—¡Le digo que este es mi asiento! —gruñó un hombre, apretando los puños sobre las rodillas mientras se inclinaba hacia una mujer.
—¿Su asiento? ¡Es un autobús público! —respondió la señora, con voz aguda, cruzando los brazos frente a su pecho—. Me cambié porque había más espacio aquí. ¡Ni siquiera está numerado! —agregó ella lo suficientemente fuerte para sacar a Alison de sus pensamientos. Alison soltó un suspiro rodando los ojos por el absurdo intercambio y apretó el dobladillo de su falda con nerviosismo, mientras observaba la gran avenida desde su asiento en el autobús. El hombre resopló, claramente molesto, y murmuró algo entre dientes, lo suficientemente bajo para que no se entendiera, pero lo suficientemente claro para que se sintiera su frustración. Alison decidió ignorarlos. Ese día no era un día cualquiera, finalizaba su primera semana laborando para “Blackford & Associates” la mejor firma de abogados en el país, y ya había sido asignada a su primer caso importante. Mientras el autobús avanzaba, su mirada quedó perdida por un momento, mientras repasaba el caso del misterioso y temido magnate del casino, que era su primera gran oportunidad. Pero también podría ser su caída. «Concéntrate» pensó para sus adentros, mientras jugaba nerviosamente con el dobladillo de su falda, una prenda sencilla, formal, diseñada para proyectar profesionalismo. El hecho de que nadie hubiera logrado mantener a ese magnate como cliente no hacía más que aumentar la presión que ya sentía, sin embargo también la hacía dudar, no sabia si la habían asignado s ese caso para verla fracasar o para que demostrará que valía la pena. Ella era una abogada con poca experiencia y si fallaba, podría despedirse de su sueño de convertirse en una de las mejores abogadas de Nueva York, o ser asignada a casos de menor importancia. El autobús finalmente llegó a su parada. Alison recogió su bolso y sintió el aire frío de la ciudad golpeando su rostro mientras descendía del transporte. Delante de ella se alzaba el edificio del casino, con un letrero grande y dorado que decía "Empire". Alison tragó saliva, mientras apretaba sus dedos a la correa del bolso que colgaba de su hombro izquierdo. Cruzó la calle con pasos rápidos hasta llegar a la puerta, dónde fue recibida por una mujer alta y delgada, que parecía sacada de una revista de moda. La mujer llevaba un vestido negro ajustado que realzaba su figura esbelta, y su cabello cobrizo estaba perfectamente recogido en un moño bajo, acentuando su piel bronceada. La mujer miró a Alison con una mezcla de desdén y superioridad. —¿Alison Hale? —preguntó con voz afilada, mientras su mirada recorría a Alison de arriba hacia abajo. —Sí, soy yo —respondió ella, intentando sonar más segura de lo que se sentía. —Sígame —ordenó la mujer, dándose media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo. Alison la siguió, sintiendo cómo el ambiente del lugar la envolvía y escuchó el sonido de las máquinas tragamonedas que resonaba en la distancia. Era un lugar lujoso, frecuentado por la gran élite. Mientras avanzaba, Alison notó las miradas curiosas de algunos empleados del casino. Ninguno de ellos creía que ella fuera a durar mucho tiempo. Sabían que el dueño había rechazado a muchos abogados antes que ella, y no esperaban que esa joven novata fuera la excepción. El corazón de Alison latió con fuerza. «Esto es solo un trabajo más» repitió en su mente. Pero en el fondo sabía que no lo era. Finalmente, la mujer se detuvo frente a una gran puerta de madera oscura con detalles dorados. La abrió y Alison la siguió hacia el interior. La oficina era espaciosa, decorada con muebles de cuero oscuro y estanterías llenas de libros encuadernados en piel. Las ventanas, grandes ofrecían una vista impresionante de Nueva York. Y ahí, de pie junto a una de las ventanas, estaba un hombre. Se encontraba de espaldas. Alison sintió que el tiempo se detuvo por un instante —Señorita Hale —dijo él, con una voz grave, cuando ladeo su cabeza para mirarla—. Así que usted es la abogada que han enviado para este caso —soltó con desdén. Alison tragó saliva, sintiendo la garganta seca. —¿Es usted el señor Zander? —preguntó, tratando de que su voz sonara natural. El hombre sonrió del lado, mientras arqueaba una ceja. —¿No es obvio? ¿Que la hace pensar que no lo soy? —preguntó con soberbia mientras se giraba hacia ella. Alison lo observó atenta, pensando que ese hombre no era como había imaginado. Era