Brianna se puso de pie cuando vio a su apuesto jefe pasar como un rayo frente a su escritorio. Dejó que sus pupilas se degustaran con su atractiva presencia, hasta que él desapareció dentro de su oficina.
Trevor Harmon era un hombre alto y muy elegante, de cuerpo atlético y cabellos negros espesos, que siempre llevaba muy bien peinados. Aunque su mayor cualidad era su mirada, que resultaba tan intensa que parecía hecha de fuego.
En medio de un suspiro ella tomó su agenda y un bolígrafo y lo siguió. Él ni siquiera la había notado al entrar por estar discutiendo a través de su teléfono móvil con algún cliente terco.
La oficina del presidente de la firma de abogados Harmon y Asociados era el lugar más hermoso de aquel edificio. Se trataba de un salón amplio, con una decoración sobria y moderna y unas hermosas vistas al downtown de Seattle y a la bahía.
Trevor se había sentado en su butaca y le daba la espalda a Brianna mientras continuaba con su discusión telefónica. Su mirada se perdía en las aguas del estrecho de Puget.
—No podemos aceptar su postura, Todd, perderemos más de lo estipulado. Convéncelo de que ir a juicio será un infierno. Él cometió un error, él debe pagar por eso, el dinero no es un problema. Cualquier suma que le impongan la recuperará en pocos meses —decía con tono enfadado.
Brianna se sentó en una silla frente a él y buscó hacer el menor ruido posible. Era tan silenciosa como un ratón, algo que Trevor Harmon agradecía porque sus nervios las últimas semanas estaban a flor de piel.
Ella tan solo llevaba un mes trabajando para su oficina, pero ya parecía conocer a la perfección las mañas y costumbres de su jefe. Trevor era disciplinado y exigente consigo mismo, aunque también, con el personal que lo acompañaba.
Su anterior secretaria se había jubilado hacía poco y ella tuvo que batallar con otras treinta mujeres bien preparadas para ganarse el puesto.
Lo que la ayudó fueron sus estudios en derecho familiar, que, aunque no estaban relacionados con la especialidad de esa firma, le otorgaba conocimientos en abogacía que a Trevor le servían.
Estaba tapiado de trabajo y necesitaba a alguien que de verdad pudiera darle una mano con los casos pendientes.
Aunque Brianna no había podido ejercer, porque apenas se graduó salió embarazada y le tocó cuidar de su pequeño hijo ella sola, ya que el padre decidió borrarse, siempre se mantuvo actualizada haciendo cursos por internet y realizando uno que otro encargo para amigos y allegados.
Pero el trabajo como secretaria principal de Harmon y Asociados era mejor que hacer esas tareas por su cuenta. La paga era generosa y ella necesitaba con urgencia de ese dinero.
—Señorita Griffin, suspenda el almuerzo de esta tarde con el señor Nakamura.
La mujer alzó las cejas, sorprendida. No se había percatado que su jefe había dejado de hablar por estar sumergida en sus pensamientos.
—Esa reunión es muy importante, señor Harmon. Está a punto de cerrar un acuerdo de trabajo con la corporación que él maneja. No le recomiendo que suspenda ese almuerzo.
Trevor se recostó con cansancio en la butaca y emitió un suspiro que a ella le conmovió. Así no solo reflejó un gran cansancio, sino una enorme preocupación.
—Mi abuelo está muy mal, tuvieron que internarlo hace unos minutos. Vine para firmar unos cheques para administración, pero debo irme ya al hospital.
El corazón de Brianna se astilló por esa noticia. Tenía a su madre muy enferma de cáncer y sabía por experiencia propia lo duro que era tener un familiar con un estado de salud crítico.
Trevor Harmon no tenía padres, ellos murieron cuando él apenas era un niño de cinco años. Su abuelo era lo único que le quedaba en la vida. Por eso se desvivía tanto por él.
—Lo siento mucho, señor Harmon. Ya mismo me comunicaré con la oficina del señor Nakamura para avisar de la cancelación de la reunión y del estado de salud de su abuelo. Nakamura siempre pregunta por su salud.
Se puso de pie para salir de la oficina, pero Trevor la detuvo.
—Espere, señorita Griffin. —Cuando ella lo encaró de nuevo, descubrió que él la veía con un enorme interés. La repasaba de pies a cabeza como si estuviese valorando su ropa o su cuerpo. Esa última idea le alborotó cientos de mariposas en el estómago—. No es casada, ¿cierto? Aunque tiene un hijo de nueve meses.
Brianna asintió, nerviosa, sin saber el motivo por el que él sacaba a colación ese tema.
