Trevor fue a su oficina en Harmon y Asociados y se reunió con su amigo y socio Todd. Necesitaba estar en un ambiente neutral que lo ayudara a aclarar sus ideas.—Llegar a Nakamura es imposible —dijo el hombre, un sujeto alto y moreno que gustaba llevar una barba tipo perilla con bigote—. Ni siquiera nosotros tenemos ese permiso, a menos que él lo pida.—Connor tiene sus tretas, ha logrado estar cerca de gente mucho más importante —reveló Trevor.Y recordó que su amigo, al ser productor televisivo, varias veces había trabajado para la productora de su padre entrevistando a importantes personalidades de la política y de la farándula mundial.Incluso, se había reunido con ellos de forma privada para acordar servicios de publicidad y promoción, algo por lo que la gente con poder pagaba muy bien para asegurar su imagen, o mantener su estatus.—Recuerda que hablamos de un asiático de la vieja escuela —habló Todd—, no de una estrella estadounidense que vive por y para las cámaras. Nakamura h
Brianna terminaba de preparar el vestido que se pondría esa noche cuando recibió una llamada a su teléfono móvil.Se apresuró por responderlo pensando que sería Lynette, estaba ansiosa por hablar con su amiga para contarlo sobre lo sucedido con Trevor la noche anterior, que la había dejado con las emociones a flor de piel.No había un solo momento del día en que no pudiera pensar en él, en la calidez y ternura de sus manos, así como de sus besos implacables y sedientos.Al ver que se trataba de un número desconocido se extrañó, respondió la llamada con cierto recelo.—¿Sí?—Necesito verte ahora mismo.El corazón de Brianna se detuvo un instante. Era la voz de Connor, oírla agitó un sinfín de emociones en su interior y erizó toda su piel.—¿Quién te dio mi número?—Eso no importa, necesito verte ya mismo. Estoy en el estacionamiento de una cervecería en la calle Pike, te pasaré por mensaje la dirección exacta.—Connor, no voy a ir.—Tienes que hacerlo.—Déjame en paz.—Tenemos que habl
Brianna llegó a la casa hecha un nudo de nervios. Frederick la recibió, pero no hizo ningún comentario sobre su rostro contrariado. Ella había llorado a mares en el taxi.Se encerró en su habitación y se lanzó sobre la cama hasta que recuperara la cordura. El beso que Connor le dio despertó en su interior emociones que creyó superadas.Le costaba no pensar en aquel tiempo maravilloso y sublime que pasó a su lado, compartiendo como dos adolescentes un amor prohibido, sentenciado por las diferencias sociales.Una mujer como ella, sin nada en la vida, no podía aspirar a tener una relación con un hombre como él.Connor lo tenía todo: dinero, estatus social, belleza, éxito e inteligencia. Podía estar con cualquiera, pero la había elegido entre muchas y eso la hizo sentirse especial.Le entregó cada gramo de su ser, su corazón, sus sueños, sus esperanzas y su cuerpo, permitiendo que él depositara una nueva vida en su vientre.Pero luego la realidad les cayó encima con una ferocidad aplastan
Luego de arreglarse con dedicación, Brianna salió de su habitación como si fuese una reina de camino a su trono.El vestido rojo Louis Vuitton que Trevor le había comprado, con escote tipo strapless y falda fluida semitransparente, quedaba perfecto en su cuerpo. Parecía haber sido confeccionado para ella.Se maquilló con dedicación, buscando resaltar sus labios y la profundidad de su mirada castaña, y dejó sus cabellos sueltos como su esposo le había pedido, acentuando sus risos en la parte baja.Al aparecer en el salón principal, a las nueve, como habían acordado, él hablaba por teléfono móvil. Caminó en su dirección como si lo hiciese sobre una pasarela de moda.Brianna disimuló una sonrisa triunfal cuando Trevor perdió el habla al verla aparecer. Por unos segundos, él la miró inmóvil, tan fascinado que ni siquiera pudo respirar.Aquel efecto era el que ella quería crear. Trevor le había jugado sucio en la mañana al seducirla y dejarla con la piel encendida cuando se despidieron en
