29. Dominante

Mi sangre se paraliza, la vitalidad del aire se ha ido, una bruma densa aplasta mis sentidos. Ya no estoy al pie de la colina, caí ya ante en él: un depredador. Que no hace bien.

¿A quién le importa saberse en la derrota cuando la cordura se ha ido?

En poco, vuelan las cenizas y los insectos aletean en mí. Un poco de la sutileza que no emplearía, existe.

La emoción ya es una mezcolanza, lo pernicioso es una ilícita sustancia que aspiro que me lleve a la sobredosis. La flama me devora. Ya no radico, ya no existo.

Pero esto no significa nada.

Silvain no puede dar más.

Por ahora me olvido de mis temores, alejo la realidad, me quedo con esto que me hace volar.

«El impacto de la caída dolerá».

...

Anclada al recuerdo de hace menos de tres horas, parpadeo en la ligera oscuridad. Mi palma reposa sobre su pecho desnudo, parte de mi cabello desprolijo ahí, intento separarme pero uno de sus brazos atraviesa mi cintura. Desisto, no quiero despertarlo. Su pecho sube y baja sin prisa. Aprov
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