Todo era igual en ese tipo de reuniones, gente sonriendo, levantando sus copas, fingiendo que no buscaban la manera de llevar a la ruina a la persona que estaba enfrente de ellos.
— ¿Enrico aquí estás? — Melanie Salvatore apareció vestida de manera despampanante, con un vestido de cóctel negro que se ceñía a su cuerpo a la perfección, haciendo que sus curvas fueran aún más prominentes a la vista. Sin embargo, pese a la belleza de su futura prometida, no sentía nada por ella, ni siquiera deseo, lo que contrastaba con la mirada lujuriosa de la mayoría de hombres que en ese momento se encontraban en la habitación. Enrico la encontraba demasiado superficial, aunque claro, no esperaría más de alguien criada para ser una esposa trofeo.— Mi padre quiere hablar contigo.— Entonces vayamos, no lo hagamos esperar.La trivial charla, los chistes sobre política y las pequeñas pullas por ver quién tenía más grande la cartera, seguidos de la invitación a fumar puros junto al imprescindible Whisky o coñac, tenían a Dumas por primera vez hastiado, sentía que le faltaba aire. Las risas tanto del padre como de la joven empezaban a marearlo, necesitaba salir de allí a toda prisa.— ¿Querido te sientes mal?Enrico no contestó, simplemente le hizo un gesto con la mano para que no se acercará, levantando su mirada hacia el hombre frente a él.— Si me disculpan.Ni siquiera dijo si se ausentaría solamente caminó lejos de ellos, lejos de todos, saliendo de la recepción donde se encontraba hacía un pequeño balcón, aflojándose por completo la corbata, antes de sujetarse con fuerza del barandal de hierro forjado que impedía que alguien se cayera al acercarse, curiosamente a un lado se encontraba una pequeña escalera de servicio. Enrico soltó una carcajada al percatarse de ese error arquitectónico o tal vez el encargado de la construcción del hotel tenía familiares a quienes les beneficiaría una manera muy conveniente para acceder a las habitaciones superiores como en la que en esos momentos se encontraba.Al fin logro controlarse y volver a ser él mismo, estaba a punto de marcharse cuando su mirada se quedó fija en una escena peculiar que se desarrollaba a unos metros debajo de él sobre la calle, una joven siendo perseguida por un par de hombres, estos no parecían ser hampones o secuestradores cualquiera, tampoco la joven parecía ser alguien común, con los años Enrico podía distinguir a las personas nacidas entre la opulencia, de entre las "personas normales". Tras unos breves segundos y sin pensar muy bien el porqué intervenir, llamo a su jefe de seguridad y le dio algunas indicaciones.Sus órdenes fueron cumplidas al pie de la letra, eso lo sabía, sin embargo, su mirada seguía atento a la mujer que ahora caminaba más confiada al darse cuenta de que ya no era seguida por los dos escoltas, había algo en esa mujer que le hacía imposible dejar de observarla, era tan diferente a su prometida, en su vida Enrico había conocido infinidad de mujeres, pero ninguna le había causado tanta curiosidad como esa mujer, era tanta su fascinación que no dudó en caminar por el balcón tratando de ver a donde se dirigía, notando cómo se subía convenientemente en la escalera que momentos antes había descubierto.— ¿Dónde vas pequeña mariposa? — murmuró de pronto Enrico, sorprendiéndose a sí mismo ante la forma que él le había nombrado.Se alejó del campo de visión de la joven para seguir observándola sin ser descubierto, si entre más podía apreciar a la joven no solo se dio cuenta de su belleza suave y sutil, no tan escandalosa como la de Melanie, pero no por eso dejaba de ser deslumbrante, justo como la de una mariposa saliendo de su crisálida. No estaba en sus planes darse a notar hasta que la joven llegará al balcón, sin embargo, justo antes de hacerlo, ella resbaló y no dudo en socorrerla.