Amelia se movía rítmicamente al compás de la melodía «El lago de los cisnes» su control corporal tenía encantado a todo el público. Su cuerpo simplemente se dejaba llevar por el sonido de las notas musicales. Su precisión era asombrosa; sus manos dibujaban figuras en el aire mientras bailaban junto a ella. Entre pequeños saltos, patadas perfectas y giros suaves parecía que flotaba sobre el escenario, cuando inclinaba sus pies para ponerse de puntillas daba la impresión de que se elevaba unos centímetros del suelo.
Bruno su más grande admirador la observaba desde un rincón; todo en su interior se alteraba cada vez que veía como aquella jovencita se movía. Estaba ansioso por qué la noche diera fin, quería cortejarla como solía hacerlo desde que la conoció, llevaba un par de meses asistiendo a cada una de sus presentaciones y al final siempre le enviaba flores, rosas rojas en su mayoría, Amelia las recibía y después las acomodaba en alguna parte del lugar, pero nunca las llevaba a casa. Él decía que estaba muy enamorado de Amelia; no paraba de soñar con el día en que la tuviera junto a él, la deseaba con locura. Era evidente que aquello no era amor sino más bien una obsesión enfermiza que se agrandó desde la primera vez que ella lo rechazó.
Tenía la costumbre de buscarla al término de cada presentación para hacerle las mismas preguntas.
—Yo puedo darte lo que tú desees —le decía—. Joyas, dinero, viajes, cenas en restaurantes de lujo, ropa de marca y todo lo que me pidas —le aseguró.
—No me interesa su propuesta don Bruno —contestó ella en varias ocasiones.
—¿Que tengo que hacer para que estés conmigo? —le preguntó aquella noche.
—Nada en especial, simplemente no quiero —contestó ella.
—Entiende que yo te amo y que te deseo mucho —expresó Bruno con desesperación.
—Lamento no poder decir lo mismo —dijo mirándole a los ojos con seriedad.
—¿Cuánto quieres? ¿Cuánto hay que pagar?
—Lo lamento, no estoy en venta.
—No te pido más. Una noche conmigo y ya. ¿Qué tan difícil puede ser?
—No estoy acostumbrada a hacer ese tipo de cosas —respondió ella.
—Hay por favor, si se ve que eres bien puta —expresó desesperado por no conseguir lo que tanto deseaba.
Sus palabras detonaron ira en el interior de Amelia y sin pensarlo dos veces le dejó ir una bofetada en su mejilla izquierda.
—Usted no tiene ningún derecho de insultarme, solamente porque no deseo ser su mujer —le dijo mirándolo a la cara con enojo.
—Escucha muchachita —le advirtió con coraje—. Esto no se va a quedar así, te aseguro que me las vas a pagar.
—A mí no me amenace viejo rabo verde —se defendió.
—Niña tonta, cualquiera quisiera una vida como la que te ofrezco.
—Pues vaya y compre mujeres en otro lugar y déjeme en paz a mí —le pidió ella—. Yo no estoy interesada en su sucio dinero —terminó.
—Vas a ser mía —le aseguró sujetándola del brazo.
—Suélteme —exigió mientras intentaba escapar de su agarre.
—Te vas a arrepentir de tratarme así —le advirtió.
—Ya déjeme.
En ese momento se acercó un señor y se percató de lo que estaba sucediendo.
—¿Está todo bien señorita? —preguntó
—Por supuesto que está todo bien —respondió Bruno, liberando a Amelia.
—¿Se encuentra bien? —volvió a preguntar el señor dirigiéndose a la joven para asegurarse de su respuesta.
—Sí —contestó ella—. Estoy bien —aseguró.
Le dio temor ir a vestirse para salir del teatro así que colocó un abrigo sobre su vestuario, tomó sus cosas y se marchó, durante el camino pensó en todo lo que había sucedido y el miedo inundó su ser, nunca antes se había sentido del mismo modo. Tenía la costumbre de caminar sola, a veces muy tarde de la noche después de sus presentaciones, en otras ocasiones tomaba un taxi, pero nunca se sintió intimidada a pesar de como la miraban los hombres en algunas ocasiones.