Al llegar a la mansión, Brianna tenía pensado despedirse de Trevor en el pasillo de las habitaciones y seguir hasta su dormitorio.Ya la función había terminado, debían volver a sus vidas, y ella tenía muchas cosas en qué pensar con respecto a su futuro y el de su familia.Pero Trevor no la dejó ir. La tomó de la mano y le dedicó una mirada llena de promesas antes de llevarla hasta su habitación.Ella se lo permitió porque, en parte, también había anhelado que eso sucediera. El corazón le palpitaba de manera rabiosa amenazando con salírsele del pecho por culpa de la ansiedad.Una vez que la tuvo adentro y pasó el cerrojo de la puerta, comenzó a quitarse la chaqueta y la corbata mientras se la comía con la mirada.Brianna lo encaró, pero, al verlo aproximarse, como si estuviera acechándola, fue retrocediendo hacia la cama sin quitarle la vista de encima, intimidada por su postura determinada.—¿Quieres que me quite el vestido?—No. Lo haré yo.Trevor fue dejando regado en el suelo las
Trevor movió cielo y tierra para lograr que al día siguiente los atendiera un pediatra y les explicaran los resultados de los exámenes.Había acordado reunirse con Todd en la oficina para tratar el tema de Simón Levi y de su hijo imprudente, pero suspendió todos sus compromisos para acompañar a Brianna.Mientras la mujer terminaba de hablar con el doctor sobre la situación de su hijo, él se lo llevó a caminar por la terraza de la clínica.A George los centros de salud lo ponían inquieto, más aún, luego de haber pasado por el laboratorio a que le sacaran sangre.Para evitar que siguiera llorando, Trevor lo paseó por los jardines mientras le contaba sus travesuras de cuando era chico y se escapaba del control de su abuelo para escalar árboles y agrandar su colección de insectos y gusanos.Le hablaba de todas las maravillas que podía encontrar entre la vegetación y de lo feliz que él era con una lupa en mano estudiando el comportamiento de las hormigas o de cualquier bicho minúsculo.Geo
Brianna aprovechó que Kendra se quedaría un rato con George para ir a la habitación de Trevor. Él se preparaba para salir.Apenas recibió la autorización para entrar, pasó disimulando los nervios que la invadían.—Hola.—¿Necesitas algo? ¿Todo está bien con George?Ella suspiró hondo y se aproximó más a él. Trevor se ponía su reloj de muñeca de espaldas a la mujer.Se veía muy atractivo con el traje sin corbata que llevaba puesto.—Quiero que sepas que nunca le di mi número de teléfono a Connor. No sé cómo lo consiguió.Él estuvo en silencio un instante, hasta que terminó lo que hacía y la enfrentó.Ya no era el mismo hombre atento y preocupado que la había acompañado esa mañana al pediatra, sino un tipo serio, calculador y despiadado que sabía que tenía el mundo a sus pies, por eso no pensaba perder el tiempo con asuntos banales.—No tienes que esconderte de mí cuando hables con él —informó con sequedad—. Lo único que te pedí desde antes de casarnos es sinceridad. Odio que me oculten
Trevor entró en el restaurante de Joey y se sentó en la barra. Recién habían abierto. Joey ofrecía almuerzos con menú ejecutivo que eran muy solicitados, pero apenas su personal se preparaba para recibir a los clientes.Su amigo le dio la bienvenida con palmadas en los hombros y puso frente a él una botella de whiskey.—Tu favorito —dijo sonriente y le sirvió un vaso.—Tu intención siempre es la de emborracharme —rebatió Trevor dando un trago a la bebida.—¿Cómo lo supiste? —bromeó Joey— Si comparto un video tuyo en las redes sociales, haciendo alguna payasada en mi restaurante por culpa del alcohol, volvería a mi negocio el lugar más chic de todo Seattle.Trevor sonrió con poca gracia.—Idiota.—¿Qué haces por aquí un día de semana y a media mañana? El Trevor que conozco se encierra a primera hora del día en su oficina a trabajar como un poseso.—Negocios.Joey sonrió y negó con la cabeza.—¿Has vuelto a ver a Connor? —quiso saber Trevor, interesado.—No, aunque sé que sigue en la ci