Chismes

~

Por gracia de Dios, se llegó las doce del medio día; con emoción me levanté de la silla y anime a la señora Rocía que se apresurara, ya que Andrés nos estaba esperando en la cafetería.

Luego de ver que los minutos avanzaban, agarré la mano de la señora Rocío, jalándola hacia el ascensor. ¡Era tarde!

No podía desaprovechar la oportunidad, ¡es una invitación!

Una vez en la cafetería, nos apresuramos a la mesa que eligió Andrés. ¡Sí…! La mesa está justo a la ventana, disfrutando de la agradable brisa que se filtra por ella. Hmmm… El aroma del café recién hecho y los deliciosos platillos.

Le pedimos una y otra disculpas a Andrés, todo por llegar tarde. Bueno, no quería echarle toda la culpa a la señora Rocío.

Un camarero amable se acercó para tomar nuestra orden.

Andrés, con su característico sentido del humor, decidió pedir una ensalada con pollo frito y una Coca-Cola bien fría.

—¡Es hora de cargar energías con estilo! —exclamó mientras guiñaba un ojo. Rocío y yo no pudimos evitar reírnos ante su ocurrencia.

Mientras esperábamos nuestra comida, nuestras conversaciones fluían animadamente, dejando a un lado el estrés del trabajo. Hablábamos sobre nuestras vidas y de todo lo que queremos hacer en el futuro.

De repente, vimos acercarse al jefe de la empresa, acompañado de su hermano. Nuestras sonrisas se desvanecieron un poco, y el aire se volvió tenso. El jefe es conocido por su seriedad y su afición por la etiqueta en el lugar de trabajo.

El jefe, con su típica expresión impasible, se acercó a nuestra mesa y nos saludó brevemente.

—Espero que disfruten su almuerzo —dijo con voz rígida antes de retirarse rápidamente. Su hermano, sin embargo, nos miró y nos dedicó una sonrisa amistosa antes de seguir a su hermano.

Nos quedamos boquiabiertos y confundidos. No podíamos evitar preguntarnos qué había causado esa extraña interacción. Rocío decidió sacarle provecho a la situación y bromeó:

—¡Debemos tener poderes secretos que ni siquiera conocemos!

Las risas llenaron el ambiente nuevamente, y la tensión se disipó. Continuamos disfrutando de nuestro almuerzo con más entusiasmo que antes. Cada bocado de la deliciosa ensalada con pollo frito y sorbos de Coca-Cola.

Mientras saboreábamos cada bocado, Andrés se volvió hacia mí con una mirada cómplice.

—Oye, ¿qué te parece si luego vamos al cine esta noche? Hay una película de comedia romántica que seguro te encantará —propuso con un brillo travieso en sus ojos.

Hm, lo más seguro es que está planeando buscarme novio. Le he dicho muchas veces que no tengo intenciones de tener relaciones con nadie. ¡No quiero ser como mamá! No tengo intenciones de dejar a mi hermana, ella tiene que terminar su carrera.

—No puedo, tengo una cita con mi hermana.

—Está bien, espero que en la próxima no te comprometas con nadie.

~

La ensalada con pollo frito y Coca-Cola no fue suficiente para satisfacer mi apetito. Miré el menú nuevamente y no pude resistir la tentación de pedir un helado de chocolate.

—¡Lo siento, pero necesito algo dulce para completar esta comida deliciosa! —exclamé mientras sonreía.

Andrés y Rocío rieron y asintieron, compartiendo mi debilidad por los postres. Rocío, con una expresión traviesa, sugirió:

—Siempre dije que el helado es el complemento perfecto para cualquier comida. ¡Debería ser una regla universal!

Mientras esperábamos el helado, la conversación se volvió interesante. Rocío mencionó un chisme que había escuchado sobre la nueva secretaria de Recursos Humanos y el jefe de la empresa; “el malhumorado”. Susurros y miradas de sorpresa llenaron la mesa, y todos estábamos ansiosos por saber más.

Andrés, con su característico sentido del humor, se burló:

—¡Oh, vaya! Parece que los romances de oficina están en pleno auge. ¿Quizás deberíamos empezar a llevar una cuenta de quién está con quién?

Rocío se rio.

Nos sumergimos en una discusión animada, imaginando posibles escenarios y haciendo conjeturas sobre la relación secreta. Las risas y las teorías descabelladas creando un ambiente de camaradería y diversión.

Justo cuando nuestras mentes estaban llenas de chismes y risas, el camarero llegó con el helado de chocolate. Era una obra maestra de indulgencia, con una montaña de helado coronada por trozos de chocolate y una generosa porción de salsa dulce.

Con ojos brillantes, tomé una cucharada del helado y suspiré de satisfacción.

—Esto es simplemente divino —dije entre bocados. Andrés y Rocío asintieron mientras disfrutaban de sus propios postres.

Mientras nos deleitábamos con los sabores dulces, continuamos con nuestras conversaciones, los chismes sobre la nueva secretaria y el jefe añadieron un toque de intriga a nuestra hora de almuerzo, y cada teoría se volvía más extravagante que la anterior.

Ah, me siento atrapada entre el deseo de mantenerme al margen de los chismes y la curiosidad innata que nos hace humanos.

Los pensamientos invadieron mi mente mientras saboreaba cada cucharada de helado. Me pregunté cómo podía una simple historia de romance clandestino alterar el equilibrio de una oficina entera. Me preocupaba que las habladurías pudieran arrastrarme a un torbellino de suposiciones y prejuicios sin fundamento.

Como secretaria, me enfrentaba a la posibilidad de ser el centro de atención no deseada. Algunos podrían comenzar a señalarme como la próxima víctima de un romance ilícito con el jefe. La idea me resultaba absurda y frustrante, ya que mi intención siempre había sido dedicarme profesionalmente a mi trabajo y cultivar relaciones saludables con mis colegas.

A medida que el sabor dulce del helado se desvanecía, un sentimiento de inquietud se instaló en mi pecho. ¿Cómo podría evitar ser arrastrada por los rumores? ¿Cómo podría demostrar mi integridad y profesionalismo ante aquellos que pudieran juzgarme sin conocerme?

Respiré hondo y decidí que no permitiría que las habladurías afectaran mi forma de ser y de trabajar. Me recordé a mí misma que mi valía no se basaba en los juicios superficiales de los demás, sino en mi dedicación, habilidades y pasión por mi trabajo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo