John no se imaginaba la reacción de Amelia cuando estuviera frente a su niño. Tenía claro que talvez todo iba a llegar a su fin, en cambio estaba seguro de lo que quería y lo que más deseaba era hacer su vida junto a Amelia. No solo se había enamorado de ella, sino que también estuvo cuidando a Mateo como si fuera su propio hijo.
—Me debes una explicación —dijo Amelia.
—Y te la daré, por ahora disfruta de Mateo —sugirió él.
—¿Nos regresaremos hoy mismo? ¿Está todo listo para llevármelo; ¿su ropa sus juguetes, todo? —preguntó Amelia.
—No te lo puedes llevar —ordenó.
—Es mi hijo. ¿Cómo te atreves a decirme eso?
—Ahora también es mi hijo —comentó.
—Mateo no es tu hijo, tú lo separaste de mi lado.
—Le romperíamos el corazón si se entera que su padre es el maldito de Bruno y no yo —aseguró—. Sobre todo, porque yo si he cumplido con ese rol desde que él era un bebé hasta el día de hoy y quiero que sepas que lo hice con todo e
Amelia y John aprovecharon el viaje para dejarse envolver por los sentimientos que tenían uno hacia el otro, pese a todo lo que pasó y aunque ella se sintió traicionada, decidió no guardar rencor en su corazón para John, además comprobar por su cuenta lo bien que estaba Mateo a su lado la hizo pensar en la posibilidad de formar un futuro junto a él a fin de cuentas ella se enamoró como nunca antes lo hizo. También tomó en consideración que John le devolvió a su hijo. De camino a la ciudad en la que vivían se desviaron unos minutos para conocer un hermoso lago y el pueblo donde quedaba; era un lugar tranquilo. Turístico, pero tranquilo. Comieron en uno de los muchos restaurantes que encontraron y fueron a caminar por la plaza en la que John compró un anillo; sencillo, pero bonito sin que Amelia se diera cuenta. Después fueron al muelle más famoso del lago, justo al f
Los finales felices no existen, son solamente nuevos inicios.Amelia había leído lo anterior en algún libro viejo y cuánta razón encerraba aquel pensamiento. Ahora se encontraba en camino a la hacienda donde su hijo se había criado durante los últimos cuatro casi cinco años, esta vez Cristina su madre la acompañaba. También iba John, por supuesto.Amelia recordaba que en la noche anterior Santiago le pidió a Perla que fuera su novia, quizá iba a tener un noviazgo corto, todo lo contrario, a la relación de Rubí y Samuel que duró unos tres o cuatro años quizá y ni hablar de ella que simplemente se comprometió sin un previo noviazgo, es que la vida es así, distinta para todos.Cuando llegó Mateo estaba en el pórtico meciéndose de un lado para otro en una banca de madera a modo de columpio. Solo se dio cuenta que e
Amelia se movía rítmicamente al compás de la melodía «El lago de los cisnes» su control corporal tenía encantado a todo el público. Su cuerpo simplemente se dejaba llevar por el sonido de las notas musicales. Su precisión era asombrosa; sus manos dibujaban figuras en el aire mientras bailaban junto a ella. Entre pequeños saltos, patadas perfectas y giros suaves parecía que flotaba sobre el escenario, cuando inclinaba sus pies para ponerse de puntillas daba la impresión de que se elevaba unos centímetros del suelo.Bruno su más grande admirador la observaba desde un rincón; todo en su interior se alteraba cada vez que veía como aquella jovencita se movía. Estaba ansioso por qué la noche diera fin, quería cortejarla como solía hacerlo desde que la conoció, llevaba un par de meses asistiendo a cada una de sus presentaciones y al final s
