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Capítulo Tres

AMELIA

Terminé de ajustar mi arete y me miré en el espejo notando como el vestido blanco corto se ajustaba moderadamente a mis caderas, mi chaqueta de cuero beige hacía la perfecta combinación y mis botas del color del vestido se mostraban altas, elegantes. Por primera vez no sonreí satisfecha. Podía verme bien por fuera, pero estaba muy mal. Sentí mi garganta seca y miré hacia el techo conteniendo mis lágrimas.

—Vamos, Amelia— me di ánimos a mi misma.

Alisson, su mirada, lo destrozada que está. Por el lado de su vida que nunca conocí, por no conocerla. Por el bullying que sufre en el instituto, por cada lágrima que suelta cuando esta sola. Por ella haría esto, por que no era justo que sufriese aún más, porque es mi hermana.

Fingir. Eso haría, y no sería algo del otro mundo, lo hice todo el tiempo que estuve con Jordan. Mis acciones siempre fueron dirigidas por la necesidad de llevar la vida perfecta junto al chico más codiciado del instituto. Ambos fingimos, yo por ello, y él por su obsesión de ser el mejor frente a su padre machista.

Podría hacerlo. Al menos unos días, solo eso, días. Por que si hay algo que me caracteriza es que nadie puede manipularme, y él no será la objeción.

Tomé mi pequeño bolso blanco y abrí la puerta de mi habitación tomando aire, papá justo en ese instante pasó frente a mí y se detuvo para saludarme, llevaba una camisa manga larga como habituaba, sus pantalones algo casuales pero a la moda y sus lentes puestos. Reí inconscientemente al ver sus pantuflas azules, las cuales le había regalado para navidad. Al parecer ya había terminado su trabajo.

—Hola, caramelo de melocotón— dijo el apodo con el que solía llamarme y besó mi mejilla —¿Estás bien?

—Hola papá— di una sonrisa fingida —Claro— mentí.

—Entiendo— reajustó sus lentes, se notó que no creyó ni una palabra, no podía mentirle —Tan solo no quieres hablar de ello— asentí y bajé la mirada —Tranquila, sabes que aquí estoy, ¿No?— tomó mi barbilla y le miré, ahí estaba, con sus ojos verdes claros, dándome fuerzas.

Le abracé fuerte y acarició mi cabello. Nunca podría tener un padre mejor, y agradecía cada día por eso.

—Te amo, pa— susurré y me alejé.

—Yo igual. Que te vaya bien— sonrió, hice lo mismo y tomé una bocanada de aire dirigiéndome a las escaleras. Pronto salí de la casa.

Estando en el auto apoyé mis manos en el volante apretándolo con fuerza, cerré los ojos y relamí mis labios sintiendo una pequeña línea maltratada por mis dientes horas anteriores. Mis piernas hormiguearon y me vi en la necesidad de bajar del auto. Así lo hice, necesitaba caminar, no era tan lejos, el frío de la noche me haría bien, de igual forma podría pedir un taxi de venida. No volvería con Violet y su terrible hermano.

Comencé mi trayecto. Por donde iba no era peligroso, podía considerarse territorio intocable, personas poderosas a las cuales no podías robar a menos de que quisieras vivir toda tu vida en prisión. Mi familia era parte de eso, mamá dueña del almacén de cosméticos más influyente del estado, y papá un psicólogo el cuál ha atendido a personas grandes, incluso celebridades. Siempre estaría orgullosa de ellos, sin ellos no sabría cómo vivir.

Cruce en la esquina y me detuve delante de la casa de los Wallet, el mustang rojo de Jordan estaba afuera estacionado, y si, vivíamos muy cerca, tan solo a tres cuadras de diferencia, como ya lo dije antes, era un vecindario de personas influyentes, y los Wallet no eran la objeción. El Sr. Dylan Wallet, padre de Violet y Jordan. Es el dueño de una cadena de hoteles, y además de eso, dedicó mayor parte de su vida al fútbol, donde siempre salió victorioso, hasta que se retiró. Y la Sra. Helena, fue modelo de joven, muy exitosa, hasta que conoció a su esposo y dejó su carrera dedicándose completamente a él y sus dos hijos.

