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Amor y determinación en el espejo

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Ufff… De lo que me salvé, fue un momento incómodo para todos o más bien para mí. Los teléfonos resonando como locos fueron los que me salvaron de las interrogaciones del novio de mi hermana. Sí, sé como se llama, pero por cariño le digo; novio de “my sister”. Es algo anticuado, pero es lo único que se me ocurrió para establecer una conexión de familia temporal. Al final de todo es que no quiero llamarlo por su nombre; Alejandro, es que es el mismo nombre del infeliz que engatusó a la ilusa de mi madre.

Obviamente que aproveché la oportunidad y en seguida le di la espalda, como una toda cazadora que soy agarré el teléfono y contesté. Él no tuvo de otra que asentir con una sonrisa y decirme que me espera en mi hora de salida.

Justo cuando lo vi que entraba a la oficina de gruñón malhumorado, colgué la llamada; era la recepcionista avisando que el hermano del dueño estaba en camino. Hmmm… Muy tarde me avisó.

Aprovechando el tiempo corrí al tocador con la camisa manchada de café, sintiendo una mezcla de furia y frustración bullir dentro de mí. Mi jefe egocéntrico; su presencia constante en mi vida laboral, ha vuelto a desatar mi ira una vez más. Sus palabras hirientes y su actitud despectiva me empujaban al límite todos los días.

¡Estoy harta! ¡Estoy harta de aguantar a ese jefe egocéntrico y despreciable! ¡No puedo creer lo mucho que me irrita! ¿Quién se cree que es? ¿Por qué tengo que soportar sus comentarios ofensivos y su trato injusto día tras día?

Mírate en el espejo. Sí, estás furiosa, y con razón. No merezco esto. Trabajo duro, me esfuerzo y me comprometo con mi labor, pero él nunca lo aprecia. ¿Por qué siempre tiene que humillarme y menospreciarme?

Mi hermana está ahí, luchando por terminar su carrera de medicina, y yo aquí, atrapada en este trabajo miserable. Es injusto. Es tan frustrante. ¿Por qué tengo que conformarme con esto? ¿Por qué no puedo ser valiente y buscar algo mejor?

No puedo seguir permitiendo que mi jefe me arrastre hacia abajo, minando mi confianza y mi autoestima. Ya es suficiente.

¡Es hora de que tome las riendas de mi vida! Es hora de que me enfrente a este jefe miserable y le muestre de lo que soy capaz. No puedo seguir dejando que sus palabras me afecten de esta manera. Me merezco más. Me merezco respeto y dignidad en mi trabajo.

A partir de ahora, no seré más una víctima silenciosa. No dejaré que el odio y la amargura me consuman. Seré valiente, audaz y lucharé por mi felicidad.

Así que, jefe egocéntrico, prepárate. Porque a partir de este momento, seré la protagonista de mi propia historia. No permitiré que tu presencia tóxica me defina. Es hora de que tomes nota de mi determinación y veas de lo que soy capaz.

Estoy enojada, sí, pero ese enojo se convertirá en combustible para mi cambio. Ya no seré la empleada apagada y sometida. Me convertiré en la persona que siempre supe que podía ser. No más miedo, no más conformidad. Ahora, es mi turno de brillar.

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Dejé el tocador con la camisa limpia y la mente llena de planes. El drama y el suspenso seguían vibrando en el aire, pero esta vez eran una fuerza impulsora, una chispa de cambio y redención. Estaba lista para enfrentar el mundo y reclamar mi lugar en él.

¡Ya sé que esto no es una telenovela!

A punto de salir del tocador, mi teléfono móvil comenzó a vibrar en mi bolsillo. Lo saqué y vi el nombre de mi hermana parpadeando en la pantalla. Respiré hondo y contesté la llamada.

—¡Hola, hermana! ¿Qué pasa? —dije, intentando ocultar mi frustración detrás de mi voz.

—Hermanita —respondió con entusiasmo—. Necesitaba hablar contigo. ¿Tienes un momento?

—Sí, claro —contesté, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.

¿Será lo de la mensualidad de la universidad? Ah, es que la dejé en visto.

—Nini… Hermanita nini… Verás, estoy en apuros. La fecha límite para pagar la mensualidad de la universidad se acerca rápidamente, y aún me falta dinero. Sé que has estado trabajando duro, y te agradezco todo lo que haces por mí —dijo ella con una voz suave, llena de gratitud.

De cariño ella me dice Nini.

Mis pensamientos se detuvieron por un momento, mientras absorbía sus palabras. Me llené de un profundo sentimiento de responsabilidad y amor fraternal.

—Por supuesto, hermanita —respondí con determinación—. Siempre estaré aquí para ti, sabes que no ha llegado mi quincena… Eh, no quiero complicar las cosas, dame dos días para conseguirte el dinero, no te preocupes.

Un silencio reconfortante se instaló entre nosotras. Era un momento en el que nuestras palabras no eran necesarias para entender cuánto nos amábamos y apoyábamos mutuamente.

—Gracias, de verdad. Eres mi mejor amiga y mi mayor apoyo —dijo ella con una voz llena de cariño—. Nini, hoy podríamos tener una noche de hermanas. Podemos ver esa serie coreana que tanto te gusta y luego salir a disfrutar de un delicioso helado de chocolate. ¿Qué te parece?

Sonreí, sintiendo que una cálida chispa de felicidad se encendía en mi interior. Mi hermana, incluso en medio de sus preocupaciones, encontraba la manera de darme ánimos y hacerme sentir especial.

—Eso suena maravilloso —respondí con entusiasmo—. Acepto tu invitación. Definitivamente, necesitamos una noche para relajarnos y disfrutar juntas.

Ambas compartimos risas y emoción por lo que nos esperaba. Aunque mi enojo por mi jefe aún ardía en mi interior, el amor y el apoyo de mi hermana habían logrado disipar parte de esa oscuridad. Sabía que, sin importar los desafíos que enfrentara, siempre tendría a mi hermana a mi lado, animándome y recordándome que soy fuerte y capaz.

Voy a hacer un préstamo, obvio, que no será en la empresa, de una u otra forma buscaré la forma de pagar esa mensualidad.

Ya, tengo que tener presente que todo lo que hago por mi hermana es por amor y no por compromiso.

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