Poder ayudar al prójimo, tarea que pocas personas toman en sus manos... El turno de noche se convirtió en el cobijo perfecto que la quietud les proporcionaba tanto a Sam como a la enfermera Beth, una mujer de casi medio siglo, quien con 25 años laborando en el sector salud estaba asqueada de los casos de negligencia.No obstante, lo que ambas se proponían ponía en riesgo el trabajo de aquella mujer de buen corazón y conciencia limpia.—Beth, en serio no te involucres de más, solo indícame el camino a seguir y yo lo hago, no me podría perdonar que por mi causa te veas implicada.Aquello reafirmo la convicción de la enfermera de ayudar a la pobre Sam, que seguramente terminaría con respuestas que poco llegarían a ser satisfactorias. Esa era su corazonada.Beth tuvo que pedir ciertos favores a sus compañeros para moverse de las guardias del área ginecológica, para adentrarse en obstetricia. Cosa que paso sin mayores aspavientos, pues era común pedir cambios cuando llegaban a la cúspide
Cinco posibilidades era lo que tenía Sam, pues además de su niña, el día de su nacimiento se contabilizaron once recién nacidos.Mientras tanto, Sam le insinuaba a su hija sobre la posibilidad de tener una hermanita, le cuestionaba, si le parecía buena idea, alimentaba su imaginación diciéndole que podría tener una compañera de juegos y lo maravilloso que eso sería.Para entonces el humor de Florence fluctuaba entre el presente y los recuerdos de su vida junto a su padre.Y cuando esto ocurría era cuando se generaba toda clase de conflictos.Sam se preguntaba si podía ser capaz de destrozar el corazón de su pequeña, porque eso pasaría tarde o temprano.Al contemplar la información, la joven madre optó por acudir con los padres que se encontraban más cercanos, hablando de distancias.Los Randall vivían en Berwyn, por las primeras búsquedas que realizo por medio de Go.ogle Ma.ps, Sam pudo constatar que era un barrio de clase media, ambos padres trabajaban, así que a su hija de nombre Ma
El último tesoro que Sam y Florence colectaron de la tienda de segunda mano fue su maleta y una caja, extrañamente la niña estaba de buen humor y se balanceaba de la mano de su madre dando unos brinquitos. Al doblar la esquina para llegar a su estudio, Sam se detuvo y jalo bruscamente a su hija, tomaron refugio inmediato tras los arbustos y la barda de la construcción más próxima. Delante del edificio donde tenía casi tres meses que vivián, estaba estacionado el auto de Carter, un Audi, además ella conocía las placas, por si las dudas asomo la cabeza y dio un vistazo más detallado. La primera emoción que sintió la mujer fue miedo, su pecho parecía un tambor, su corazón acelerado temía que su esposo fuera por ella, pero solo con la intención, bueno, no sabía con qué intención. De lo que sí estaba segura era que aquel hombre no le creía y por ello solo entorpecería su búsqueda, y ella estaba convencida de que iba por buen camino, solo le quedaban dos niñas más por conocer. Su deseo
Sin una solicitud previamente llenada, así es como Samantha llegó a aquel edificio.El hombre que la atendió en recepción estaba ocupado firmando por la entrega de un repartidor.Al prestarle su total atención, Sam le platico la historia que antes había contado al vendedor de la calle, en ese instante sonó tan real.La repetición logró que hasta la mujer la fuera tomando por cierta, pero aquel sujeto poco podía hacer por ella, ya que ella no dio nombres.Justo cuando le diría que se retirará, de los ascensores salió una mujer de mediana edad que paso a toda prisa.—¡Vaya, vaya! Creo que hoy es su día de suerte —le dice el hombre.—¿Por qué?—Bueno, esa que va allá es del personal de uno de los habitantes, así que quizá pueda intentar obtener ese empleo. Permítame, dejé llamarles.Sam desvía su atención, para darle algo de espacio al hombre que le intentaba concertar una cita de trabajo.—La señora Rose dice que la espera, le deseo suerte, espero que usted pueda durar más que la que ac
