— ¿No es este tu futuro hijo?
Melanie tomó con recelo el iPad ofrecido por unas de las amigas de su madre.— ¿No crees que Enrico es demasiado permisivo con el chico? No lo sé Melanie, yo, que tú me apresuraba a tener pronto un hijo y hacer que Enrico deje de lado a este, sería una manera de evitar que toda la fortuna de tu marido cayera en sus manos y de protegerte.Melanie no dijo nada a la vieja cacatúa chismosa, solo se levantó de la mesa donde se encontraba con ella y otro par de amigas de su madre conversando. Ni siquiera se disculpó, no había necesidad, las muy malditas hablarían de ella, así ella se disculpara por levantarse tan abruptamente de la mesa e irse.La rabia, la carcomía, se sentía humillada de alguna manera y todo era culpa del hijo de Enrico. Pero eso acabaría, ella le exigiría a su futuro marido que controlara a su hijo, o mejor aún, haría que lo repudiara. Si era la mejor decisión que podía tomar, no solo por su bien, sino tCuando la italiana entraba en la clase de historia del arte, no podía más que escuchar la voz del profesor y perderse en sus explicaciones. De algún modo entendía por qué a su amiga le gustaba aquel hombre, aunque hasta ese día había estado debatiéndose las mil y una razones por las que no debería fijarse en él, empezando por su diferencia de edad de al menos veinte años y terminando por lo inadecuado de fijarse en un profesor, pero en ese instante le era completamente imposible creerse cada cosa que le había estado diciendo. Porque ella misma se sentía idiotamente atraída por un hombre que, mínimo, podría ser su padre, anclada en el recuerdo del beso de una noche, y un regalo en forma de mariposa.¿Cómo podía ahora criticar la forma en que Arlene buscaba al profesor Brennan con la mirada y este evitaba corresponderle, pero a veces le era completamente imposible ignorarla? ¿Que si se había dado cuenta? Cuando ese hombre la veía, a veces incluso dejaba de hablar por unos segundos, a ve
Danielle pensó que aún era pronto y distraerse no le venía mal, todavía no había comido y tenía una larga tarde y noche para seguir ahogándose en el recuerdo de aquel hombre que la salvó de una fatal caída.— ¿Qué te parece si almorzamos hoy? Uno no sabe qué puede pasar el día de mañana.—Se llevó una mano al cabello peinándose ligeramente con los dedos mientras observaba al chico para no perderse su expresión.— Yo invito, es lo mínimo que puedo hacer por el favor que me hiciste.—Levantó levemente la bolsa con la botella y luego extendió la mano para estrecharla de forma amigable. -- Soy Danielle un gusto.Si realmente era encantadora pensó Gregory quien fingió meditar un poco las palabras de la joven frente a él, lo suficiente pero tampoco tanto como para darle la impresión de que no aceptaría, tras ese breve tiempo amplió su sonrisa llevando su mano diestra hacia enfrente.—No puedo negarme ante un alegato tan contundente, puede invitarme a almorzar—Era una manera de conocer a su f
La dependienta que los recibió no pudo disimular el desagrado al examinar de arriba a abajo, sin duda estaba pensando que ella se veía demasiado corriente para estar allí, Danielle se aguantó la risa al notar como la mujer observa con cierto, rechazó las manchas de pintura que tenía en la camiseta y luego la de pintura azul que manchaba el muslo derecho, que quedaba a la vista con sus pantalones cortos. Pero la expresión de la dependienta cambió cuando vio a su acompañante, al cual no tardó en saludar.— Bien venido señor Du...— Durán... — contestó rápidamente el chico interrumpiendo a la mujer, la cual no tardó en girarse hacía ella y, ahora sí, atenderla con una actitud muy distinta a la del principio, sin duda Gregory gastaba mucho dinero allí.— Puedo ayudarla señorita.— ¿Así que no tienes una novia, sino varias, verdad?—se burló Danielle y luego se dirigió a la dependienta. -- Tranquila, sé perfectamente lo que quiero.—Aseguró caminando en dirección a los vestidos de cóctel sin
Al ver el restaurante Gregory, se dio cuenta de que era el mismo restaurante que él frecuentaba asiduamente cada que estaba en Estados Unidos.— No creo que haya problemas. Probemos y si no hay lugar podremos encontrar otro lugar.Llevó su mano izquierda hasta donde se encontraba posada la mano de la joven en su brazo derecho dándole una pequeña palmadita.Por supuesto que encontrarán una mesa, lo que no sabía era cómo evitar que el maitre no mencionara su apellido, tendría que hacer uso de gesto en espera que este se diera cuenta de que no podría llamarlo por su nombre.Él abrió la puerta a Danielle una vez llegaron dejándola pasar, aprovechando eso busco con la mirada al maitre y le movió la cabeza y las manos en señal que no actuará como si lo conociera el hombre le sonrió a ambos tratando de entender qué le pasaba a uno de sus clientes más distinguidos.Mientras tanto le sonrió a la joven una vez volteo a verlo y adelantarse a hablar, dejando que ella pidiera una mesa; el maitre s
