Salvaje, era la denominación que se le otorgaba a un lobo cuando dejaba la manada, por voluntad propia o desterrado. Aquel que se sometía a su instinto, a su naturaleza y era simplemente eso… un animal salvaje de ojos rojos, uno más fuerte, más decidido, sin sentimientos, uno que era capaz de infundir miedo hasta a un mismo alfa
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Las manos se desplazaban por su cuerpo desnudo y saciado, no eran dos, no eran tres, eran cuatro y acariciaban cada zona sobre estimulando cada sensible nervio. Los alimentos calientes a cada lado de su rostro y la calidez que tanto ansiaba y deseaba la envolvía. Las dos marcas palpitaban deliciosamente a cada lado de su cuello dado la cercanía de sus parejas, de sus lobos, de sus alfas.
-Eres mía-
-Eres mía-
-Eres nuestra- declararon esos dos lobos abrazando a la mujer de ojos rojos con una sonrisa de satisfacción en sus labios.
Clara abrió los ojos, después de tener un extraño, abrumador, pero acogedor sueño, encontrando la misma oscuridad que la había acompañado los últimos dos días. Se sentó con el cuerpo adolorido después de dormir en un colchón duro en el suelo y enfocó sus sentidos, mas no encontró nada.
Aquella pequeña habitación donde estaba encerrada no tenía más de dos metros de largo y ancho y las paredes eran tan sólidas que no dejaba pasar el sonido. Su estómago gruñó pidiendo alimento, el cual no había recibido desde que había sido encerrada, castigada por sus actos. Solo por haberse negado a hacer algo.
Apretó las piernas contra su pecho. Su padre solo estaba de muy mal genio y por eso la había encerrado allí. Si hubiera estado realmente enojado tendía marcas rojas en su piel. Al menos esta vez no era así.
El sueño de nuevo volvió a su mente al cerrar sus ojos. Había sido realmente extraño y su nuca, allí donde se encontraba su glándula virgen, palpitaban de una forma incómoda. Ella, una loba que a sus 22 años no tenía pareja y sin encontrar a su mate, qué hacía pensando nada más ni nada menos que en dos. Eso era una locura. Además, ella con lo pequeña que era le sería imposible poder estar con dos lobos a la vez. Pero más que eso… quién querría estar con ella. Una loba débil, con una vista afectada, que se guiaba más por su olfato y oídos que por lo que pudiera ver y que era intimidada por la mayoría por su fragilidad.
Todos los días se preguntaba si era correcto vivir, Si la Diosa Luna realmente la quería para un compañero, para un mate. Y aunque su esperanza aún latía dentro de su pecho, con cada año que pasaba la llama se apagaba cada vez más.
No supo cuánto tiempo estuvo allí, solo aspirando el denso olor a moho cuando la puerta fuera abierta. El sonido del metal chirriante la sacó de su letargo, alzando la cabeza y encontrando precisamente al mismo que la había encerrado. Entrecerró los ojos cuando la luz se filtró y la cegó por completo. Sus ojos azules, tan claros como el agua, ardieron y se los cubrió con la mano, pero el olor que llegó a ella lo reconoció al momento.
-Padre- exhaló ella sintiendo la suave brisa que corría ahora al interior.
-Sal de una vez, es hora de trabajar- espetó Alester mostrándole los colmillos y con cara de asco antes de darse vuelta y alejarse, no sin antes dejarle ver a Clara las marcas profundas de tres garras a lo largo de todo su brazo, al esta alzar la cabeza pestañeando repetidamente.
Ella tragó en seco sintiendo dolor de estómago ante el hambre que tenía de no haber comido en mucho tiempo. Su padre era un lobo grande, fuerte y bastante violento por naturaleza, así que no creía que hubiera sido fácil hacérsela y no recordaba que él hubiera comentado sobre cómo se la había hecho. Con la duda se levantó sintiendo un leve mareo y las imágenes de su propia garra, romper la piel ajena pasó por delante de ella como un destello haciéndole soltar un gemido.
Ella se quedó recostada en la pared detrás de ella, jadeando y sacudiendo la cabeza confundida. ¿Qué había sido eso? Ella no recordaba haber atacado a nadie y no era la primera vez que pasaba. No era tan usual, pero de vez en cuando venían destellos de recuerdos de cosas de las que ella no tenía nada de conciencia. Sin embargo, cuando comenzó a salir pudo notar la punta de sus dedos ensangrentados y eso le llamó la atención.
