El silencio en la habitación se hizo más opresivo que nunca. La única fuente de luz provenía de una pequeña lámpara en el rincón, cuyas sombras temblaban en las paredes descoloridas. Alison intentó relajarse en la silla, pero sus ataduras le cortaban la circulación, y su mente estaba en alerta máxima. Cada segundo junto a Ophelia parecía un paso más hacia el abismo.Ophelia se sentó frente a Alison, cruzando las piernas con una calma desconcertante, como si fueran dos amigas en una conversación casual. Pero la locura en sus ojos decía otra cosa.—¿Sabes, Alison? —comenzó, con un tono casi maternal—. Creo que no entiendes todo lo que he hecho por Zane. Y es una lástima, porque te ves tan convencida de que él te ama… cuando tú no tienes ni idea de lo que realmente necesita.Alison no respondió, manteniendo su mirada fija en Ophelia. No quería mostrarse débil ni darle la satisfacción de verla intimidada, pero la inquietud crecía en su interior.—Déjame contarte una historia —continuó Oph
Zane estaba desesperado, dispuesto incluso a hacer un trato con Vincent con tal de localizar a Alison, sin importar nada. Le dio una buena suma de dinero a cambio de información. Entonces el hombre, le dijo que Ophelia le había pagado, a cambio de que sus hombres se llevaran a Alison.—Es todo lo que diré —dijo Vincent guardando el fajo de billetes. El hombre era astuto, y no diría más.El corazón de Zane latía desesperadamente, cada minuto se sentía abrumador, y su mente no dejaba de correr en círculos, imaginando lo peor.Pasó horas revisando cada posible lugar donde Ophelia pudiera haber llevado a Alison, pero cuando recordó aquella vieja cabaña en el bosque que ambos habían visitado en su juventud, todo encajó. Era un lugar aislado, apartado del mundo, perfecto para alguien que buscaba esconderse.—Está ahí, lo sé —dijo Zane con la voz ronca, más para sí mismo que para los hombres que lo rodeaban. De inmediato, todos abordaron diferentes vehículos y se dirigieron a esa cabaña.La t
Una semana despuésEl sol comenzaba a ocultarse cuando Alison salió del taxi frente al hospital psiquiátrico. Su brazo aún dolía, envuelto en un cabestrillo para protegerlo, pero su embarazo de cinco semanas, la mantenía firme. No había dicho nada aún a Zane. Esta visita era algo que sentía que debía hacer sola.El hospital era un edificio frío, con paredes grises y ventanas protegidas con rejas. Alison respiró hondo antes de cruzar la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Había movido cielo y tierra para obtener este permiso especial, utilizando cada contacto e influencia posible. No lo hacía por venganza, sino para cerrar un capítulo que había sido una pesadilla desde el día en que Ophelia apareció en su vida.Un guardia la escoltó por un pasillo largo y sombrío. El eco de sus pasos resonaba en las paredes.—La paciente está contenida, señorita —dijo el guardia—. No puede hacerle daño.—Eso no me preocupa —respondió Alison con calma.Cuando llegaron a la sala de visitas especial,
Dos meses despuésEl aroma a café recién hecho impregnaba la oficina de Alison mientras hojeaba los últimos documentos relacionados con el casino. Dos meses de largas reuniones, noches sin dormir y complicaciones legales finalmente habían llegado a su fin. Con una sonrisa triunfal, cerró la carpeta y se permitió un momento de orgullo. Lo había logrado.No perdió tiempo en tomar su teléfono y llamar a Zane.—¿Estás en la firma? —preguntó, conteniendo la emoción en su voz.—Acabo de salir de una reunión. ¿Qué sucede? —respondió él, con ese tono cálido que siempre lograba calmarla.—¡He terminado! El caso del casino está cerrado. ¡Todo está resuelto!Hubo un silencio breve antes de que la voz de Zane se llenara de entusiasmo.—Ali, eso es increíble. Estoy tan orgulloso de ti —mencionó Zane y aunque Alison no podía verlo, podía imaginar la enorme sonrisa que estaba en sus labios.—Gracias, Zane. Esto no habría sido posible sin tu apoyo —dijo ella, pues muchas de esas noches sin dormir, Za
