Bruno era un empresario al que le gustaba hacer negocios turbios para incrementar las ganancias de una fábrica de zapatos que era de su propiedad. Él estaba acostumbrado a conseguir lo que deseaba incluyendo mujeres; jóvenes en su mayoría. Ofreciéndoles dinero y regalos costosos se volvían presas vulnerables y fáciles de pescar. Todas llegaban hasta sus brazos sin mayor trabajo y esfuerzo. Con Amelia había sido la excepción; ella le dejó claro desde un inicio que no era una mujer como las que estaba acostumbrado a tratar y esa era la razón por la que la deseaba físicamente de una manera perturbadora.
—Claudia —llamó a su asistente.
—Ordene, don Bruno —respondió ella.
—Necesito que compres una joya, algo magnífico, una pulsera o un collar.
—Por supuesto que sí —dijo Claudia.
—No importa el precio, solo asegúrate que sea tan hermosa que impresione a cualquier mujer.
—Entendido —contestó cerrando la puerta detrás de ella.
Él pensó que con aquel detalle lograría tenerla por fin.
—Serás mía, antes de lo que pensaba —dijo Bruno en silencio.
Su seguridad lo excitaba y pensar en ella le hacía explotar. No paraba de observar el reloj, pendiente de la hora en la que tuviera que marcharse a uno de los teatros de la ciudad.
Por su parte Amelia despertó perezosa, ese día no tenía ánimos de hacer nada, pero los compromisos le exigían responsabilidad. Por la noche haría una de las presentaciones más importante del año así que durante todo el día estuvo preparando su vestuario. Por la tarde fue al salón para consentirse en lo que más le gustaba; cabello, uñas y quizá un facial. Justo a la salida del mismo se encontró con Bruno, él la había estado siguiendo durante los últimos días y no pudo resistir la espera hasta la noche para sorprenderla con el regalo que le tenía.
—Pero si estás preciosa —se escuchó a lo lejos.
Ella se giró para ver de quién de trataba, puesto que por el ruido de la ciudad le costó identificar el timbre de vos.
—Tengo un obsequio para ti —dijo Bruno cuando llegó junto a ella.
—Le agradezco, pero no quiero nada suyo.
—Estoy seguro que te va a encantar.
—Y yo estoy segura que no le recibiré ese regalo, así como a pasado con los anteriores.
—Deja que te muestre y luego hablamos —insistió.
Sacó una caja negra de terciopelo y la abrió; dentro había una preciosa pulsera de oro blanco con una esmeralda en el centro.
—Vaya —expresó Amelia—. Debe ser muy cara —agregó.
—Es una joya costosa y es toda tuya —respondió él.
—Es que no la necesito —le dijo.
—Las mujeres siempre necesitan joyas —comentó Bruno.
—Debe ser que no soy una mujer, porque no encuentro otra explicación —añadió al mismo tiempo que daba media vuelta para marcharse del lugar.
—Maldita, perra —murmuró—. Yo quería por las buenas, pero me has obligado a que sea por las malas —terminó.
Amelia llegó a su departamento y se acomodó en el sofá de la sala. Se sentía muy nerviosa por lo que había sucedido, era una cosa preciosa aquella pulsera, lo que daría quien fuera por tenerla. Tan solo pensó en eso por unos segundos, después se sintió satisfecha por haber hecho lo correcto, ella no valía una simple pulsera de oro, ella valía muchísimo más.
—¿Estas nerviosa? —pregunto Perla.
—Un poco —dijo ella.
—Te prepararé un té, se nota en tu cara el miedo que tienes —aseguró.
—Es un evento muy importante —explicó Amelia.
—Ya has tenido de los mismos y no te pones igual —comentó Rubí.
—¿Quieres que vayamos contigo? —propuso Perla.
—No, ¿Cómo creen? Ustedes tienen muchas cosas que hacer, todo va a estar bien —aseguró.
—Si cambias de parecer solo nos avisas.
—Por supuesto contestó y se puso en pie.
Amelia tenía un mal presentimiento sobre aquella noche;
—Pero, ¿Qué puede salir mal? —pensó.
Revisó su vestuario y estaba todo intacto, decidió irse temprano así calentaba y ensayaba mínimo una vez. En la calle sintió como una miraba penetraba su ropa y su piel, se sintió extraña, observó a su alrededor, pero no había nadie. Respiró profundo y avanzó.