-CLARA- pero el grito de su padre la hizo temblar y salir corriendo detrás de él. Quizás solo eran imaginaciones de ella. Sí, era eso. Ella nunca podría ser capaz de ir en contra de su progenitor.
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Débil
Inútil
No sirves para nada
Horrible
Despreciable
Asquerosa
Defectuosa
Esas y más eran palabras que Clara había escuchado toda su vida en la manada. No sabía la razón por la que había llegado a ello, ni porque la trataban así, quizás era por su debilidad visual que se veía aún más afectada cuando el sol estaba alto en el cielo o cuando casi se quedaba ciega en la noche. Acaso era un fenómeno.
Sí, era una loba débil, sumisa por naturaleza, que solía bajar sus orejas y esconder la cola antes de enfrentar a algo o alguien. Sin embargo, tenía buenos sentimientos y estaba segura que sería capaz de querer al igual que como la quisiera a ella. Cuidaría de sus cachorros e intentaría hacer feliz a su mate. Era lo que se había repetido una y otra vez, aunque a esa altura no sabía si tendría la oportunidad de expresar sus sentimientos.
Mas no era tiempo de estar pensando en eso. Ahora tenía que trabajar si quería ganarse su porción de comida, pues estaban de caza y a pesar de todas las ofensas, rechazos e insultos, ella, al tener uno de sus sentidos afectados, hacía que los demás estuvieran potenciados, lo que la hacía la mejor rastreadora de la manada. Eso no la hacía especial. Para muchos podría ser un beneficio y hasta un orgullo en su caso era una total maldición.
Como mismo tenía que encontrar las presas, su trabajo principal era avisar si había algún Salvaje en la zona y la mayoría de las veces hasta ser de carnada para alejarlo, debido a ello había aprendido a correr realmente rápido para no ser atrapada. El miedo de que un Salvaje te persiguiera era algo que muchas veces el quitaba el sueño y la dejaba temblando por horas. Un solo lobo de ellos podía matar a tres de ellos sin contemplaciones, triturar los huesos dentro de su mandíbula sin contemplaciones, destrozar la piel aun con su presa viva y no tener arrepentimiento por ello. Y Clara era consciente que no podía dejar que se acercara a ninguno de los miembros de la manada, pues ella sería, al final, la que pagara las consecuencias. Y su padre podía ser muy creativo.
Lentamente, se fue desplazando por el camino, con su cuerpo inclinado, su panza casi pegada al suelo. Su pelaje color castaño claro se perdía entre las hojas secas otoñales de los altos arbustos, eso era una ventaja para ella que estaba en primera fila, aunque ahora se encontraba sucio y cubierto de barro que ocultaba completamente su olor.
Clara intensificó sus sentidos, desplazándolos incluso a kilómetros, buscando presas y enemigos, encontrando que había un animal grande y jugoso para la cena de esa noche, pues se efectuaría la ceremonia de emparejamiento de todos los años. Había intentado no pensar en ello para no deprimirse.
Al haber encontrado un objetivo y ningún enemigo por la zona, para suerte de ella, alzó la cabeza y aulló de forma suave, pero que llegaría los lobos cazadores a metros detrás de ella. Poco después los oyó correr, pasando por al lado suyo y yendo directamente por su presa. Ella se sentó en sus traseros a esperar y mantener la vigilancia en caso de que apareciera otra o…
El cuerpo entero de Clara se tensó de pronto y alzó las orejas. Un olor desconocido llegó a ella y la estremeció de pies a cabeza. Comenzó a temblar tanto que sus dientes castañearon. Era un aroma denso, fuerte, incluso violento, mezclado sobre todo con sangre que no la dejaba definir que era incluso con su olfato.
Miró hacia atrás entrecerrando los ojos para encontrar que a lo lejos estaban dos lobos solo a la espera, pero que no le prestaban atención. Y aunque ese olor misterioso la asustaba, en partes iguales la hacía avanzar hacia él. Así que caminó hasta que se encontró corriendo, adentrándose en el bosque. La luz descendió dado los frondosos árboles y su vista se vio afectada aún más, por lo que dejó que su instinto la guiara. Sus patas temblaban mas no se detenía.
Después de unos minutos se dio cuenta de que se había alejado demasiado del grupo y eso no sería nada bueno para ella. Se detuvo. Sentía el olor siendo más fuerte, pero decidió que no iría más allá. ¿Y si solo la estuviera atrayendo? Ya era lo suficiente débil como para caer en la tentación del olor que la llamaba, pero le preocupaba la fuerte esencia a sangre que casi lo opacaba.
Sacudió la cabeza. Su nariz picaba y su cuerpo se negaba a ir en el sentido de sus pensamientos. Incluso le fue difícil dar la vuelta para irse cuando se petrificó. Detrás de ella escuchó pasos que rompían las ramas debajo de ella.
Todo el pelaje de Clara se erizó y miró hacia atrás por encima del hombro. Le costaba mucho enfocar en medio de su nebulosa, pero aun así pudo definir, en medio de la oscuridad, dos orbes completamente dorados que la enfocaban y se acercaban a ella.
Y Clara no supo esta vez sí correr o quedarse allí.
«Muévete»«Muévete»«Muévete»Clara se ordenaba una y otra vez, pero era inútil, sus patas temblaban aferrándose a la tierra bajo ellas y sus orejas estaban casi desapareciendo encima de su cráneo. La presencia que se acercaba a su ser era potente, fuerte, con un olor a sangre que lo cubría completamente que casi la hizo estremecerse de terror. Odiaba ese olor, lo detestaba, le recordaba las veces en que su cuerpo había sido castigado y esta corría por su piel y terminaba bajo ella como un pegajoso charco.Apretó los dientes dentro de su hocico hasta que casi le dolió, pero no pudo evitar que de este saliera un gemido lastimero. El lobo se detuvo un momento y alzó la cabeza como si ese sonido le hubiera llamado la atención. Para ese momento, los rayos del sol se filtraban por las hojas altas de los árboles e iluminaban su cuerpo, así como el denso pelaje totalmente negro azulado del inmenso animal, donde los dos orbes dorados, grandes y amenazantes resaltaban por encima de todo dándol
Clara estaba casi escondida en una esquina de la inmensa sala de celebración, donde la oscuridad se cernía sobre todo su cuerpo. Se encontraba cansada y tensa. La experiencia que había vivido durante la tarde todavía resonaba en su cabeza, y aunque se había bañado, el olor a sangre que se le había impregnado a su pelaje aún permanecía. Así como la sensación en su estómago que no se esfumaba. Y era a su vez incómoda y desconocida.Aun así, la expresión de su rostro no era para nada buena y la tristeza amargaba su humor como resultado de toda la burla y rechazo que había recibido aquella noche.Se suponía que ella debía estar feliz y ansiosa por encontrar a su pareja, a su mate, a la mitad de su alfa, al lobo que compartiría con ello el resto de su vida. Era algo natural para los que acababan de cumplir 18 años. La diosa luna les otorgaba este enorme placer. En cambio, cuál era el problema de ella… que, hasta ahora, tenía ya 22 años y todavía estaba soltara, y por lo que presentía, su m
Clara se quedó temblando en el suelo.Su cuerpo entero cubierto por una fina capa de sudor y comenzando a jadear. No pudo evitar apretar sus muslos sintiendo que su interior estaba empapado y palpitaba de una forma extraña. No podía creer que estuviera excitada solo por el olor de aquel macho que se acercaba a ella. Incluso, ella misma comenzaba a exudar feromonas respondiendo a él. Y su voz aún resonaba en su cabeza.«Mía» y ella sabía que para eso había una sola respuesta. Una que no se esperaba dar tan rápidamente. Solo que sentía que no estaba completa. Como si aun si lo dijera, si respondiera a él, faltara algo.Lo vio aparecer entre los árboles y su cuerpo lobuno quedó iluminado bajo la luz de la luna que pronto se vio opacando tras una nueva nube gris. Eso no evitó que su pelaje completamente dorado brillara entre las ramas de los árboles, haciendo juego con su par de orbes dorados. Para Clara apenas era perceptible la diferencia, pero esos ojos eran tan penetrantes que podía d
Clara ahogó un gemido al percibir los labios del lobo sobre los suyos sin ser nada amables, pero si lleno de ansias. Se movían sobre los de ella chupando el inferior hasta rasparlo con los colmillos haciendo que ella se estremecería y abriera la boca dejando salir un jadeo. Momento que aprovechó el macho para introducir su lengua en lo más profundo de su cavidad.Las manos de Clara apretaron los hombros de él como una estabilidad y él agarró sus muñecas para hacer que sus brazos envolvieran su cuello pegándola mucho más a él. Ella simplemente se dejó casi intoxicada por el aumento de feromonas que en ese momento la envolvió y la embriagó, haciendo que su celo fuera aún más fuerte. Casi lloriqueó contra la boca de él. Mas no tenía tiempo de hacerlo.La lengua dentro de su boca se había enredado con la de ella, moviéndola de un lado a otro, saboreándola, jugando con ella, atrayéndola a su boca para pincharla con sus colmillos. Repasaba cada zona interna y húmeda. El beso era demasiado p
