Alison se levantó de su escritorio cuando vio a Travis subir al elevador, caminó por los pasillos de la firma, consciente de cada paso que daba. Su tacón seguía tambaleándose con cada pisada, mientras ella apretaba la mandíbula esperando que nadie la viera, hasta que, a unos metros de la puerta del CEO, ocurrió lo que más temía, el tacón cedió por completo, haciéndola perder el equilibrio y tuvo que sujetarse del muro a su costado. «Maldición» dijo en su mente, cerrando un instante los ojos, odiando la idea de que tuviera que sucederle eso justo en ese momento.
—¡No, no, no! —murmuró desesperada, manteniendo su pie apoyado en la punta del zapato. El tacón se había roto en el peor momento posible. El aire acondicionado helado la golpeaba, pero no podía moverse. «¿Qué se supone que haga ahora? ¿Entrar así a esa oficina? Es ridículo» pensó para sus adentros, sintiendo la presión de cada segundo que pasaba. Rápidamente, se quitó los zapatos y miró a su alrededor, tratando de encontrar una solución. —El tocador —murmuró. Tenía que encontrar refugio antes de que alguien la viera descalza. Corrió hacia el baño que estaba al final de ese pasillo, sintiendo el frío del mármol bajo sus pies mientras el eco de sus pisadas la hacía sentir como una criminal a punto de ser descubierta. Una vez dentro, cerró la puerta tras de sí y dejó caer los zapatos al suelo. —Perfecto, Alison. Tan cerca de tu gran momento y ahora esto —murmuró, al tiempo que se llevaba ambas manos a su rostro, intentando calmarse. Tenía que pensar en algo, pero nada parecía ayudar. Entonces, la puerta del tocador se abrió de golpe, y Alison se congeló. Era Hilary, una de las asistentes. Rubia, con un cabello corto y ondulado que caía sobre sus hombros, llevaba un traje ceñido de color azul marino que resaltaba sus curvas, y unos labios rojos que siempre parecían destacar. Hilary, la observó con el ceño fruncido. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó, cruzando los brazos mientras su mirada caía sobre los zapatos de Alison en el suelo y avanzaba hasta sus pies descalzos. Alison, nerviosa, intentó explicarse. —Mi... tacón se rompió justo antes de llegar a la oficina del CEO, y no puedo entrar así —confesó, sintiéndose cada vez más ridícula con cada palabra. Un resoplido salió de su boca mientras cruzaba los brazos sabiendo que ya habían pasado más de diez minutos desde que la llamaron a la oficina del CEO. Hilary soltó una risa suave y caminó hacia el espejo, donde había dejado su bolso. Era grande y bello. Lo abrió, rebuscando algo en su interior. —Bueno, no puedes entrar así, tienes razón —mencionó, mientras sacaba algo de su interior. En su mano, Hilary sostenía un par de zapatos rojos, altos y seductores. El tipo de zapatos que parecían hechos para una noche en la pista de baile, no para una reunión formal con el CEO de una de las firmas más prestigiosas de Nueva York. —Los dejo aquí para cuando salgo a bailar después del trabajo —manifestó Hilary, sonriendo—. No es el estilo más discreto, pero es mejor que un tacón roto, ¿no crees? —inquirió, mordiendo su labio inferior. Alison, sin dudarlo, tomó aquellos zapatos de un rojo intenso que parecían sacados de un sueño atrevido, pero tenía razón. Eran mejores que un tacón roto. Los puso en el suelo y se los colocó de inmediato sintiendo como su altura aumentaba considerablemente, por fortuna las dos tenían la misma talla de zapatos. —Gracias… —dijo Alison haciendo una pausa, no conocía el nombre de la asistente. —Hilary —respondió la rubia con una sonrisa, completando sus palabras—. Tú eres Alison, la nueva abogada —agregó y Alison asintió, sorprendida de que conociera su nombre. Las noticias y en especial los chismes volaban como pólvora y para ese momento todos en la firma, sabían quién era Alison. —Te debo una —dictaminó Alison, ajustando su traje para tratar de compensar el contraste entre los zapatos y su formalidad. —Solo asegúrate de devolverlos —le guiñó un ojo Hilary, mientras salía del tocador. Alison respiró hondo, sintiéndose mucho más segura, aunque los zapatos llamaban mucho la atención. Aun así sonrió pensando que Hillary le agradaba, aunque no habían tenido tiempo de saber más de la otra. Acomodó su cabello frente al espejo y caminó hacia la oficina del CEO. Llegó a la recepción frente a la oficina de Zane Blackford y habló con la asistente. —Estoy buscando al señor Blackford, solicitó que me presentara en su oficina —informó a la mujer de cabello rizado y gafas cuadradas que se encontraba detrás de un hermoso escritorio banco, intentando parecer tranquila. La asistente, levantó la mirada de su monitor para dirigir la mirada a la de Alison. —El señor Blackford salió a una junta, pero dejó la indicación de