En la boutique se cercioró de ser él quién pagará; aun así, la dependienta le dio un recibo con su nombre, claro todo era para que no lo descubriera, podía mentir en todo menos en el nombre que saldría en la factura.Ambos parecían estudiarse mientras esperaban que el maitre les sirviera la copa de vino.— Supongo que estás siendo precavida al ser yo, alguien que no conoces, está bien.—A la mesa llegaron los platillos que acompañarán al vino y que ellos habían elegido.— La comprendo; aun así, me gustaría volver a charlar con usted y llegar a ser amigos. Claro, si me lo permite.Ella esperó a que el camarero les llenará las copas y luego se marchara para hablar — Sobre mi edad, ¿Sobre qué más?— Contestó divertida, sus ojos brillaban con picardía, recordaba a una niña que sabe que está haciendo una travesura. — ¿No te importa? Me refiero a mi edad, aunque no mucho más si se te ve más mayor que yo.—Bebió un sorbo de vino y luego dejó una copa sobre la mesa para observar la comida.— Bu
Ella esperaba que no. Tras toser un poco y beber otra copa de vino Danielle de la cava, Marchetti se recompuso.— No, ¿por qué mentiría? No es como si hubiera necesidad de esconder quiénes somos, lo que me sorprende es lo que dijo, parece que no conoce a su prometido, el cual si es así como dice me parece un hombre lamentable por no saber apreciar la belleza de prometida que tiene.— Bueno, en realidad no es mi prometido todavía, al menos no de forma oficial, así que ni siquiera lo conozco, creo que lo vi un par de veces cuando era pequeña, pero ni lo recuerdo. —Explicó ella haciéndole una señal al camarero que llevaba el carrito de postres para que se acercara.— Verá lo pregunto porque él se llama como ...— negó, era mejor no contárselo, eran una familia muy conocida en Italia y entonces podía adivinar perfectamente quién era ella y que le había mentido con su identidad. Por suerte el carrito de postres llegó en el momento justo.Pese a que no le dijo su nombre, Gregory estaba segur
— Ahhh joder más…— El rostro del masajista de Amanda estaba hundido entre sus largas y perfectas piernas de modelo, pegado a su sexo mientras ella se arqueaba ligeramente en la camilla de masajes en busca de más de esa lengua, agarrándole el cabello para que no se separara de su mientras le daba placer.—No pares, sigue, justo ahí — Exigió emitiendo un fuerte gemido en el instante en que dos dedos la penetraron presionando hacia arriba a medida que entraban en ella, encontrando el punto justo donde sentía más placer mientras no paraba de estimularle el clítoris con la lengua, de comerle el coño con una maestría que pocos hombres tenían.Los movía rápido, tal y como a ella le gustaba, sin dejar de prestarle atención a su clítoris, de succionarlo con hambre y es que ese chico podía hacer que se deshiciera en sus propios jugos en apenas unos minutos en los que ya estaba sintiendo como explotaría, como el placer se acumulaba tan intenso en su bajo vientre que no podía aguantar más.— Ahhh
El día se le hizo demasiado lento y tortuoso para la impaciencia que tenía por descubrir si la bella mariposa azul de la azotea había vuelto al lugar y encontrado su regalo.Bien podría mandar a uno de sus hombres a investigar sobre ella, pero entonces el juego, el misticismo que rodeaba ese encuentro perdería su encanto.— Señorita Salvatore… El señor Dumas — sus recientes reflexiones sobre la joven misteriosa fueron interrumpidos por la voz de su futura esposa.Melanie se abrió paso a través de su secretaria, abriendo de golpe la puerta de su oficina. Enrico apenas y levantó la vista de sus papeles.— Melanie, veo que simplemente tu padre no te educó bien. Primero irrumpes en mi casa, luego en mi oficina.— Señor yo…— Lo sé, puedes retirarte — su secretaria llegó rápidamente colocándose a un lado de la señorita Salvatore, una vez recibió la orden de su jefe se inclinó levemente hacia él, cerrando la puerta al salir y dejarlos solos, — Si tuvieras la decencia de contestar mis llama