El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Zane Blackford salió del consultorio de su psiquiatra. Su porte seguía siendo imponente, como siempre, pero había algo más en su semblante: una calma que no había conocido en años. El doctor Russell, a quien había elegido al fin para atenderlo, un hombre de cabello entrecano y ojos cálidos, lo había recibido con su habitual profesionalismo, pero también con una sonrisa genuina.—Señor Blackford, me alegra decirle que todo está marchando bien —comenzó el psiquiatra, revisando las notas de las últimas sesiones mientras Zane se acomodaba en el sillón de cuero frente a él.Zane asintió, observándolo con atención.—Llevo meses sin que Zander se manifieste —dijo, con un tono de satisfacción que no intentaba ocultar.El doctor dejó las notas a un lado y se inclinó ligeramente hacia adelante.—Eso es un gran avance, pero quiero recordarle algo importante. Su trastorno de identidad disociativa no es algo que podamos considerar "curado". Sin embargo
El sol se alzaba iluminando la enorme mansión que Zane y Alison habían convertido en su hogar. Alison estaba en la sala, acariciando su vientre prominente mientras revisaba algunos documentos de la firma que Zane le había pedido que le echara un vistazo. Aunque él insistía en que descansara, Alison no podía quedarse quieta por completo. A pesar de todo lo que había pasado, el trabajo seguía siendo parte de su esencia.De pronto, un dolor agudo la hizo soltar el bolígrafo que tenía en la mano. Se llevó la mano al vientre, con una mezcla de sorpresa y preocupación cruzando su rostro.—¿Ya? —murmuró para sí misma, sintiendo cómo otra contracción la atravesaba.Los gemelos estaban en camino.A unos kilómetros de distancia, en la firma de abogados, Zane estaba en su oficina, revisando una serie de contratos. A pesar de ser un hombre acostumbrado al control y la precisión, no podía evitar mirar su teléfono cada pocos minutos, esperando cualquier noticia sobre Alison.El timbre de su celular
El amplio jardín de la casa de los Blackford estaba decorado con guirnaldas de colores pastel, globos y luces que colgaban entre los árboles. Una gran mesa central mostraba un pastel doble, uno azul y otro rosa, representando a los pequeños Zachary y Zoe, quienes cumplían su primer año de vida.Alison estaba sentada en una silla de mimbre, con Zoe en su regazo, mientras Zane sostenía a Zachary en brazos. La risa de los bebés resonaba con la misma intensidad que el suave viento que movía las hojas. La armonía que irradiaba el lugar era tan palpable que parecía casi irreal.Jessica y Travis estaban junto a ellos. Jessica, con un vestido blanco que resaltaba su embarazo de cuatro meses, acariciaba distraídamente su vientre mientras miraba con ternura a los gemelos. Travis, como siempre, permanecía cerca de su esposa, ayudándola con un gesto protector que sacaba sonrisas de todos.—No puedo creer que ya haya pasado un año —dijo Jessica, rompiendo el silencio con una sonrisa melancólica.—T
—¡Le digo que este es mi asiento! —gruñó un hombre, apretando los puños sobre las rodillas mientras se inclinaba hacia una mujer. —¿Su asiento? ¡Es un autobús público! —respondió la señora, con voz aguda, cruzando los brazos frente a su pecho—. Me cambié porque había más espacio aquí. ¡Ni siquiera está numerado! —agregó ella lo suficientemente fuerte para sacar a Alison de sus pensamientos. Alison soltó un suspiro rodando los ojos por el absurdo intercambio y apretó el dobladillo de su falda con nerviosismo, mientras observaba la gran avenida desde su asiento en el autobús. El hombre resopló, claramente molesto, y murmuró algo entre dientes, lo suficientemente bajo para que no se entendiera, pero lo suficientemente claro para que se sintiera su frustración. Alison decidió ignorarlos. Ese día no era un día cualquiera, finalizaba su primera semana laborando para “Blackford & Associates” la mejor firma de abogados en el país, y ya había sido asignada a su primer caso importante. Mie
