5. Mentirosa

Lo peor que le puede pasar a un hombre enamorado es descubrir que ha sido traicionado, por la persona a quien ama.

Así que Carter, luego de leer los resultados que confirmaban de una vez por todas que Florence no era su hija y por consiguiente que su amada esposa le veía la cara de estúpido. Tres días habían pasado.

Y nada cambiaba o disminuía el odio y rencor que nacieron debido a la traición.

Sus emociones se avivaron más cuando llego a su hogar y vio a su esposa, muy en el fondo se cuestionaba cómo demonios habían llegado a ese episodio.

La esposa, con la preocupación de no haber visto a su esposo al verlo, corrió a su encuentro, y es que ella pretendía ir a buscarle a sus oficinas, porque lamentablemente su asistente no tuvo la amabilidad de despejar sus preguntas sobre el paradero de su amado.

Por lo que Samantha venía con su chaqueta y su bolso, cosa que Carter malinterpreto.

—¿A dónde pensabas ir? —la señala de pies a cabeza —¡mírate!, ¿para quién te arreglaste? —la toma del brazo y la jala para empujarla y dejarla sentada en uno de los sillones del recibidor.

Samantha, abrumada por el abrupto trato y ver lo desalineado de su marido, queda sin dar respuesta inmediata.

—¡Contesta! —grita él.

—Iba a tus oficinas para saber por qué no habías llegado.

—Eres una... —se calla, porque a pesar de todo lo que le quiere gritar no puede. —La mejor mentirosa, podrías incluso volverte actriz.

—No te entiendo —replica ella.

—Ya no es necesario que sigas fingiendo, los resultados de la prueba solo confirman lo idiota que soy.

El marido saca unas hojas arrugadas de su saco, ella se ríe, no puede creer lo que sus ojos ven, qué m*****a broma, quién podría estar haciendo eso. Samantha nunca ni con el pensamiento ha faltado a sus votos de fidelidad y lealtad.

—Encima de todo, ahora te ríes en mi cara.

—No, ¿sabes por qué me rio? Las lágrimas ya se me acabaron, me duele lo que sucede porque no encuentro una explicación.

—Ambos sabemos la explicación, deja de mentir. ¿Con quién me engañaste? —Samantha niega. —Será que ni tú misma sabes la identidad del padre de esa niña.

—¡Basta! Deja de decir tonterías, me estás ofendiendo y ya pasaste la línea de lo que te puedo permitir.

—¡¿Yo?! Eres una sinvergüenza. Y no necesitas permitirme nada, perdiste el derecho de ser tratada como una persona decente.

Carter, fuera de sí, la toma por el cuello, observarla le hace daño, duele tanto que piensa que solo será justo si la hace sentir el mismo dolor que él experimenta.

Samantha manotea y rasguña las manos de su esposo en un intento por liberarse de su agarre, lo bueno es que el chofer llega.

—Señora, acabo de ver el auto de su esposo. —Una frase que salió al ver la escena, apreciaba a la señora, pero quien pagaba su sueldo era el señor, así que por más que a él le chocara esa situación poco podía intervenir.

—¡Señor! ¿Qué hace? —dice el chofer.

Carter suelta a su esposa y ella tose y jala aire, llevando su mano a sobar su cuello adolorido.

—La señora no saldrá, retírate.

—Ya me lo temía, pues justo íbamos a su oficina. —Al escuchar aquello, Carter se tranquilizó, lo más probable es que ya no creería nada que saliera de la boca de esa mentirosa, los demás seguían teniendo su confianza.

Pero eso aún no había terminado, el marido sube a la recámara que compartía con su amada, odia ese espacio, porque a donde quiera que mire, tiene recuerdos de ambos.

Así como lo había hecho en su oficina, toma objeto tras objeto y destroza todo a su alcance, Samantha que percibe los sonidos hasta donde ella está, sube, no es para nada buena idea ponérsele enfrente de ese hombre.

Pero aun así se queda fuera de la habitación, cada nuevo estruendo de algo estrellándose la hacen sobresaltarse, ya que la puerta está entre abierta, da un vistazo a lo que acontece adentro.