—Así es, señor Harmon. Soy madre soltera —expuso sin poder evitar que el dolor por las pérdidas que había tenido hacía poco aún le afectaran.
—Y según tengo entendido, el problema de la doble hipoteca que asumió para pagar las quimioterapias de su madre le está robando el sueño. Si no comienza a ponerse al día con esos pagos, no solo puede perder la casa, sino que esa deuda complicará que siga costeando el tratamiento de su madre.
Brianna se sobresaltó y bajó el rostro para fijar su atención en el suelo. Sus problemas económicos no solo la angustiaban, sino que también, la avergonzaban.
Por ellos se había visto obligada a trabajar como una simple secretaria en vez de esforzarse por asumir su cargo como abogada.
Había permisos y otras obligaciones que debía tramitar para ejercer su profesión y no tenía el dinero necesario para hacerlo.
—Sí, señor, estoy urgida de dinero, pero eso no será excusa para hacer mal mi trabajo en su oficina. Sepa que estoy poniendo todo de mi parte para que usted…
—¿Has pensado en casarte?
La joven quedó muda ante esa pregunta.
—La verdad es que… No, señor. Por ahora no pienso en eso —respondió Brianna.La mirada intensa y calculadora de Trevor se clavó en sus pupilas, inquietándola.—¿Y si le ofrezco matrimonio a cambio de dinero? —Los ojos de Brianna se abrieron en su máxima expresión y hasta dejó de respirar por un instante—. Verás… —dijo él y bajó la vista un instante, como si le pesaran sus próximas palabras—. En realidad, mi abuelo está a punto de morir, su médico habló conmigo esta mañana para contarme la realidad de su condición y quiero darle una tranquilidad antes de que parta de este mundo.Alzó la cabeza para encararla, encendiendo el pecho de la chica con el ardor que escapaba de sus ojos negros y voraces.—Esta firma es sólida gracias a la imagen familiar que siempre hemos reflejado. Los clientes confían en nosotros, en parte, por ese motivo. Como el señor Nakamura, quien luego de año y medio de gestiones al fin decidió establecer una sociedad con nosotros. Por eso mi abuelo me exige que me cas
Se reunieron durante la tarde en un restaurante alejado del edificio de la firma. Trevor no quería que algún conocido los molestara, necesitaba concentrarse en esa conversación.—¿Cómo está tu madre? —preguntó para romper el hielo.Brianna llegó a la cita tan tensa como las cuerdas de una guitarra, aunque preciosa. No llevaba puesto los trajes sobrios y discretos que debía utilizar en la oficina, sino un vestido floreado de tela vaporosa que remarcaba sus generosas curvas y se dejó suelta su larga cabellera castaña.Él amaba las cabelleras largas de suaves risos, como la que ella poseía. Tenía un fetiche con ellas. Soñaba con que le cubrieran el pecho y el rostro cuando estuvieran desnudos en la cama.Se aclaró la garganta y llamó enseguida al mesero para evitar seguir pensando en su secretaria de manera provocativa.No podía verla como una mujer dispuesta para sus juegos sexuales, ya que ese día pensaba establecer con ella un acuerdo de matrimonio por conveniencia.Las cláusulas debí
Se casaron tan solo dos semanas después. Trevor invirtió el dinero necesario para que la celebración se llevara a cabo en el menor tiempo posible y en la mayor intimidad.El abuelo de Trevor aceptó participar en la boda porque al conocer a Brianna le pareció una chica dulce y simpática, muy diferente a la anterior prometida de su nieto.Ya antes lo había obligado a que se casara con Naomi Morgan, una antigua novia de Trevor que resultó estar mal de la cabeza. Por sus exigencias, casi lo lleva a la muerte, ya que por culpa de esa mujer estuvo a punto de perder la vida.Por eso el hombre había decidido no volver a insistir en el asunto. No estaba muy a gusto con este segundo intento de Trevor, pero igual lo dejó encargarse de todo.De parte de Brianna tan solo estuvo presente su madre y la niñera de su hijo, para darle una mano con el cuidado de George.Y por parte de Trevor estuvo presente su abuelo, quien estuvo en sillas de ruedas y acompañado por un enfermero, ya que su condición er
