamura, quien luego de año y medio de gestiones al fin decidió establecer una sociedad con nosotros. Por eso mi abuelo me exige que me case, para no perder esa cuenta y debilitar nuestra imagen, pero me ha costado cumplir con sus reclamos porque el trabajo me ha absorbido y no he tenido tiempo para establecer una relación seria. Ahora me urge presentarle a una prometida para que la ansiedad no resquebraje aún más su salud y Nakamura quede satisfecho. Por eso te pregunto, ¿aceptarías negociar un matrimonio por conveniencia conmigo?
La propuesta empalideció a Brianna, le resultaba imposible creerse lo que él le pedía.
—¿Casarnos? ¿De mentira?
—No será una boda de mentira, sino de verdad, que mantendremos por uno o dos años. Todo depende del tiempo que resista mi abuelo en este mundo. Nos divorciaremos un tiempo después de su muerte para guardar las apariencias. Recibirás una buena recompensa por tu sacrificio, con eso pagarás la doble hipoteca y le garantizarás a tu madre su tratamiento de por vida, así como seguridad para tu hijo.
«¿Sacrificio?», pensó Brianna. Casarse con Trevor Harmon jamás sería un sacrificio.
—Señor, eso es…
—Piénsalo —la interrumpió—, pero no puedo darte mucho tiempo. Me urge tener una respuesta esta misma tarde.
—Pero, yo…
Ella no supo qué decir, las palabras las tenía atragantadas en la boca, junto a esa oferta y a todo su pasado accidentado lleno de sufrimiento y traición.
—Tómate la mañana libre para reflexionar mi propuesta mientras yo estoy en el hospital —accedió él—, y durante el almuerzo me cuentas qué piensas al respecto. Solo te pido discreción, ¿puedes concedérmela?
Ella asintió, muda por la impresión, y enseguida salió de la oficina.
Recogió sus pertenencias manteniendo el mismo silencio y así se fue del edificio. Al llegar a su casa enseguida entró en la habitación de George, su niño, un chico rubio y regordete que jugueteaba con placidez dentro de su corral.
La niñera, al verla llegar temprano, los dejó a solas para que compartieran un rato mientras ella iba a comprar unas frutas para hacerle una compota de merienda al bebé.
Brianna se sentó frente al niño y jugueteó con él llenándolo de besos antes de especular en su accidentada vida. George la miraba con adoración con sus grandes ojos verdes, unos que le hacían encoger a ella el corazón.
—¿Qué dices, mi amor? ¿Asumimos el riesgo? —le preguntó.
Se sentía confundida y ansiosa. Nunca imaginó que su apuesto jefe le propusiera algo similar. No se consideraba a la altura de las circunstancias.
Trevor Harmon era un hombre que podía tenerlo todo en la vida. Era rico y presidía una de las firmas de abogados más importantes de la ciudad, que dirigía con mano de hierro.
Era entendible que estuviese apurado por resolver su falta de compromiso matrimonial si la salud de su abuelo seguía deteriorándose, pero lo que no comprendía era por qué la había elegido a ella.
No la conocía de nada, ni su pasado ni sus intenciones.
—Sabe que estás al borde de la miseria —se respondió a sí misma—. Está seguro de que no te negarás y eso lo ayuda a acelerar la solución a sus problemas.
Sí, Trevor Harmon no la conocía de nada, pero sabía lo importante: la enorme necesidad de dinero que ella tenía, una que él podía cubrir. Eso le garantizaba el éxito.
—Vamos, amor, será solo por uno o dos años —le dijo a su hijo como si estuviera convenciéndolo de la locura que estaba a punto de cometer, aunque en realidad, se convencía a sí misma—. Maldición, será solo por uno o dos años —se respondió insatisfecha, un matrimonio con un hombre atractivo y rico debería durarle toda la vida.
Estalló en risas al comprender lo absurdo de sus pensamientos., aunque la diversión no le duró mucho.
Era consciente de que si aceptaba, todo su mundo se pondría de cabeza, incluyendo a su corazón.