Alison se movió con cuidado, disimulando el nerviosismo que le recorría el cuerpo al escuchar las palabras de Zander. Presionó sus dientes canalizando así las ganas que tenía de responderle de la misma forma grosera que él había utilizado.Zander la observó desde la altura, sus ojos la recorrieron con lentitud, y luego una sonrisa irónica se dibujó en sus labios. Como si estuviera seguro de que la joven frente a él no era lo suficientemente competente.—Seré claro, señorita Hale —declaró Zander, con una voz que destilaba arrogancia ante el mutismo de la abogada—. No tengo tiempo para charlas inútiles, así que sea breve. Quiero saber cómo piensa sacarme de este maldito problema —soltó mientras se alejaba un poco del ventanal y daba unos pasos hacía el escritorio. Quedando sin de pie, Pero más cerca. La crueldad en sus palabras hizo a Alison tensarse pero no dejó que sus emociones la dominaran. Estaba acostumbrada a lidiar con esa clase de comportamientos, con personas que pretendían m
La mano izquierda de Alison se apretó en un puño mientras sus ojos apuntaban a Zander como dos dagas afiladas, estaba molesta, las ganas de levantarse de esa silla y abandonar el lugar, no sin antes gritarle todo lo que pensaba de él, la inundaban.Sin embargo, tenía que ser profesional, ella era consciente de que no encontraría otro empleo en una firma tan prestigiosa como lo era “Blackford & Associates” y no se podía dar el lujo de renunciar, no sin siquiera haberlo intentado.—Puede pensar lo que quiera de mí —replicó, controlando su tono de voz, mejor de lo que ella misma esperaba—, pero estoy aquí para salvar su maldito casino, le guste o no. Y para hacerlo, necesito que coopere —declaró presionando los dientes, sin retirar su mirada de la suya, sintiendo como el ambiente se volvía más denso.Zander la miró, y sus ojos brillaron con una mezcla de diversión y perversidad. Dio un paso adelante, acercándose lo suficiente para que Alison pudiera percibir el aroma de su loción, un toq
Con pasos rápidos, pero controlados, Alison salió del casino. Su espalda estaba recta y mantenía la barbilla en alto. Como si las palabras de Zander no le hubieran afectado en absoluto. Sin embargo, cuando el frío aire de Nueva York acarició su rostro al cruzar las puertas de cristal, dejó escapar un largo suspiro que había estado conteniendo durante toda la reunión. El día había sido abrumador, pero no se permitiría ceder a la frustración en público. No todavía. No mientras aún estuviera tan cerca del territorio de ese hombre.Alison se dirigió rápidamente hacia la parada del autobús, observando cómo el vehículo ya estaba listo para partir. Apenas logró subir justo antes de que las puertas se cerraran tras ella. Alison se sentó junto a la ventana y apoyó la cabeza contra el cristal frío, exhalando de nuevo. Afuera, la tarde se comenzaba a tornar oscura. Solo habían pasado unas semanas desde que llegó a Nueva York, pero parecía una eternidad. Alison cerró los ojos por un momento, in
Sentada en el borde de la cama, Alison estiró sus brazos mientras miraba el reloj sobre su mesita de noche. Aún tenía tiempo antes de tener que estar en la firma, pero la ansiedad que golpeaba su pecho la hizo levantarse antes de que siquiera los rayos de sol se asomaran por la ventana. Se levantó despacio, observando el entorno familiar del pequeño departamento que había alquilado al llegar a Nueva York. No era un lugar lujoso, ni mucho menos. Las paredes mostraban los años que llevaba sin ser renovado, y los muebles, aunque funcionales, tenían un aire desgastado. Apretando los labios, Alison caminó hacia el armario donde colgaba su limitada selección de ropa profesional. Deslizó los dedos por los colgadores hasta detenerse en su conjunto favorito que contaba de una falda negra de talle alto y una chaqueta a juego. No eran prendas de marca ni tenían la calidad de los trajes que usaban otros abogados de la firma, pero le quedaban bien. Le daban la apariencia pulida que necesitaba