Siempre que veo a la Sra. Helena, me pregunto, ¿Porqué no podías seguir tus sueños? Los hijos no son impedimento, y más cuando tienes el dinero suficiente para dejar a alguien a cargo de ellos. Pero en cambio,  ¿El Sr. Dylan, si lo es? Seguramente.

Toqué el timbre y esperé unos segundos hasta que Violet salió por la puerta, llevaba un vestido color vino ajustado y su cabello suelto perfectamente alisado. Mordí el interior de mi mejilla al ver a Jordan detrás de ella. Él se veía casual, pero al mismo tiempo elegante, con esa chaqueta oscura resaltando sus ojos color cielo. Quizá meses antes me hubiese babeado por él, pero en cambio lo que sentía en ese momento era; repulsión.

Él me miró con una sonrisa cínica y me tendió su mano, bajé la mirada y la tomé demostrándole que había aceptado su sucio trato. Su mano se sentía fría, rasposa, o quizá sólo yo la sentía así.

—Mía— murmuró Violet —¿Ustedes volvieron?

—Si— respondió Jordan victorioso —Eso era lo que quería decirte, hermanita.

—Oh... — musitó, en esfuerzo alce la mirada enfocándola en la de la rubia. Ella tenía el ceño fruncido, tragué saliva y me puse recta tratando de borrar mi expresión. Lo hice.

—Vamos— dije para evitar preguntas. Jordan se dirigió hasta la puerta del coche, la abrió y me dejó entrar.

Tomé asiento justo a su lado. Violet se sentó atrás, y le miré por el retrovisor, sacó su teléfono mirando la pantalla con una sonrisa de triunfo. Pobre Victoria. Cuando alguien se metía con Violet, debía tener miedo.

Me dediqué a mirar por la ventanilla tratando de pensar que él no estaba a mi lado, pero su aroma me hacía la tarea imposible. Su olor siempre lo caracterizó en mi mente, un olor intenso a pino fresco que se cuela en tus fosas nasales, y no se va por un largo rato después de que él se ha ido. Cerré los ojos fuertemente tratando de retener las lágrimas.

¿Porqué las personas tienen que ser tan falsas?

—Mía— me llamó Jordan. Le miré, alce una ceja expectante eliminando mis ansias de llorar—¿Porqué no viniste en tu auto?— curioseó —Si querías que te llevara me hubieses dicho y yo con gusto te buscaba— sonrió. Esa misma sonrisa mentirosa, la misma con la que dedicaba el supuesto afecto que me tenía.

—No encontré mis llaves— mentí apretando los dientes al finalizar.

Él asintió al ver mi enojo y miró al frente el resto del trayecto. Yo volví a mirar por la ventana, hasta que cinco minutos más tarde llegamos al lugar.

Casa de Lonan. Un lugar un tanto exagerado. Cuatro pisos, balcón, jardines, dos piscinas, campo de minigolf. Lugar donde hacía fiestas cada fin de semana, y también celebraba los partidos que ganaba. ¿Sus padres? Demasiado ocupados con sus vidas en el extranjero. Y él, viviendo como si no hubiese un mañana.

Bajamos del auto estacionándolo al lado de aproximadamente treinta más. El lugar estaba repleto y eso que aún no eran las diez.

Violet inmediatamente se colgó de mi brazo y Jordan gruñó.

—Voy a necesitar a Amelia, un momento— avisó Violet a Jordan, él miró hacia dentro de la casa y luego a nosotras.

—Bien. Te veo en la barra de licores, en diez minutos— me dijo y se aproximó. Violet y yo nos detuvimos.

—¿Qué mosco te picó?— me atacó —¿No que nunca volverías con él?— tomé aire.

—Me convenció— Fingí una sonrisa.

—Estás loca, Mía— negué —Escucha— pase un mechón de cabello tras mi oreja —Justo a las doce, haré un discurso poniendo de excusa el triunfo del partido... — ahí venía uno de sus planes.