— ¿Pero en qué estás pensando? Debes tener más cuidado, ¿Acaso crees que una caída del cuarto piso no es nada? *************Era extraño estar en un país en el que a sus 19 años podía ser lo suficientemente mayor para cuidar de sí misma, pero no para comprar alcohol, una de las cosas que más le había costado aceptar de vivir en los Estados Unidos era tener que adquirir una botella de vino de contrabando, como el que consume alguna droga ilegal, y tampoco se iba a conformar con un vino cualquiera, porque si había algo que Chiara tenía claro es que su paladar se merecía lo mejor y no podía deshonrar su linaje mancillando su garganta con un brebaje cualquiera.Toda su vida giraba alrededor del vino, procedía de una de las familias más ricas de Italia, dedicados a la elaboración de aquel licor, incluso, una de las variedades que los Marchetti comercializaban, en este caso de vino blanco, había sido creada en su honor, un frizzante joven al que su padre nombró Danielle por su segundo nombre, una nueva creación lanzada en honor a su nacimiento, afrutado y con cierto regusto a manzana.Criada entre viñedos y con la mejor educación que el dinero podía pagar en la Toscana Italiana, Chiara creció feliz y llena de atenciones, fue una niña ejemplar de calificaciones sobresalientes, una fantástica pianista y excelente en el conocimiento del protocolo que cualquier señorita de alta cuna debería tener, agraciada físicamente y con una agradable y ocurrente conversación, era la hija perfecta, única heredera del imperio que sus padres habían cosechado juntos al unirse dos de las cavas de vino más importantes del país con su matrimonio, para convertirse en las famosas bodegas Marchetti.Poco nadie esperaba, en especial Leandro Marchetti, el padre de Chiara, que su hija en lugar de estudiar empresariales decidiera mandar una solicitud de ingreso a la universidad de Bellas artes de Nueva York, ni siquiera habia elegido una rebombrado universidad y si queria estudiar arte en Italia habia universidades perfectas para ello.Aunque no fuera un secreto lo mucho que a la joven le apasionaba la pintura y como se abstraía al plasmar sus ideas, los paisajes, o tan solo la simple frustración con los colores sobre un lienzo en blanco, nadie hubiera imaginado que el único deseo de Danielle fuera experimentar la normalidad, lo que era poder pasear sola por la calle, o vivir en un lugar donde nadie supiera quién era, ni tuviera guardaespaldas escoltándola a todos lados.— Pero no puedo permitir que pases cuatro años lejos de casa — Negó rotundo Leandro cuando su hija le mostró la carta de aceptación de la universidad a la que deseaba acudir — Me niego a tenerte al otro lado del mundo y no saber que haces por allí.— Haré lo que quieras— Aseguró Chiara intentando convencer a su padre— ¿Querías que me comprometiera con aquel hijo de tu socio, no?— suspiró observándolo con los ojos grandes y brillantes, el semblante algo decaído, esa carita a la que su padre no podía negarle nada, pero en ese momento sabía que solamente había una forma de que accediera —Acepto, cuando termine la universidad, después de esos cuatro años, volveré a casa y me casaré con él, incluso me prometeré antes si quieres, pero solo si puedo vivir esos años como yo quiero.Leandro la observó pensativo, aquella alianza era muy buena y aseguraba su posición en los negocios no tan legales que tapaba y blanqueaba con las finanzas de las bodegas.— Está bien, pasarás las vacaciones de verano y las navidades en casa y si en algún momento requerimos que regreses lo harás sin rechistar— Él no estaba dispuesto a ceder y Chiara sabía que era mucho más de lo que había esperado en un principio.— Sin guardaespaldas— pidió apretando un poco más a Leandro.