Una semana había transcurrido desde que se realizó la prueba, y la fecha de conocer los resultados llego.La joven madre acude a la guardería para recoger a Florence quien en un principio sufrió con la separación, lo que era comprensible, así que Sam consentía a la pequeña, pues estaba enfrentando cambios abruptos.La edad de la niña ayudaba en gran medida, porque se podría adaptar, no obstante, la pobre seguía preguntando por su papi.—¡Mamí! Hoy diuje —la niña le entrega una hoja, Florence no era muy buena en esa área, así que solo eran formas de colores.—¿Qué dibujaste cariño?—¡Ay, pus mi casa! —Florence señala, —pidsina, albor, castillo.—No, detente, tú ya sabes pronunciar bien esas palabras. De nuevo, pi-sci-na, ár-bol. Por la noche vamos a repasar.Florence nunca había viajado en transporte público, por lo que era sumamente emocionante para ella y parecía loro, preguntando y dando respuestas a sus conjeturas.Sam no se aburriría con la imaginación de su hija, por lo que el tr
Tres semanas era el tiempo que había transcurrido desde que Samantha huyera de casa y la espera entre llamada y llamada con el abogado le parecían el mayor sufrimiento que estaba padeciendo.Con el descubrimiento de que Florence no era su hija, uno de sus pensamientos fue volver de inmediato con Carter para que le ayudara a descifrar el lío, ya tenía las pruebas, así que tendría algo en su favor.Todo aquel plan se vino abajo cuando llamo a Amelia para que le ayudara a recopilar la información de los empleados.Desde la voz de preocupación de Amelia le dio un mal presentimiento, para cuando la interrogó sobre su evidente humor, la idea de volver se derrumbó.Amelia le contó a Sam sobre lo mal que se encontraba Carter y su inestabilidad emocional, sus arranques de destrucción de cosas, los gritos que debían soportar cuando solo intentaban ayudar o alimentarlo.Al colgar aquella llamada, no pudo evitar la tristeza y el sentimiento de impotencia que la embargo, lamentaba profundamente qu
Samantha baja del ascensor y se acerca a recepción para entregar la identificación que le dieron, pero para ese entonces el personal ya tiene las órdenes de no permitirle la salida.—¡Oh! Señora Mitchell, me parece que el asistente desea hablar con usted —le dice la recepcionista al recibir el gafete, por su parte Sam lo encuentra normal, hasta que su entorno se siente raro.Las recepcionistas intercambian miradas sospechosas y los guardias de la entrada no le quitan la mirada de encima, además de estar hablando por sus radios.No le gusta para nada aquello, así que —¿tardara mucho, es que llevo prisa?—Descuide, ya viene en el ascensor, no le llevará más de unos minutos —Sam se percata que la otra recepcionista les hace señas a los guardias y estos se aproximan.—Bien, pero debo ir al sanitario, así que ahora él deberá esperarme.—Si por supuesto.Sam aprovecha, pues los sanitarios están en dirección a los elevadores, da un vistazo por el rabillo del ojo para ver si la siguen, al no
Con muchas esperanzas puestas en su nueva misión, Sam llama a la reclutadora para averiguar si pudo conseguirle una oportunidad en ese trabajo de limpieza que le había mencionado.Al menos consigue un acierto entre tanta calamidad que le ha pasado, porque la reclutadora le confirma que tiene una entrevista, solo le advierte que sería más fácil si contara con una identificación.Sam, emocionada, le comenta que no debe preocuparse, pues al parecer una amiga se la puede hacer llegar.Dos días más tarde Sanders ya le tiene su encargo, esta vez la espera en un restaurante cerca de la corte, por la hora Sam lleva a Florence.—¡Buen día! Desde hoy usted será mi persona favorita —Sam le dice al abogado y este que siempre es serio no puede más que sentirse conmovido, un cumplido son aquellas palabras.—Tome asiento, ¡ah! Veo que hoy trajo compañía. Hola —Sanders agita su mano para saludar a la pequeña.—Nena, él es el abogado Sanders, ella es mi hija Florence —hace las presentaciones Sam.La n