—¿Pero?

—Pero ahí será donde le llamaré a ella y...— apretó los labios a punto de gritar.

—¿Y?

—Tan solo, espera a verlo por ti misma.

—¿Entonces para que necesitas mi ayuda?

—Justo ahora ella está en una habitación con uno de mis amigos, necesito que vigiles que ella   no salga antes de diez minutos, porque necesito preparar algo— rodee los ojos —Por favor— insistió.

—Bien— solté, ella dió un saltito.

—¡Te amo!— me abrazó y entramos al lugar.

No era la primera vez que le ayudaba con algo así, sabía que estaba mal, pero Violet nunca se daba por vencida hasta tomar venganza, y la última vez que no quise hacer parte de sus juegos, terminó en dirección. Ya que a ella le cuesta un poco hacer las cosas bien sin ayuda.

Miré a mí al rededor luego de pisar la casa de Lonan, habían muchas personas bailando, mujeres en ropa interior, chicos drogados en el suelo, personas haciendo juegos extraños, mucha espuma, luces por doquier. El lugar era un caos.

Violet me dedicó una mirada cómplice antes de perderse entre la gente, me acerqué hasta las escaleras y subí, habían muchas parejas en los escalones besuqueándose. Sentí desagrado. Llegué al segundo piso y me posicioné al lado de las habitaciones, justo donde debía estar Victoria dentro.

Jordan debía estar al otro lado de la casa, donde quedaba la barra, así que podía estar segura que no me vería haciendo partícipe de las venganzas de su hermana. Venganza la cual no me importaba mucho participar, después de todo se trataba de Victoria, la chica que desde que entramos al instituto me hace la vida imposible. Algo que todavía no le encuentro la razón, por que antes de todo siempre habíamos sido amigas, las personas cambian, supongo.

A mi lado no habían personas, todas estaban ocupadas en las habitaciones, así que saque mi celular y entré a I*******m. Mientras veía el feed un ruido extraño me detuvo y me hizo girar.

—¡No!— gritó Dorian, estaba a un metro de distancia, al parecer alguien lo había empujado fuera de la habitación, pero él volvió a entrar, cerrando.

Sentí curiosidad, así que me acerqué un poco más, de repente me di cuenta que no era de mi incumbencia lo que pasara con el amigo de Jordan, así que iba a regresar hasta que escuché esa frase que me hizo helar el cuerpo entero.

—¡Jordan, mírame!— gritó Dorian. Fruncí el entrecejo exageradamente, ¿Jordan no estaba en la barra?

Acerqué mi mano al pomo de la puerta y sin dudarlo lo giré abriendo un poco, tomé valor y miré por la pequeña abertura de la puerta. Dorian estaba sobre Jordan, los dos se miraban fijamente a escasos centímetros de distancia de sus rostros, sentí una gran carga en mi pecho asentándose. Lo qué pasó después me dejó sin aliento, Jordan tomó del cabello a Dorian y lo acercó a él besándolo con desesperación. Quité mi rostro y cerré con cuidado girándome y caminando lentamente hasta bajar por las escaleras.

Dorian siempre estaba ahí. Desde que comenzamos nuestra "relación" Jordan y yo. Jordan siempre fue tachado como el mujeriego, y Dorian como el callado, sin toque en mujeres, pero serio. Nunca se me cruzo por la mente esto, nunca llegue a imaginarme que Jordan Wallet y Dorian Rollers, estaban en una relación. Y que yo era lo que lo mantenía alejado de los rumores. Por eso Jordan quería que yo estuviese con él nuevamente.

—Mentiroso— susurré en cuando las lágrimas nublaron mis ojos, me sentía usada, pero descaradamente. No lloraba por amor, pero si porque nunca lo pensé, nunca creí que alguien podría burlase de mi, de esa forma tan inhumana.

Salí del lugar rodeando personas y caminando en una dirección de la que no me di cuenta hasta estar lejos, sentía que mis pies ardían y mis mejillas estaban calientes gracias a las lágrimas. Limpié mis ojos y me detuve dándome cuenta que no tenía idea de donde me encontraba. Era un muelle, nunca había visitado el lugar.

