Brianna pasó el resto del día con su hijo, dedicada a mimarlo y consentirlo. Por él había cometido la locura de verse enredada en un conflicto entre dos hombres y por él saldría de esa situación.Virginia, la empleada de la mansión a quien los Harmon trataban como a una más de la familia, la acompañaba en ese momento.Brianna estableció una buena relación con la mujer, porque era amorosa y alegre. George se reía con ella y cuando Virginia se ponía a cantar y bailar con él en brazos, el niño aplaudía feliz.—Este chico es adorable —comentó la mujer comiéndoselo a besos mientras George balbuceaba—. Se robará el corazón de todos en esta casa.—Esa es su especialidad —bromeó Brianna viendo con satisfacción el rostro gozoso del niño.Virginia comenzó a cantar y bailar de nuevo, moviéndose por toda la habitación y dando vueltas con el niño en brazos. George intentaba imitar sus palabras balbuceando, ese comportamiento la tenía encantada.Así pasaron un buen rato hasta que Kendra apareció. L
Trevor recogía del escritorio los documentos que se llevaría a casa en medio de una tensión latente. Uno de sus clientes se había metido en un lío monumental y esperaba que él lo sacara de ese asunto.Se encargaba de eso al tiempo que evaluaba con su socio Todd los acuerdos de la asociación con Nakamura, que pronto firmarían, pero el hombre seguía imponiendo cambios y nuevas condiciones que amenazaban con dar más largas.Llevaba año y medio trabajando en esa sociedad, aceptando la representación de varias de las empresas pertenecientes a esa corporación japonesa para ganarse el crédito, pero nada parecía suficiente.Trevor comenzaba a cansarse. Ese no era el único cliente que manejaba, tenía una cartera amplia y complicada que en parte tenía abandonada por dedicar toda su atención a esa sociedad. ¿Valía la pena?Sumado a todos sus inconvenientes laborales se hallaba la situación de su esposa y su mejor amigo. Ese problema no solo le había robado el sueño la noche anterior, sino tambié
Trevor no fue primero a su casa, antes necesitaba despejarse la mente. No podía llegar con la rabia agitada en su pecho, eso lo llevaría a cometer imprudencias.Decidió visitar uno de los restaurantes de su amigo Joey, le urgía hablar con alguien que lo entendiera.Joey conocía los motivos de su insistencia en hacer crecer su negocio y su carrera profesional, que lo empujaban a cometer locuras como pactar un matrimonio por conveniencia o enfrentarse en el ámbito legal con su mejor amigo para robar su derecho a disfrutar de su hijo.Él sabía que Trevor no iba a detener su plan, pero eso no significaba que la pasara bien, por eso lo apoyaba.Pero también apreciaba a Connor, ellos habían compartido demasiadas experiencias juntos desde que eran unos adolescentes, aquella pelea le causaba un gran pesar.Trevor entró al restaurante de ambiente español y se sentó en la barra. Joey manejaba dos restaurantes en Seattle y uno en Portland, y estudiaba la posibilidad de abrir uno más en esa últim
Trevor llegó a la mansión cerca de la medianoche. Se sentía muy cansado, tanto física como mentalmente.El tequila que Joey le invitó en el restaurante aplacó los sentimientos de rabia y frustración que sentía, pero despertó en él un pesar que había creído superado.Una soledad que le carcomía las entrañas desde muy niño y nunca había logrado borrar de su existencia.Por la muerte de sus padres se volvió un chico tímido y cerrado, su abuelo asumió el cargo de su crianza, pero él también había enviudado poco antes.Ambos eran dos almas heridas por las pérdidas que trataban de darse consuelo mutuo, no siendo suficiente.Trevor se enfocó en formarse y Albert en hacer crecer su firma de abogados. Para cuando se convirtió en un abogado exitoso y respetado su abuelo enfermó, siendo necesario hablar de una sucesión.Nunca tuvo oportunidad de pensar en su vida personal, de construir relaciones estables más allá de las que tenía con sus amigos y socios.Las mujeres solo iban y venían, saciaban