Amelia era una jovencita de veinte años, hermosa como todas a esa edad; tenía el cabello largo, negro y ondulado. Su cuerpo era perfecto ante los ojos masculinos; grandes caderas, cintura marcada, glúteos redondos y senos pequeños. Ser bailarina de ballet le había dado el beneficio de mantener su cuerpo en perfecta forma, no era extraño que un hombre mayor como Bruno estuviera tan encaprichado con ella; él tenía cuarenta años y no era precisamente el sugar daddy perfecto, al menos no para Amelia. Ella a pesar de ser huérfana no deseaba una vida de lujos sino más bien soñaba con tener una historia de amor perfecta. Tenía éxito en el teatro como bailarina de ballet y vivía con dos jovencitas en las mismas condiciones que ella. Perla y Rubí eran sus amigas desde muchos años atrás, las tres se cuidaban y se ayudaban en lo que fuera necesario.
Aquella noche cuando llegó a casa, sus amigas se dieron cuenta que algo no estaba bien.
—¿Cómo te ha ido? —preguntó Perla.
—Bien, igual que siempre —contestó sin dar más detalles.
—¿Te pasa algo? —cuestionó Rubí.
—No, no pasa nada —aseguró.
—Te comportas extraña —dijo una de ellas.
—Solo estoy cansada —respondió acomodándose en la cama.
Las palabras de Bruno hacían eco en su cabeza y no podía evitar pensar en todo lo que le había dicho. Ella sabía perfectamente quien era él y no quería poner en riesgo ni su vida y mucho menos la de sus amigas; a fin de cuentas, las quería como hermanas ya que se conocieron en el orfanato desde que eran muy pequeñas y se fueron a vivir juntas al salir del mismo. Perla era fotógrafa; le encantaba congelar recuerdos en imágenes. Por su parte a Rubí le gustaba mucho la pintura; había pasado sus últimos años practicando, pero a Amelia le apasionaba la danza, el ballet principalmente. Se dedicó a eso desde que tenía uso de razón y ahora bailaba a la perfección; la habían contratado para ser la estrella principal en uno de los teatros más famosos de la ciudad. Vivía cómodamente, pero nunca se había involucrado con hombres por dinero, así como pensaba Bruno. Sus ingresos eran buenos y los mismos le permitían estar tranquila, aparte compartía gastos con sus dos amigas. Así que buscar la vida fácil no era algo que estuviera deseando en aquel momento.
Bruno era un empresario al que le gustaba hacer negocios turbios para incrementar las ganancias de una fábrica de zapatos que era de su propiedad. Él estaba acostumbrado a conseguir lo que deseaba incluyendo mujeres; jóvenes en su mayoría. Ofreciéndoles dinero y regalos costosos se volvían presas vulnerables y fáciles de pescar. Todas llegaban hasta sus brazos sin mayor trabajo y esfuerzo. Con Amelia había sido la excepción; ella le dejó claro desde un inicio que no era una mujer como las que estaba acostumbrado a tratar y esa era la razón por la que la deseaba físicamente de una manera perturbadora.—Claudia —llamó a su asistente.—Ordene, don Bruno —respondió ella.—Necesito que compres una joya, algo magnífico, una pulsera o un collar.—Por supuesto que sí —dijo Claudia.—No importa el pr
Perla y Rubí estaban preocupadas. La noche anterior Amelia llegó a casa en horas de la madrugada, aquello no era lo extraño; pues solía suceder siempre que tenía eventos de gran magnitud. Lo raro era que no quería salir de su habitación ni siquiera para desayunar. Ambas ya habían hecho hasta lo imposible para hablar con ella, pero ninguna tuvo éxito.—Estoy bien —decía Amelia desde el interior.—Sal de ahí y hablemos —le rogaba Perla.—Mas tarde, estoy muy cansada —intentó tranquilizar a ambas.—Sabes bien que no es solo cansancio —insistía Rubí.Amelia conocía a sus amigas y sabía que no la dejarían en paz hasta saber que había sucedido así que después de varias horas las dejó entrar en su recámara. Las dos llevaban comida para ella, la pobre no hab
Amelia estaba temblando de miedo cuando terminó de contarle a sus amigas lo que había sucedido. Ellas se acercaron y la abrazaron «No hay mal que un abrazo no cure» solía decir Amelia, pero esta vez era diferente.—¿Cómo viviré con los recuerdos? —pensó en voz alta.—Hay amiga —se lamentó Perla.—¿Pues cómo va a ser? —preguntó Rubí—. Normal, lo afrontas y ya. Si tienes que buscar ayuda profesional, pues la buscas.—En tus labios suena tan sencillo —se quejó Amelia.—No lo estoy viviendo en carne propia, pero me duele saber que le pasó a una de mis hermanas y justo por eso quiero que seas fuerte.—Yo también las considero mis hermanas ¿Saben?—No estás sola. Aquí estamos para ti.Amelia recibió castigo por parte de
Amelia estaba segura que su retraso era simplemente cuestión de nervios y estrés. Su periodo nunca fue regular así que esperar unos días más, no era algo que provocara miedo en ella.Al paso de unas semanas fue a hacerse una prueba de embarazo en sangre para poder salir de las dudas, aunque evidentemente esta ya no era necesaria. Las náuseas matutinas se hicieron presentes, comenzó a sentir cansancio y apetito fuera de lo normal. Pensó que se trataba de algo psicológico así que decidió que dejaría de pensar cosas que ni al caso y no le comentó a nadie sobre lo que estaba pasando ni siquiera a sus dos mejores amigas. Cualquiera que fuera el resultado no quería compartirlo todavía. Estaba tan confundida que ni siquiera ella sabía lo que tenía que hacer.Cuando fue por los resultados no abrió el sobre, no estaba preparada para confirmar lo que sosp
Amelia no se quitaba las manos del vientre intentando sentir a su bebé en constante movimiento. Estaba llena de miedo, no quería perder a su hijo sin haberlo conocido.La preocupación carcomía su tranquilidad, el camino al hospital se le hizo eterno y por más que lo intentaba no dejaba de llorar. Las palabras de sus amigas no lograban aplacar la angustia que se había adueñado de ella, entró caminando muy despacio al auto y cada mal movimiento le parecía gravísimo, se bajó con el mismo cuidado y pidió que la llevarán en silla de ruedas hasta el segundo piso. Quizá exageraba, pero nada le importaba más que salvar a su bebé.En cuanto la obstetra la vio llegar, decidió atenderla. Sus amigas pasaron con ella al respectivo consultorio.—No es tan grave —dijo la doctora después de revisarla—. El bebé está en perf
Mateo cumplió el primer mes de haber nacido, era un niño afortunado, sin duda lo era. Tenía unas tías locas que lo adoraban y una madre que daba la vida por él, pese a su situación lo único que deseaba era llenar de amor a su pequeño y cuidarlo por el resto de sus días. Lo demás salía sobrando.Desde que Amelia dejó su trabajo como bailarina de ballet en uno de los teatros más importantes de la cuidad pasaron muchas cosas de las que no tenía detalles. Perla y Rubí eran dos mujeres muy alejadas al entorno en el que se manejaba Amelia, así que no era de extrañarse que no pudieran brindarle información suficiente de lo que había sucedido allá afuera mientras ella pasó los últimos meses en reposo absoluto para que su hijo naciera a término.Para celebrar el primer mes de vida de Mateo, Amelia quiso salir a dar un p
Después de varias semanas y de hacer las averiguaciones correspondientes, Bruno confirmó que era el padre de Mateo.—Maldita perra ¿Cómo fue capaz de ocultarme un hijo a mí? —preguntaba molesto.—A lo mejor fue por miedo —respondió John, mano derecha y hombre de confianza de Bruno.—Como sea, sabes que Rita no puede enterarse que ese niño es mi hijo. Es más, nadie puede saber que lo es.—Comprendo jefe. ¿Qué piensa hacer al respecto?—Llevarlo lejos, dónde nadie sepa que existe —dijo esbozando una sonrisa maliciosa.—Eso es secuestro —replicó John al mismo tiempo que se llevaba una botella de cerveza a la boca.—Claro que no, es mi hijo. Forzaré la patria potestad a mi favor sin que nadie se involucre —explicó—. ¿Además tú crees que te he in
Amelia sintió que le arrancaron una parte del corazón, le dolía no tener a su hijo con ella. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo. Buscó en todos los lugares que se le pudieran ocurrir y no encontró una sola pista que la llevara hasta el paradero de su bebé.De lo único que estaba segura era que quien había sido capaz de separarlos tenía que pagar y de eso se iba a encargar ella, personalmente.Con el extravío de Mateo la obligaron a ser otra, nunca había sentido tanto odio por la gente, pero ahora habían despertado en ella una parte que no tenía idea que existía dentro de su cuerpo. Aquella fuerza interior le hacía tener los peores pensamientos que nunca imaginó tener.Después de darle muchas vueltas al asunto pensó en Bruno como el posible autor de lo que estaba sucediendo y tuvo muchas ganas de asesinarlo con sus propi