Poder ayudar al prójimo, tarea que pocas personas toman en sus manos... El turno de noche se convirtió en el cobijo perfecto que la quietud les proporcionaba tanto a Sam como a la enfermera Beth, una mujer de casi medio siglo, quien con 25 años laborando en el sector salud estaba asqueada de los casos de negligencia.No obstante, lo que ambas se proponían ponía en riesgo el trabajo de aquella mujer de buen corazón y conciencia limpia.—Beth, en serio no te involucres de más, solo indícame el camino a seguir y yo lo hago, no me podría perdonar que por mi causa te veas implicada.Aquello reafirmo la convicción de la enfermera de ayudar a la pobre Sam, que seguramente terminaría con respuestas que poco llegarían a ser satisfactorias. Esa era su corazonada.Beth tuvo que pedir ciertos favores a sus compañeros para moverse de las guardias del área ginecológica, para adentrarse en obstetricia. Cosa que paso sin mayores aspavientos, pues era común pedir cambios cuando llegaban a la cúspide
Cinco posibilidades era lo que tenía Sam, pues además de su niña, el día de su nacimiento se contabilizaron once recién nacidos.Mientras tanto, Sam le insinuaba a su hija sobre la posibilidad de tener una hermanita, le cuestionaba, si le parecía buena idea, alimentaba su imaginación diciéndole que podría tener una compañera de juegos y lo maravilloso que eso sería.Para entonces el humor de Florence fluctuaba entre el presente y los recuerdos de su vida junto a su padre.Y cuando esto ocurría era cuando se generaba toda clase de conflictos.Sam se preguntaba si podía ser capaz de destrozar el corazón de su pequeña, porque eso pasaría tarde o temprano.Al contemplar la información, la joven madre optó por acudir con los padres que se encontraban más cercanos, hablando de distancias.Los Randall vivían en Berwyn, por las primeras búsquedas que realizo por medio de Go.ogle Ma.ps, Sam pudo constatar que era un barrio de clase media, ambos padres trabajaban, así que a su hija de nombre Ma
El último tesoro que Sam y Florence colectaron de la tienda de segunda mano fue su maleta y una caja, extrañamente la niña estaba de buen humor y se balanceaba de la mano de su madre dando unos brinquitos. Al doblar la esquina para llegar a su estudio, Sam se detuvo y jalo bruscamente a su hija, tomaron refugio inmediato tras los arbustos y la barda de la construcción más próxima. Delante del edificio donde tenía casi tres meses que vivián, estaba estacionado el auto de Carter, un Audi, además ella conocía las placas, por si las dudas asomo la cabeza y dio un vistazo más detallado. La primera emoción que sintió la mujer fue miedo, su pecho parecía un tambor, su corazón acelerado temía que su esposo fuera por ella, pero solo con la intención, bueno, no sabía con qué intención. De lo que sí estaba segura era que aquel hombre no le creía y por ello solo entorpecería su búsqueda, y ella estaba convencida de que iba por buen camino, solo le quedaban dos niñas más por conocer. Su deseo
Sin una solicitud previamente llenada, así es como Samantha llegó a aquel edificio.El hombre que la atendió en recepción estaba ocupado firmando por la entrega de un repartidor.Al prestarle su total atención, Sam le platico la historia que antes había contado al vendedor de la calle, en ese instante sonó tan real.La repetición logró que hasta la mujer la fuera tomando por cierta, pero aquel sujeto poco podía hacer por ella, ya que ella no dio nombres.Justo cuando le diría que se retirará, de los ascensores salió una mujer de mediana edad que paso a toda prisa.—¡Vaya, vaya! Creo que hoy es su día de suerte —le dice el hombre.—¿Por qué?—Bueno, esa que va allá es del personal de uno de los habitantes, así que quizá pueda intentar obtener ese empleo. Permítame, dejé llamarles.Sam desvía su atención, para darle algo de espacio al hombre que le intentaba concertar una cita de trabajo.—La señora Rose dice que la espera, le deseo suerte, espero que usted pueda durar más que la que ac