La mañana del lunes, Trevor tenía la reunión más importante de su carrera como abogado corporativo y como presidente de Harmon y Asociados.Se había preparado por años para ese momento y había asumido los riesgos más absurdos de su vida solo para lograr que se desarrollara aquel encuentro, pero sus intenciones cambiaron.Decidió ser honesto consigo mismo y con la gente que lo rodeaba. Si algo había aprendido en ese tiempo, era que las mentiras y los secretos al final, dolían más que enfrentarlos cara a cara desde el inicio.Mantener por mucho tiempo una farsa lo único que deparaban eran tragedias, y él ya no admitiría más tragedias en su vida. Se había jurado a sí mismo, y a la gente que amaba, que evitaría por todos los medios cometer más errores.Estaba sentado en la sala de reuniones de la firma, junto a Todd y a tres de los socios de mayor rango. Llevaban un poco más de veinte minutos en aquel lugar, esperando.Él se distraía haciendo girar en su dedo su anillo de bodas. Descubrió
Eligieron el restaurante de Joey como lugar para celebrar la asociación con Nakamura. Habían sido invitados todos los empleados de Harmon y Asociados, a quienes pronto les aumentarían el sueldo al doble, también, mucho de los empleados de la compañía japonesa, quienes al fin obtendrían estabilidad laboral y posibilidad de crecimiento en ese país.El ambiente estaba cargado de felicidad y satisfacción.Albert, Kendra y Nakamura estuvieron al inicio de la celebración, pero luego del brindis se marcharon dejando a los jóvenes, y a los más enérgicos, el placer de disfrutar de la fiesta.Brianna había asistido con George, pero lo envió a casa con su madre y con Virginia, quienes viajaron resguardadas por miembros de un equipo de vigilancia privada contratada por Trevor.A pesar de que el peligro había pasado, porque Naomi ahora estaba internada en un hospital psiquiátrico lejos de Seattle, él seguía manteniendo esa seguridad cuando no estaba en casa y no podía cuidar en persona del chico.
Brianna se puso de pie cuando vio a su apuesto jefe pasar como un rayo frente a su escritorio. Dejó que sus pupilas se degustaran con su atractiva presencia, hasta que él desapareció dentro de su oficina.Trevor Harmon era un hombre alto y muy elegante, de cuerpo atlético y cabellos negros espesos, que siempre llevaba muy bien peinados. Aunque su mayor cualidad era su mirada, que resultaba tan intensa que parecía hecha de fuego.En medio de un suspiro ella tomó su agenda y un bolígrafo y lo siguió. Él ni siquiera la había notado al entrar por estar discutiendo a través de su teléfono móvil con algún cliente terco.La oficina del presidente de la firma de abogados Harmon y Asociados era el lugar más hermoso de aquel edificio. Se trataba de un salón amplio, con una decoración sobria y moderna y unas hermosas vistas al downtown de Seattle y a la bahía.Trevor se había sentado en su butaca y le daba la espalda a Brianna mientras continuaba con su discusión telefónica. Su mirada se perdía
—La verdad es que… No, señor. Por ahora no pienso en eso —respondió Brianna.La mirada intensa y calculadora de Trevor se clavó en sus pupilas, inquietándola.—¿Y si le ofrezco matrimonio a cambio de dinero? —Los ojos de Brianna se abrieron en su máxima expresión y hasta dejó de respirar por un instante—. Verás… —dijo él y bajó la vista un instante, como si le pesaran sus próximas palabras—. En realidad, mi abuelo está a punto de morir, su médico habló conmigo esta mañana para contarme la realidad de su condición y quiero darle una tranquilidad antes de que parta de este mundo.Alzó la cabeza para encararla, encendiendo el pecho de la chica con el ardor que escapaba de sus ojos negros y voraces.—Esta firma es sólida gracias a la imagen familiar que siempre hemos reflejado. Los clientes confían en nosotros, en parte, por ese motivo. Como el señor Nakamura, quien luego de año y medio de gestiones al fin decidió establecer una sociedad con nosotros. Por eso mi abuelo me exige que me cas
