Samantha
Debo ser una tonta, por supuesto que Carter no vendría a dormir a mi lado, de igual modo no pude dormir por esperarle y estar pensando cómo podría arreglar la situación.
El reloj parecía ir más lento de lo habitual, vuelta tras vuelta intentando cerrar los ojos fue la noche más larga de la que tengo memoria, y mi mente tenía grabada la cara de mi esposo.
Justo antes de las siete de la mañana tocaron a mi puerta, me senté y me recargué en el respaldo de la cama —¡adelante! —asomo la cabeza una de las chicas que nos ayudan.
—Buenos días, me mando el señor para que le lleve un cambio de ropa.
Me levanté, le mostré la elección que tenía, y es que le separaba los atuendos, justo cuando me disponía a bajar los ganchos y pasárselos.
—No es necesario, yo lo hago.
Me hice a un lado y fui a uno de los cajones en donde tiene bolsas preparadas para cuando viaja, en ellas contaba con productos de aseo.
—Toma, lo necesitará.
Ayer me había dicho que no deseaba verme, pero había cosas que yo hacía de forma rutinaria, como encargarme del desayuno porque para mí era una de las formas de mostrarle mi amor.
Así que cuando todo estuvo listo, Amelia me ayudo a poner la mesa como siempre, solo que esta ocasión sería distinto, lo dejaría comer sin mi presencia.
Al entrar de nuevo a la cocina —Amelia, puede llevar a Florence al jardín, dígale que será un pícnic —le entregue una canastita con alimentos. —Ella asintió, sus ojos me dijeron que comprendía.
Los tres tratábamos de estar a la mesa en el desayuno, porque Carter no siempre veía despierta por la noche a su hija, pero hoy no quería poner a prueba su temperamento y terminar con una Florence llorando y desarrollando miedo por el enojo de su padre.
Yo mientras tanto espere a que apareciera, me limite a estar detrás de la puerta de la cocina, sabía de sus hábitos, por lo que calcule cuando hubiera terminado.
—Hagamos otra prueba —solté de golpe, tan solo pararme a un lado del comedor, él dejó salir el aire y levanto la vista, estaba muy serio, tomo la servilleta de su regazo y la aventó a la mesa.
—¿Crees que mi madre urdiría algo tan bajo como esto solo para separarnos? —se levantó, el rechinido de las patas de la silla al recorrerla me hizo retroceder. De unos cuantos pasos estaba mirándome escudriñando mis ojos.
Aclare mi garganta —no sé qué es lo que ocurre, de lo que estoy segura es que yo no te he fallado.
Su expresión se suavizó, poso su mano en mi mejilla, para luego sujetar mi cara —júrame que no me has sido infiel.
El dolor que me provoco por sujetarme con sobrada fuerza y su pedido me hicieron enojar, así que subí mi mano y con fuerza empujé su agarre.
—No deberíamos estar teniendo esta clase de discusión, yo no soy esa clase de personas. Y no sabes cómo duele ver que lo crees.
Por una fracción de segundo volví a ver los ojos de mi Carter, ese que me amaba con todo su ser, pero con un parpadeo se había desaparecido, se giró y se fue sin decir más.
Carter
¿Cómo enfrenta uno esta clase de situaciones? Yo, me estaba convirtiendo en otra persona en un día, una que no reconocía.
Todo era confuso y me llenaba de contradicciones para encontrar respuestas, por un lado, ella no tenía oportunidad de serme infiel, siempre salía acompañada. Ya me estaba volviendo loco con tanta teoría.
Así que el que ella sugiriera una nueva prueba me daba un rayo de esperanza y que saliera como saliera perdería a un familiar, si resultaba que mi madre manipulo las pruebas, tendría que alejarla.
Por lo que sin más demora le envié un mensaje al chofer para que le informara a la señora que se alistara porque las llevaría al laboratorio.
Con tantas preguntas rondando mi cabeza fui el primero en llegar y satisfacer mi curiosidad, para acabar con respuestas que no me gustaban en lo más mínimo, no había términos medios, las equivocaciones no sucedían, si no era un estudio conclusivo lo que pasaba era que volvían a tomar una muestra y rehacer el estudio.
Deje mi muestra y me fui, nadie podría manipular los resultados esta vez.
El chofer tenía la encomienda de avisarme cuando las hubiera llevado de regreso.
Ese día no volví a casa, preferí quedarme en la oficina, mi comportamiento de verdad me daba miedo, estar maltratando verbalmente a mi esposa me hacía sentir el más grande imbécil, yo que en mis votos dije que la protegería.
...
