8. La reina de las mariposas azules.

Ya era muy tarde cuando Adrien decidió marcharse y, a pesar de lo emocionante de la historia de como su no novio lo había hecho, esconderse en el baño de un restaurante para que no los vieran salir juntos, de allí un cliente muy importante del bufete, ella no había podido dejar de pensar en aquel hombre ni un solo instante.

Se había imaginado cada escena que su amigo relataba, el sexo rápido en el baño por no poder aguantarse las ganas, la adrenalina recorriéndole el cuerpo cuando aquel hombre le pidiera que fuera discreta para que no los encontrarán, como cuando le cubrió la boca con la mano en el momento que esa mujer fue a buscarlo.

¿Y si era su novia? ¿O tal vez su esposa? Si, ese hombre tenía edad suficiente como para tener esposa, novia y amante. Y el aspecto como para tener unas cuantas más esperando su turno. Ella ni siquiera debería estar pensando en él, ni mucho menos viéndose de ese modo en las escenas que vivió Adrien.

Se llevó dos dedos a los labios acariciándoselos con
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