Brianna logró asistir a la cita en el bar que Connor le había indicado, aunque llegó media hora tarde.No solo estaba insegura si presentarse o no. Le dio largas al asunto esperando que Trevor llegara y así conversarlo con él antes, pero, en vista de que él se tardaba y parecía dispuesto a almorzar fuera de casa, ella se aventuró a ir a ese encuentro.Además, Kendra volvió a abordarla antes de salir, exigiéndole que le diera la dirección exacta de donde se verían para estar atenta ante cualquier novedad. Ella no confiaba en Connor y temía que a su hija le sucediera algo malo por su culpa.El lugar era un sitio oscuro y discreto, que a esa hora solo contaba con un par de clientes distraídos en su conversación.Connor la esperaba sentado en una mesa al fondo del establecimiento.Apenas la vio, él alzó la vista y clavó sus hipnóticos ojos verdes en ella, estremeciéndola.Brianna se odió por sus reacciones y se irguió para caminar hacia él con actitud decidida. Necesitaba enfrentar aquell
El momento fue tan tenso que el mesero encargado de atender esa mesa enseguida corrió a las oficinas para avisar a su jefe lo que sucedía.—Trevor… —exclamó Brianna con un hilo de voz, asustada por lo que pudiera suceder.Ambos hombres se mostraban tan enfadados que parecían estar a punto de enredarse en una pelea sangrienta.—Brianna, ve al auto y espérame allí —ordenó, sin apartar su atención de Connor, que lo veía con desafío.—Pero…—Ve al auto y espérame allí —repitió, esta vez, dedicándole una mirada cargada de decepción.Ella se sintió tan terrible que lo único que pudo hacer fue obedecerlo. Le había fallado una vez más, a pesar de haberle asegurado que no lo haría.Tomó su cartera y se marchó del lugar en silencio.Al quedar solos, los hombres volvieron a enfrentarse.—Eres un cobarde —soltó Trevor con la mandíbula prieta.—¿Por qué? ¿Por proteger lo que me pertenece?—Ni ella ni el niño son tuyos.—George es mi hijo.—¿Sí? ¿Según quién?Connor se tensó por la acusación. Se ap
Al día siguiente, Trevor desayunó con su abuelo en la habitación del hombre, antes de irse a la oficina.Albert había amanecido un poco indispuesto, aquejado por infinidad de dolencias.—¿Has visto a George hoy en la mañana? —preguntó el anciano.—Lo saludé antes de venir. Brianna le daba de comer en el jardín que está junto a su habitación.—¿Y cómo se ha sentido? —quiso saber antes de que la tos lo molestara un poco.—Con más ánimo. No se ha quejado de ningún dolor.—Tienen que cuidarlo mucho, para que no termine como yo —clamó y tomó un bocado pequeño de su comida.Trevor pensó que si George fuese su hijo, velaría por él día y noche. Lo llevaría a dar largas caminatas por parajes naturales, para que el niño aprendiera con sus propias experiencias.Le contaría cientos de historias y le leería cuentos cada noche antes de dormir, para que su mente nunca dejara de soñar con mundos llenos de magia. Eso lo haría un hombre creativo y esperanzado, no agobiado por traumas y soledades, como
A Trevor el trabajo se le había triplicado. Su oficina parecía una zona de guerra, con gente que entraba y salía trayendo y llevando documentos, o se pasaban los teléfonos móviles de mano en mano mientras discutían estrategias de acción.Ese día debía cerrar con su equipo de abogados algunos casos y dar continuidad a otros que llevaban algo de atraso. Simón Levi había enviado a dos representantes para garantizar que sus asuntos se estuviesen tratando, así como otros clientes de gran peso.Trevor los atendía a todos, con el apoyo de Todd. No podían descuidar ninguna responsabilidad, aquella firma había ganado un gran status en la ciudad gracias a sus buenas gestiones y a la atención personalizada que ofrecían a sus clientes.—Señor Harmon, recuerde que tiene un almuerzo en el restaurante del Four Seasons a la una con los socios de Rosend & Krantz, para tocar el tema de la fusión transfronteriza.—Confirme el encuentro, señora Brown, y cuando pueda tráigame la información que reunió sob
Trevor logró llegar a la mansión para antes de la cena. Se esforzó por culminar a tiempo con todas sus responsabilidades para así reunirse esa noche con Brianna e intentar hacer las paces.El día anterior terminaron tan enfadados que ni siquiera se reunieron para cenar. Si pretendía salvar ese matrimonio y evitar que la mujer lo abandonara para irse con el padre de su hijo, debía propiciar una relación amable.Asustarla no era una opción, ya que esa estrategia también la aplicaba Connor y al final, Brianna se dejaría llevar por su corazón.Y en ese asunto tenía la batalla perdida, porque era evidente que ella aún amaba a su amigo.Luego de dejar su maletín, la chaqueta de su traje y la corbata en su habitación, se dirigió al dormitorio del niño. Sabía que Brianna estaría allí, preparándolo para dormirlo.Al entrar, vio que ella había terminado de darle un baño y lo llevaba enrollado en su toalla a su cuna, para vestirlo. El niño, al verlo, sonrió alegre y estiró sus manitas hacia él.