La hora había llegado, estaba todo listo para el inicio del evento; sus compañeras dieron la función correspondiente, mientras ella esperaba su turno, los nervios se hacían más intensos, sabía perfecto que no era por la función. No era la primera vez que llenaba el teatro. Minutos antes de su presentación recibió un ramo con flores negras. Aquel detalle solo detonó todo lo que en ella se había formado, su presencia en el escenario fue tonta de inicio a fin; hubo más de tres equivocaciones. Mientras danzaba podía percibir como sus compañeras se reían de ella y hasta imaginaba como su jefa le reclamaba por tan mal espectáculo. En cuanto acabó fue directo al camerino.
—¡Que hermosas flores! —exclamó una de sus compañeras.
—A mí me parece algo tétrico —mencionó otra de ellas.
—El negro es lindo —comentó alguien más.
—Debe ser que te vas a morir —dijo Rita, refiriéndose a Amelia.
Ninguna de las jovencitas ahí presentes dijo nada. Para Rita era costumbre molestar a Amelia en cambio la última siempre terminaba por ponerla en su lugar. La relación entre ambas era cada vez peor, Rita le tenía mucha envidia al éxito de Amelia eso no era un secreto para nadie, pero aquella noche Amelia simplemente la ignoró.
Pronto las muchachas se retiraron. Rita tenía una fiesta en casa de sus papás dónde todas excepto Amelia estaban invitadas. Organizar una celebración de último momento no le fue nada complicado, no después de recibir como recompensa una pulsera de oro blanco con dije de esmeralda.
—Al fin solos; tú y yo —dijo Bruno entrando por la puerta principal.
Amelia dio un respingo en su asiento y se puso en pie de prisa.
—Usted no puede estar aquí —le advirtió.
—Pues aquí me tienes. Por ti, hago hasta lo imposible.
Su voz era patética y sus gestos aún peor, Amelia estaba muy asustada, entonces comprendió la razón de sus nervios que pese al término de la función aún seguían acompañándola.
—Váyase —le pidió.
—Pero, si acabo de llegar ¿Te gustaron las flores de esta noche? —preguntó.
Ella se movió hasta la puerta para salir, pero él la cerró de un golpe y después la sujetó del cabello.
—Escúchame bien. No te atrevas a gritar o te mato —advirtió mostrando un pequeño cuchillo.
—Pues MATEME —gritó.
—Eres una tonta —le dijo en el mismo instante en que presionó un poco la navaja para hacer una herida muy superficial.
Perla y Rubí estaban preocupadas. La noche anterior Amelia llegó a casa en horas de la madrugada, aquello no era lo extraño; pues solía suceder siempre que tenía eventos de gran magnitud. Lo raro era que no quería salir de su habitación ni siquiera para desayunar. Ambas ya habían hecho hasta lo imposible para hablar con ella, pero ninguna tuvo éxito.—Estoy bien —decía Amelia desde el interior.—Sal de ahí y hablemos —le rogaba Perla.—Mas tarde, estoy muy cansada —intentó tranquilizar a ambas.—Sabes bien que no es solo cansancio —insistía Rubí.Amelia conocía a sus amigas y sabía que no la dejarían en paz hasta saber que había sucedido así que después de varias horas las dejó entrar en su recámara. Las dos llevaban comida para ella, la pobre no hab
Amelia estaba temblando de miedo cuando terminó de contarle a sus amigas lo que había sucedido. Ellas se acercaron y la abrazaron «No hay mal que un abrazo no cure» solía decir Amelia, pero esta vez era diferente.—¿Cómo viviré con los recuerdos? —pensó en voz alta.—Hay amiga —se lamentó Perla.—¿Pues cómo va a ser? —preguntó Rubí—. Normal, lo afrontas y ya. Si tienes que buscar ayuda profesional, pues la buscas.—En tus labios suena tan sencillo —se quejó Amelia.—No lo estoy viviendo en carne propia, pero me duele saber que le pasó a una de mis hermanas y justo por eso quiero que seas fuerte.—Yo también las considero mis hermanas ¿Saben?—No estás sola. Aquí estamos para ti.Amelia recibió castigo por parte de
Amelia estaba segura que su retraso era simplemente cuestión de nervios y estrés. Su periodo nunca fue regular así que esperar unos días más, no era algo que provocara miedo en ella.Al paso de unas semanas fue a hacerse una prueba de embarazo en sangre para poder salir de las dudas, aunque evidentemente esta ya no era necesaria. Las náuseas matutinas se hicieron presentes, comenzó a sentir cansancio y apetito fuera de lo normal. Pensó que se trataba de algo psicológico así que decidió que dejaría de pensar cosas que ni al caso y no le comentó a nadie sobre lo que estaba pasando ni siquiera a sus dos mejores amigas. Cualquiera que fuera el resultado no quería compartirlo todavía. Estaba tan confundida que ni siquiera ella sabía lo que tenía que hacer.Cuando fue por los resultados no abrió el sobre, no estaba preparada para confirmar lo que sosp
