Derek, un chico esclavo de su trastorno, vive en la oscuridad absoluta. Amelia, una chica brillante como el sol en un día cálido. Entrometida, alegre, y risueña. Mientras Derek combatía su pasado y presente mediante música, peleas, y caos. Comienza una nueva vida junto su padre, nuevo instituto, casa, y nuevo psicólogo. Es ahí donde conoce a Amelia. Ambos se juntan y sin esperarlo, sus mundos cambian. Dicen que lo prohibido llama, y vaya que sí. ¿Leerás esta historia de amor/odio?
Leer másDEREKLas manos comenzaron a sudarme, sentía mi corazón tamborear en mi pecho a medida que el chico delante de mí temblaba sollozando, tragué saliva y me senté en el césped justo al frente de él, tratando de seguirle viendo a pesar de la poca luz. No había razón de su llanto repentino, esto era extraño, pero sabía que sufría.—Brad— murmuré demasiado bajo, temía asustarlo, se veía muy vulnerable.—Shhh... — siseó aún respirando fuerte, hice caso y nos mantuvimos en silencio por mucho más tiempo de lo que pensé. Al pasar unos diez minutos note cómo se calmó y abrió los ojos.—Oye... — dije, él alzó la vista del suelo para verme, dejó de estar en posición fetal y se estiró quedando sentado aún en el suelo, se cruzó de piernas al igual que yo, indicándome que aún quería permanecer ahí.—Soy un desastre— murmuró bajando la mirada a sus manos, temblorosas.—No eres el único.
AMELIA—¿Nuestra qué?— pregunté incrédula, él me veía con una sonrisa extensa, ignoró mi pregunta y subió la cuesta. Hice lo mismo apresurándome.Se detuvo a un lado de auto y dirigió su vista al océano.—A veces odio ser así— le escuché decir cuando logré estar justo a su lado, veía al suelo mientras mantenía el ceño fruncido.—¿Cómo?— pregunté. Él removió su cabello nervioso y sonrió de medio lado tratando de ocultarse.—Espontáneo— se encogió de hombros.—Es lindo— solté sin pensar, él alzó la mirada y baje la mía hacía mis zapatos, sentí una corriente de nervios recorrer todo mi cuerpo, el aire me faltó de repente.—¿Quieres subir y hablar?— preguntó, le miré al instante tragando el nudo que se asentaba en mi garganta, asentí subiendo al auto.Él hizo lo mismo y cerramos las puertas, su auto era muy cómodo, nuevo, olía a él, una fraga
AMELIAEntré a mi auto encendiéndolo y arranqué comenzando mi trayecto hasta el instituto. El día de ayer cuando llegue a casa estuve toda la tarde esperando que Allison saliese, para al menos verla dos segundos y preguntarle cómo estaba, sin embargo no lo hizo, pero si cuando dormía, mamá me dijo minutos antes en el desayuno que le vió de madrugada comiendo.Mis padres me preguntaron si sabía que le sucedía, pero no pude, no quería decirles algo de lo que Allison se avergonzara.Llamé varias veces a Violet ayer hasta que a la llamada cien contestó, tuve que darle un amplio discurso para que no se sintiera mal, creía que yo estaba enojada por lo que había echo, sin embargo no podía, no había sido su culpa, al menos no conscientemente. Al final terminamos riendo y quedamos en que hoy la pasaríamos bien.Pronto estacioné delante del instituto y bajé tomando mi bolso rosa, cerré con delicadeza la puerta pasando un mech
DEREKVisualice a la chica castaña delante de mí, tenía sus ojos marrones bien abiertos, casi asustada podía notar. Tragó saliva y dió un paso atrás bajando la mirada y abrazándose a sí misma.—Allison— dijo el hombre, mi psicólogo a ella —Fue solo un susto— me miró sonriendo falsamente mientras la veía de reojo.—Al menos para ella si— reí viéndola, veía al suelo —Parece que casi se desmaya— bromeé, ella se dió la vuelta sin decir palabra y entró rápidamente a la habitación.—En fin— continuó el hombre evitando el silencio por más tiempo —Vamos— siguió el camino hasta que llegamos a una puerta y la abrió entrando.Era una oficina amplia, con algunas plantas, una ventana hacía el jardín, decoraciones en mármol, un escritorio de madera, y el típico mueble para recostarse y meditar sobre tu triste vida. Nada nuevo que ver.—Puedes sentarte— dijo señalando el sillón, él tomó asiento en
