Sentada en el borde de la cama, Alison estiró sus brazos mientras miraba el reloj sobre su mesita de noche. Aún tenía tiempo antes de tener que estar en la firma, pero la ansiedad que golpeaba su pecho la hizo levantarse antes de que siquiera los rayos de sol se asomaran por la ventana.
Se levantó despacio, observando el entorno familiar del pequeño departamento que había alquilado al llegar a Nueva York. No era un lugar lujoso, ni mucho menos. Las paredes mostraban los años que llevaba sin ser renovado, y los muebles, aunque funcionales, tenían un aire desgastado. Apretando los labios, Alison caminó hacia el armario donde colgaba su limitada selección de ropa profesional. Deslizó los dedos por los colgadores hasta detenerse en su conjunto favorito que contaba de una falda negra de talle alto y una chaqueta a juego. No eran prendas de marca ni tenían la calidad de los trajes que usaban otros abogados de la firma, pero le quedaban bien. Le daban la apariencia pulida que necesitaba para enfrentar el día, y eso era lo importante. Alison caminó hasta el espejo en el baño y peinó sus cabellos de un marrón oscuro en una coleta alta. Volvió al dormitorio y se puso la falda, ajustándola con cuidado en la cintura. La chaqueta le quedaba ligeramente entallada, dándole una figura profesional y segura. Mientras se abrochaba los botones, su mirada se desvió hacia la blusa que había colocado sobre una silla. Se trataba de una prenda blanca sencilla, pero el escote era un poco más profundo de lo que prefería para una jornada laboral. Fue entonces que recordó el broche que su padre le había regalado cuando terminó el colegio, el único recuerdo físico que aún conservaba de él. Caminó hacia la pequeña cajita de madera dentro del armario y tomó el broche de plata con un diseño delicado, nada ostentoso, pero muy especial para ella. Lo tomó y lo abrochó en el borde de la blusa, cerrando el escote pronunciado. Mientras lo hacía, recordó a su padre, un hombre bondadoso que quedó devastado cuando su madre los abandonó; había estado muchos años enfermo, lleno de deudas y devastado, finalmente, su corazón no pudo más. Había muerto de un infarto tres años atrás, cuando Alison tenía veintidos años, y Alison, sin nadie más a su lado, tuvo que vender la casa que habitaban para pagar las deudas que él había dejado. Con el dinero restante, terminó de costear su carrera universitaria. Alison no se consideraba una mártir. En muchos sentidos, la muerte de su padre la había liberado de una carga que la estaba asfixiando. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, una parte de ella se había sentido aliviada cuando finalmente no tuvo que preocuparse por él, por sus deudas, por los constantes problemas que eso les causaba. Se sentía culpable por ese pensamiento, pero no podía negar que, sin él, había logrado concentrarse en su futuro, en su carrera. Y eso la había llevado hasta donde estaba ahora. —Es lo que es —murmuró, mientras se miraba al espejo por última vez. El apartamento estaba silencioso, como siempre, con solo el leve murmullo de la ciudad filtrándose desde las ventanas. Finalmente, salió del departamento y cerró la puerta detrás de ella. El ascensor aún seguía descompuesto, pero eso no la molestaba. A veces, el esfuerzo de subir y bajar las escaleras le daba unos minutos de paz para organizar sus pensamientos. « El primer paso en un largo camino» pensó, mientras cruzaba el vestíbulo y salía a la calle. Alison bajó del taxi frente al imponente edificio de la firma de abogados. Respiró hondo, y se acercó a la entrada, dejando que su mirada vagara un instante por los alrededores. Con pasos firmes, caminó hacia las grandes puertas de cristal, pero antes de llegar. Sintió un ligero desbalance en su pie derecho, y en ese segundo eterno, el inconfundible sonido del tacón de su zapato le hizo detenerse en seco. —¿En serio? —murmuró entre dientes, mirando hacia abajo. El tacón de su zapato derecho se había roto casi por completo, dejándola, tambaleándose en el borde del ridículo. De todas las cosas que podrían haber salido mal, tenía que ser eso. Respiró hondo, recuperando el control, se irguió, tratando de distribuir el peso de forma que el zapato aguantara hasta que pudiera llegar a su escritorio. —Solo unas pocas decenas de pasos. Eso es todo lo que necesito—murmuró cuando se incorporó y caminó con cuidado, sintiendo cada movimiento del tacón como una amenaza de ruina inminente. Las puertas automáticas se abrieron y el ambiente cálido y silencioso del edificio la recibió, pero las miradas curiosas y sorprendidas de sus colegas la hicieron sentir como si estuviera en medio de un campo de batalla. Alison mantenía su cabeza en alto, ignorando los murmullos que llegaban a sus oídos. —¿Ella es la que tomó el caso del casino? —escuchó a alguien decir. Ya todos sabían. No había forma de que aquella noticia no corriera como pólvora. Alison Hale, la novata de la firma había sido asignada al caso más polémico y complicado. Había sido una sorpresa para todos, incluso para ella. Al llegar a su escritorio, dejó el maletín con cuidado, rezando para que el tacón aguantara un poco más. Se sentó con gracia, logrando mantener su compostura, y comenzó a revisar los documentos que había preparado. Pero antes de que pudiera siquiera concentrarse, una figura familiar apareció a su lado. Travis Johnson. —Alison, felicidades por el caso. Sabes que todos están hablando de ti, ¿verdad? —siseó el hombre con un tono autosuficiente. Alison sonrió con modestia, aunque una parte de ella estaba aún en alerta por el zapato que amenazaba con terminar de romperse en cualquier momento. —Buenos días, señor Johnson, debo decir que no esperaba tanto revuelo —respondió, intentando no mostrar su incomodidad por lo ocurrido con su zapato. Travis asintió, pero entonces su rostro se volvió un poco más serio. —Zane Blackford, quiere verte —avisó mientras que Alison abría los ojos de par en par, su día parecía estar empeorando.Alison se levantó de su escritorio cuando vio a Travis subir al elevador, caminó por los pasillos de la firma, consciente de cada paso que daba. Su tacón seguía tambaleándose con cada pisada, mientras ella apretaba la mandíbula esperando que nadie la viera, hasta que, a unos metros de la puerta del CEO, ocurrió lo que más temía, el tacón cedió por completo, haciéndola perder el equilibrio y tuvo que sujetarse del muro a su costado. «Maldición» dijo en su mente, cerrando un instante los ojos, odiando la idea de que tuviera que sucederle eso justo en ese momento.—¡No, no, no! —murmuró desesperada, manteniendo su pie apoyado en la punta del zapato. El tacón se había roto en el peor momento posible. El aire acondicionado helado la golpeaba, pero no podía moverse. «¿Qué se supone que haga ahora? ¿Entrar así a esa oficina? Es ridículo» pensó para sus adentros, sintiendo la presión de cada segundo que pasaba.Rápidamente, se quitó los zapatos y miró a su alrededor, tratando de encontrar un
Como si su mente le jugará una pesada broma. Alison abrió sus ojos grandes, al observar lo que jamás cruzó por su cabeza, era él, era Zander. «¿Cómo es posible?» pensó mientras lo observaba con detenimiento. Su corazón empezó a latir con fuerza, y un torrente de pensamientos invadió su mente. «Zander... ¿Es él? ¿Qué está pasando aquí?» dijo para sus adentros. Sus labios se entreabrieron, incapaz de contener la sorpresa. —Usted... —susurró, con la intención de decir "Zander", pero el hombre la interrumpió antes de que pudiera terminar la frase. —Zane Blackford —formuló, su voz firme y segura llenando la habitación. Alison parpadeó, confundida. ¿Zane? No podía ser. Lo miró más detenidamente, buscando alguna diferencia, algo que le confirmara que no era el mismo hombre del casino. Sin embargo, todo en él le resultaba dolorosamente familiar. Su postura, sus ojos de un azul intenso... excepto por una cosa. El aroma. Era distinto. Alison aún recordaba la colonia que usaba Zander, ¿Cómo
Alison tragó saliva, sintiendo cómo una corriente de tensión pasaba por su cuerpo con cada palabra que salía de los labios de Zane. Había algo en su voz, una especie de seguridad que la hacía sentirse vulnerable, y a la vez, inexplicablemente atraída. Sin embargo, su rostro no mostraba esa dureza cruel que había visto en Zander. Aunque se parecían, Zane irradiaba una calma controlada, un tipo de poder que no necesitaba ser gritado, pero que se sentía con igual intensidad. —Para ser honesto, de todos los que fueron elegidos para este caso por su gran experiencia —continuó él, apoyándose en el respaldo de la silla—, jamás pensé que Zander te la elegiría a usted —soltó Zane. Sus palabras, aunque claras y directas, no sonaban ofensivas, al contrario de lo que Alison había sentido con Zander. Zane no buscaba intimidarla ni menospreciarla; simplemente parecía sorprendido por la elección de su hermano. Alison sintió que sus manos, apoyadas sobre su regazo, comenzaban a sudar. Desviando la m