Amelia no se quitaba las manos del vientre intentando sentir a su bebé en constante movimiento. Estaba llena de miedo, no quería perder a su hijo sin haberlo conocido.La preocupación carcomía su tranquilidad, el camino al hospital se le hizo eterno y por más que lo intentaba no dejaba de llorar. Las palabras de sus amigas no lograban aplacar la angustia que se había adueñado de ella, entró caminando muy despacio al auto y cada mal movimiento le parecía gravísimo, se bajó con el mismo cuidado y pidió que la llevarán en silla de ruedas hasta el segundo piso. Quizá exageraba, pero nada le importaba más que salvar a su bebé.En cuanto la obstetra la vio llegar, decidió atenderla. Sus amigas pasaron con ella al respectivo consultorio.—No es tan grave —dijo la doctora después de revisarla—. El bebé está en perf
Mateo cumplió el primer mes de haber nacido, era un niño afortunado, sin duda lo era. Tenía unas tías locas que lo adoraban y una madre que daba la vida por él, pese a su situación lo único que deseaba era llenar de amor a su pequeño y cuidarlo por el resto de sus días. Lo demás salía sobrando.Desde que Amelia dejó su trabajo como bailarina de ballet en uno de los teatros más importantes de la cuidad pasaron muchas cosas de las que no tenía detalles. Perla y Rubí eran dos mujeres muy alejadas al entorno en el que se manejaba Amelia, así que no era de extrañarse que no pudieran brindarle información suficiente de lo que había sucedido allá afuera mientras ella pasó los últimos meses en reposo absoluto para que su hijo naciera a término.Para celebrar el primer mes de vida de Mateo, Amelia quiso salir a dar un p
Después de varias semanas y de hacer las averiguaciones correspondientes, Bruno confirmó que era el padre de Mateo.—Maldita perra ¿Cómo fue capaz de ocultarme un hijo a mí? —preguntaba molesto.—A lo mejor fue por miedo —respondió John, mano derecha y hombre de confianza de Bruno.—Como sea, sabes que Rita no puede enterarse que ese niño es mi hijo. Es más, nadie puede saber que lo es.—Comprendo jefe. ¿Qué piensa hacer al respecto?—Llevarlo lejos, dónde nadie sepa que existe —dijo esbozando una sonrisa maliciosa.—Eso es secuestro —replicó John al mismo tiempo que se llevaba una botella de cerveza a la boca.—Claro que no, es mi hijo. Forzaré la patria potestad a mi favor sin que nadie se involucre —explicó—. ¿Además tú crees que te he in
Amelia sintió que le arrancaron una parte del corazón, le dolía no tener a su hijo con ella. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo. Buscó en todos los lugares que se le pudieran ocurrir y no encontró una sola pista que la llevara hasta el paradero de su bebé.De lo único que estaba segura era que quien había sido capaz de separarlos tenía que pagar y de eso se iba a encargar ella, personalmente.Con el extravío de Mateo la obligaron a ser otra, nunca había sentido tanto odio por la gente, pero ahora habían despertado en ella una parte que no tenía idea que existía dentro de su cuerpo. Aquella fuerza interior le hacía tener los peores pensamientos que nunca imaginó tener.Después de darle muchas vueltas al asunto pensó en Bruno como el posible autor de lo que estaba sucediendo y tuvo muchas ganas de asesinarlo con sus propi
«La señorita Amelia Fiore Altamar es encontrada culpable y se condena a cadena perpetua por el asesinato del menor Mateo Fiore Altamar»Las palabras del juez resonaron en la cabeza de Amelia, otra vez el destino le jugaba una muy mala broma, broma que tenía autor y el mismo se había encargado de colocar cada pieza en el lugar correcto para que ella fuera encerrada por siempre en una cárcel.Algunas semanas antes.Amelia fue detenida como sospechosa por el posible asesinato de su primogénito. Después de verla actuar tan fría y tan seca en cuanto al supuesto secuestro de su hijo las personas comenzaron a lanzar rumores sobre que posiblemente ella estaba loca, en su mayoría la gente no había visto a Amelia embarazada y tampoco la vieron con ningún recién nacido. Decían que era cuestión de querer llamar la atención, que siempre la habían sentido extra