Se reunieron durante la tarde en un restaurante alejado del edificio de la firma. Trevor no quería que algún conocido los molestara, necesitaba concentrarse en esa conversación.—¿Cómo está tu madre? —preguntó para romper el hielo.Brianna llegó a la cita tan tensa como las cuerdas de una guitarra, aunque preciosa. No llevaba puesto los trajes sobrios y discretos que debía utilizar en la oficina, sino un vestido floreado de tela vaporosa que remarcaba sus generosas curvas y se dejó suelta su larga cabellera castaña.Él amaba las cabelleras largas de suaves risos, como la que ella poseía. Tenía un fetiche con ellas. Soñaba con que le cubrieran el pecho y el rostro cuando estuvieran desnudos en la cama.Se aclaró la garganta y llamó enseguida al mesero para evitar seguir pensando en su secretaria de manera provocativa.No podía verla como una mujer dispuesta para sus juegos sexuales, ya que ese día pensaba establecer con ella un acuerdo de matrimonio por conveniencia.Las cláusulas debí
Se casaron tan solo dos semanas después. Trevor invirtió el dinero necesario para que la celebración se llevara a cabo en el menor tiempo posible y en la mayor intimidad.El abuelo de Trevor aceptó participar en la boda porque al conocer a Brianna le pareció una chica dulce y simpática, muy diferente a la anterior prometida de su nieto.Ya antes lo había obligado a que se casara con Naomi Morgan, una antigua novia de Trevor que resultó estar mal de la cabeza. Por sus exigencias, casi lo lleva a la muerte, ya que por culpa de esa mujer estuvo a punto de perder la vida.Por eso el hombre había decidido no volver a insistir en el asunto. No estaba muy a gusto con este segundo intento de Trevor, pero igual lo dejó encargarse de todo.De parte de Brianna tan solo estuvo presente su madre y la niñera de su hijo, para darle una mano con el cuidado de George.Y por parte de Trevor estuvo presente su abuelo, quien estuvo en sillas de ruedas y acompañado por un enfermero, ya que su condición er
Albert Harmon había tenido una vida feliz y satisfactoria, dedicada a su familia y a su empresa, pero desde muy joven fue un fumador compulsivo, por eso desde hacía unos años sus pulmones comenzaron a fallar.A eso le incluía el hecho de heredar complicaciones cardiacas de sus ancestros, que reducían su vida útil.Llevaba un buen tiempo viviendo entre la vida y la muerte, sin saber cuándo su existencia llegaría a su fatídico final.—Creo que ya estamos en los días —dijo luego de recuperarse de una difícil tos que por poco lo ahoga.—Estás diciendo eso desde hace más de un año —lo retó Virginia, mientras se retiraba de la habitación con actitud altanera para buscarle el caldo de pollo que le había ofrecido, y que según ella, lo ayudaría a sentirse mejor.Albert ya no le creía.—Esa mujer me odia —comentó cuando él y su nieto quedaron solos.—Pero si no hace otra cosa que velar por tu salud —reprochó Trevor—, ya ni se encarga de la casa por atenderte.—Échala por irresponsable —respondi
Trevor perdió la coordinación de sus ideas al ver a Brianna aparecer en el salón.Estaba radiante con el vestido negro brillante que se había puesto, uno de los tantos que él le había regalado, ceñido a su diminuta cintura y tan ajustado en la parte superior que hacía resaltar sus generosos senos.La cabellera la llevaba suelta permitiendo que cayera sobre sus hombros desnudos, y se había maquillado para seducir. Sus labios se notaban más carnosos y provocativos, volviéndose una obsesión para el hombre.—Joder, ¿de dónde carajos sacaste a esta ninfa? —le preguntó Joey en susurros para que solo su amigo lo escuchara.Joey era un sujeto alto y un poco obeso, un chef especializado en comida española, el país de dónde provenían sus abuelos paternos.Gracias a sus palabras, Trevor pudo reaccionar para dedicarle a su amigo una mirada de odio.—Es mi esposa.Joey alzó las manos en señal de rendición.Brianna se acercó a los hombres y saludó de manera simpática. Trevor la presentó, tanto a el