Carter azota puertas, ni el baño se salva, lo primero en romper es el inmenso espejo, seguido de ver como da viaje tras viaje al closet para terminar de aventar todas las pertenencias de su esposa.

La atención del marido colérico es captada por voces que vienen de fuera de donde se encuentra.

—Señora, la niña está llorando, escucho los ruidos y no la puedo tranquilizar.

—Amelia, puedes llevarla a dar una vuelta, por favor.

Aquello hizo salir a Carter —reúne al personal que se encuentre el día de hoy.

Minutos más tarde, algunos estaban alarmados sobre sus destinos, ya habían escuchado el alboroto y creían que ese matrimonio se acabaría y que por consiguiente ellos ya no serían necesarios.

—Escuchen bien, desde hoy ya no hay señora de la casa, así que ninguno de ustedes tiene porque ayudarle a Samantha o a esa niña. Vivirán bajo este techo en calidad de arrimadas.

La esposa que estaba en la planta alta, escuchando todo, se sintió humillada, pero sobre todo fue herida por el hombre que ella juró amar hasta el último de sus días.

Y nada podía hacer, ya que era la casa de él, además el fuerte olor a alcohol que desprendía fueron una clara señal de que no estaba en sus cinco sentidos y no sería sensato de su parte intentar razonar con él bajo ese estado.

Lo mejor que pudo hacer ella fue ir en busca de su niña, caminar fuera de esa casa le haría bien, por lo que en cuanto todos volvieron a sus labores y Carter se encerró en su estudio. Aprovecho para irse.

Sabía a donde dirigirse, ya que con Amelia siempre llevaban a Florence a un parque que estaba cerca.

Al irse acercando busco con la mirada a su niña, no muy lejos Amelia la vigilaba, Sam al no querer hablar de la situación decidió quedarse a una distancia prudente que la dejara ver el mundo de su hija.

Florence estaba con otros niños similares en edad, todos sentados, interactuando entre ellos y sus juguetes, todo se veía normal y era la mejor distracción que tendría ella de todo el infierno que vivía.

Lo peor es que entre más pensaba para encontrar una solución, esta no llegaba a ella, todo parecía estar perdido, Carter había accedido a una nueva prueba y todo salió peor.

Su esposo la despreciaba y veía difícil poder disuadirlo de la idea de que ella le había sido infiel, Carter solo creería la verdad si se la decía otra persona.

Y ella de verdad que lo entendía, lo que ya no se le hacía justo es que no estuvieran los dos intentando descubrir lo que realmente pasaba. Y en el fondo, desde que lo escucho aborrecerla enfrente de todos en esa casa, supo que buscar la solución sería cosa de ella.

Amelia fue a hablar con Florence para volver a la casa, allí Sam apareció, Florence por supuesto con mayor facilidad accedió a terminar la sesión de juego.

Ahora estaba emocionada por contarle a mamá sobre lo que se había perdido por no estar a su lado.

En casa, Carter estaba como león enjaulado paseando de un lado al otro, ya que cuando le llevaron alimentos para comer, cuestiono donde estaban esas mujeres y al saber que no estaban en casa, supuso que ya no regresarían.

Así que allí mismo ordeno —dile a todos que esas dos no pueden salir de casa sin mi consentimiento —la joven solo asintió y se fue para pasar aquel mensaje.

Por lo que cuando llegaron fueron a avisarle al señor sobre el regreso de Samantha y la niña, por la situación que se vivía, todos tenían que cuidar las palabras que expresaban enfrente de Carter.

Allí Sam fue acorralada, —¡papi! —Florence enuncio su palabra favorita en cuanto lo vio, él por su parte ni la volteo a ver.

Amelia la levanto y como por arte de magia intentaría desaparecer más rápido que pronto, y antes de lograrlo —empiece a buscar que otra tarea desempeñar. Ya no necesita ayudar con la niña.

—Sí, señor —fue su respuesta.

—Y tú. Ya no puedes deambular por la casa como si te perteneciera, ni tampoco puedes ir y venir a placer. Entre menos te vea, será mejor.

—No sería mejor que me corrieras.

—Eso quisieras, pero no. No permitiré que te vayas con tu amante.

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