Se reunieron durante la tarde en un restaurante alejado del edificio de la firma. Trevor no quería que algún conocido los molestara, necesitaba concentrarse en esa conversación.—¿Cómo está tu madre? —preguntó para romper el hielo.Brianna llegó a la cita tan tensa como las cuerdas de una guitarra, aunque preciosa. No llevaba puesto los trajes sobrios y discretos que debía utilizar en la oficina, sino un vestido floreado de tela vaporosa que remarcaba sus generosas curvas y se dejó suelta su larga cabellera castaña.Él amaba las cabelleras largas de suaves risos, como la que ella poseía. Tenía un fetiche con ellas. Soñaba con que le cubrieran el pecho y el rostro cuando estuvieran desnudos en la cama.Se aclaró la garganta y llamó enseguida al mesero para evitar seguir pensando en su secretaria de manera provocativa.No podía verla como una mujer dispuesta para sus juegos sexuales, ya que ese día pensaba establecer con ella un acuerdo de matrimonio por conveniencia.Las cláusulas debí
Se casaron tan solo dos semanas después. Trevor invirtió el dinero necesario para que la celebración se llevara a cabo en el menor tiempo posible y en la mayor intimidad.El abuelo de Trevor aceptó participar en la boda porque al conocer a Brianna le pareció una chica dulce y simpática, muy diferente a la anterior prometida de su nieto.Ya antes lo había obligado a que se casara con Naomi Morgan, una antigua novia de Trevor que resultó estar mal de la cabeza. Por sus exigencias, casi lo lleva a la muerte, ya que por culpa de esa mujer estuvo a punto de perder la vida.Por eso el hombre había decidido no volver a insistir en el asunto. No estaba muy a gusto con este segundo intento de Trevor, pero igual lo dejó encargarse de todo.De parte de Brianna tan solo estuvo presente su madre y la niñera de su hijo, para darle una mano con el cuidado de George.Y por parte de Trevor estuvo presente su abuelo, quien estuvo en sillas de ruedas y acompañado por un enfermero, ya que su condición er
Albert Harmon había tenido una vida feliz y satisfactoria, dedicada a su familia y a su empresa, pero desde muy joven fue un fumador compulsivo, por eso desde hacía unos años sus pulmones comenzaron a fallar.A eso le incluía el hecho de heredar complicaciones cardiacas de sus ancestros, que reducían su vida útil.Llevaba un buen tiempo viviendo entre la vida y la muerte, sin saber cuándo su existencia llegaría a su fatídico final.—Creo que ya estamos en los días —dijo luego de recuperarse de una difícil tos que por poco lo ahoga.—Estás diciendo eso desde hace más de un año —lo retó Virginia, mientras se retiraba de la habitación con actitud altanera para buscarle el caldo de pollo que le había ofrecido, y que según ella, lo ayudaría a sentirse mejor.Albert ya no le creía.—Esa mujer me odia —comentó cuando él y su nieto quedaron solos.—Pero si no hace otra cosa que velar por tu salud —reprochó Trevor—, ya ni se encarga de la casa por atenderte.—Échala por irresponsable —respondi
Trevor perdió la coordinación de sus ideas al ver a Brianna aparecer en el salón.Estaba radiante con el vestido negro brillante que se había puesto, uno de los tantos que él le había regalado, ceñido a su diminuta cintura y tan ajustado en la parte superior que hacía resaltar sus generosos senos.La cabellera la llevaba suelta permitiendo que cayera sobre sus hombros desnudos, y se había maquillado para seducir. Sus labios se notaban más carnosos y provocativos, volviéndose una obsesión para el hombre.—Joder, ¿de dónde carajos sacaste a esta ninfa? —le preguntó Joey en susurros para que solo su amigo lo escuchara.Joey era un sujeto alto y un poco obeso, un chef especializado en comida española, el país de dónde provenían sus abuelos paternos.Gracias a sus palabras, Trevor pudo reaccionar para dedicarle a su amigo una mirada de odio.—Es mi esposa.Joey alzó las manos en señal de rendición.Brianna se acercó a los hombres y saludó de manera simpática. Trevor la presentó, tanto a el
