Era Danielle Rossi, pero, aun así, no dejaba de llevar la tierra en la sangre, ni el gusto por los más exquisitos vinos de su familia, en el alma y el corazón, así que para la joven italiana, renunciar a esa copa durante una buena comida, o mientras se relajaba tomando un baño, era algo que no estaba dispuesta a aceptar, y era la única muestra de la verdadera liquidez económica de la que disponía y podía delatarla, porque en los demás gastos era bastante discreta, por suerte, no se rodeaba de gente que supiera identificar el precio de las botellas de vino que adquiría y eso le ayudaba a seguir manteniendo el anonimato. Lejos de casa tenía todo lo que quería, y nadie la observaba o se preocupaba por quién era.
Danielle sonreía cada vez que descubría restos de pintura en su rostro o en sus manos que no había logrado sacar del todo después de su última clase o simplemente haber pintado alguna obra abstracta de pie frente a su caballete, estaba segura de que su madre se escandalizaría por no llevar las manos bien limpias ni estar perfecta como le habían educado para verse siempre, pero esa era parte de su libertad y le encantaba.Su única preocupación ahora era ser feliz, pintar y hacerse notar lo menos posible, así esos dos que la seguían mantendrían la distancia y su sueño de libertad no sería truncado. Porque a pesar de que había acordado con su padre que no habría guardaespaldas, era algo que Leandro no le permitiría y se hacían notar a medida que avanzaba.Leandro, cada vez que escapaba de ellos, los cambiaba por unos nuevos, unos que no fuera capaz de identificar, y ella hacía como que no se había percatado de sus presencias hasta que le resultaban demasiado molestos, pero esa tarde solo quería escapar de quienes la vigilaban y ser libre.Se desvió por un callejón y sonrió al darse cuenta de que los había despistado, extraño, nunca fue tan fácil, normalmente, había tenido que dar muchas más vueltas para conseguir perderlos de vista, pero por si acaso no pensaba arriesgarse y buscaría la forma más efectiva de que no la encontraran.Y es que hay días en los que una está colmada de suerte y, sin duda, era uno de esos días porque la escalera de incendios de uno de los edificios estaba echada, por lo que no dudó en subir por esta, disfrutaría de su carísima botella de 7000 $ en el tejado de aquel lugar sin que nadie la molestara, con la única compañía de la luna llena que coronaba e iluminaba el cielo de esa noche con su luz plateada.Se agarró al primer peldaño de la escalera y empezó a subir rápidamente, estaba de suerte, los molestos guardaespaldas parecía que no la seguían, pero no podía parar de subir o podían encontrarla en cualquier momento hasta que no estuviera arriba, no estaría segura de que los había despistado.Un despiste mientras subía, con el consecuente resbalón se habria convertido en su final, si no la hubiera detenido aquel brazo que le rodeo la cintura y tiro de ella entrándola por la ventana del edificio a una habitación.— ¿Pero en qué estás pensando? Debes tener más cuidado, ¿Acaso crees que una caída del cuarto piso no es nada?El corazón de Chiara estaba acelerado por la impresión, tanto que podía sentirlo golpeando su pecho con fuerza, se aferró al cuerpo de quién la acababa de salvar de una muy dura caída y levantó la vista para ver su rostro, todavía jadeante y con los labios entreabiertos, estaba tensa, pero se fue relajando poco a poco sin soltar su agarré.— Gracias...Murmuró cerca de la boca de su salvador y solo entonces, cuando se percató de que estaban tan cerca que podía sentir su aliento mezclarse con el de él, es que se apartó delicadamente para girarse y mirar por la ventana.— Sin duda, no lo habría contado si llego a caerme desde aquí, una pena con solo 19 años, jamás podría haber comprado un buen vino de forma legal en este país.—Explicó en perfecto inglés, pero un marcado acento italiano, se giró más calmada para sacar la botella que a pesar de todo había mantenido a salvo en la bolsa de cartón marrón y se la mostró.— Creo que debo agradecerle que me haya salvado la vida compartiendo mi botín con usted.Ella era realmente muy interesante, así que no estaba equivocado, la joven era alguien de su círculo social, no solo por su gusto por esa singular bebida, sino por la manera que tenía de moverse y conducirse ante alguien como él. Cualquier persona normal se hubiera deshecho en mil y una excusas, pero ella únicamente parecía aliviada, por qué él estuviera justo en el momento preciso, es más, ni siquiera estaba asustada ante la idea de caer de 4 pisos, aunque no fuera una caída mortal, existía la posibilidad de que pudiera salir gravemente lesionada; sin embargo, su preocupación era por su botín.— Así que me agradecerás compartiendo de tu botín. Me parece perfecto...