Hola, aquí les traigo otra historia llena de drama que espero les atrape.
SamHabía conseguido una pequeña victoria al poder alejarme de esa casa y apartarme de Carter, fue mucho más difícil y doloroso de lo que supuse.Observar la cara de mi hermosa Florence era el mejor recordatorio de porque debía hacerlo, el viaje en aquel auto llego a su fin y comenzaba mi rudimentario intento de despistar a cualquiera que intentara localizarme.Entre por unos instantes a la estación de autobuses, esperando que el conductor que me había llevado se alejará, fue allí que se me ocurrió.—¡Hola! ¿Te encuentras bien? —me pregunto un señor.No sabía que mi semblante delataba por completo mi estado precario —¡oh! Lo estaré en cuanto me aleje de este lugar.—¿Problemas?—Algo así —forcé una sonrisa que no convencería a nadie.—¿Y a dónde te diriges?—Para ser sincera no lo tengo muy claro —fui dejada por unos instantes en lo que el hombre contesto una llamada.—¿Y usted a dónde viaja?—Voy a San Luis a visitar a mi nieto, acabo de convertirme en abuelo.—¡Vaya, pues felicidades
Sentirse observado tomo un nuevo significado para Sam, que estaba más que alerta, era una cosa exagerada, por el bien de su niña y el de ella misma debía bajarle dos rayitas a su paranoia.Su hipervigilancia la hicieron darse cuenta de muchas cosas, sobre todo se propuso memorizar el vecindario, así como todos aquellos establecimientos a los que tuviera que acudir con regularidad.Salidas de emergencia y posibles rutas que le permitieran marcharse si creía que estuviera a punto de ser descubierta.Su locura no era para menos, ya que su querida suegra le había asegurado que se arrepentiría por haber engañado a la familia Mitchell, su marido era otra posible amenaza, él mismo le dijo que no la dejaría irse tan fácilmente.Con las provisiones necesarias para sobrevivir por una semana, se dirigió al local que albergaba al ejército de salvación.Florence, aunque algo cansada, fue convencida por su madre, pues esta le contó que era un lugar donde podían encontrar tesoros.Sam primero se dir
Una semana había transcurrido desde que se realizó la prueba, y la fecha de conocer los resultados llego.La joven madre acude a la guardería para recoger a Florence quien en un principio sufrió con la separación, lo que era comprensible, así que Sam consentía a la pequeña, pues estaba enfrentando cambios abruptos.La edad de la niña ayudaba en gran medida, porque se podría adaptar, no obstante, la pobre seguía preguntando por su papi.—¡Mamí! Hoy diuje —la niña le entrega una hoja, Florence no era muy buena en esa área, así que solo eran formas de colores.—¿Qué dibujaste cariño?—¡Ay, pus mi casa! —Florence señala, —pidsina, albor, castillo.—No, detente, tú ya sabes pronunciar bien esas palabras. De nuevo, pi-sci-na, ár-bol. Por la noche vamos a repasar.Florence nunca había viajado en transporte público, por lo que era sumamente emocionante para ella y parecía loro, preguntando y dando respuestas a sus conjeturas.Sam no se aburriría con la imaginación de su hija, por lo que el tr
Tres semanas era el tiempo que había transcurrido desde que Samantha huyera de casa y la espera entre llamada y llamada con el abogado le parecían el mayor sufrimiento que estaba padeciendo.Con el descubrimiento de que Florence no era su hija, uno de sus pensamientos fue volver de inmediato con Carter para que le ayudara a descifrar el lío, ya tenía las pruebas, así que tendría algo en su favor.Todo aquel plan se vino abajo cuando llamo a Amelia para que le ayudara a recopilar la información de los empleados.Desde la voz de preocupación de Amelia le dio un mal presentimiento, para cuando la interrogó sobre su evidente humor, la idea de volver se derrumbó.Amelia le contó a Sam sobre lo mal que se encontraba Carter y su inestabilidad emocional, sus arranques de destrucción de cosas, los gritos que debían soportar cuando solo intentaban ayudar o alimentarlo.Al colgar aquella llamada, no pudo evitar la tristeza y el sentimiento de impotencia que la embargo, lamentaba profundamente qu
Samantha baja del ascensor y se acerca a recepción para entregar la identificación que le dieron, pero para ese entonces el personal ya tiene las órdenes de no permitirle la salida.—¡Oh! Señora Mitchell, me parece que el asistente desea hablar con usted —le dice la recepcionista al recibir el gafete, por su parte Sam lo encuentra normal, hasta que su entorno se siente raro.Las recepcionistas intercambian miradas sospechosas y los guardias de la entrada no le quitan la mirada de encima, además de estar hablando por sus radios.No le gusta para nada aquello, así que —¿tardara mucho, es que llevo prisa?—Descuide, ya viene en el ascensor, no le llevará más de unos minutos —Sam se percata que la otra recepcionista les hace señas a los guardias y estos se aproximan.—Bien, pero debo ir al sanitario, así que ahora él deberá esperarme.—Si por supuesto.Sam aprovecha, pues los sanitarios están en dirección a los elevadores, da un vistazo por el rabillo del ojo para ver si la siguen, al no
Con muchas esperanzas puestas en su nueva misión, Sam llama a la reclutadora para averiguar si pudo conseguirle una oportunidad en ese trabajo de limpieza que le había mencionado.Al menos consigue un acierto entre tanta calamidad que le ha pasado, porque la reclutadora le confirma que tiene una entrevista, solo le advierte que sería más fácil si contara con una identificación.Sam, emocionada, le comenta que no debe preocuparse, pues al parecer una amiga se la puede hacer llegar.Dos días más tarde Sanders ya le tiene su encargo, esta vez la espera en un restaurante cerca de la corte, por la hora Sam lleva a Florence.—¡Buen día! Desde hoy usted será mi persona favorita —Sam le dice al abogado y este que siempre es serio no puede más que sentirse conmovido, un cumplido son aquellas palabras.—Tome asiento, ¡ah! Veo que hoy trajo compañía. Hola —Sanders agita su mano para saludar a la pequeña.—Nena, él es el abogado Sanders, ella es mi hija Florence —hace las presentaciones Sam.La n
Poder ayudar al prójimo, tarea que pocas personas toman en sus manos... El turno de noche se convirtió en el cobijo perfecto que la quietud les proporcionaba tanto a Sam como a la enfermera Beth, una mujer de casi medio siglo, quien con 25 años laborando en el sector salud estaba asqueada de los casos de negligencia.No obstante, lo que ambas se proponían ponía en riesgo el trabajo de aquella mujer de buen corazón y conciencia limpia.—Beth, en serio no te involucres de más, solo indícame el camino a seguir y yo lo hago, no me podría perdonar que por mi causa te veas implicada.Aquello reafirmo la convicción de la enfermera de ayudar a la pobre Sam, que seguramente terminaría con respuestas que poco llegarían a ser satisfactorias. Esa era su corazonada.Beth tuvo que pedir ciertos favores a sus compañeros para moverse de las guardias del área ginecológica, para adentrarse en obstetricia. Cosa que paso sin mayores aspavientos, pues era común pedir cambios cuando llegaban a la cúspide
Cinco posibilidades era lo que tenía Sam, pues además de su niña, el día de su nacimiento se contabilizaron once recién nacidos.Mientras tanto, Sam le insinuaba a su hija sobre la posibilidad de tener una hermanita, le cuestionaba, si le parecía buena idea, alimentaba su imaginación diciéndole que podría tener una compañera de juegos y lo maravilloso que eso sería.Para entonces el humor de Florence fluctuaba entre el presente y los recuerdos de su vida junto a su padre.Y cuando esto ocurría era cuando se generaba toda clase de conflictos.Sam se preguntaba si podía ser capaz de destrozar el corazón de su pequeña, porque eso pasaría tarde o temprano.Al contemplar la información, la joven madre optó por acudir con los padres que se encontraban más cercanos, hablando de distancias.Los Randall vivían en Berwyn, por las primeras búsquedas que realizo por medio de Go.ogle Ma.ps, Sam pudo constatar que era un barrio de clase media, ambos padres trabajaban, así que a su hija de nombre Ma