Se reunieron durante la tarde en un restaurante alejado del edificio de la firma. Trevor no quería que algún conocido los molestara, necesitaba concentrarse en esa conversación.
—¿Cómo está tu madre? —preguntó para romper el hielo.
Brianna llegó a la cita tan tensa como las cuerdas de una guitarra, aunque preciosa. No llevaba puesto los trajes sobrios y discretos que debía utilizar en la oficina, sino un vestido floreado de tela vaporosa que remarcaba sus generosas curvas y se dejó suelta su larga cabellera castaña.
Él amaba las cabelleras largas de suaves risos, como la que ella poseía. Tenía un fetiche con ellas. Soñaba con que le cubrieran el pecho y el rostro cuando estuvieran desnudos en la cama.
Se aclaró la garganta y llamó enseguida al mesero para evitar seguir pensando en su secretaria de manera provocativa.
No podía verla como una mujer dispuesta para sus juegos sexuales, ya que ese día pensaba establecer con ella un acuerdo de matrimonio por conveniencia.
Las cláusulas debían ser muy claras y respetuosas para que nadie saliera herido. Él tenía una exigente firma de abogados que manejar y ella una familia que cuidar.
—Mi madre ahora está bien, gracias —respondió la mujer, inquieta—. Las semanas en que le tocan las quimioterapias es que la pasa muy mal, esta ha sido tranquila.
Él asintió, sin saber qué decir. Su abuelo sufría de problemas del corazón y desgaste de los pulmones, sabía muy bien lo terrible que podían volverse esos tratamientos fuertes.
—Espero te guste el pescado que preparan aquí. Es uno de mis favoritos.
Brianna sonrió, complacida por haber conocido ese pequeño detalle de él. Era como si hubiesen iniciado la intimidad de la convivencia marital, una que suponía, era para conocerse a fondo, hasta en los detalles más pequeños.
Como nunca había convivido con una pareja, no sabía hasta qué punto podía llegar la confianza.
Tal vez conocer hasta el más pequeño detalle de otra persona podía volverse un arma de doble filo, pero estaba segura que con su jefe aquello sería una experiencia fascinante.
—No soy una gran fanática del pescado, pero reconozco que no he estado en los sitios más adecuados donde me puedan dar a probar uno realmente bueno. Este lugar parece ser especialista —dijo y lanzó una mirada maravillada a los alrededores, perdiendo así, algo de su tensión.
Nunca había estado en un restaurante tan elegante y lujoso. Aquel lugar, a pesar de tener un ambiente caribeño y playero, era un derroche de excentricidades.
La gente que asistía allí parecía exudar dinero y poder, haciéndola sentir mínima.
¿En ese tipo de ambiente ella debía desenvolverse de ahora en adelante si pretendía casarse con él?
—¿Qué has pensado sobre lo que hablamos en la oficina? —quiso saber Trevor. Había querido esperar a estar más relajados para entrar en el tema, pero se notaba ansioso.
Cuando tenía un proyecto en mente lo abordaba sin distracciones. Con aquel estaba algo apresurado, porque el tiempo jugaba en su contra.
—Bueno… La verdad es que no entiendo cómo pudo elegirme a mí para esta propuesta. De seguro tiene otras opciones mucho mejores.
Él sonrió de medio lado. A ella ese gesto le encantó.
—No fue algo improvisado, llevo semanas reflexionando cada una de mis posibilidades, y siempre eres tú quien me resulta la mejor opción.
—Pero… no me conoce de nada.
—Ese fue uno de los motivos por los que te elegí. A las otras mujeres las conozco mucho y sé que no son adecuadas, ni siquiera, ante los ojos de mi abuelo, que espera al menos, un matrimonio basado en el respeto —le confesó, lacerándola con la intensidad de su mirada oscura—. No estaba en mis planes casarme en estos momentos, antes quería dedicarme a hacer crecer la firma y fortalecerla hasta lograr que fuera una de las más importantes de la región, pero… necesito una esposa para que eso se haga realidad.
—¿Por qué? —preguntó curiosa.
—Porque es algo que valoran mucho los clientes de mayor peso, como el caso del señor Nakamura. Mi abuelo comprende eso, por eso me exige que cumpla con esa promesa.
Ella asintió, y recordó a aquel hombre serio y silencioso que parecía rondar los ochenta años.
Por su edad y cultura debía considerar el matrimonio como un vínculo sagrado y parte fundamental de la vida adulta, que podía influenciar el tipo de comportamiento de un hombre en lo profesional.
Ya que marcaría el nivel de compromiso, lealtad y dedicación que imprimía a cada cosa que hacía.
