Doble tentación: Entre el CEO y el Cruel Magnate
Doble tentación: Entre el CEO y el Cruel Magnate
Por: Lunita Karo
1| Primer encuentro

Alison soltó un suspiro y apretó el dobladillo de su falda con nerviosismo, mientras observaba la gran avenida desde su asiento en el autobús. Ese día no era un día cualquiera, finalizaba su primera semana laborando para “Blackford & Associates” la mejor firma de abogados en el país, y ya la había sido asignada a su primer caso importante

Mientras el autobús avanzaba, su mirada quedó perdida por un momento, mientras repasaba el caso del misterioso y temido magnate del casino, que era su primera gran oportunidad. Pero también podría ser su caída.

«Concéntrate» pensó para sus adentros, mientras jugaba nerviosamente con el dobladillo de su falda, una prenda sencilla, formal, diseñada para proyectar profesionalismo.

El hecho de que nadie hubiera logrado mantener a ese magnate como cliente no hacía más que aumentar la presión que ya sentía, sin embargo también la hacía dudar, no sabia si la habían asignado s ese caso para verla fracasar o para que demostrará que valía la pena. Ella era una abogada con poca experiencia y si fallaba, podría despedirse de su sueño de convertirse en una de las mejores abogadas de Nueva York, o ser asignada a casos de menor importancia.

El autobús finalmente llegó a su parada. Alison recogió su bolso y sintió el aire frío de la ciudad golpeando su rostro mientras descendía del transporte.

Delante de ella se alzaba el edificio del casino, con un letrero grande y dorado que decía "Empire".

Alison tragó saliva, mientras apretaba sus dedos a la correa del bolso que colgaba de su hombro izquierdo.

Cruzó la calle con pasos rápidos hasta llegar a la puerta, dónde fue recibida por una mujer alta y delgada, que parecía sacada de una revista de moda.

La mujer llevaba un vestido negro ajustado que realzaba su figura esbelta, y su cabello cobrizo estaba perfectamente recogido en un moño bajo, acentuando su piel bronceada. La mujer miró a Alison con una mezcla de desdén y superioridad.

—¿Alison Hale? —preguntó con voz afilada, mientras su mirada recorría a Alison de arriba hacia abajo.

—Sí, soy yo —respondió ella, intentando sonar más segura de lo que se sentía.

—Sígame —ordenó la mujer, dándose media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo.

Alison la siguió, sintiendo cómo el ambiente del lugar la envolvía y escuchó el sonido de las máquinas tragamonedas que resonaba en la distancia. Era un lugar lujoso, frecuentado por la gran élite.

Mientras avanzaba, Alison notó las miradas curiosas de algunos empleados del casino. Ninguno de ellos creía que ella fuera a durar mucho tiempo. Sabían que el dueño había rechazado a muchos abogados antes que ella, y no esperaban que esa joven novata fuera la excepción.

El corazón de Alison latió con fuerza. «Esto es solo un trabajo más» repitió en su mente. Pero en el fondo sabía que no lo era.

Finalmente, la mujer se detuvo frente a una gran puerta de madera oscura con detalles dorados. La abrió y Alison la siguió hacia el interior. La oficina era espaciosa, decorada con muebles de cuero oscuro y estanterías llenas de libros encuadernados en piel. Las ventanas, grandes ofrecían una vista impresionante de Nueva York.

Y ahí, de pie junto a una de las ventanas, estaba un hombre. Se encontraba de espaldas. Alison sintió que el tiempo se detuvo por un instante

—Señorita Hale —dijo él, con una voz grave, cuando ladeo su cabeza para mirarla—. Así que usted es la abogada que han enviado para este caso —soltó con desdén.

Alison tragó saliva, sintiendo la garganta seca.

—¿Es usted el señor Zander? —preguntó, tratando de que su voz sonara natural.

El hombre sonrió del lado, mientras arqueaba una ceja.

—¿No es obvio? ¿Que la hace pensar que no lo soy? —preguntó con soberbia mientras se giraba hacia ella.

Alison lo observó atenta, pensando que ese hombre no era como había imaginado. Era grande, de complexión fuerte, con una presencia que llenaba la habitación. Sus ojos eran de un azul intenso. Vestía un traje negro hecho a la medida, que realzaba su figura atlética, demasiado apuesto.

Pero lo que más impactó a Alison fue su mirada. El hombre la observó como un depredador que acecha a su presa, con una mezcla de curiosidad y desprecio. La intensidad de sus ojos hizo que el pulso de Alison se acelerara aún más.

—Siéntese —indicó él, señalando la silla frente a su escritorio con un movimiento de su mano. La mujer que la había llevado hasta la oficina salió y cerró la puerta dejándolos a solas.

Alison retiró la silla, con fingida calma desbotonó su traje y tomó asiento.

—Soy un hombre ocupado, así que dese prisa y dígame, ¿cómo es que resolverá mi problema?

Su tono fue grosero y altanero. Alison respiró profundo, pensando que, sin importar quien fuera, no iba a intimidarla.

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