— Tendrás vigilancia, lo quieras o no, no es negociable.De eso habían pasado ya unos meses, se había hecho con un discreto apartamento cerca de la universidad que no era nada lujoso, su ropa tampoco indicaba la clase social de la que la joven procedía, y se hacía llamar por su segundo nombre, Danielle, al cual había añadido un apellido de lo más corriente en Italia que no la vinculaba con los orígenes que tenía en realidad.Era Danielle Rossi, pero, aun así, no dejaba de llevar la tierra en la sangre, ni el gusto por los más exquisitos vinos de su familia, en el alma y el corazón, así que para la joven italiana, renunciar a esa copa durante una buena comida, o mientras se relajaba tomando un baño, era algo que no estaba dispuesta a aceptar, y era la única muestra de la verdadera liquidez económica de la que disponía y podía delatarla, porque en los demás gastos era bastante discreta, por suerte, no se rodeaba de gente que supiera identificar el precio de las botellas de vino que adquiría y eso le ayudaba a seguir manteniendo el anonimato. Lejos de casa tenía todo lo que quería, y nadie la observaba o se preocupaba por quién era.Danielle sonreía cada vez que descubría restos de pintura en su rostro o en sus manos que no había logrado sacar del todo después de su última clase o simplemente haber pintado alguna obra abstracta de pie frente a su caballete, estaba segura de que su madre se escandalizaría por
Ella caminó hasta el mueble bar de la habitación y tomó un par de copas poniéndolas en la bolsa con delicadeza, luego lo observó de arriba a abajo y negó.— ¿Está seguro que a su edad será capaz de subir por esa escalera?Y sin decir nada más caminó hasta la ventana y salió por esta vigilando muy bien de poner los pies en los peldaños correctos de la escalera para no volver a resbalar.Enrico casi suelta una gran carcajada al escuchar como esa joven desvergonzada y confiada insinuaba que era viejo. Debía admitir que ella tenía un buen punto, su apariencia lo hacía lucir más grande de lo que era, como mínimo dos años más de la edad que realmente tenía.— Parece que debo recordarle que a pesar de mi edad y apariencia, no era yo quien estuvo a punto de caer de cuatro pisos.Desde fuera, la chica, asomó por la ventana de la habitación, no pensaba debatir eso porque sabía que sin duda tenía razón, además, tal vez si se veía mayor, pero era el hombre más atractivo que había tenido delante n
«¿Quién es ella? ¿Y qué diablos hacía subiendo una escalera de servicios?»— ¿Enrico? — la voz de Melanie lo sacó de sus divagaciones sobre la identidad y procedencia de la extraña, pero bella joven de la azotea, a la cual curiosamente se atrevió a nombrar "mariposa azul".— ¿Sí, qué pasa?— ¿Me preguntas eso a mí? ¿Qué es lo que te pasa a ti?— ¿A mí? No me pasa nada.— ¿Qué no te pasa nada? Dime, ¿Es normal para ti dejar…? — la mujer se aclaró la garganta antes de proseguir — ¿Dejarme a mí, tu prometida, tirada con todos esos invitados?Pese a que la complejidad de alguno de sus negocios amenazaba con robarle la paz a menudo, Enrico se consideraba un hombre paciente; sin embargo, Melanie, la futura señora Dumas, estaba logrando alterarlo.Tal vez, por su naturaleza pacifista, es que odiaba alterarse y mostrar esa parte de su personalidad con personas cercanas a él. Sobre todo si esa persona era su futura esposa, sin embargo, Melanie, no se lo ponía fácil con sus incesantes reclamos
¿Cuánto iban a tardar las cajas de vino que su padre prometió mandar desde Italia?Estaba malhumorada, al final se dejó la botella que le había costado tanto conseguir en aquella azotea. Sin duda, esa era la única razón para que siguiera pensando en lo sucedido, ni el recuerdo de aquel hombre, ni la forma en como la sostuvo contra su cuerpo mientras le daba el mejor beso de su vida, tenían nada que ver.— Podría ser tu padre…Le dijo a su propio reflejo en el espejo de la entrada poco antes de abrir la puerta para salir en busca de una nueva botella de vino con la que, está vez sí, ahogar en alcohol el recuerdo de un hombre que parecía haber decidido arraigar en su mente, maldito condenado ¿Por qué seguía pensando en él y no podía quitárselo de la cabeza por mucho que lo intentara? — Sí que eres rápida — Adrien reía al otro lado de la puerta que Chiara acababa de abrir encontrándolo a punto de llamar al timbre. —¿Me has olido o solo interrumpo tu salida?El chico ni siquiera esperó a
