Gregory podía notar a Chiara extraña, era como si su mente no estuviera ahí con él, eso solo hacía que él empezará a sentir celos y a preguntarse si se debía a su padre, más no dijo más no dijo nada, todo lo contrario, sonrió levemente a Chiara a quien atrapó su mano con la suya mientras caminaban hacia donde se encontraba su amiga y un hombre conversando, llegando justo cuando explicaba uno de los cuadros. — Este cuadro lo pintó uno de mis primeros alumnos.— explicó Brennan quien mantenía una distancia prudencial con Arlene, debía de mantener las apariencias, escondidos entre los invitados, estaban muchos de los antiguos alumnos de Brennan, sin contar colegas profesores de su departamento, así que era necesario o mejor dicho imperativo ocultar la relación que había entre la señorita Arlene y él, por lo que agradeció la aparición de la señorita Rossi y la de su acompañante junto a ellos.— Arlene, profesor Brennan, le presentó a ...— iba a decir prometido y aunque sabía que Gregory l
No existía sonido más relajante para Enrico Dumas que el que producía un piano, mientras sus dedos largos y delicados se deslizaban suavemente por cada una de las teclas, encontrando la melodía perfecta que calmara su alma, dios sabía cuánto la necesitaba en esos momentos.— Mi padre está en el salón — Gregory, el único hijo de Enrico, irrumpió sin previo aviso esa mañana en la mansión. El joven cumpliría próximamente los veinticuatro años. Justo en ese instante estaba en la universidad estudiando administración de empresas, finanzas y todo aquello que le hiciese digno sucesor de Enrico Dumas y así convertirse en el futuro dueño de todo aquello que una vez le perteneció; era un hijo obediente, jamás se había rebelado a los designios su padre, hasta ahora.— Si, pero su padre está…— Matilde, la vieja Nana del joven, trató de frenarlo, era sabido que cuando el señor Dumas se encerraba en el salón a tocar su piano nadie debía de molestarlo.Enrico deslizaba rápidamente los dedos sobre la
Todo era igual en ese tipo de reuniones, gente sonriendo, levantando sus copas, fingiendo que no buscaban la manera de llevar a la ruina a la persona que estaba enfrente de ellos.— ¿Enrico aquí estás? — Melanie Salvatore apareció vestida de manera despampanante, con un vestido de cóctel negro que se ceñía a su cuerpo a la perfección, haciendo que sus curvas fueran aún más prominentes a la vista. Sin embargo, pese a la belleza de su futura prometida, no sentía nada por ella, ni siquiera deseo, lo que contrastaba con la mirada lujuriosa de la mayoría de hombres que en ese momento se encontraban en la habitación. Enrico la encontraba demasiado superficial, aunque claro, no esperaría más de alguien criada para ser una esposa trofeo.— Mi padre quiere hablar contigo.— Entonces vayamos, no lo hagamos esperar.La trivial charla, los chistes sobre política y las pequeñas pullas por ver quién tenía más grande la cartera, seguidos de la invitación a fumar puros junto al imprescindible Whisky
Era Danielle Rossi, pero, aun así, no dejaba de llevar la tierra en la sangre, ni el gusto por los más exquisitos vinos de su familia, en el alma y el corazón, así que para la joven italiana, renunciar a esa copa durante una buena comida, o mientras se relajaba tomando un baño, era algo que no estaba dispuesta a aceptar, y era la única muestra de la verdadera liquidez económica de la que disponía y podía delatarla, porque en los demás gastos era bastante discreta, por suerte, no se rodeaba de gente que supiera identificar el precio de las botellas de vino que adquiría y eso le ayudaba a seguir manteniendo el anonimato. Lejos de casa tenía todo lo que quería, y nadie la observaba o se preocupaba por quién era.Danielle sonreía cada vez que descubría restos de pintura en su rostro o en sus manos que no había logrado sacar del todo después de su última clase o simplemente haber pintado alguna obra abstracta de pie frente a su caballete, estaba segura de que su madre se escandalizaría por