grande, de complexión fuerte, con una presencia que llenaba la habitación. Sus ojos eran de un azul intenso. Vestía un traje negro hecho a la medida, que realzaba su figura atlética, demasiado apuesto. Pero lo que más impactó a Alison fue su mirada. El hombre la observó como un depredador que acecha a su presa, con una mezcla de curiosidad y desprecio. La intensidad de sus ojos hizo que el pulso de Alison se acelerara aún más. —Siéntese —indicó él, señalando la silla frente a su escritorio con un movimiento de su mano. La mujer que la había llevado hasta la oficina salió y cerró la puerta dejándolos a solas. Alison retiró la silla, con fingida calma desbotonó su traje y tomó asiento. —Soy un hombre ocupado, así que dese prisa y dígame, ¿cómo es que resolverá mi problema? Su tono fue grosero y altanero. Alison respiró profundo, pensando que, sin importar quien fuera, no iba a intimidarla.Alison se movió con cuidado, disimulando el nerviosismo que le recorría el cuerpo al escuchar las palabras de Zander. Presionó sus dientes canalizando así las ganas que tenía de responderle de la misma forma grosera que él había utilizado.Zander la observó desde la altura, sus ojos la recorrieron con lentitud, y luego una sonrisa irónica se dibujó en sus labios. Como si estuviera seguro de que la joven frente a él no era lo suficientemente competente.—Seré claro, señorita Hale —declaró Zander, con una voz que destilaba arrogancia ante el mutismo de la abogada—. No tengo tiempo para charlas inútiles, así que sea breve. Quiero saber cómo piensa sacarme de este maldito problema —soltó mientras se alejaba un poco del ventanal y daba unos pasos hacía el escritorio. Quedando sin de pie, Pero más cerca. La crueldad en sus palabras hizo a Alison tensarse pero no dejó que sus emociones la dominaran. Estaba acostumbrada a lidiar con esa clase de comportamientos, con personas que pretendían m
La mano izquierda de Alison se apretó en un puño mientras sus ojos apuntaban a Zander como dos dagas afiladas, estaba molesta, las ganas de levantarse de esa silla y abandonar el lugar, no sin antes gritarle todo lo que pensaba de él, la inundaban.Sin embargo, tenía que ser profesional, ella era consciente de que no encontraría otro empleo en una firma tan prestigiosa como lo era “Blackford & Associates” y no se podía dar el lujo de renunciar, no sin siquiera haberlo intentado.—Puede pensar lo que quiera de mí —replicó, controlando su tono de voz, mejor de lo que ella misma esperaba—, pero estoy aquí para salvar su maldito casino, le guste o no. Y para hacerlo, necesito que coopere —declaró presionando los dientes, sin retirar su mirada de la suya, sintiendo como el ambiente se volvía más denso.Zander la miró, y sus ojos brillaron con una mezcla de diversión y perversidad. Dio un paso adelante, acercándose lo suficiente para que Alison pudiera percibir el aroma de su loción, un toq
Con pasos rápidos, pero controlados, Alison salió del casino. Su espalda estaba recta y mantenía la barbilla en alto. Como si las palabras de Zander no le hubieran afectado en absoluto. Sin embargo, cuando el frío aire de Nueva York acarició su rostro al cruzar las puertas de cristal, dejó escapar un largo suspiro que había estado conteniendo durante toda la reunión. El día había sido abrumador, pero no se permitiría ceder a la frustración en público. No todavía. No mientras aún estuviera tan cerca del territorio de ese hombre.Alison se dirigió rápidamente hacia la parada del autobús, observando cómo el vehículo ya estaba listo para partir. Apenas logró subir justo antes de que las puertas se cerraran tras ella. Alison se sentó junto a la ventana y apoyó la cabeza contra el cristal frío, exhalando de nuevo. Afuera, la tarde se comenzaba a tornar oscura. Solo habían pasado unas semanas desde que llegó a Nueva York, pero parecía una eternidad. Alison cerró los ojos por un momento, in
Sentada en el borde de la cama, Alison estiró sus brazos mientras miraba el reloj sobre su mesita de noche. Aún tenía tiempo antes de tener que estar en la firma, pero la ansiedad que golpeaba su pecho la hizo levantarse antes de que siquiera los rayos de sol se asomaran por la ventana. Se levantó despacio, observando el entorno familiar del pequeño departamento que había alquilado al llegar a Nueva York. No era un lugar lujoso, ni mucho menos. Las paredes mostraban los años que llevaba sin ser renovado, y los muebles, aunque funcionales, tenían un aire desgastado. Apretando los labios, Alison caminó hacia el armario donde colgaba su limitada selección de ropa profesional. Deslizó los dedos por los colgadores hasta detenerse en su conjunto favorito que contaba de una falda negra de talle alto y una chaqueta a juego. No eran prendas de marca ni tenían la calidad de los trajes que usaban otros abogados de la firma, pero le quedaban bien. Le daban la apariencia pulida que necesitaba
