3. Desasosiengo

Samantha

No importando mi estado, ya no era solo yo, así que me regañe y me puse de pie, fui al baño para lavar mi rostro.

Los pasos que me tomo llegar hasta la recámara de mi preciosa niña me mentalice para controlar mis emociones.

Escuchar su vocecita llamarme tan solo entrar, parcharon mi corazón dolido —¿qué has hecho? Espero que no le hayas dado problemas a la señora Amelia.

Con Florence entre mis brazos —Gracias Amelia, por cuidar de mi remolino.

Amelia me miro apenada y antes de salir se detuvo a darme unas palmaditas en la espalda —dime si necesitas algo. Ya le di de comer a la niña. ¿Te traiga algo de comer?

—Te lo agradezco, pero no tengo apetito.

Dos horas estuvimos entretenidas en la habitación, Florence jugando y yo interviniendo cuando así me lo requería, solo que con todo lo sucedido había olvidado las clases de la niña.

Por lo que en el momento que alguien vino a informarme de la llegada de la profesora, ya era demasiado tarde para reagendar la clase, así pues, la lleve a la biblioteca.

Yo me quedaba sentada en un rincón para no entorpecer la lección, allí en mi mesa estaban los libros que estaba leyendo, solo que hoy no era un buen momento para abrirlos, mi mente estaba en un caos infernal.

En un abrir y cerrar de ojos culmino la clase, que para Florence era entretenido y desafiante, ya que le enseñaban otros idiomas a través de divertidos juegos, como memorama y otros.

—Zài huì (hasta luego en chino) —se despidió Florence de su maestra.

Al ir a la cocina, porque solíamos tomar un refrigerio para recargar pilas, Florence salió corriendo, lo cual hacía tan solo ver a su padre, solo que esta vez mi corazón brinco en mi pecho, ya que no sabía cuál sería su reacción.

—¡Papi! wǒ ài nǐ (te quiero) —era lo usual, Florence le decía las nuevas palabras que aprendía.

Ver su entusiasmo y la poca recepción y reciprocidad que Carter mostró, me dejo un nudo en la garganta, más cuando ella seguía repitiendo la misma palabra y saltando alrededor de su padre.

—¿Qué haces allí parada? Ven por la niña y llévatela —ni siquiera se giró para verme, una lágrima se me salió y eso pareció molestarle, ya que a través de un espejo es que ambos vimos nuestros semblantes.

Me acerqué —ven Florence, veamos que preparamos para comer —debí tomarla de la mano y llevármela, pero no lo hice.

Florence tomo la mano de su padre —ven, ¿comemo?

Carter sacudió su mano, lo siguiente es que Florence estaba llorando, porque Carter la miro con una cara llena de enojo, cosa que ni yo podré sacar de mi mente.

—No llores, papá está ocupado y tiene prisa. —La alce y me alejé, pero aun así oí su risa, la cual no era alegre, me helo la sangre.

Me costó trabajo hacer que Florence dejara el llanto y distraer su mente sobre su padre, porque hizo preguntas de por qué lucia diferente.

Y para cuando nuestro sándwich estuvo listo, me di cuenta lo difícil que sería esto, ya que Florence pregunto dónde estaba el de su papá, desde que ella podía subir en su banco y ayudarme u observar en la cocina, siempre le guardaba algo a su padre.

Quien había mandado a enmarcar una galleta, la cual tenía una forma extraña, pero era preciada para él solo porque su hija se la había hecho, ese era la clase de padre que era Carter para ella. Y ahora, ahora qué pasaría.

Necesitaba hablar con él, porque sentía que con cada instante que no aclarábamos la situación todo se vislumbraba más y más desastroso.

Para cuando vi que Florence se había quedado dormida, cerré el libro y con cuidado me levanté para no despertarla.

Camine rumbo a las escaleras para ir a la planta baja y me dirigí a su estudio, mi corazón estaba acelerado, porque sabía a lo que me enfrentaría y no era algo placentero.

Tontamente, gire la manija, como si fuera a estar abierta, se había encerrado y ni siquiera había comido, ya que allí a un lado de la puerta estaba un carro de servicio con alimentos.

Toque a la puerta y no hubo respuesta, así que pegue mi oído para ver si escuchaba algo.

Lo intenté reiteradamente con la esperanza de poder hablar con él —necesitamos hablar —nada.

Más toquidos —Carter, ¡por favor! —la puerta se abrió y hubiera sido mejor que no.

Carter

Todo fue en cámara lenta desde que leí esos malditos resultados y ver la cara de la mujer que amo, ya no se sintió bien, la imagen que tenía de ella se había destruido.

Todas y cada una de las veces que mi madre y hermana dijeron que mi hija no guardaba parecido conmigo, me atormentaron, saltaron como demonios en mi mente, dejándome sin espíritu.

Todo giraba alrededor de que Sam me había traicionado.

Era como si mi amor por Florence se hubiera esfumado en un instante, y a pesar de que sabía que ella no tenía la culpa, su voz, su presencia y su insistencia eran algo que no podía soportar.

Y Sam con su expresión de aflicción me ponían cada vez más furioso, ¿desde cuándo estaría mintiendo?, ¿seguiría viendo al padre de Florence?

La sangre me hervía y con todo aquel malestar la cabeza me empezó a punzar, por lo que me encerré en el estudio para que no me molestaran.

Se supone que no se deben combinar los medicamentos con las bebidas alcohólicas, pero no tenía tiempo de sopesar esas pequeñeces, justo cuando mi mundo se iba a la m****a.

Al abrir la puerta por su m*****a terquedad de querer hablar, la vi sobresaltarse al verme.

—No, vuelvas, a, pronunciar, mi, nombre. —Lo dije casi rechinando los dientes, lo que antes era un deleite, ahora me irritaba de sobremanera.

—Hablemos, ¡por favor! —a pesar de todo, su súplica me desarmo y la deje pasar, pero la quería incomodar, así que azote la puerta.

Podía y quería escuchar cualquier cosa que dijera, pero no podía verla, así que le di la espalda.

—Algo debe estar mal, yo jamás te sería infiel —su voz temblaba.

—¿Te apegarás a que las pruebas están mal? —inquirí.

—Sí, eres al único hombre que he amado, no hay forma de que Florence no sea tu hija.

Sam se abalanzó y se abrazó a mi torso, su olor y su calor, por supuesto que ella era mía, mi lógica y mi conocimiento sobre ella me decían que aquellas palabras eran verdad.

Retire sus brazos y di unos pasos para alejarme —debo pensar. Vete.

Esa noche la pase despierto, imaginando situaciones diversas que explicaran los resultados.

Mi familia y en especial Alexia no eran muy fan de Samantha, pero todo cambio desde la llegada de la niña, es como si tuvieran mayor arsenal para atacar mi amor por Sam.

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