El señor Koch al llegar lo primero que hacía era escuchar un resumen de lo que Harper había realizado en su ausencia.Ese día fue algo raro e inusual, ya que le informaron que había comido de forma asombrosa.También Adele le entrego un currículum que a primera vista le confundió.De inmediato descarto que pudiera necesitar a una persona con aquellos estudios, al menos que su empleada la estuviera recomendando para un puesto en sus empresas.—¿Qué es esto?—El currículum de la nueva cocinera.El señor Koch quiso averiguar más, sin embargo, fue interrumpido por una llamada, así que Adele salió y le comunico a Samantha que le diera unos minutos, pues el señor estaba en una llamada.Sam se quedó cerca de la puerta que Adele no cerro del todo, así que pudo escuchar la llamada.—No es posible que me des problemas por esto. Por supuesto que debes reportarle a Jhons.Pausa.—Para mí lo que importan son los resultados y el mocoso como tú lo llamas tiene mejores números, así que no.Pausa.La
Tolerancia a la frustración era algo que le habían pedido como requisito a Samantha y era una descripción algo corta, ya que, a una semana de haber obtenido el empleo, todos los días era una batalla. Satisfacer el paladar de Harper era una tarea casi imposible, una sola personita le complicaba la existencia a Sam, había días que solo pensaba lo mal padres que debían ser con esa niña para no poder educarla. Debían poner límites y dejar de permitirle hacer su voluntad, además estaba la parte en la que ella ni siquiera había podido ver a aquella niña, por consiguiente, no tenía acceso para obtener muestras para realizar el análisis que requería. Y no por falta de intentos, simplemente ella no tenía permitido salir del espacio de la cocina y la primera planta. Lo siguiente era ser más amistosa con la señora Rose, así que aparte de cocinar y dejar todo en perfecto estado, se ofrecía a ayudar en otras áreas, con la ilusión de que le permitieran tener contacto con la niña. —Señora Rose,
Un día más, eso se decía Samantha, quien llevaba de la mano a Florence para dejarla con la señora Felman, cada que se marchaba para ir al trabajo, toda clase de pensamientos la agobiaban.El primero y el que más resonaba en su mente y que aplastaba su corazón era tener que abandonar a su pequeña Florence, que se estaba viendo afectada por la ausencia repentina de su padre y ahora de su madre.Al principio no lo resintió porque en la casa de la señora Felman encontró a tres compañeros de juegos, pero al pasar la novedad y ver que no era algo de uno o dos días, la señora Felman le comunico a su madre que veía desganada a la niña.Incluso, sugiriéndole que la llevará para que la revisara un médico, y unos días después lo descartarían porque la misma Florence declararía que estaba pensando que dentro de poco ya no vería a su mamá y que por ello estaba triste.Se cuestionaba cada vez más a menudo si todo lo que hacía sufrir a Florence valía la pena, ¿qué pasaría si no encontraba a su hija
El señor Koch no vuelve a hablar del incidente de la galleta, no se disculpó, pero tampoco despidió a la cocinera. Y cuando la señora Rose le pregunto al jefe, cómo debía proceder con respecto a Samantha y Harper, él simplemente le instruyo a dejarlas interactuar, siempre bajo supervisión. Samantha sentía que debía saber exactamente cuál era el padecimiento de Harper, porque entonces sabría donde investigar y quizá eso mejorara la forma en que ella se aproximaría a la niña sin provocar una reacción tan exacerbada. —Adele, no intento meterte en problemas, pero me parece que yo debería saber si la niña tiene alguna enfermedad, de esa forma yo puedo investigar, buscar asesoría para darle una mejor alimentación. Adele había visto demasiada gente ir y venir, y ninguno de ellos mostró interés real en la salud de la hija del jefe, cumplían con las órdenes, por lo que ver como aquella mujer no escatimaba esfuerzos y enfrentaba regaños de forma estoica, le dio esperanzas. Tal vez debería