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Capítulo Cuatro

DEREK

Fumaba un cigarrillo sentado en la orilla del muelle, mientras trataba de ver cuál era el final del lago a lo lejos, mismo que se escondía bajo el cielo oscuro, mezclado con las nubes esparcidas cómo abanicos. Pensamientos recorrían mi mente, más que todo errores.

Cómo la vez que probé cocaína en el techo del internado, o la vez que intenté escaparme pero no pude, no quise. Por la misma razón; miedo.

El mismo que vi en los ojos de la chica que estaba a punto de ser robada, o quizás violada a unos cuantos metros. Pero, ¿A quien se le ocurre andar a las diez de la noche por un muelle abandonado? Bueno, soy la excepción, ya que siempre me ha gustado el riesgo. Pero ella no parecía que buscaba uno, más bien, se veía perdida.

Cuando vi su silueta forcejeando con el tipo ebrio, no supe que era ella, la chica que había atrapado mirándome en el salón de clases, tan solo la defendí por que sabía que había una mujer en peligro. En cambio, cuando la miré y pude detallar de quien se trataba me quede estático. Maldito mundo pequeño.

Es irónico sentir miedo con mi trastorno, pero el miedo que sentía en el internado, no era un miedo físico, era, algo más, ¿miedo sentimental? El echo de que mi padre no volviera. Lo raro es que cuando volvió, ya no quería verlo, ahora ya no quiero verlo. Lo pensé mientras caminaba al lado de la chica luego de pedirle acompañarla a casa, e incluso no me di cuenta de que caminaba solo luego de unos minutos, ella no estaba a mi lado. Supuse que ya había llegado a casa.

Justo en el momento en que estoy en mi cama, boca arriba, mirando el techo oscuro no dejo de pensar en algo. Si hay un Dios, ¿Porqué nos pone en el camino tanta m****a, y además nos obliga a limpiarla? Yo estaba justo ahí, cerca de ella, para salvarla de ese hombre. ¿Lo lógico? Nada. Una estupida casualidad que no dejaba de rondar en mi mente, y había algo que me intrigaba, sus ojos cafés, oscuros, pero al mismo tiempo claros, como si hubiesen millones de estrellas en ellos, y al cerrar mis ojos los vi. Los ojos de esa chica quizá un poco loca por arriesgarse, totalmente loca.

Ni siquiera me di cuenta cuando me dormí, cuando pase de verlos a caer en un profundo sueño que fue interrumpido por la voz de mi padre en la puerta de mi cuarto.

—¡Derek!— gritó, abrí un ojo con dificultad.

—Mmm— gruñí adormilado.

—Despierta, es hora de que vayas al instituto, además, te tengo un regalo.

Apreté la mandíbula y restregué mis ojos sentándome, aún llevaba hasta mis zapatos puestos, justo como me recosté la noche anterior.

—Toma una ducha, y nos vemos en la mesa, te gustará— dijo y escuché sus pasos alejándose.

—Mierda— dije estirándome, esta era la peor parte de mi vida, despertarme.

Me dirigí al baño y miré mi reflejo, me veía como la m****a.

Tomé una ducha corta y me vestí usando unos jeans negros rotos, una camiseta blanca y encima una chaqueta de tela a cuadros. Terminé de amarrar las agujetas de mis zapatos y peiné mi cabello rubio con mis dedos. Tomé el bolso y apliqué loción antes de salir y bajar las escaleras, mi padre se encontraba comiendo solo en la mesa, pero habían dos platos.

—Siéntate por favor— pidió. Tomé aire antes de contestar.

—Creo que comeré en el instituto.

Él me miró fijamente unos segundos y bajo la mirada levantándose.

—Bien, al menos déjame darte tu regalo— pasó por mi lado y salió por la puerta, fruncí el ceño, le seguí.

Afuera había un maldito auto deportivo marca camaro, negro mate. Me quede boquiabierto, ese auto sin dudas superaba cualquiera de mis sueños. Le miré confundido y el asintió tendiéndome unas llaves.

—Tú regalo— finalizó, mi mandíbula podría caer en cualquier momento, sin embargo no dejaría que me comprara.

—¿Estás diciendo que dándome esto volveremos a ser padre e hijo felices?— fruncí el ceño.

—No— negó —Pero pensé qué tal vez preferías ir solo al instituto, en vez de que alguien te lleve.

Tragué saliva, era cierto, pero no, ya sabía por dónde iba todo.

—Entonces me iré caminando.

—No— respondió al instante —Vas con el chofer o vas en tu auto, pero no caminando— fruncí el ceño.

—¿Qué mierdas dices? Me iré caminando, no soy un niño...

—Eres mi hijo, por lo tanto no puedes ir caminando.

¿Qué insinuaba?

—Recuerda que eres de una familia rica, cualquier maleante lo sabe y...

Me secuestrarían para pedir dinero. Mi padre es poderoso y tiene muchos enemigos por eso, ahora que yo existía nuevamente en su vida y muy cerca de él, era una ficha para cualquier imbécil que quisiera dinero fácil.

—Por favor, no me hagas tener que asignarte un guardaespaldas— Eso jamás.

—Ya— lo interrumpí y tomé las llaves.

—Vuelve apenas salgas, tienes terapia— recordó, rodeé los ojos y asentí. Apreté la mandíbula preparándome para lo que diría.

—Gracias— susurré sin mirarlo.

—Disfrútalo— no dije más.

Caminé hasta el auto quedando atónito ante tanta perfección, abrí la puerta encontrándome con el interior del auto, tapizado negro también, con adornos plateados, casi tengo un orgasmo visual. Entré sentándome y cerré tomando el volante, olía a menta dentro. Había un sobre en el asiento del copiloto. Lo abrí encontrándome con los papeles del coche e incluso mi licencia de conducir. Había aprendido a manejar coche en el internado, allí la obtuve.

Dejé el bolso en el asiento encima de los papeles y arranqué sintiéndome como en un maldito avión. Esto era increíble, siempre había soñado un auto así.

Pronto llegue al instituto, note cómo recibía miradas curiosas, habían muchos autos parecidos, pero todos querían saber quien venía dentro, ricos idiotas. Tomé el bolso y bajé del auto cerrando y guardando las llaves en mi bolsillo.

Ignore los murmullos y camine con la cabeza en alto dirigiéndome dentro del instituto.

—¡Hermano!— exclamó Lonan tratando de asustarme a un costado, le miré con el ceño fruncido— Ni siquiera te exaltaste— hizo un puchero —¿Cómo estás?— preguntó.

—Como siempre— respondí sin más mientras caminaba, él a mi lado tenía una una chica rubia tomada de la cintura.

—Espero que eso sea un excelente, ¿no me preguntarás cómo estoy?— le miré con una ceja elevada —Bien, te lo diré, ¡Estoy bellísimo!— gritó, contuve una carcajada.

—Mierda, me sorprende tu ego.

—Ya linda, nos vemos quizás luego— dijo soltando a la rubia —Dios— murmuró y volvió a mirarme —No tengo ego, el ego me tiene a mí.

Reí pasándome los dedos por mi cabello, alborotándolo.

—Bueno, querido hombre con una belleza indescriptible— dije con sarcasmo.

—Incluso, Harry Styles siente celos de mí— ladeó el rostro, solté una carcajada.

—Eso lo dudo— dijo interrumpiendo, la porrista rubia que había echo toda una escena en el campo de fútbol el día anterior, Violet.

—Calla belieber frustrada— le replicó el pelinegro, Violet blanqueó los ojos.

—En fin, espécimen mal engendrado. Venía a hacerte una pequeña pregunta— tomó aire, ni siquiera me miró —¿Pasó algo malo en la fiesta cuando me fui?

Esta no era mi conversación, iba a seguir mi camino, pero Lonan me tomó del brazo.

—Espera Drake, necesito preguntarte algo— dijo algo serio, asentí fastidiado —Y si, Violet— miró a la chica.

—¿Qué pasó?— preguntó la rubia con los ojos bien abiertos.

—La hermana de Mía— miró al suelo.

—¿Qué pasó con Alisson?

—Me besó.

—¿¡Qué!?— gritó Violet tapando su boca —¿Cómo que lo hizo? Aunque admito que pensé que era algo más serio— sin embargo, Lonan no parecía muy seguro de que no lo fuese.

—Y todos nos vieron— finalizó el pelinegro —Victoria estaba muy enojada por alguna cosa, la vi mucho peor ayer que siempre, así que incitó a todos a lanzarle pintura a Alisson. Yo no pude defenderla a tiempo, salió llorando y repleta de pintura— sentí pena a pesar de que no sabía de quien hablaban.

Violet miró al suelo aparentemente frustrada.

—Gracias por decirme— dijo y se marchó, Lonan me miró.

—Quiero hacerte una pregunta— comentó y asentí —Pero, son varias a decir verdad...

—Habla— comenzaba a perder la paciencia, la que no tengo.