que lo espere en su oficina. Puedo indicarle el camino —espetó la mujer apartándose de su escritorio para llevar a Alison a la oficina del CEO. Alison asintió y siguió a la asistente hasta la enorme puerta de madera oscura que daba al despacho del CEO. El nerviosismo que antes tenía se intensificó. La oficina era amplia, luminosa y espaciosa, con grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. El ambiente tenía un aire de elegancia imponente, minimalista pero lujoso. Alison dudó si debía sentarse o mantenerse de pie. «¿Qué debo hacer?» se preguntó mentalmente. Tal vez debía quedarse en un rincón esperando que el hombre regresara de su junta, pero sus ojos fueron atraídos hacia la vista desde los ventanales. Decidió acercarse y observó la ciudad en movimiento, perdiéndose por un momento en la inmensidad de Nueva York. Estaba tan concentrada en la vista que de momento se olvidó de donde se encontraba, tanto que casi no escuchó la puerta abrirse detrás de ella. Un escalofrío recorrió su espalda al oír el resonar de los pasos. Zane Blackford había llegado. Alison giró lentamente, sintiendo que su corazón comenzaba a latir con más fuerza, y fue entonces cuando el CEO apareció en la puerta, la mirada de Alison se quedó impactada al ver sus ojos de un azul intenso, su rostro perfilado, su figura imponente. «No puede ser» pensó, al observar que el hombre frente a ella, quien se suponía era el CEO de la firma, era el mismo hombre arrogante del casino.Como si su mente le jugará una pesada broma. Alison abrió sus ojos grandes, al observar lo que jamás cruzó por su cabeza, era él, era Zander. «¿Cómo es posible?» pensó mientras lo observaba con detenimiento. Su corazón empezó a latir con fuerza, y un torrente de pensamientos invadió su mente. «Zander... ¿Es él? ¿Qué está pasando aquí?» dijo para sus adentros. Sus labios se entreabrieron, incapaz de contener la sorpresa. —Usted... —susurró, con la intención de decir "Zander", pero el hombre la interrumpió antes de que pudiera terminar la frase. —Zane Blackford —formuló, su voz firme y segura llenando la habitación. Alison parpadeó, confundida. ¿Zane? No podía ser. Lo miró más detenidamente, buscando alguna diferencia, algo que le confirmara que no era el mismo hombre del casino. Sin embargo, todo en él le resultaba dolorosamente familiar. Su postura, sus ojos de un azul intenso... excepto por una cosa. El aroma. Era distinto. Alison aún recordaba la colonia que usaba Zander, ¿Cómo
Alison tragó saliva, sintiendo cómo una corriente de tensión pasaba por su cuerpo con cada palabra que salía de los labios de Zane. Había algo en su voz, una especie de seguridad que la hacía sentirse vulnerable, y a la vez, inexplicablemente atraída. Sin embargo, su rostro no mostraba esa dureza cruel que había visto en Zander. Aunque se parecían, Zane irradiaba una calma controlada, un tipo de poder que no necesitaba ser gritado, pero que se sentía con igual intensidad. —Para ser honesto, de todos los que fueron elegidos para este caso por su gran experiencia —continuó él, apoyándose en el respaldo de la silla—, jamás pensé que Zander te la elegiría a usted —soltó Zane. Sus palabras, aunque claras y directas, no sonaban ofensivas, al contrario de lo que Alison había sentido con Zander. Zane no buscaba intimidarla ni menospreciarla; simplemente parecía sorprendido por la elección de su hermano. Alison sintió que sus manos, apoyadas sobre su regazo, comenzaban a sudar. Desviando la m
Al finalizar el día, Alison salió de la firma sintiendo como el aire fresco golpeaba su rostro. Dirigió su mirada a sus pies, observando los zapatos rojos que Hillary le había prestado, aunque bonitos, le estaban pasando factura. Caminaba con cuidado, pero el dolor en su talón era cada vez peor. Cuando finalmente llegó a la esquina de la calle, se detuvo y se apoyó en la pared de un edificio. Con una mueca de dolor, se quitó uno de los zapatos y vio una ampolla recién formada que había comenzado a sangrar un poco. —Fantástico —murmuró, con resignación. Pensó que sería mejor caminar descalza el resto del trayecto hasta su apartamento. Pero no podía dejar que la vieran de esa forma. Alison se colocó nuevamente los tacones, tratando de no apoyar mucho su pie en el suelo. Al fin, cuando llegó a su edificio, Alison tomó los tacones en su mano. Mientras avanzaba, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies, en su mente rondaba la reunión con Zane Blackford como un eco constante. No podía