— No es un botín cualquiera, espero que tenga unas buenas copas de...Iba a seguir hablando, sin embargo, el sonido de la puerta abriéndose del cuarto donde se encontraba, obligó a Enrico a llevar la mano derecha hasta los labios de la joven, empujándola hacia la pared atrás de unas hojas de una de las macetas de helechos que servían como decoración del balcón, haciendo que ella se estremeciera por su cercanía, era un hombre mayor, posiblemente de la edad de su padre, sin embargo, ese simple contacto había vuelto que su corazón se volviera loco de nuevo, justo como minutos atrás.Sin darse cuenta, él se pegó demasiado al cuerpo de joven, manteniendo la mano en su delicada boca mientras El azul celeste de los ojos de él quedó fijo en el verde claro de ella, podía observar limpieza e inocencia en su mirada, algo que jamás había visto en los ojos de nadie que lo rodeara.— Enrico...La voz de Melanie se dejó escuchar por el lugar por unos momentos en los que asomó la mitad de su cuerpo a través de la puerta buscándolo. Ni siquiera tenía la necesidad de esconderse, pero era lo que hacía, porque no quería que nadie interrumpiera el encuentro con aquella joven.Una vez, la puerta se cerró, sacó la mano, de su boca y, solo así, fue que Enrico se dio cuenta de que prácticamente estaba sobre ella.— Lo siento...— no sabía cómo explicarse, algo que era imposible de ver en alguien como él tan seguro de sí mismo.— Está bien, no importa...— ella le dedicó una sonrisa sincera en cuanto se alejó, pensando en quién sería esa mujer y porque le huía, pero por alguna razón a Danielle le gustó que así fuera.— Mira, sé que sonará raro, pero dado que nada desde nuestro encuentro es normal, porque no me devuelves el favor saliendo de aquí.—Hasta el mismo se sorprendió por las palabras que acaba de decir.Él, Enrico Dumas proponiendo escapar de la su fiesta de compromiso, sin duda algo estaba realmente mal, pero no se iba a poner a pensar en eso, si volvía dentro lo más seguro es que sufriera un infarto, algo que no estaba dispuesto a sufrir.— ¿Me ayuda a escapar, señorita?Ella caminó hasta el mueble bar de la habitación y tomó un par de copas poniéndolas en la bolsa con delicadeza, luego lo observó de arriba a abajo y negó.— ¿Está seguro que a su edad será capaz de subir por esa escalera?Y sin decir nada más caminó hasta la ventana y salió por esta vigilando muy bien de poner los pies en los peldaños correctos de la escalera para no volver a resbalar.Enrico casi suelta una gran carcajada al escuchar como esa joven desvergonzada y confiada insinuaba que era viejo. Debía admitir que ella tenía un buen punto, su apariencia lo hacía lucir más grande de lo que era, como mínimo dos años más de la edad que realmente tenía.— Parece que debo recordarle que a pesar de mi edad y apariencia, no era yo quien estuvo a punto de caer de cuatro pisos.Desde fuera, la chica, asomó por la ventana de la habitación, no pensaba debatir eso porque sabía que sin duda tenía razón, además, tal vez si se veía mayor, pero era el hombre más atractivo que había tenido delante n
«¿Quién es ella? ¿Y qué diablos hacía subiendo una escalera de servicios?»— ¿Enrico? — la voz de Melanie lo sacó de sus divagaciones sobre la identidad y procedencia de la extraña, pero bella joven de la azotea, a la cual curiosamente se atrevió a nombrar "mariposa azul".— ¿Sí, qué pasa?— ¿Me preguntas eso a mí? ¿Qué es lo que te pasa a ti?— ¿A mí? No me pasa nada.— ¿Qué no te pasa nada? Dime, ¿Es normal para ti dejar…? — la mujer se aclaró la garganta antes de proseguir — ¿Dejarme a mí, tu prometida, tirada con todos esos invitados?Pese a que la complejidad de alguno de sus negocios amenazaba con robarle la paz a menudo, Enrico se consideraba un hombre paciente; sin embargo, Melanie, la futura señora Dumas, estaba logrando alterarlo.Tal vez, por su naturaleza pacifista, es que odiaba alterarse y mostrar esa parte de su personalidad con personas cercanas a él. Sobre todo si esa persona era su futura esposa, sin embargo, Melanie, no se lo ponía fácil con sus incesantes reclamos
¿Cuánto iban a tardar las cajas de vino que su padre prometió mandar desde Italia?Estaba malhumorada, al final se dejó la botella que le había costado tanto conseguir en aquella azotea. Sin duda, esa era la única razón para que siguiera pensando en lo sucedido, ni el recuerdo de aquel hombre, ni la forma en como la sostuvo contra su cuerpo mientras le daba el mejor beso de su vida, tenían nada que ver.— Podría ser tu padre…Le dijo a su propio reflejo en el espejo de la entrada poco antes de abrir la puerta para salir en busca de una nueva botella de vino con la que, está vez sí, ahogar en alcohol el recuerdo de un hombre que parecía haber decidido arraigar en su mente, maldito condenado ¿Por qué seguía pensando en él y no podía quitárselo de la cabeza por mucho que lo intentara? — Sí que eres rápida — Adrien reía al otro lado de la puerta que Chiara acababa de abrir encontrándolo a punto de llamar al timbre. —¿Me has olido o solo interrumpo tu salida?El chico ni siquiera esperó a