Miré a mí alrededor viendo que no había ni un alma, eso me tranquilizó un poco hasta que vi una silueta masculina acercándose.

«Me van a asaltar, luego me violaran y me estrangularán hasta matarme, seguidamente pondrán mi cuerpo en una bolsa y me tirarán al muelle como basura» Pensé en todas las posibilidades, todas malas. Y me di la vuelta comenzando a caminar en dirección contraria.

—¡Linda!— gritó el hombre alargando la palabra, estaba ebrio. Quería que la tierra me tragara. El pánico se asentó en mi estómago, mis manos comenzaron a temblar y mis piernas igual.

—¡Estoy llamando la policia!— grité y saqué mi celular, estaba sin batería, mis manos sudaron.

Voltee y el hombre estaba más cerca de lo pensaba, justo a mi lado, me tomó fuerte de la cintura, solté un grito, destilaba un olor a alcohol y cigarros, le di un codazo tratando de safarme de su agarre. Trataba de quitarme mi bolso.

—Amigo— escuché una voz tras él, él volteó y me soltó inmediatamente.

Él. El nuevo, quién me había visto mirándolo está mañana, estaba con una navaja en sus manos mirando directamente al tipo, sin ninguna expresión, se veía tranquilo.

—No quería molestar— dijo el hombre levantando las manos y alejándose seguidamente tambaleándose, apreté mi bolso y no me sentí aliviada hasta que el tipo estaba a tres metros, soltó una maldición y siguió su camino.

Tragué grueso y dirigí mi mirada al chico. Me miraba con el ceño fruncido.

—¿Estás loca?— gruñó. Negué —¿Cómo es que andas por este lugar a esta hora?— guardo la navaja en su bolsillo trasero.

—Yo... — bajé la mirada —No me di cuenta que era un lugar peligroso.

—¿No te diste cuenta luego de pasar el estadio?— bufó —Yo no soy de aquí, pero m****a, esto grita maleante, drogadicto y violador.

—Ya veo— sonreí un poco al sentir el tono de su voz gruesa, pero parecía regañarme —¿Eres uno de esos?— el bufó.

—¿Donde vives?— preguntó.

Mire a mi alrededor, ahora mas tranquila pude visualizar todo y darme cuenta que no estaba muy lejos del estadio.

—A veinte minutos de aquí.

—Bien, andando— dijo, asentí y comencé el trayecto a su lado, él encendió un cigarrillo, le miré unos segundos.

Llevaba un suéter blanco con un logo verde en la mitad, pantalones negros ajustados y unos zapatos comunes. Tenía un piercing en la nariz, un arete en forma de cruz en su oreja, y podía ver un tatuaje en su mano, esta mañana, cuando lo miré bien en el instituto pude deducir que tenía más. Yo le llegaba al pecho de altura. Su cabello rubio, y ojos canelas, podía sentir su olor a loción masculina. Quité la mirada al ver cómo me miró de reojo.

—¿Cómo te llamas?— pregunté luego de unos minutos de camino.

—Derek.

—Mmm. Yo soy, Amelia.

—Joder— bufó.

—¿Qué?

—Hasta tienes nombre de ricachona— soltó el aire del cigarrillo —Ya me caes mal.

Entreabrí los labios ofendida, pero preferí quedarme callada, no iba a discutir eso. Al pasar el rato llegamos a mi casa, me detuve y él no me miró.

—Oye— iba a hablar pero él lo ignoró y siguió caminando —¡Derek!— grité, sin embargo no me prestó atención —Gracias— susurré, no pude despedirme— Loco, mal educado— bufé y me di la vuelta dirigiéndome a la puerta.

Mordí mi labio y entré quedándome estática unos momentos. Allison estaba justo ahí, en el suelo, estaba empapada de un líquido naranja, su ropa pegada a su cuerpo y una expresión de dolor en toda su cara. Alguien le había echo esto.

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