Esa noche durmieron juntos. Una vez más se amaron antes de caer rendidos y abrazados entre sí como si no quisieran perderse nunca.Pasaron la noche arrullados como si viviesen en un solo cuerpo, con sus corazones latiendo a un mismo ritmo.En la mañana se prepararon cada uno en su habitación antes de reunirse de nuevo en el comedor para desayunar.Sus ánimos parecían renovados al sentarse uno frente al otro. Compartieron miradas cálidas mientras comían, siguiéndose en todo momento.Dibujaron tímidas y sensuales sonrisas en sus labios y en ocasiones buscaban provocar roces entre sus dedos al tomar algo de la mesa.Parecían dos adolescentes que recién descubrían el significado de la fascinación.Hasta que la realidad los arropó con sus exigencias y tuvieron que enfrentarla con seriedad.—Hace un momento recibí la confirmación de la jueza de menores, mi amiga, para reunirnos a cenar con ella y hablar del tema de George.Brianna se inquietó por esa información.—¿Hoy?—Solo nos explicará
Brianna se comunicó durante la tarde con Lynette, necesitaba hablar con ella. Tenía atorada en la garganta demasiadas angustias y preocupaciones.Su amiga la invitó a una de sus sesiones fotográficas, quería que conociera a Vincenzo, su pareja. Luego se irían juntas a un café ubicado en las cercanías.Brianna aceptó la oferta, quería despejarse la mente con alguna distracción. Los problemas la saturaban. Así que se preparó lo mejor que pudo y fue a la dirección que Lynette le había facilitado en pleno downtown de la ciudad.El lugar era un edificio inmenso, de estilo moderno lleno de ventanales. Adentro hacían vida infinidad de empresas.En el piso veintitrés se encontraba uno de los estudios para el que trabajaba Vincenzo, un espacio abierto donde se distribuían diferentes sets para fotografía.Lynette se hallaba en uno de ellos, hacía tomas para un perfume.La rubia portaba un largo vestido negro de cuerpo ajustado con falda de gran volumen. Se veía preciosa y llamativa. Posaba con
Al llegar a la mansión, Brianna se preparó para la cena que esa noche tendría con la jueza del Tribunal de menores sintiendo una presión angustiante en el pecho, que procuró ocultar bajo varias capaz de maquillaje.Eligió un vestido rosa de falda ajustada que le llegaba un poco más abajo de la rodilla, sin mangas y de cuello alto, aunque con una abertura en el pecho que daba un vistazo de sus pechos generosos. Y se dejó el cabello suelto como a Trevor le gustaba.Al encontrarse con él en el salón su mirada llena de admiración le ayudó a sentirse mejor, más segura de sí misma.—¿Estás dispuesta a llevarme a la tumba? —preguntó él con una sonrisa torcida.Ella se degustó con su imagen atractiva y elegante antes de hablar.—Espero lo digas porque te di una muy buena impresión.—Hiciste que se me parara el corazón por varios segundos.Brianna sonrió complacida y aceptó el tierno beso que él le dio en los labios. Gesto que la erizó de pies a cabeza y acentuó la intimidad entre ellos.—Vamo