Gregory jamás había visto a su padre sonreír, era como ver delante de él a alguien completamente distinto, y desconocido para él. — Padre, creí que… Enrico lo vio titubear dejando la frase inconclusa. — ¿Qué estaría molesto? — Sí, creí que estarías molesto conmigo. —¿Por qué lo estaría? — Porque habíamos peleado, además no vine a tiempo para tu fiesta de compromiso con la señorita Salvatore. Enrico camino hasta su hijo colocando las manos sobre sus hombros. Agradeciéndole de esa manera por no haber asistido a la dichosa fiesta, porque de haber estado él no se hubiera escabullido de la manera en que lo hizo. — Pero ya estás aquí y eso significa que has pensado en seguir mis indicaciones con respecto a la joven Marchetti. — Sí. Acepto comprometerme con ella, he hablado con su padre y pronto nos conoceremos. — ¿Has venido hasta aquí solo para decirme eso? — No, he venido aquí a conocerla. — ¿Ella está aquí? — Si, según su padre, vino de vacaciones por un tiempo. — Supongo q
Ya era muy tarde cuando Adrien decidió marcharse y, a pesar de lo emocionante de la historia de como su no novio lo había hecho, esconderse en el baño de un restaurante para que no los vieran salir juntos, de allí un cliente muy importante del bufete, ella no había podido dejar de pensar en aquel hombre ni un solo instante.Se había imaginado cada escena que su amigo relataba, el sexo rápido en el baño por no poder aguantarse las ganas, la adrenalina recorriéndole el cuerpo cuando aquel hombre le pidiera que fuera discreta para que no los encontrarán, como cuando le cubrió la boca con la mano en el momento que esa mujer fue a buscarlo. ¿Y si era su novia? ¿O tal vez su esposa? Si, ese hombre tenía edad suficiente como para tener esposa, novia y amante. Y el aspecto como para tener unas cuantas más esperando su turno. Ella ni siquiera debería estar pensando en él, ni mucho menos viéndose de ese modo en las escenas que vivió Adrien.Se llevó dos dedos a los labios acariciándoselos con
La zona VIP de una de las discotecas más famosas de nueva York fue reservada por entero para Gregory Dumas y sus amigos, el alcohol corría como el agua, junto a alguna que otra sustancia no tan legal abarrotando las mesas altas de los rincones, donde cada cierto tiempo Gregory se acercaba a reponer energía y así poder aguantar el ritmo que, sin duda, llevaría toda la noche.Era más que obvio el que Gregory disfrutaría del tiempo que le quedaba de soltero, justo cuatro años era lo que le había dicho su futuro suegro que tendrá que esperar, a su prometida era una chica lista, que al igual que él, tenía pocas ganas de comprometerse, eso le quedaba más que claro cuando le había pedido ese plazo a su progenitor para aceptar el matrimonio. Lo único que deseaba y esperaba de manera enfermiza era que, al menos la hija del socio de su padre, hubiera heredado parte de la belleza de la señora Marchetti, quién a sus cuarenta años seguía siendo la mujer más hermosa que hubiera visto en su vida.De
Al joven heredero Dumas le encantaba la entrega que su amante le demostraba en ese momento, sobre todo al ver como se retorcía para buscarlo en cada nuevo embiste, le excitaba la forma en la que se arqueaba su espalda, alzando su hermoso trasero y pidiendo más, escucharla gemir a causa del placer que él le daba, el olor y el sabor de su piel que no dudaba en morder, besar y saborear. Por lo que no dudó en inclinarse más sobre ella y morderle el cuello y el hombro mientras sus caderas no paraban de reclamar todo de ella.— Te castigaré por ir sin bragas, sin mi permiso, sabes que no puedes hacerlo, me perteneces …El hombre aminoró el ritmo de sus movimientos solo para desabrochar y quitarse la camisa rápidamente, luego se llevó las manos al pantalón para sacar el cinturón de las presillas de sus pantalones.— Las manos sobre la cabeza. — le exigió por alguna extraña razón, jamás dejaba que sus amantes lo tocaran, él debía tener el control absoluto de
— ¿No es este tu futuro hijo?Melanie tomó con recelo el iPad ofrecido por unas de las amigas de su madre.— ¿No crees que Enrico es demasiado permisivo con el chico? No lo sé Melanie, yo, que tú me apresuraba a tener pronto un hijo y hacer que Enrico deje de lado a este, sería una manera de evitar que toda la fortuna de tu marido cayera en sus manos y de protegerte.Melanie no dijo nada a la vieja cacatúa chismosa, solo se levantó de la mesa donde se encontraba con ella y otro par de amigas de su madre conversando. Ni siquiera se disculpó, no había necesidad, las muy malditas hablarían de ella, así ella se disculpara por levantarse tan abruptamente de la mesa e irse.La rabia, la carcomía, se sentía humillada de alguna manera y todo era culpa del hijo de Enrico. Pero eso acabaría, ella le exigiría a su futuro marido que controlara a su hijo, o mejor aún, haría que lo repudiara. Si era la mejor decisión que podía tomar, no solo por su bien, sino t