Nakamura era un hombre mayor con principios y costumbres muy arraigadas, pero además, un millonario dueño de empresas pujantes en Seattle. Su inclusión dentro de la cartera de clientes de Harmon y Asociados haría de esa consultoría una de las más fuertes y estables de la región.
Era lógico que tanto el abuelo de su jefe, como su jefe mismo, fuesen capaces de hacer hasta lo imposible por lograr esa asociación.
Para uno era la cristalización del trabajo de toda su vida, y para el otro, la catapulta para su éxito profesional.
—Entiendo que esta boda sea muy importante para ti y para tu familia, pero, aunque estés obligado a hacerla, supongo que no deseas que sea una experiencia aburrida.
Trevor aumentó la sonrisa.
—No quiero que sea traumática, ni para ti ni para mí. Por eso estudié tus referencias antes de atreverme a hacerte la propuesta, incluso, le pagué a un policía amigo para que revisara tu expediente policial.
—¡No tengo expediente policial! —exclamó ofendida.
—Ya lo sé, eso me tranquiliza. Si hubieses tenido, aunque fuese una pequeña mancha, jamás te habría dicho nada.
—¿Y ser un poquito mala no le pondría más picante al asunto?
Él la observó impactado. Brianna hizo aquella pregunta asumiendo una postura y un tono pícaro que en su rostro angelical producía un gran contraste, uno que a él le gustó.
Una vez más la visualizó en su cama, desnuda, siendo traviesa e implacable. La sangre le ardió en las venas y tensó su cuerpo provocándole un leve estremecimiento.
Se regañó internamente por esos pensamientos y se obligó a apartarlos de su mente, al menos, mientras se encontraban en público.
—La verdad, es que sí, pero prefiero ser precavido —reveló sonriente.
Brianna también sonrió, aunque pronto recuperó su seriedad y se puso rígida.
—¿Y qué otras cosas… averiguaste de mí? —consultó inquieta.
—Que eres una buena chica, sin prontuario policial y con las mejores calificaciones, tanto en tu colegio y como en la universidad. Te graduaste con honores. —Ella asintió, sin poder evitar que la tristeza le empañara el rostro. Luchó por tener la mejor formación académica, pero nunca pudo desarrollar su carrera profesional—. Tus notas y el trabajo que hiciste como pasante para el departamento de protección familiar del estado te califica como una excelente abogada de familia, pero supongo que no pudiste dedicarte a la abogacía por la repentina muerte de tu padre, la enfermedad de tu madre y tu embarazo.
Los ojos de Brianna se llenaron de lágrimas de pesar. Aquellos tres golpes le llegaron al mismo tiempo, así como otros que acentuaron el dolor y la agonía que tuvo que vivir durante meses antes de reponerse y luchar por los amores que aún quedaban a su lado: su hijo y su madre.
Su padre, al enterarse del terrible diagnóstico de su esposa, se deprimió y bebió de más antes de salir de su oficina. Temía no encontrar el dinero suficiente para evitar perderla, muriendo al chocar su auto contra un árbol por culpa de la borrachera.
—Fueron tiempos muy difíciles.
—Por eso te elegí. Una persona que haya pasado por tanto y sea capaz de dedicarse a trabajar en un oficio distante de su carrera profesional, para así brindarle seguridad a su hijo y asegurar la salud de su madre es admirable. Me gusta la gente que nunca se rinde.
Ahora Brianna sintió vergüenza. Sí se rendía, hubo momentos en su vida en que fue una cobarde y prefirió huir que enfrentar la tormenta.
—Hay mucho que no sabe de mí —dijo con tristeza, pero Trevor lo que hizo fue mirarla con mayor admiración.
—Esa será la parte divertida de nuestro matrimonio. ¿No crees?
Ella sonrió, pero pronto ambos retomaron la seriedad. Ninguno debía olvidar que aquello sería un matrimonio por conveniencia.
Un pacto que beneficiaría a ambas partes por un tiempo determinado y bajo parámetros establecidos. No era una relación en toda regla.
No había amor y, probablemente, nunca lo hubiera. O eso creían.
El mesero llegó con el pedido e interrumpió la conversación. Ellos se dedicaron a comer mientras hablaban del buen sabor y de la exuberante presentación de los alimentos, una experiencia novedosa para Brianna.
Trevor le contó de otros buenos restaurantes que ofrecían un menú similar y al que estaría encantado de llevarla si aceptaba su propuesta. Gracias a eso, volvieron a tocar el tema del matrimonio cuando ya degustaban el postre.
—No te niego que me da un poco de miedo este plan. Temo que terminemos haciéndonos daño —expuso ella.
—Para eso serán las cláusulas que estableceremos antes y marcarán nuestro comportamiento dentro y fuera de la que será nuestra casa.