—¿Puedes venir a mi casa hoy?— preguntó —Podemos jugar videojuegos mientras hablamos— ladeó una sonrisa.

Recordé que debía ir al maldito psicólogo. Sin embargo, podría decir que iría por una tarea, así podría salvarme un día más de ese infierno llamado: terapia.

—Bien— la campaña sonó —Nos vemos a las dos.

AMELIA

Ya eran más del medio día, y aún seguía sentada tras la puerta de la habitación de Allison. Pasé toda la madrugada en la sala junto a ella, no quería moverse, tampoco hablar, menos que llamase a nuestros padres. Y lo entendía, más aún cuando la vi en ese estado: pintura en todo su cuerpo, cabello pegado y sus ojos perdidos, junto a leves espasmos que desprendía de ella a cada minuto.

Quería saber que le había sucedido, pero no hablaba, no quería.

Temprano se levantó del suelo con mi ayuda, y subimos las escaleras, sin embargo, me detuvo impidiéndome pasar a su habitación. Lo comprendí, y desde entonces permanezco fuera esperando que diga algo, que me pida entrar, o al menos eso espero.

Evadí a mi madre temprano diciéndole que me sentía enferma, y papá está ocupado en su consultorio, así que solo tenía que esperar, podría pasar todo el día ahí.

Escuché mi teléfono sonar en mis bolsillos por décima vez en la mañana y lo tomé, era Violet, sabía que preguntaría muchas cosas, incluso el porque la dejé sola en la fiesta, así que le colgué nuevamente. Llego un mensaje seguido:

"Violet:

Lonan ya me lo ha dicho, no puedo creer que se besaran, lamento lo que ocurrió, más tarde pasaré por allí."

Mis ojos se abrieron más de lo que creí posible y apreté el teléfono, ¿habría sido su culpa lo que le ocurrió? Le devolví la llamada a Violet pero esta vez ella no respondió.

Me apresuré a mi habitación y tomé una ducha. Me cambié rápidamente usando una camiseta corta gris, un jeans de cuerno negro y un abrigo largo vino tinto. Tomé mi bolso y ajusté el cierre de mis botas de punta grises. Me puse unos lentes casuales negros como una supuesta banda sujetando el cabello que caía en mi frente y salí de casa.

Subí a mi auto y pensé en ir a casa de Violet, pero ahí estaría el idiota de su hermano, mismo del cual no me permitiría a pensar, y menos después de lo que vi ayer en la fiesta que hacía con Dorian, no en ese momento. Miré la hora viendo que ya eran más de las dos, me apresuré y llegue a casa de Lonan.

Bajé del coche viendo un auto negro deportivo afuera, a excepción del de Lonan. Sin embargo, no me importo, toque el timbre y luego de un minuto el cual se me hizo una eternidad la puerta se abrió. Un mayordomo estaba dentro, sonrió extensamente.

—Buenas tardes— dije amablemente —¿Lonan se encuentra de casualidad?

—Si, claro, puede esperarlo en la sala de estar, justo ahora está ocupado, y pidió que nadie le molestase, aún así, creo que dentro de un rato ya podrá hablar con él.

Ahora parecía un empresario. Asentí sonriendo falsamente y entré a la casa caminando hasta la sala, el hombre me ofreció algo de tomar, pero tenía un nudo en mi garganta que no bajaría por nada. Luego de unos minutos estando sola en la sala de estar me levante y comencé mi búsqueda por la casa.

Escuché sobre algunas puertas hasta que al final de un pasillo pude oír las risas de Lonan, la puerta estaba entreabierta y me quede un segundo atenta a no interrumpir algo desagradable. No cuando había vivido algo así recientemente.

—¡Es que no entiendo!— exclamó Lonan —Ella me besó, todo fue muy rápido. Sin embargo, sentí algo, fue muy extraño, ya que ella no es mi tipo, incluso sé lo que veo. Estamos entre dos, y es gorda, muy poco agraciada. ¿Lo sabes no?— sentí mi sangre hervir, mi hermana no era lo que él decía, y se lo diría. Abrí la puerta entrando, sentía mi rostro caliente por la rabia.

—¡Cállate!— grité mirando al ojiverde soltar de golpe el videojuego que tenía en sus manos, mí cuerpo entero se congeló cuando vi a ese chico a su lado, él mismo que me había ayudado la noche anterior, el mismo rubio ojos canelas, mirándome divertido.

—Joder, chica loca— soltó una carcajada —Le haz dado un buen susto al ego en persona— señaló a Lonan. Tragué saliva.


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