AMELIASentía que mi mandíbula caería al suelo en cualquier momento, Derek me veía con una sonrisa instalada en su rostro, mientras Lonan tenía el entrecejo fruncido. De repente me sentí en una jaula, me di la vuelta saliendo de la habitación con prisa, arrepentida y con los latidos de mi corazón sin freno.—¡Mía!— gritó Lonan detrás de mí, me tomó del brazo logrando que voltease y apreté los labios.—Déjame— me safé de su frágil agarre y baje la mirada.—No fue mi intención, no sabía que estabas oyendo yo...—¡Da igual!— me exalté —Hablas mal de mi hermana con alguien más, es igual si no estoy, no entiendo por qué ustedes son así, mentirosos, manipuladores— arrugue la nariz recordando a Jordan.—¿Ustedes quiénes?— irrumpió Derek apareciendo detrás de Lonan —¿Los hombres?— preguntó, asentí sin darme cuenta —Bien, ya que hablamos de eso, voy a poner mi queja— fruncí el ceño, Lonan ig
DEREKFumaba un cigarrillo sentado en la orilla del muelle, mientras trataba de ver cuál era el final del lago a lo lejos, mismo que se escondía bajo el cielo oscuro, mezclado con las nubes esparcidas cómo abanicos. Pensamientos recorrían mi mente, más que todo errores.Cómo la vez que probé cocaína en el techo del internado, o la vez que intenté escaparme pero no pude, no quise. Por la misma razón; miedo.El mismo que vi en los ojos de la chica que estaba a punto de ser robada, o quizás violada a unos cuantos metros. Pero, ¿A quien se le ocurre andar a las diez de la noche por un muelle abandonado? Bueno, soy la excepción, ya que siempre me ha gustado el riesgo. Pero ella no parecía que buscaba uno, más bien, se veía perdida.Cuando vi su silueta forcejeando con el tipo ebrio, no supe que era ella, la chica que había atrapado mirándome en el salón de clases, tan solo
AMELIATerminé de ajustar mi arete y me miré en el espejo notando como el vestido blanco corto se ajustaba moderadamente a mis caderas, mi chaqueta de cuero beige hacía la perfecta combinación y mis botas del color del vestido se mostraban altas, elegantes. Por primera vez no sonreí satisfecha. Podía verme bien por fuera, pero estaba muy mal. Sentí mi garganta seca y miré hacia el techo conteniendo mis lágrimas.—Vamos, Amelia— me di ánimos a mi misma.Alisson, su mirada, lo destrozada que está. Por el lado de su vida que nunca conocí, por no conocerla. Por el bullying que sufre en el instituto, por cada lágrima que suelta cuando esta sola. Por ella haría esto, por que no era justo que sufriese aún más, porque es mi hermana.Fingir. Eso haría, y no sería algo del otro mundo, lo hice todo el tiempo que estuve con Jordan. Mis acciones siempre fueron dirigidas por la necesidad de llevar la vida perfecta junto al chico
DEREKMalditos ricos.Literalmente también lo soy gracias a mi padre y la eterna herencia que me espera. Pero una cosa es tener, y otra, creer que eres el jodido dinero. Eso es lo que los idiotas de aquí parece que se metieron en la cabeza.Apenas bajé del auto, recibí muchas miradas de desagrado. Yo uso la maldita ropa que quiera, nadie puede impedírmelo. Pero aún así, me causa gracia que todos tengan miradas y gestos superiores, tan solo por que estudian en un instituto privado, llevan la última moda, o por que la mayoría de los padres de seguro, están tomando té, mientras juegan un maldito partido de gol.El lugar era enorme por fuera, casi igual que el internado, las paredes de un color rojizo, tres pisos, con jardines impecables, y algunas estatuas.Mantuve mi frente en alto y metí mis manos en los bolsillos de mis jeans desgastados, fijando la v