Aquella «nuestra casa» hizo estremecer a Brianna. En los labios de su jefe sonaba muy íntimo y excitante.
—No quiero que sea un riesgo para mi hijo. Que llegue a acostumbrarse a ti y luego te pierda.
La preocupación de ella lo tomó desprevenido. No había considerado esa posibilidad.
—Eres abogada de familia, pon las condiciones necesarias para asegurar el bienestar de tu hijo.
—No soy abogada de familia —expuso ella y fijó la mirada en la mesa.
—Lo eres, tienes el título y algo de experiencia. Luego nos ocuparemos del tema de los permisos.
Esa última promesa le aceleró el corazón. Él ya hablaba en términos de «nosotros», como si estuviese seguro de que ella aceptaría la propuesta.
—Solo dime algo —volvió a intervenir Trevor—. ¿Quién es el padre del niño?
El rostro de Brianna perdió todos sus colores por esa pregunta. La conversación llegó al punto que ella quería evitar, un tema por el que no cedería.
—Él murió antes de que naciera George —mintió, sin arrepentimientos.
Sus secretos morirían con ella, así se lo había jurado en el pasado.
Se casaron tan solo dos semanas después. Trevor invirtió el dinero necesario para que la celebración se llevara a cabo en el menor tiempo posible y en la mayor intimidad.El abuelo de Trevor aceptó participar en la boda porque al conocer a Brianna le pareció una chica dulce y simpática, muy diferente a la anterior prometida de su nieto.Ya antes lo había obligado a que se casara con Naomi Morgan, una antigua novia de Trevor que resultó estar mal de la cabeza. Por sus exigencias, casi lo lleva a la muerte, ya que por culpa de esa mujer estuvo a punto de perder la vida.Por eso el hombre había decidido no volver a insistir en el asunto. No estaba muy a gusto con este segundo intento de Trevor, pero igual lo dejó encargarse de todo.De parte de Brianna tan solo estuvo presente su madre y la niñera de su hijo, para darle una mano con el cuidado de George.Y por parte de Trevor estuvo presente su abuelo, quien estuvo en sillas de ruedas y acompañado por un enfermero, ya que su condición er
Albert Harmon había tenido una vida feliz y satisfactoria, dedicada a su familia y a su empresa, pero desde muy joven fue un fumador compulsivo, por eso desde hacía unos años sus pulmones comenzaron a fallar.A eso le incluía el hecho de heredar complicaciones cardiacas de sus ancestros, que reducían su vida útil.Llevaba un buen tiempo viviendo entre la vida y la muerte, sin saber cuándo su existencia llegaría a su fatídico final.—Creo que ya estamos en los días —dijo luego de recuperarse de una difícil tos que por poco lo ahoga.—Estás diciendo eso desde hace más de un año —lo retó Virginia, mientras se retiraba de la habitación con actitud altanera para buscarle el caldo de pollo que le había ofrecido, y que según ella, lo ayudaría a sentirse mejor.Albert ya no le creía.—Esa mujer me odia —comentó cuando él y su nieto quedaron solos.—Pero si no hace otra cosa que velar por tu salud —reprochó Trevor—, ya ni se encarga de la casa por atenderte.—Échala por irresponsable —respondi
Trevor perdió la coordinación de sus ideas al ver a Brianna aparecer en el salón.Estaba radiante con el vestido negro brillante que se había puesto, uno de los tantos que él le había regalado, ceñido a su diminuta cintura y tan ajustado en la parte superior que hacía resaltar sus generosos senos.La cabellera la llevaba suelta permitiendo que cayera sobre sus hombros desnudos, y se había maquillado para seducir. Sus labios se notaban más carnosos y provocativos, volviéndose una obsesión para el hombre.—Joder, ¿de dónde carajos sacaste a esta ninfa? —le preguntó Joey en susurros para que solo su amigo lo escuchara.Joey era un sujeto alto y un poco obeso, un chef especializado en comida española, el país de dónde provenían sus abuelos paternos.Gracias a sus palabras, Trevor pudo reaccionar para dedicarle a su amigo una mirada de odio.—Es mi esposa.Joey alzó las manos en señal de rendición.Brianna se acercó a los hombres y saludó de manera simpática. Trevor la presentó, tanto a el