Al día siguiente la ansiedad me desbordo y no pude parar, con la intención de calmarme, bebí vaso tras vaso de coñac.
—Señor Mitchell, aquí está la impresión de los resultados del laboratorio —lo atontado se desvaneció de mi cuerpo, mi asistente no traía buena cara.
Y al leer aquello quede como un idiota, había accedido a esa prueba.
—No estoy para nadie, cancela el resto de mi horario, también el de mañana.
—Pero... Mañana vienen los de Summers.
—Algo se te ocurrirá, acude tú con el director de finanzas y vean cuáles son sus requerimientos.
No me importaba nada, Sam era la razón de que yo me levantara cada mañana, y esa niña lo era todo para mí.
Y no era mi hija.
Un vacío se instaló en mi pecho, tome los retratos de ambas y los mande a volar, todo aquello que tenía que ver con ellas los hice añicos, debía eliminarlas de mi vida. Pero no tan rápido y simple.
Esa mujer se había estado burlando de mí, haciéndome criar a la hija de otro.
Era un dolor indescriptible, mi relación con ella era una mentira, ¿cómo pudo hacerme esto? Yo la traje a mi vida y peleé con mi familia porque ellos sí vieron la realidad.
Mi enamoramiento me dejo ciego, pero lo pagará.
El coñac no servía para entumecer mi pena, pareciera que solo la magnificaba, para cuando termine las tres botellas que tenía a mano, mi oficina era un bello desastre.
Uno que me enorgullecía, después de todo debía de redecorar, para empezar a eliminar su presencia de mi vida y es que ella intervenía en todos mis espacios.
Mi ropa olía a ella, todo tenía su toque, m*****a la hora que la dejé involucrarse hasta en el más mínimo detalle.
Lo más irónico es que al despertar de una de las borracheras más estúpidas, estaba abrazando su retrato, no recuerdo exactamente el momento en el que lo tome.
Con más coraje por ser tan débil me incorporé y me fui a casa, no sabía ni que día era, lo que sí sabía es que era momento de ir a encarar a esa m*****a mentirosa.
Lo peor que le puede pasar a un hombre enamorado es descubrir que ha sido traicionado, por la persona a quien ama.Así que Carter, luego de leer los resultados que confirmaban de una vez por todas que Florence no era su hija y por consiguiente que su amada esposa le veía la cara de estúpido. Tres días habían pasado.Y nada cambiaba o disminuía el odio y rencor que nacieron debido a la traición.Sus emociones se avivaron más cuando llego a su hogar y vio a su esposa, muy en el fondo se cuestionaba cómo demonios habían llegado a ese episodio.La esposa, con la preocupación de no haber visto a su esposo al verlo, corrió a su encuentro, y es que ella pretendía ir a buscarle a sus oficinas, porque lamentablemente su asistente no tuvo la amabilidad de despejar sus preguntas sobre el paradero de su amado.Por lo que Samantha venía con su chaqueta y su bolso, cosa que Carter malinterpreto.—¿A dónde pensabas ir? —la señala de pies a cabeza —¡mírate!, ¿para quién te arreglaste? —la toma del br
Esa noche Samantha prefirió hacerle caso a Carter, ya que había dejado claro que no deseaba verla, se encerró en el cuarto de Florence, por fortuna Amelia no las dejaría sin alimentos.Muy poco le importaba lo que el señor de la casa dijera, ella había trabajado para otras familias y nunca tuvo una conexión tan real y sincera como con Sam y es que la joven mujer era un sol.Ella sufría al ver como esa hermosa familia estaba pasando por esos problemas, en su opinión el esposo era un tonto por haber cambiado radicalmente con su esposa.—Pero... Amelia, no necesitas hacerlo, si lo descubre Carter, no quiero que te metas en problemas por nuestra culpa.—¡Tonterías! Tú has sido muy buena conmigo y esto es un pequeño pago por lo mucho que tú has hecho por mí. Anda, que se enfría la comida, cuando acaben solo déjalo todo encima de este mueble, más tarde vengo.Amelia quería reconfortar a Sam, pero era más importante que comieran, ya que estaban a punto de ser las siete de la noche y se había
No lo merezcoSamantha camino lento, su pecho se sentía constricto, paso a paso jalaba aire para poder ir a verificar que es lo que su amado hacía con aquella mujer.Vasto que ella se acercara para escuchar las risas de la mujer, pues no estaban insonorizadas las habitaciones de la planta baja más que el estudio.—Eres hermosa, muéstrame que tienes para mí —decía la voz de su esposo con un ritmo agitado.Lo siguiente que escuchó la hizo marcharse a toda prisa, los gemidos de la mujer no eran otra cosa más que Carter, él si estaba siéndole infiel.Alterada como se hallaba no podía volver a la habitación de Florence por lo que se fue al jardín, con cada minuto que transcurría la mente se le llenaba de ideas, qué tal si irrumpía, poco importaba que él se enojará.En el momento que quiso hacerlo desistió, porque pensándolo mejor lo que su esposo hacía era una acción consiente, él tal vez fue llevado a cometer ese acto por sentirse traicionado. Su actuar sin dudas le estaba dando la estoca