Brianna sonrió al sentir una dulce caricia en el rostro. Se acurrucó un poco más entre las suaves sábanas de seda y respiró hondo, así llenaba a sus pulmones con el delicioso aroma varonil que la envolvía.Olía mucho a él. A su piel y a sus besos. Una fragancia que la tenía conquistada y no deseaba perder jamás.Al abrir los ojos, quedó maravillada ante la mirada cálida y penetrante que Trevor le dedicó.Estaban acostados de lado en la cama, frente a frente. Él tenía mechones de sus cabellos enredados entre sus dedos, disfrutaba de su sedosidad sin dejar de mirarla, de la misma forma apasionada que había utilizado mientras le hacía el amor.—Buenos días, esposa.Ella aumentó la sonrisa. Le fascinó ese saludo.—Buenos días, esposo.Pestañeó varias veces para quitarse de encima la pereza y se estiró percatándose que seguía desnuda. Si cuerpo aún palpitaba por la intensa noche que habían pasado juntos, amándose sin descanso.—¿Qué hora es? —quiso saber ella al notar que por las gruesas c
Trevor fue a su oficina en Harmon y Asociados y se reunió con su amigo y socio Todd. Necesitaba estar en un ambiente neutral que lo ayudara a aclarar sus ideas.—Llegar a Nakamura es imposible —dijo el hombre, un sujeto alto y moreno que gustaba llevar una barba tipo perilla con bigote—. Ni siquiera nosotros tenemos ese permiso, a menos que él lo pida.—Connor tiene sus tretas, ha logrado estar cerca de gente mucho más importante —reveló Trevor.Y recordó que su amigo, al ser productor televisivo, varias veces había trabajado para la productora de su padre entrevistando a importantes personalidades de la política y de la farándula mundial.Incluso, se había reunido con ellos de forma privada para acordar servicios de publicidad y promoción, algo por lo que la gente con poder pagaba muy bien para asegurar su imagen, o mantener su estatus.—Recuerda que hablamos de un asiático de la vieja escuela —habló Todd—, no de una estrella estadounidense que vive por y para las cámaras. Nakamura h
Brianna terminaba de preparar el vestido que se pondría esa noche cuando recibió una llamada a su teléfono móvil.Se apresuró por responderlo pensando que sería Lynette, estaba ansiosa por hablar con su amiga para contarlo sobre lo sucedido con Trevor la noche anterior, que la había dejado con las emociones a flor de piel.No había un solo momento del día en que no pudiera pensar en él, en la calidez y ternura de sus manos, así como de sus besos implacables y sedientos.Al ver que se trataba de un número desconocido se extrañó, respondió la llamada con cierto recelo.—¿Sí?—Necesito verte ahora mismo.El corazón de Brianna se detuvo un instante. Era la voz de Connor, oírla agitó un sinfín de emociones en su interior y erizó toda su piel.—¿Quién te dio mi número?—Eso no importa, necesito verte ya mismo. Estoy en el estacionamiento de una cervecería en la calle Pike, te pasaré por mensaje la dirección exacta.—Connor, no voy a ir.—Tienes que hacerlo.—Déjame en paz.—Tenemos que habl
Brianna llegó a la casa hecha un nudo de nervios. Frederick la recibió, pero no hizo ningún comentario sobre su rostro contrariado. Ella había llorado a mares en el taxi.Se encerró en su habitación y se lanzó sobre la cama hasta que recuperara la cordura. El beso que Connor le dio despertó en su interior emociones que creyó superadas.Le costaba no pensar en aquel tiempo maravilloso y sublime que pasó a su lado, compartiendo como dos adolescentes un amor prohibido, sentenciado por las diferencias sociales.Una mujer como ella, sin nada en la vida, no podía aspirar a tener una relación con un hombre como él.Connor lo tenía todo: dinero, estatus social, belleza, éxito e inteligencia. Podía estar con cualquiera, pero la había elegido entre muchas y eso la hizo sentirse especial.Le entregó cada gramo de su ser, su corazón, sus sueños, sus esperanzas y su cuerpo, permitiendo que él depositara una nueva vida en su vientre.Pero luego la realidad les cayó encima con una ferocidad aplastan