El momento fue tenso en extremo. Nadie hablaba, nadie se movía y nadie parecía respirar.Brianna estaba a punto de llorar, se esforzaba por no agitar de más a su respiración y no salir corriendo.Lynette la sostenía, aunque daba la impresión que la tenía tomada del brazo más para no caer ella que como soporte a su amiga. La presencia de Connor le generó un estado de shock.—Ehhh… ¿qué hacemos? —quiso saber Joey al percatarse de la situación confusa.Por los rostros contrariados de todos supuso que la noche no terminaría como la habían programado.Trevor estaba a punto de entrar en combustión espontánea. Su rostro se había colorado por la rabia. La reacción de Brianna y la del mismo Connor le generaron terribles sospechas.Aunque no perdió la altivez ni el control de sus emociones. Algo que él sabía manejar muy bien eran los momentos críticos. En su trabajo y en su vida personal ya se había enfrentado a situaciones catastróficas.Estiró una mano hacia Brianna, invitándola a acercarse a
Por esa noche, Trevor no pudo soportar más complicaciones y se fue a la cama, aunque no durmió. Estuvo por largo rato pensando en sus desgracias.Se sentía una burla, un tipo del que todos se reían y aprovechaban. A pesar de su evidente atractivo y de su excelente posición social y financiera, le costaba encontrar mujeres honestas que pudieran darle cariño y un respeto sincero.Debía llegar al punto de pagar por una esposa porque era incapaz de conseguirla por su cuenta, y eso lo frustraba.Todas las que había tenido antes, o se iban con otro que tuviese más poder o dinero que él o enloquecían volviéndose insoportables.Pensó que con Brianna las cosas serían diferentes. Ella tenía un aura angelical y dulce que lo había conquistado, pero una vez más se equivocó.«Dicen que esas son las peores», le había dicho su abuelo y él confirmaba esa sentencia.Pero ya estaba cansado de perder, de ser la causa de las risas de otros. Brianna había aceptado casarse con él porque Connor la había aban
Kendra, la madre de Brianna, no sabía nada de lo ocurrido la noche anterior. Ella se había acostado temprano para estar descansada ese día, que le tocaba control médico, y Brianna no quiso comentarle nada para que no se alterara.Por suerte, las evaluaciones físicas salieron a la perfección, solo faltaba que la mujer se reuniera con el médico a discutir los resultados.Brianna aprovechó la ocasión para salir hacia una terraza de la clínica y llamar a la niñera para saber de George, que ese día había amanecido con cierta molestia.Tal vez, presintiendo el estado de ánimo decaído de ella por haber llorado toda la noche, recordando su tórrido y accidentado pasado, así como su futuro incierto.—Hola, solo quería saber si George pudo comer algo más esta mañana.—Sí señora, no se terminó todo el alimento, pero comió un poco más.—¿Y sigue llorón?—Cuando usted se marchó estuvo de mal humor, pero luego vino el señor Harmon y jugó un rato con él. Después de eso ha estado más tranquilo.—¿Trev
Luego de dejar a su madre en su habitación, Brianna corrió al dormitorio donde estaba alojada Lynette. El miedo lo tenía atorado en la garganta y necesitaba sacarlo de allí para poder respirar.—Amiga, tienes que ayu…Había entrado al dormitorio sin anunciarse y las palabras murieron en su boca al ver lo que su amiga hacía.—¿Te marchas?—Vincenzo me llamó —dijo mencionando a su novio italiano—, hay un trabajo de fotografía del que quiere hablarme.—No puedes irte ahora —suplicó Brianna—. Te necesito.Lynette respiro hondo antes de hablarle, al tiempo que doblaba sus prendas dejadas sobre la cama para guardarlas en su maleta.—Lo siento mucho, amiga, pero este asunto es muy complicado y ahora estás casada. Yo no tengo mucho que decir.—Por favor, Lynette. No puedes dejarme ahora. No otra vez.Ambas compartieron una mirada cargada de pena y angustias.—Es terrible lo que te está pasando, Brianna, pero no puedo intervenir. Habla con Trevor, cuéntale la verdad y acuerda con él una soluci
Brianna pasó el resto del día con su hijo, dedicada a mimarlo y consentirlo. Por él había cometido la locura de verse enredada en un conflicto entre dos hombres y por él saldría de esa situación.Virginia, la empleada de la mansión a quien los Harmon trataban como a una más de la familia, la acompañaba en ese momento.Brianna estableció una buena relación con la mujer, porque era amorosa y alegre. George se reía con ella y cuando Virginia se ponía a cantar y bailar con él en brazos, el niño aplaudía feliz.—Este chico es adorable —comentó la mujer comiéndoselo a besos mientras George balbuceaba—. Se robará el corazón de todos en esta casa.—Esa es su especialidad —bromeó Brianna viendo con satisfacción el rostro gozoso del niño.Virginia comenzó a cantar y bailar de nuevo, moviéndose por toda la habitación y dando vueltas con el niño en brazos. George intentaba imitar sus palabras balbuceando, ese comportamiento la tenía encantada.Así pasaron un buen rato hasta que Kendra apareció. L