Alison se levantó de su escritorio cuando vio a Travis subir al elevador, caminó por los pasillos de la firma, consciente de cada paso que daba. Su tacón seguía tambaleándose con cada pisada, mientras ella apretaba la mandíbula esperando que nadie la viera, hasta que, a unos metros de la puerta del CEO, ocurrió lo que más temía, el tacón cedió por completo, haciéndola perder el equilibrio y tuvo que sujetarse del muro a su costado. «Maldición» dijo en su mente, cerrando un instante los ojos, odiando la idea de que tuviera que sucederle eso justo en ese momento.—¡No, no, no! —murmuró desesperada, manteniendo su pie apoyado en la punta del zapato. El tacón se había roto en el peor momento posible. El aire acondicionado helado la golpeaba, pero no podía moverse. «¿Qué se supone que haga ahora? ¿Entrar así a esa oficina? Es ridículo» pensó para sus adentros, sintiendo la presión de cada segundo que pasaba.Rápidamente, se quitó los zapatos y miró a su alrededor, tratando de encontrar un
Como si su mente le jugará una pesada broma. Alison abrió sus ojos grandes, al observar lo que jamás cruzó por su cabeza, era él, era Zander. «¿Cómo es posible?» pensó mientras lo observaba con detenimiento. Su corazón empezó a latir con fuerza, y un torrente de pensamientos invadió su mente. «Zander... ¿Es él? ¿Qué está pasando aquí?» dijo para sus adentros. Sus labios se entreabrieron, incapaz de contener la sorpresa. —Usted... —susurró, con la intención de decir "Zander", pero el hombre la interrumpió antes de que pudiera terminar la frase. —Zane Blackford —formuló, su voz firme y segura llenando la habitación. Alison parpadeó, confundida. ¿Zane? No podía ser. Lo miró más detenidamente, buscando alguna diferencia, algo que le confirmara que no era el mismo hombre del casino. Sin embargo, todo en él le resultaba dolorosamente familiar. Su postura, sus ojos de un azul intenso... excepto por una cosa. El aroma. Era distinto. Alison aún recordaba la colonia que usaba Zander, ¿Cómo
Alison tragó saliva, sintiendo cómo una corriente de tensión pasaba por su cuerpo con cada palabra que salía de los labios de Zane. Había algo en su voz, una especie de seguridad que la hacía sentirse vulnerable, y a la vez, inexplicablemente atraída. Sin embargo, su rostro no mostraba esa dureza cruel que había visto en Zander. Aunque se parecían, Zane irradiaba una calma controlada, un tipo de poder que no necesitaba ser gritado, pero que se sentía con igual intensidad. —Para ser honesto, de todos los que fueron elegidos para este caso por su gran experiencia —continuó él, apoyándose en el respaldo de la silla—, jamás pensé que Zander te la elegiría a usted —soltó Zane. Sus palabras, aunque claras y directas, no sonaban ofensivas, al contrario de lo que Alison había sentido con Zander. Zane no buscaba intimidarla ni menospreciarla; simplemente parecía sorprendido por la elección de su hermano. Alison sintió que sus manos, apoyadas sobre su regazo, comenzaban a sudar. Desviando la m
Al finalizar el día, Alison salió de la firma sintiendo como el aire fresco golpeaba su rostro. Dirigió su mirada a sus pies, observando los zapatos rojos que Hillary le había prestado, aunque bonitos, le estaban pasando factura. Caminaba con cuidado, pero el dolor en su talón era cada vez peor. Cuando finalmente llegó a la esquina de la calle, se detuvo y se apoyó en la pared de un edificio. Con una mueca de dolor, se quitó uno de los zapatos y vio una ampolla recién formada que había comenzado a sangrar un poco. —Fantástico —murmuró, con resignación. Pensó que sería mejor caminar descalza el resto del trayecto hasta su apartamento. Pero no podía dejar que la vieran de esa forma. Alison se colocó nuevamente los tacones, tratando de no apoyar mucho su pie en el suelo. Al fin, cuando llegó a su edificio, Alison tomó los tacones en su mano. Mientras avanzaba, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies, en su mente rondaba la reunión con Zane Blackford como un eco constante. No podía