Clara se quedó más de una hora sentada en el lugar hasta que las feromonas del lobo se esfumaron por completo, quedándose sumida en la oscuridad del bosque y percatándose que cada vez se hacía más tarde, debía volver a la manada, pero en su estado actual sería un serio problema. Primero porque su cuerpo no se había calmado del todo y segundo, su cuerpo olía a fluidos por todas partes. Así que primero al menos debía limpiarse.Ayudándose del árbol se incorporó temblorosa, donde sus piernas se negaban a soportar su peso y casi cae de nuevo. Necesitó usar toda su fuerza para avanzar hacia el estanque donde antes casi se quitaba la vida y poder sumergirse hasta la mitad del torso. El agua helada ayudó un poco a pasar el calor ardiente dentro de ella. Aun así, su piel hormigueaba tanto que era incómodo y se abrazó a sí misma. Sus senos picaron ante el roce y gimió levemente. Su interior aun palpitaba y a pesar del miedo que había sentido antes, deseaba que al menos su compañero estuviera a
El corazón palpitó dentro del pecho de Clara. Si su padre se enteraba del estado en el que la habían visto ayer y con el otro de un macho encima de seguro pensaría que ella había tenido sexo con él, y sin ser pareja era una total desgracia para una loba. Después de todo, los machos preferían que sus parejas no hubieran sido marcadas de ninguna forma. Comenzó a sudar frío y se decidió caminar hacia él para impedir que hablara cuando la voz de un lobo interrumpió del desagradable momento.-Atención a todos por favor- era Will, el beta de la manada y el que había lidiado con todo desde que el alfa había caído en cama. Era el que había mantenido a flote todo aquello. Era un lobo adulto con un cabello plateado que siempre llevaba trenzado y que caía largo hasta la cadera. Alto, fuerte y con un carácter amable y calmado, había hecho que todos hubieran confiado fácilmente en él. Aun así, su rostro mostraba la carga sobre sus hombros, haciendo que tuviera algunos rasgos y líneas de expresión
Clara se encontraba en una burbuja de emociones tan fuertes que se estaba mareando, aunque no sabía si era realmente por eso o por la posición en la que se encontraba, sobre el hombro duro del lobo que dolía contra sus costillas y muy plano abdomen, al estar baja de peso. Sentía emoción por estar por fin con su mete, porque este la había reclamado delante de todos, que este fuera el alfa, por lo que de seguro se acabarían los miles de maltratos contra ella, pero de igual forma tenía algo de miedo. No le había gustado como la había mirado tanto. Como si le tuviera... ¿asco?Esperaba que no fuera el caso. Ella ansiaba estar junto a su pareja. Si no la había rechazado… era una buena señal. Ella alzó levemente la cabeza antes de alejarse de los miembros de la manada y de su padre, notando las diversas expresiones de todos de manera difusa, entre asombro, indignación, envidia. Como se imaginó, no había ninguna sonrisa en dirección a ella, ninguna de felicidad. Pero a Clara no le importó m
Clara respondió al momento a la estimulación de las feromonas del alfa con su celo, olvidando así el miedo a él. Sus piernas flaquearon y cayó al suelo con un sonido sordo haciendo que la toalla alrededor de su cuerpo se aflorara mostrándole a él sus piernas completamente desnudas, así como sus níveos muslos. No pudo notar como los ojos de él se oscurecieron, pero si como su olor se hizo más intenso.Escuchó un gruñido proveniente por parte de él y ella solo respondió con un gemido lastimero tanto de deseo como de vergüenza. Bajó la cabeza en sumisión y esperó, mas el lobo no se movió en absolutoSu corazón comenzó a palpitar duro en su pecho de la ansiedad. Acaso él quería que ella comenzara. Clara tragó en seco nerviosa y se levantó lentamente del suelo, y se acercó al lobo casi por inercia deseando querer tocarlo. Sus manos temblaban cuando las alzó en torso al pecho fuerte y muy marcado delante de ella.Aun vacilante lo tocó sintiendo la textura de la piel caliente sobre su piel y