El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Zane Blackford salió del consultorio de su psiquiatra. Su porte seguía siendo imponente, como siempre, pero había algo más en su semblante: una calma que no había conocido en años. El doctor Russell, a quien había elegido al fin para atenderlo, un hombre de cabello entrecano y ojos cálidos, lo había recibido con su habitual profesionalismo, pero también con una sonrisa genuina.—Señor Blackford, me alegra decirle que todo está marchando bien —comenzó el psiquiatra, revisando las notas de las últimas sesiones mientras Zane se acomodaba en el sillón de cuero frente a él.Zane asintió, observándolo con atención.—Llevo meses sin que Zander se manifieste —dijo, con un tono de satisfacción que no intentaba ocultar.El doctor dejó las notas a un lado y se inclinó ligeramente hacia adelante.—Eso es un gran avance, pero quiero recordarle algo importante. Su trastorno de identidad disociativa no es algo que podamos considerar "curado". Sin embargo
El sol se alzaba iluminando la enorme mansión que Zane y Alison habían convertido en su hogar. Alison estaba en la sala, acariciando su vientre prominente mientras revisaba algunos documentos de la firma que Zane le había pedido que le echara un vistazo. Aunque él insistía en que descansara, Alison no podía quedarse quieta por completo. A pesar de todo lo que había pasado, el trabajo seguía siendo parte de su esencia.De pronto, un dolor agudo la hizo soltar el bolígrafo que tenía en la mano. Se llevó la mano al vientre, con una mezcla de sorpresa y preocupación cruzando su rostro.—¿Ya? —murmuró para sí misma, sintiendo cómo otra contracción la atravesaba.Los gemelos estaban en camino.A unos kilómetros de distancia, en la firma de abogados, Zane estaba en su oficina, revisando una serie de contratos. A pesar de ser un hombre acostumbrado al control y la precisión, no podía evitar mirar su teléfono cada pocos minutos, esperando cualquier noticia sobre Alison.El timbre de su celular
El amplio jardín de la casa de los Blackford estaba decorado con guirnaldas de colores pastel, globos y luces que colgaban entre los árboles. Una gran mesa central mostraba un pastel doble, uno azul y otro rosa, representando a los pequeños Zachary y Zoe, quienes cumplían su primer año de vida.Alison estaba sentada en una silla de mimbre, con Zoe en su regazo, mientras Zane sostenía a Zachary en brazos. La risa de los bebés resonaba con la misma intensidad que el suave viento que movía las hojas. La armonía que irradiaba el lugar era tan palpable que parecía casi irreal.Jessica y Travis estaban junto a ellos. Jessica, con un vestido blanco que resaltaba su embarazo de cuatro meses, acariciaba distraídamente su vientre mientras miraba con ternura a los gemelos. Travis, como siempre, permanecía cerca de su esposa, ayudándola con un gesto protector que sacaba sonrisas de todos.—No puedo creer que ya haya pasado un año —dijo Jessica, rompiendo el silencio con una sonrisa melancólica.—T
—¡Le digo que este es mi asiento! —gruñó un hombre, apretando los puños sobre las rodillas mientras se inclinaba hacia una mujer. —¿Su asiento? ¡Es un autobús público! —respondió la señora, con voz aguda, cruzando los brazos frente a su pecho—. Me cambié porque había más espacio aquí. ¡Ni siquiera está numerado! —agregó ella lo suficientemente fuerte para sacar a Alison de sus pensamientos. Alison soltó un suspiro rodando los ojos por el absurdo intercambio y apretó el dobladillo de su falda con nerviosismo, mientras observaba la gran avenida desde su asiento en el autobús. El hombre resopló, claramente molesto, y murmuró algo entre dientes, lo suficientemente bajo para que no se entendiera, pero lo suficientemente claro para que se sintiera su frustración. Alison decidió ignorarlos. Ese día no era un día cualquiera, finalizaba su primera semana laborando para “Blackford & Associates” la mejor firma de abogados en el país, y ya había sido asignada a su primer caso importante. Mie