Al finalizar el día, Alison salió de la firma sintiendo como el aire fresco golpeaba su rostro. Dirigió su mirada a sus pies, observando los zapatos rojos que Hillary le había prestado, aunque bonitos, le estaban pasando factura. Caminaba con cuidado, pero el dolor en su talón era cada vez peor. Cuando finalmente llegó a la esquina de la calle, se detuvo y se apoyó en la pared de un edificio. Con una mueca de dolor, se quitó uno de los zapatos y vio una ampolla recién formada que había comenzado a sangrar un poco. —Fantástico —murmuró, con resignación. Pensó que sería mejor caminar descalza el resto del trayecto hasta su apartamento. Pero no podía dejar que la vieran de esa forma. Alison se colocó nuevamente los tacones, tratando de no apoyar mucho su pie en el suelo. Al fin, cuando llegó a su edificio, Alison tomó los tacones en su mano. Mientras avanzaba, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies, en su mente rondaba la reunión con Zane Blackford como un eco constante. No podía
Alison colgó la llamada de Zander, suspirando mientras dejaba el móvil a un lado. Quería desconectar de todo lo relacionado con el trabajo, así que decidió cambiar de tema, mirando a Jessica con una sonrisa. —Bueno, ya basta de mí. Hablemos de ti. ¿Cómo va el mundo de la fotografía? —preguntó Alison mientras levantaba su cerveza para brindar. Jessica rió, chocando su botella con el de Alison antes de tomar un largo trago. —Oh, ya sabes, sigue siendo un caos divertido. Aunque sigo siendo la fotógrafa secundaria, por lo menos me dejan hacer algo más que cargar el equipo —inquirió encogiéndose de hombros. —¿Así que ahora puedes, no sé, al menos tocar una cámara? —bromeó Alison. Ella sabía que Jessica era buena y esperaba que pronto le dieran el reconocimiento que merecía. Jessica rodó los ojos, pero sonrió. —Sí, he ascendido a "persona que también ajusta las luces". Toda una mejora, ¿eh? Aunque, sinceramente, a veces pienso que me contrataron solo porque soy la única que no se
Dos días después... Alison se inclinó sobre la cama, sujetando con cuidado la bandita adhesiva que acababa de colocar sobre su tobillo. La pequeña herida, fruto de la ampolla que los zapatos rojos le habían causado dos días antes, seguía molesta. Aunque el dolor había disminuido, no podía evitar sentir una ligera punzada al caminar, recordando cómo aquellas elegantes y peligrosas zapatillas le habían complicado la tarde. —Todo porque se rompió el maldito tacón—murmuró para sí misma, alisando la tira de la bandita con los dedos. Se levantó con cautela, ajustándose el traje oscuro que había elegido para el día. Algo clásico y profesional, que ocultaba su incomodidad física pero no del todo su ansiedad interna. Zander la había dejado colgando desde la última llamada, y, aunque no lo admitiera en voz alta, la incertidumbre sobre lo que él quería le mantenía en un constante estado de tensión. Antes de salir de su departamento, Alison acomodó su cabello, está vez lo peino con una media c
Con el corazón acelerado, Alison salió de la oficina. El mensaje de Zander aun resonaba en su mente. “Quiero verte ahora.” Las palabras se repetían como un eco, cargadas de autoridad y lo que causaban en ella era algo que no podía identificar con exactitud, pero que le despertaban una mezcla de ansiedad y curiosidad.Mientras caminaba hacia la salida de la firma, su mente trataba de prepararse para lo que vendría, aunque sabía que enfrentarse a Zander nunca era algo para lo que pudiera estar completamente lista y eso era algo que la aturdía, pues pudo saberlo solo con verlo una sola vez. No necesitó más.Alison se detuvo un momento en la calle, respirando profundamente, como si el aire fresco pudiera calmar el mar de emociones que la agitaban. Se subió a un taxi y dio la dirección del casino, tratando de mantener una fachada tranquila, mientras por dentro las dudas y expectativas se mezclaban peligrosamente.El viaje hacia el casino fue un borrón. Cuando finalmente el edificio apareció
La tensión entre ellos era palpable, como si cada palabra, cada mirada, fuera parte de un juego más grande del que ambos formaban parte. Se cruzó de brazos, tratando de parecer relajada, aunque su mente no dejaba de advertirle que se estaba adentrando en terreno peligroso.—Está bien —dijo finalmente, sus ojos buscando los de él—, pero tendrá que enseñarme. No suelo jugar a esto —confesó Alison encogiéndose de hombros.Zander arqueó una ceja, claramente disfrutando de su actitud desafiante.—Con mucho gusto —respondió él, su tono suave y seductor—. Me encanta enseñar a los que quieren aprender —inquirió dando un trago más a su whiskey.Había algo en la forma en que lo dijo que le envió un escalofrío por la columna vertebral, pero Alison no se inmutó. Aunque por dentro su corazón latía con fuerza. Se quitó la chaqueta mientras se preparaba, colocándola cuidadosamente sobre una silla cercana, y al hacerlo, no pudo evitar notar cómo los ojos de Zander recorrían su cuerpo. Su blusa, ajusta