Perla y Rubí estaban preocupadas. La noche anterior Amelia llegó a casa en horas de la madrugada, aquello no era lo extraño; pues solía suceder siempre que tenía eventos de gran magnitud. Lo raro era que no quería salir de su habitación ni siquiera para desayunar. Ambas ya habían hecho hasta lo imposible para hablar con ella, pero ninguna tuvo éxito.
—Estoy bien —decía Amelia desde el interior.
—Sal de ahí y hablemos —le rogaba Perla.
—Mas tarde, estoy muy cansada —intentó tranquilizar a ambas.
—Sabes bien que no es solo cansancio —insistía Rubí.
Amelia conocía a sus amigas y sabía que no la dejarían en paz hasta saber que había sucedido así que después de varias horas las dejó entrar en su recámara. Las dos llevaban comida para ella, la pobre no había probado bocado desde un día antes. Llevaban fruta picada y jugo de sandía, además habían puesto nachos con chili en otro recipiente, los favoritos de Amelia.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó Perla.
—No es nada —aseguró Amelia tratando de esconder su rostro.
—Ven para acá —exigió Rubí—. ¿Cómo que no es nada? —la cuestionó.
—Bueno... —hizo una pausa—. Me asaltaron —contestó.
Ambas se observaron entre sí para concluir que aquello no había sido un simple asalto.
—¿Te asaltaron? —interrogó Rubí.
—Sí —respondió dudosa.
—Y si no robaron tu móvil ¿Qué te robaron? —preguntó Perla al observar el teléfono sobre la mesita de noche.
—Dinero —aseguró Amelia.
—¿Nos consideras unas tontas? —preguntó Rubí.
Las dos tenían la certeza que Amelia les estaba mintiendo.
—No, claro que no.
En ese momento comenzó a llorar recordando lo que sucedió la noche anterior. Perla y Rubí guardaron silencio a la expectativa de lo que tenía para contarles. Respiró profundo y dejó salir su dulce voz.
—Bruno abusó de mí —comentó.
—Santa virgen ¿Cómo así? —Perla corrió hasta ella.
—¿Cómo? ¿Estás hablando en serio? —pregunto Rubí consternada igual que su amiga.
—Claro que estoy hablando en serio, que gano yo con hacer una broma de tan mal gusto.
—Tenemos que ir a la policía —sugirió una de las dos.
—Maldito asqueroso —insultó la otra.
—Hay niñas. Fue Bruno, es su palabra contra la mía.
—¿Y qué?
La inocencia de ellas era muy grande. ¿Acaso no se daban cuenta de quién se trataba? Bruno era un hombre poderoso, con muchos contactos; en la policía, sobre todo. De eso Amelia no tenía duda.
—Yo hablo y él me mata, jamás van a creerme —se lamentó.
—Pero ¿Por qué no han de creerte? Existen análisis que pueden comprobar lo que dices —decía Perla.
—Les aseguro que no he terminado de hablar y ese tipo ya tiene comprado a medio mundo.
—Amelia tiene razón —dijo Rubí.
—Si ven lo que me hizo —comentó señalando la herida que traía en el cuello.
—Es un animal ese tal Bruno.
—Esto fue solo por un grito de auxilio. ¿Se imaginan si pongo una denuncia en su contra?
—Te asesina, seguro que sí —advirtió Perla.
—Cállate —la regañó Rubí.
—¿Y cómo estás tú? —preguntaron las dos casi al mismo tiempo.
—Estoy bien, no era virgen, tampoco es que me robó la inocencia, pero imagínense una cosa es por decisión propia y otra es por la fuerza.
—Y yo que tanto te pedí que aceptaras salir con él —dijo Perla —. Me parecía una buena persona —agregó.
—Si necesitas hablar ya sabes que aquí estamos para escucharte.
—Por supuesto que necesito hablar y nadie mejor que ustedes para desahogarme.
Amelia relató con lágrimas en los ojos lo que había sucedido la noche anterior.
No había personas en el lugar, o al menos no en aquel instante, todo fue tan rápido que ni tiempo de resistirse le dio. Al final de todo entendió que nadie llegaría a salvarla, además, aunque hubiese hecho su mayor esfuerzo hubiera sido en vano y quizá hasta peor.
Bruno estaba tan fuera de control que era capaz de matarla con tal de hacerla suya en aquel momento. Él mismo se aseguró de calmar el flujo de sangre de la herida y después prosiguió.
—¿Por qué eres así conmigo? —le preguntó.
—Soy como soy, con todos —aseguró ella.
—MENTIRA —gritó Bruno —. Conmigo te haces la santa —explicó.
—Yo no me puedo meter con usted, acaso no se da cuenta que puede ser mi papá.
—Cállate, me tienes loco de deseo por ti, ya no aguanto más, ya no puedo con las ganas que tengo de hacerte mía.
Su mirada era ardiente tanto que daba la impresión que de sus ojos salían llamas, ni siquiera parecía una persona sino más bien actuaba como un animal, después de todo lo único que quería era saciar sus deseos para sentirse más hombre y para vengar el rechazo constante de aquella hermosa jovencita.
—Déjeme salir —le pidió Amelia.
—Quería que esto fuera por las buenas, pero te has portado muy mal conmigo. Todo este tiempo solo has estado provocándome y te da igual todo lo que he hecho para conquistarte.
—Suélteme —suplicó.
Ella se estremeció de miedo cuando él la jaló hacia enfrente y casi se desmaya cuando sintió como estaba listo para hacerla suya. La agarró de los glúteos y la pegó a sus caderas. Amelia estuvo a punto de vomitar cuando sintió aquellos labios sobre su rostro. Intentó arañarlo, pero fue imposible. Él la sujetó con una mano y con la otra bajó su pantalón.
Ella lloró al darse cuenta que no tenía mucha alternativa y él pareció excitarse cuando la sintió tan vulnerable. Subió su falda y rompió su leotardo. Amelia intentó golpearlo en la entrepierna, pero lo único que consiguió fue enojarlo. La golpeó en la cara haciendo que cayera al suelo, se acercó y le quitó bruscamente su ropa interior, después la penetró. Unos minutos más tarde se tendió junto a ella; su respiración estaba agitada y sonreía de placer.
—¡Eres una mujer divina! — exclamó —. Más vale que te quedes callada para siempre. Tú hablas y te mueres —advirtió.
Bruno se puso en pie y salió, pronto llegarían a revisar los camerinos para cerrar las instalaciones, Amelia se paró y entró en la ducha. Vomitó mientras recordaba como su cuerpo había sido tomado a la fuerza y lloró de coraje, se sintió sucia y se sintió miserable.
Después se vistió y salió a la calle, los pocos que había no se percataron de lo que sucedió y era mejor así. De algún modo pasar desapercibida en aquel instante le brindaba a Amelia ventajas para defenderse.
Afuera llovía, era tarde y lo que menos quería era encontrarse con la gente, así evitaba preguntas para las que no tenía respuestas.
Caminó bajo la lluvia, lloró de tristeza al sentirse tan sola he indefensa y danzó para ella, a fin de cuentas, era lo mejor que podía hacer.
Amelia estaba temblando de miedo cuando terminó de contarle a sus amigas lo que había sucedido. Ellas se acercaron y la abrazaron «No hay mal que un abrazo no cure» solía decir Amelia, pero esta vez era diferente.—¿Cómo viviré con los recuerdos? —pensó en voz alta.—Hay amiga —se lamentó Perla.—¿Pues cómo va a ser? —preguntó Rubí—. Normal, lo afrontas y ya. Si tienes que buscar ayuda profesional, pues la buscas.—En tus labios suena tan sencillo —se quejó Amelia.—No lo estoy viviendo en carne propia, pero me duele saber que le pasó a una de mis hermanas y justo por eso quiero que seas fuerte.—Yo también las considero mis hermanas ¿Saben?—No estás sola. Aquí estamos para ti.Amelia recibió castigo por parte de
Amelia estaba segura que su retraso era simplemente cuestión de nervios y estrés. Su periodo nunca fue regular así que esperar unos días más, no era algo que provocara miedo en ella.Al paso de unas semanas fue a hacerse una prueba de embarazo en sangre para poder salir de las dudas, aunque evidentemente esta ya no era necesaria. Las náuseas matutinas se hicieron presentes, comenzó a sentir cansancio y apetito fuera de lo normal. Pensó que se trataba de algo psicológico así que decidió que dejaría de pensar cosas que ni al caso y no le comentó a nadie sobre lo que estaba pasando ni siquiera a sus dos mejores amigas. Cualquiera que fuera el resultado no quería compartirlo todavía. Estaba tan confundida que ni siquiera ella sabía lo que tenía que hacer.Cuando fue por los resultados no abrió el sobre, no estaba preparada para confirmar lo que sosp
Amelia no se quitaba las manos del vientre intentando sentir a su bebé en constante movimiento. Estaba llena de miedo, no quería perder a su hijo sin haberlo conocido.La preocupación carcomía su tranquilidad, el camino al hospital se le hizo eterno y por más que lo intentaba no dejaba de llorar. Las palabras de sus amigas no lograban aplacar la angustia que se había adueñado de ella, entró caminando muy despacio al auto y cada mal movimiento le parecía gravísimo, se bajó con el mismo cuidado y pidió que la llevarán en silla de ruedas hasta el segundo piso. Quizá exageraba, pero nada le importaba más que salvar a su bebé.En cuanto la obstetra la vio llegar, decidió atenderla. Sus amigas pasaron con ella al respectivo consultorio.—No es tan grave —dijo la doctora después de revisarla—. El bebé está en perf
Mateo cumplió el primer mes de haber nacido, era un niño afortunado, sin duda lo era. Tenía unas tías locas que lo adoraban y una madre que daba la vida por él, pese a su situación lo único que deseaba era llenar de amor a su pequeño y cuidarlo por el resto de sus días. Lo demás salía sobrando.Desde que Amelia dejó su trabajo como bailarina de ballet en uno de los teatros más importantes de la cuidad pasaron muchas cosas de las que no tenía detalles. Perla y Rubí eran dos mujeres muy alejadas al entorno en el que se manejaba Amelia, así que no era de extrañarse que no pudieran brindarle información suficiente de lo que había sucedido allá afuera mientras ella pasó los últimos meses en reposo absoluto para que su hijo naciera a término.Para celebrar el primer mes de vida de Mateo, Amelia quiso salir a dar un p
Después de varias semanas y de hacer las averiguaciones correspondientes, Bruno confirmó que era el padre de Mateo.—Maldita perra ¿Cómo fue capaz de ocultarme un hijo a mí? —preguntaba molesto.—A lo mejor fue por miedo —respondió John, mano derecha y hombre de confianza de Bruno.—Como sea, sabes que Rita no puede enterarse que ese niño es mi hijo. Es más, nadie puede saber que lo es.—Comprendo jefe. ¿Qué piensa hacer al respecto?—Llevarlo lejos, dónde nadie sepa que existe —dijo esbozando una sonrisa maliciosa.—Eso es secuestro —replicó John al mismo tiempo que se llevaba una botella de cerveza a la boca.—Claro que no, es mi hijo. Forzaré la patria potestad a mi favor sin que nadie se involucre —explicó—. ¿Además tú crees que te he in
Amelia sintió que le arrancaron una parte del corazón, le dolía no tener a su hijo con ella. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo. Buscó en todos los lugares que se le pudieran ocurrir y no encontró una sola pista que la llevara hasta el paradero de su bebé.De lo único que estaba segura era que quien había sido capaz de separarlos tenía que pagar y de eso se iba a encargar ella, personalmente.Con el extravío de Mateo la obligaron a ser otra, nunca había sentido tanto odio por la gente, pero ahora habían despertado en ella una parte que no tenía idea que existía dentro de su cuerpo. Aquella fuerza interior le hacía tener los peores pensamientos que nunca imaginó tener.Después de darle muchas vueltas al asunto pensó en Bruno como el posible autor de lo que estaba sucediendo y tuvo muchas ganas de asesinarlo con sus propi
«La señorita Amelia Fiore Altamar es encontrada culpable y se condena a cadena perpetua por el asesinato del menor Mateo Fiore Altamar»Las palabras del juez resonaron en la cabeza de Amelia, otra vez el destino le jugaba una muy mala broma, broma que tenía autor y el mismo se había encargado de colocar cada pieza en el lugar correcto para que ella fuera encerrada por siempre en una cárcel.Algunas semanas antes.Amelia fue detenida como sospechosa por el posible asesinato de su primogénito. Después de verla actuar tan fría y tan seca en cuanto al supuesto secuestro de su hijo las personas comenzaron a lanzar rumores sobre que posiblemente ella estaba loca, en su mayoría la gente no había visto a Amelia embarazada y tampoco la vieron con ningún recién nacido. Decían que era cuestión de querer llamar la atención, que siempre la habían sentido extra
Amelia había visto la vida de muchas personas en la cárcel a través de una pantalla; en las telenovelas talvez, incluso en el noticiero, pero nada era como vivirlo en carne propia. A través de la pantalla hasta se veía como le colocaban un montón de filtros a la realidad. Cuando ella llegó a aquel lugar pensó que no iba a sobrevivir un tan solo día.Fue asignada a una celda dónde estaría en compañía en una mujer mayor, desde que llegó se acomodó en el camarote en la parte de arriba y no se bajó durante el resto del día; no hizo más que llorar, llorar y llorar.La leona; seudónimo de la compañera de Amelia sintió un poco de pena por ella. Verla llegar en aquel estado le hizo recordar su duro pasado y los primeros días vividos en una prisión. A pesar de no saber nada de la nueva, la leona le llevó un poco