Gregory jamás había visto a su padre sonreír, era como ver delante de él a alguien completamente distinto, y desconocido para él. — Padre, creí que… Enrico lo vio titubear dejando la frase inconclusa. — ¿Qué estaría molesto? — Sí, creí que estarías molesto conmigo. —¿Por qué lo estaría? — Porque habíamos peleado, además no vine a tiempo para tu fiesta de compromiso con la señorita Salvatore. Enrico camino hasta su hijo colocando las manos sobre sus hombros. Agradeciéndole de esa manera por no haber asistido a la dichosa fiesta, porque de haber estado él no se hubiera escabullido de la manera en que lo hizo. — Pero ya estás aquí y eso significa que has pensado en seguir mis indicaciones con respecto a la joven Marchetti. — Sí. Acepto comprometerme con ella, he hablado con su padre y pronto nos conoceremos. — ¿Has venido hasta aquí solo para decirme eso? — No, he venido aquí a conocerla. — ¿Ella está aquí? — Si, según su padre, vino de vacaciones por un tiempo. — Supongo q
Ya era muy tarde cuando Adrien decidió marcharse y, a pesar de lo emocionante de la historia de como su no novio lo había hecho, esconderse en el baño de un restaurante para que no los vieran salir juntos, de allí un cliente muy importante del bufete, ella no había podido dejar de pensar en aquel hombre ni un solo instante.Se había imaginado cada escena que su amigo relataba, el sexo rápido en el baño por no poder aguantarse las ganas, la adrenalina recorriéndole el cuerpo cuando aquel hombre le pidiera que fuera discreta para que no los encontrarán, como cuando le cubrió la boca con la mano en el momento que esa mujer fue a buscarlo. ¿Y si era su novia? ¿O tal vez su esposa? Si, ese hombre tenía edad suficiente como para tener esposa, novia y amante. Y el aspecto como para tener unas cuantas más esperando su turno. Ella ni siquiera debería estar pensando en él, ni mucho menos viéndose de ese modo en las escenas que vivió Adrien.Se llevó dos dedos a los labios acariciándoselos con
La zona VIP de una de las discotecas más famosas de nueva York fue reservada por entero para Gregory Dumas y sus amigos, el alcohol corría como el agua, junto a alguna que otra sustancia no tan legal abarrotando las mesas altas de los rincones, donde cada cierto tiempo Gregory se acercaba a reponer energía y así poder aguantar el ritmo que, sin duda, llevaría toda la noche.Era más que obvio el que Gregory disfrutaría del tiempo que le quedaba de soltero, justo cuatro años era lo que le había dicho su futuro suegro que tendrá que esperar, a su prometida era una chica lista, que al igual que él, tenía pocas ganas de comprometerse, eso le quedaba más que claro cuando le había pedido ese plazo a su progenitor para aceptar el matrimonio. Lo único que deseaba y esperaba de manera enfermiza era que, al menos la hija del socio de su padre, hubiera heredado parte de la belleza de la señora Marchetti, quién a sus cuarenta años seguía siendo la mujer más hermosa que hubiera visto en su vida.De
Al joven heredero Dumas le encantaba la entrega que su amante le demostraba en ese momento, sobre todo al ver como se retorcía para buscarlo en cada nuevo embiste, le excitaba la forma en la que se arqueaba su espalda, alzando su hermoso trasero y pidiendo más, escucharla gemir a causa del placer que él le daba, el olor y el sabor de su piel que no dudaba en morder, besar y saborear. Por lo que no dudó en inclinarse más sobre ella y morderle el cuello y el hombro mientras sus caderas no paraban de reclamar todo de ella.— Te castigaré por ir sin bragas, sin mi permiso, sabes que no puedes hacerlo, me perteneces …El hombre aminoró el ritmo de sus movimientos solo para desabrochar y quitarse la camisa rápidamente, luego se llevó las manos al pantalón para sacar el cinturón de las presillas de sus pantalones.— Las manos sobre la cabeza. — le exigió por alguna extraña razón, jamás dejaba que sus amantes lo tocaran, él debía tener el control absoluto de