Ella caminó hasta el mueble bar de la habitación y tomó un par de copas poniéndolas en la bolsa con delicadeza, luego lo observó de arriba a abajo y negó.— ¿Está seguro que a su edad será capaz de subir por esa escalera?Y sin decir nada más caminó hasta la ventana y salió por esta vigilando muy bien de poner los pies en los peldaños correctos de la escalera para no volver a resbalar.Enrico casi suelta una gran carcajada al escuchar como esa joven desvergonzada y confiada insinuaba que era viejo. Debía admitir que ella tenía un buen punto, su apariencia lo hacía lucir más grande de lo que era, como mínimo dos años más de la edad que realmente tenía.— Parece que debo recordarle que a pesar de mi edad y apariencia, no era yo quien estuvo a punto de caer de cuatro pisos.Desde fuera, la chica, asomó por la ventana de la habitación, no pensaba debatir eso porque sabía que sin duda tenía razón, además, tal vez si se veía mayor, pero era el hombre más atractivo que había tenido delante n
«¿Quién es ella? ¿Y qué diablos hacía subiendo una escalera de servicios?»— ¿Enrico? — la voz de Melanie lo sacó de sus divagaciones sobre la identidad y procedencia de la extraña, pero bella joven de la azotea, a la cual curiosamente se atrevió a nombrar "mariposa azul".— ¿Sí, qué pasa?— ¿Me preguntas eso a mí? ¿Qué es lo que te pasa a ti?— ¿A mí? No me pasa nada.— ¿Qué no te pasa nada? Dime, ¿Es normal para ti dejar…? — la mujer se aclaró la garganta antes de proseguir — ¿Dejarme a mí, tu prometida, tirada con todos esos invitados?Pese a que la complejidad de alguno de sus negocios amenazaba con robarle la paz a menudo, Enrico se consideraba un hombre paciente; sin embargo, Melanie, la futura señora Dumas, estaba logrando alterarlo.Tal vez, por su naturaleza pacifista, es que odiaba alterarse y mostrar esa parte de su personalidad con personas cercanas a él. Sobre todo si esa persona era su futura esposa, sin embargo, Melanie, no se lo ponía fácil con sus incesantes reclamos
¿Cuánto iban a tardar las cajas de vino que su padre prometió mandar desde Italia?Estaba malhumorada, al final se dejó la botella que le había costado tanto conseguir en aquella azotea. Sin duda, esa era la única razón para que siguiera pensando en lo sucedido, ni el recuerdo de aquel hombre, ni la forma en como la sostuvo contra su cuerpo mientras le daba el mejor beso de su vida, tenían nada que ver.— Podría ser tu padre…Le dijo a su propio reflejo en el espejo de la entrada poco antes de abrir la puerta para salir en busca de una nueva botella de vino con la que, está vez sí, ahogar en alcohol el recuerdo de un hombre que parecía haber decidido arraigar en su mente, maldito condenado ¿Por qué seguía pensando en él y no podía quitárselo de la cabeza por mucho que lo intentara? — Sí que eres rápida — Adrien reía al otro lado de la puerta que Chiara acababa de abrir encontrándolo a punto de llamar al timbre. —¿Me has olido o solo interrumpo tu salida?El chico ni siquiera esperó a
Gregory jamás había visto a su padre sonreír, era como ver delante de él a alguien completamente distinto, y desconocido para él. — Padre, creí que… Enrico lo vio titubear dejando la frase inconclusa. — ¿Qué estaría molesto? — Sí, creí que estarías molesto conmigo. —¿Por qué lo estaría? — Porque habíamos peleado, además no vine a tiempo para tu fiesta de compromiso con la señorita Salvatore. Enrico camino hasta su hijo colocando las manos sobre sus hombros. Agradeciéndole de esa manera por no haber asistido a la dichosa fiesta, porque de haber estado él no se hubiera escabullido de la manera en que lo hizo. — Pero ya estás aquí y eso significa que has pensado en seguir mis indicaciones con respecto a la joven Marchetti. — Sí. Acepto comprometerme con ella, he hablado con su padre y pronto nos conoceremos. — ¿Has venido hasta aquí solo para decirme eso? — No, he venido aquí a conocerla. — ¿Ella está aquí? — Si, según su padre, vino de vacaciones por un tiempo. — Supongo q