Alison colgó la llamada de Zander, suspirando mientras dejaba el móvil a un lado. Quería desconectar de todo lo relacionado con el trabajo, así que decidió cambiar de tema, mirando a Jessica con una sonrisa. —Bueno, ya basta de mí. Hablemos de ti. ¿Cómo va el mundo de la fotografía? —preguntó Alison mientras levantaba su cerveza para brindar. Jessica rió, chocando su botella con el de Alison antes de tomar un largo trago. —Oh, ya sabes, sigue siendo un caos divertido. Aunque sigo siendo la fotógrafa secundaria, por lo menos me dejan hacer algo más que cargar el equipo —inquirió encogiéndose de hombros. —¿Así que ahora puedes, no sé, al menos tocar una cámara? —bromeó Alison. Ella sabía que Jessica era buena y esperaba que pronto le dieran el reconocimiento que merecía. Jessica rodó los ojos, pero sonrió. —Sí, he ascendido a "persona que también ajusta las luces". Toda una mejora, ¿eh? Aunque, sinceramente, a veces pienso que me contrataron solo porque soy la única que no se
Dos días después... Alison se inclinó sobre la cama, sujetando con cuidado la bandita adhesiva que acababa de colocar sobre su tobillo. La pequeña herida, fruto de la ampolla que los zapatos rojos le habían causado dos días antes, seguía molesta. Aunque el dolor había disminuido, no podía evitar sentir una ligera punzada al caminar, recordando cómo aquellas elegantes y peligrosas zapatillas le habían complicado la tarde. —Todo porque se rompió el maldito tacón—murmuró para sí misma, alisando la tira de la bandita con los dedos. Se levantó con cautela, ajustándose el traje oscuro que había elegido para el día. Algo clásico y profesional, que ocultaba su incomodidad física pero no del todo su ansiedad interna. Zander la había dejado colgando desde la última llamada, y, aunque no lo admitiera en voz alta, la incertidumbre sobre lo que él quería le mantenía en un constante estado de tensión. Antes de salir de su departamento, Alison acomodó su cabello, está vez lo peino con una media c
Con el corazón acelerado, Alison salió de la oficina. El mensaje de Zander aun resonaba en su mente. “Quiero verte ahora.” Las palabras se repetían como un eco, cargadas de autoridad y lo que causaban en ella era algo que no podía identificar con exactitud, pero que le despertaban una mezcla de ansiedad y curiosidad.Mientras caminaba hacia la salida de la firma, su mente trataba de prepararse para lo que vendría, aunque sabía que enfrentarse a Zander nunca era algo para lo que pudiera estar completamente lista y eso era algo que la aturdía, pues pudo saberlo solo con verlo una sola vez. No necesitó más.Alison se detuvo un momento en la calle, respirando profundamente, como si el aire fresco pudiera calmar el mar de emociones que la agitaban. Se subió a un taxi y dio la dirección del casino, tratando de mantener una fachada tranquila, mientras por dentro las dudas y expectativas se mezclaban peligrosamente.El viaje hacia el casino fue un borrón. Cuando finalmente el edificio apareció
La tensión entre ellos era palpable, como si cada palabra, cada mirada, fuera parte de un juego más grande del que ambos formaban parte. Se cruzó de brazos, tratando de parecer relajada, aunque su mente no dejaba de advertirle que se estaba adentrando en terreno peligroso.—Está bien —dijo finalmente, sus ojos buscando los de él—, pero tendrá que enseñarme. No suelo jugar a esto —confesó Alison encogiéndose de hombros.Zander arqueó una ceja, claramente disfrutando de su actitud desafiante.—Con mucho gusto —respondió él, su tono suave y seductor—. Me encanta enseñar a los que quieren aprender —inquirió dando un trago más a su whiskey.Había algo en la forma en que lo dijo que le envió un escalofrío por la columna vertebral, pero Alison no se inmutó. Aunque por dentro su corazón latía con fuerza. Se quitó la chaqueta mientras se preparaba, colocándola cuidadosamente sobre una silla cercana, y al hacerlo, no pudo evitar notar cómo los ojos de Zander recorrían su cuerpo. Su blusa, ajusta
Y entonces, justo cuando parecía que el aire entre ellos se hacía irrespirable, Zander se detuvo. Sus ojos, oscuros e insondables, se encontraron con los de Alison, manteniéndola atrapada en su mirada. No había más que centímetros de distancia entre ellos, pero la tensión era tan densa que parecía imposible que ninguno de los dos pudiera moverse.—Ven —dijo él con voz grave, retrocediendo un poco mientras señalaba la mesa de billar—. Aún no hemos terminado el juego —agregó invitándola a continuar lo que habían comenzado.Alison tomó aire profundamente, intentando calmar los latidos frenéticos de su corazón. Su cuerpo estaba en alerta máxima, cada uno de sus sentidos completamente enfocado en él, en cada movimiento que hacía, en cada palabra que decía. No estaba segura de sí era una sensación de peligro o de atracción lo que le hacía reaccionar de esa manera, pero era innegable que el magnetismo de Zander la afectaba profundamente.—Claro —respondió ella, con la voz más controlada que p