Albert Harmon había tenido una vida feliz y satisfactoria, dedicada a su familia y a su empresa, pero desde muy joven fue un fumador compulsivo, por eso desde hacía unos años sus pulmones comenzaron a fallar.A eso le incluía el hecho de heredar complicaciones cardiacas de sus ancestros, que reducían su vida útil.Llevaba un buen tiempo viviendo entre la vida y la muerte, sin saber cuándo su existencia llegaría a su fatídico final.—Creo que ya estamos en los días —dijo luego de recuperarse de una difícil tos que por poco lo ahoga.—Estás diciendo eso desde hace más de un año —lo retó Virginia, mientras se retiraba de la habitación con actitud altanera para buscarle el caldo de pollo que le había ofrecido, y que según ella, lo ayudaría a sentirse mejor.Albert ya no le creía.—Esa mujer me odia —comentó cuando él y su nieto quedaron solos.—Pero si no hace otra cosa que velar por tu salud —reprochó Trevor—, ya ni se encarga de la casa por atenderte.—Échala por irresponsable —respondi
Trevor perdió la coordinación de sus ideas al ver a Brianna aparecer en el salón.Estaba radiante con el vestido negro brillante que se había puesto, uno de los tantos que él le había regalado, ceñido a su diminuta cintura y tan ajustado en la parte superior que hacía resaltar sus generosos senos.La cabellera la llevaba suelta permitiendo que cayera sobre sus hombros desnudos, y se había maquillado para seducir. Sus labios se notaban más carnosos y provocativos, volviéndose una obsesión para el hombre.—Joder, ¿de dónde carajos sacaste a esta ninfa? —le preguntó Joey en susurros para que solo su amigo lo escuchara.Joey era un sujeto alto y un poco obeso, un chef especializado en comida española, el país de dónde provenían sus abuelos paternos.Gracias a sus palabras, Trevor pudo reaccionar para dedicarle a su amigo una mirada de odio.—Es mi esposa.Joey alzó las manos en señal de rendición.Brianna se acercó a los hombres y saludó de manera simpática. Trevor la presentó, tanto a el
El momento fue tenso en extremo. Nadie hablaba, nadie se movía y nadie parecía respirar.Brianna estaba a punto de llorar, se esforzaba por no agitar de más a su respiración y no salir corriendo.Lynette la sostenía, aunque daba la impresión que la tenía tomada del brazo más para no caer ella que como soporte a su amiga. La presencia de Connor le generó un estado de shock.—Ehhh… ¿qué hacemos? —quiso saber Joey al percatarse de la situación confusa.Por los rostros contrariados de todos supuso que la noche no terminaría como la habían programado.Trevor estaba a punto de entrar en combustión espontánea. Su rostro se había colorado por la rabia. La reacción de Brianna y la del mismo Connor le generaron terribles sospechas.Aunque no perdió la altivez ni el control de sus emociones. Algo que él sabía manejar muy bien eran los momentos críticos. En su trabajo y en su vida personal ya se había enfrentado a situaciones catastróficas.Estiró una mano hacia Brianna, invitándola a acercarse a
Por esa noche, Trevor no pudo soportar más complicaciones y se fue a la cama, aunque no durmió. Estuvo por largo rato pensando en sus desgracias.Se sentía una burla, un tipo del que todos se reían y aprovechaban. A pesar de su evidente atractivo y de su excelente posición social y financiera, le costaba encontrar mujeres honestas que pudieran darle cariño y un respeto sincero.Debía llegar al punto de pagar por una esposa porque era incapaz de conseguirla por su cuenta, y eso lo frustraba.Todas las que había tenido antes, o se iban con otro que tuviese más poder o dinero que él o enloquecían volviéndose insoportables.Pensó que con Brianna las cosas serían diferentes. Ella tenía un aura angelical y dulce que lo había conquistado, pero una vez más se equivocó.«Dicen que esas son las peores», le había dicho su abuelo y él confirmaba esa sentencia.Pero ya estaba cansado de perder, de ser la causa de las risas de otros. Brianna había aceptado casarse con él porque Connor la había aban
Kendra, la madre de Brianna, no sabía nada de lo ocurrido la noche anterior. Ella se había acostado temprano para estar descansada ese día, que le tocaba control médico, y Brianna no quiso comentarle nada para que no se alterara.Por suerte, las evaluaciones físicas salieron a la perfección, solo faltaba que la mujer se reuniera con el médico a discutir los resultados.Brianna aprovechó la ocasión para salir hacia una terraza de la clínica y llamar a la niñera para saber de George, que ese día había amanecido con cierta molestia.Tal vez, presintiendo el estado de ánimo decaído de ella por haber llorado toda la noche, recordando su tórrido y accidentado pasado, así como su futuro incierto.—Hola, solo quería saber si George pudo comer algo más esta mañana.—Sí señora, no se terminó todo el alimento, pero comió un poco más.—¿Y sigue llorón?—Cuando usted se marchó estuvo de mal humor, pero luego vino el señor Harmon y jugó un rato con él. Después de eso ha estado más tranquilo.—¿Trev