ActualidadDio unas cuantas respiraciones forzadas, parecía estar muy agitado, su estado empezó a volver a la normalidad, una vez que la adrenalina de la discusión baja, Carter ya estaba en su estudio.Deseaba obtener una retribución por la ofensa sufrida, no obstante, en ese mismo instante se recriminaba por haber actuado de aquella manera.Jamás imagino que un enojo le llevaría a ponerse violento a un nivel que llegara a agredir físicamente a una mujer, lo que le gustara o no, ella había representado algo importante en su vida.Esa noche se quedó dormido, recargado en su escritorio.Por su parte, Samantha corrió a uno de los baños de la planta superior, no permitiría que la niña la viera en ese lamentable estado y es que temblaba como hoja, Carter se comportaba como nunca, el hombre dulce ya no existía.El espejo le mostró con total claridad lo que sería de ahora en adelante su vida en aquella casa, por su propio bien y el de su pequeña debería tener precaución de toparse con él. Ju
Y la vida se abre paso...El personal de servicio corría en su desespero porque a la señora de la casa se le había roto la fuente, alguien debía llevar la maleta, alguien estaba llamando al ginecobstetra, el chofer apareció para decir que estaba listo.Pero no podían partir aún, porque no estaba a la vista Samantha y es que en el alboroto la dejaron sentada en una silla en la cocina que es en donde todo empezó.—Amelia, por favor, ¡ay...! Avísale a mi esposo que ya vamos para el hospital.—Si señora, ya lo hice, solo dejé el recado porque está en una reunión.Samantha respira hondo y siente otra punzada, el chofer y otras dos mujeres del servicio llegan en tropel para asistirla y subirla al vehículo.Con tanta conmoción, Samantha tiene que alzar la voz —¡Alto! Respiren... inhalen-exhalen. ¡Listo! Ven, si funcionaron los cursos. Ahora, Amelia ayúdame a llegar hasta el auto.Amelia obedece y le ofrece su mano derecha para que se apoye, mientras con la izquierda la pasa por su espalda, p
ChicagoLas relaciones maritales para que funcionen deben ser vividas por dos, pero a veces se involucran más personas...Faltaban unos meses para que su pequeña cumpliera cuatro años y el mejor regalo que un padre puede hacerle a un hijo es asegurar su futuro, por lo que Carter, aunque era el CEO del negocio familiar, debía hablar de este tipo de decisiones con sus padres.—Gracias por darme algo de su tiempo, seré breve, este año he pensado en poner algunas acciones a nombre de mi Florence. ¿Qué les parece? Es buen momento, algún día sueño en que ella pueda dirigir todo esto.El abuelo que no se metía mucho en cosas que no fueran negocios, solo sonrió, lo malo es que a su esposa no le causo gracia.—No creo que sea lo indicado —Carter jalo aire y rodó los ojos.—¿Motivo? —cuestiono ofendido.—Ya sabes lo que pensamos tu hermana y yo —su madre lo considero, era una buena oportunidad, así que dejaría que hiciera su voluntad, casi. —Hazlo, solo que deberás cumplir con ciertos requisito
Samantha No importando mi estado, ya no era solo yo, así que me regañe y me puse de pie, fui al baño para lavar mi rostro.Los pasos que me tomo llegar hasta la recámara de mi preciosa niña me mentalice para controlar mis emociones.Escuchar su vocecita llamarme tan solo entrar, parcharon mi corazón dolido —¿qué has hecho? Espero que no le hayas dado problemas a la señora Amelia.Con Florence entre mis brazos —Gracias Amelia, por cuidar de mi remolino.Amelia me miro apenada y antes de salir se detuvo a darme unas palmaditas en la espalda —dime si necesitas algo. Ya le di de comer a la niña. ¿Te traiga algo de comer?—Te lo agradezco, pero no tengo apetito.Dos horas estuvimos entretenidas en la habitación, Florence jugando y yo interviniendo cuando así me lo requería, solo que con todo lo sucedido había olvidado las clases de la niña.Por lo que en el momento que alguien vino a informarme de la llegada de la profesora, ya era demasiado tarde para reagendar la clase, así pues, la lle