Bruno era un empresario al que le gustaba hacer negocios turbios para incrementar las ganancias de una fábrica de zapatos que era de su propiedad. Él estaba acostumbrado a conseguir lo que deseaba incluyendo mujeres; jóvenes en su mayoría. Ofreciéndoles dinero y regalos costosos se volvían presas vulnerables y fáciles de pescar. Todas llegaban hasta sus brazos sin mayor trabajo y esfuerzo. Con Amelia había sido la excepción; ella le dejó claro desde un inicio que no era una mujer como las que estaba acostumbrado a tratar y esa era la razón por la que la deseaba físicamente de una manera perturbadora.—Claudia —llamó a su asistente.—Ordene, don Bruno —respondió ella.—Necesito que compres una joya, algo magnífico, una pulsera o un collar.—Por supuesto que sí —dijo Claudia.—No importa el pr
Perla y Rubí estaban preocupadas. La noche anterior Amelia llegó a casa en horas de la madrugada, aquello no era lo extraño; pues solía suceder siempre que tenía eventos de gran magnitud. Lo raro era que no quería salir de su habitación ni siquiera para desayunar. Ambas ya habían hecho hasta lo imposible para hablar con ella, pero ninguna tuvo éxito.—Estoy bien —decía Amelia desde el interior.—Sal de ahí y hablemos —le rogaba Perla.—Mas tarde, estoy muy cansada —intentó tranquilizar a ambas.—Sabes bien que no es solo cansancio —insistía Rubí.Amelia conocía a sus amigas y sabía que no la dejarían en paz hasta saber que había sucedido así que después de varias horas las dejó entrar en su recámara. Las dos llevaban comida para ella, la pobre no hab
Amelia estaba temblando de miedo cuando terminó de contarle a sus amigas lo que había sucedido. Ellas se acercaron y la abrazaron «No hay mal que un abrazo no cure» solía decir Amelia, pero esta vez era diferente.—¿Cómo viviré con los recuerdos? —pensó en voz alta.—Hay amiga —se lamentó Perla.—¿Pues cómo va a ser? —preguntó Rubí—. Normal, lo afrontas y ya. Si tienes que buscar ayuda profesional, pues la buscas.—En tus labios suena tan sencillo —se quejó Amelia.—No lo estoy viviendo en carne propia, pero me duele saber que le pasó a una de mis hermanas y justo por eso quiero que seas fuerte.—Yo también las considero mis hermanas ¿Saben?—No estás sola. Aquí estamos para ti.Amelia recibió castigo por parte de
Amelia estaba segura que su retraso era simplemente cuestión de nervios y estrés. Su periodo nunca fue regular así que esperar unos días más, no era algo que provocara miedo en ella.Al paso de unas semanas fue a hacerse una prueba de embarazo en sangre para poder salir de las dudas, aunque evidentemente esta ya no era necesaria. Las náuseas matutinas se hicieron presentes, comenzó a sentir cansancio y apetito fuera de lo normal. Pensó que se trataba de algo psicológico así que decidió que dejaría de pensar cosas que ni al caso y no le comentó a nadie sobre lo que estaba pasando ni siquiera a sus dos mejores amigas. Cualquiera que fuera el resultado no quería compartirlo todavía. Estaba tan confundida que ni siquiera ella sabía lo que tenía que hacer.Cuando fue por los resultados no abrió el sobre, no estaba preparada para confirmar lo que sosp
Amelia no se quitaba las manos del vientre intentando sentir a su bebé en constante movimiento. Estaba llena de miedo, no quería perder a su hijo sin haberlo conocido.La preocupación carcomía su tranquilidad, el camino al hospital se le hizo eterno y por más que lo intentaba no dejaba de llorar. Las palabras de sus amigas no lograban aplacar la angustia que se había adueñado de ella, entró caminando muy despacio al auto y cada mal movimiento le parecía gravísimo, se bajó con el mismo cuidado y pidió que la llevarán en silla de ruedas hasta el segundo piso. Quizá exageraba, pero nada le importaba más que salvar a su bebé.En cuanto la obstetra la vio llegar, decidió atenderla. Sus amigas pasaron con ella al respectivo consultorio.—No es tan grave —dijo la doctora después de revisarla—. El bebé está en perf