El momento fue tenso en extremo. Nadie hablaba, nadie se movía y nadie parecía respirar.Brianna estaba a punto de llorar, se esforzaba por no agitar de más a su respiración y no salir corriendo.Lynette la sostenía, aunque daba la impresión que la tenía tomada del brazo más para no caer ella que como soporte a su amiga. La presencia de Connor le generó un estado de shock.—Ehhh… ¿qué hacemos? —quiso saber Joey al percatarse de la situación confusa.Por los rostros contrariados de todos supuso que la noche no terminaría como la habían programado.Trevor estaba a punto de entrar en combustión espontánea. Su rostro se había colorado por la rabia. La reacción de Brianna y la del mismo Connor le generaron terribles sospechas.Aunque no perdió la altivez ni el control de sus emociones. Algo que él sabía manejar muy bien eran los momentos críticos. En su trabajo y en su vida personal ya se había enfrentado a situaciones catastróficas.Estiró una mano hacia Brianna, invitándola a acercarse a
Por esa noche, Trevor no pudo soportar más complicaciones y se fue a la cama, aunque no durmió. Estuvo por largo rato pensando en sus desgracias.Se sentía una burla, un tipo del que todos se reían y aprovechaban. A pesar de su evidente atractivo y de su excelente posición social y financiera, le costaba encontrar mujeres honestas que pudieran darle cariño y un respeto sincero.Debía llegar al punto de pagar por una esposa porque era incapaz de conseguirla por su cuenta, y eso lo frustraba.Todas las que había tenido antes, o se iban con otro que tuviese más poder o dinero que él o enloquecían volviéndose insoportables.Pensó que con Brianna las cosas serían diferentes. Ella tenía un aura angelical y dulce que lo había conquistado, pero una vez más se equivocó.«Dicen que esas son las peores», le había dicho su abuelo y él confirmaba esa sentencia.Pero ya estaba cansado de perder, de ser la causa de las risas de otros. Brianna había aceptado casarse con él porque Connor la había aban
Kendra, la madre de Brianna, no sabía nada de lo ocurrido la noche anterior. Ella se había acostado temprano para estar descansada ese día, que le tocaba control médico, y Brianna no quiso comentarle nada para que no se alterara.Por suerte, las evaluaciones físicas salieron a la perfección, solo faltaba que la mujer se reuniera con el médico a discutir los resultados.Brianna aprovechó la ocasión para salir hacia una terraza de la clínica y llamar a la niñera para saber de George, que ese día había amanecido con cierta molestia.Tal vez, presintiendo el estado de ánimo decaído de ella por haber llorado toda la noche, recordando su tórrido y accidentado pasado, así como su futuro incierto.—Hola, solo quería saber si George pudo comer algo más esta mañana.—Sí señora, no se terminó todo el alimento, pero comió un poco más.—¿Y sigue llorón?—Cuando usted se marchó estuvo de mal humor, pero luego vino el señor Harmon y jugó un rato con él. Después de eso ha estado más tranquilo.—¿Trev
Luego de dejar a su madre en su habitación, Brianna corrió al dormitorio donde estaba alojada Lynette. El miedo lo tenía atorado en la garganta y necesitaba sacarlo de allí para poder respirar.—Amiga, tienes que ayu…Había entrado al dormitorio sin anunciarse y las palabras murieron en su boca al ver lo que su amiga hacía.—¿Te marchas?—Vincenzo me llamó —dijo mencionando a su novio italiano—, hay un trabajo de fotografía del que quiere hablarme.—No puedes irte ahora —suplicó Brianna—. Te necesito.Lynette respiro hondo antes de hablarle, al tiempo que doblaba sus prendas dejadas sobre la cama para guardarlas en su maleta.—Lo siento mucho, amiga, pero este asunto es muy complicado y ahora estás casada. Yo no tengo mucho que decir.—Por favor, Lynette. No puedes dejarme ahora. No otra vez.Ambas compartieron una mirada cargada de pena y angustias.—Es terrible lo que te está pasando, Brianna, pero no puedo intervenir. Habla con Trevor, cuéntale la verdad y acuerda con él una soluci