Después de varias semanas y de hacer las averiguaciones correspondientes, Bruno confirmó que era el padre de Mateo.
—Maldita perra ¿Cómo fue capaz de ocultarme un hijo a mí? —preguntaba molesto.
—A lo mejor fue por miedo —respondió John, mano derecha y hombre de confianza de Bruno.
—Como sea, sabes que Rita no puede enterarse que ese niño es mi hijo. Es más, nadie puede saber que lo es.
—Comprendo jefe. ¿Qué piensa hacer al respecto?
—Llevarlo lejos, dónde nadie sepa que existe —dijo esbozando una sonrisa maliciosa.
—Eso es secuestro —replicó John al mismo tiempo que se llevaba una botella de cerveza a la boca.
—Claro que no, es mi hijo. Forzaré la patria potestad a mi favor sin que nadie se involucre —explicó—. ¿Además tú crees que te he invitado una cerveza para charlar de mis obligaciones como padre? —cuestionó.
—Por supuesto que no, don Bruno —respondió.
—Ocupo que organices lo que haga falta, todo debe salir muy limpio —ordenó.
—Claro que sí. ¿Cuándo quiere que se ponga en marcha el plan?
—Lo antes posible, digamos que tienes dos semanas para que coordines a dónde llevarás el niño.
—¿Está seguro jefe? —cuestionó John.
—Contéstame una sola cosa. ¿Cuándo me has visto dudar?
—Nunca señor Bruno, pero estamos hablando de su hijo.
—Un hijo que no debió nacer ¿Comprendes?
—Por supuesto.
John se fue a casa a planear cuál era el mejor momento para separar a Mateo de su madre. Pensó en múltiples opciones:
Viajó hasta un pueblo alejado de la ciudad en busca de un refugio dónde se le permitiera dejar al bebé sin involucrarse demasiado.
Una semana antes de llevar a cabo el plan, le comentó a Bruno lo que pensaba hacer.
—Don Bruno, entraré a casa de la víctima para llevarme al niño sin que nadie se entere y luego lo llevaré a un orfanato en un pueblo que queda como a cinco horas de aquí —comentó John.
—La primera parte del plan me parece bien, pero la segunda es una locura —expresó—. Debes entregárselo a alguien de confianza, alguien a quien no le importe ganar un poco de dinero a cambio de cuidarlo y ocultarlo —agregó.
—Está bien jefe, yo me encargo —respondió John.
Días después, John esperó un momento a qué en casa de Amelia no hubiera nadie más que ella y Mateo. Cuando estuvo seguro que Perla y Rubí ya se habían ido a trabajar entró en el edificio ayudado de sus artimañas de delincuente para que nadie sospechara nada.
Amelia aún dormía, John se acercó hasta ella y colocó sobre su nariz un pedazo de tela empapado de un líquido que la mantendría inconsciente por un rato. Ella se despertó asustada y quiso defenderse, pero era demasiado tarde, el químico hizo efecto en seguida proporcionándole a John minutos extra para escapar con Mateo quien dormía profundamente en su cuna. Tomó al niño de apenas dos meses entre sus manos y un pequeño peluche que estaba muy cerca para entretener al bebé si hacía falta. Después salió sin hacer el mayor ruido y subió al auto.
—Don Bruno, tengo al niño conmigo —confirmó John a través de una llamada telefónica.
—Haz lo que prosigue —indicó.
—¿Le gustaría verlo por un instante? —preguntó.
—Eres un imbécil ¿Cómo se te ocurre? precisamente porque no quiero saber nada de él es que te pido que lo lleves lejos, a otro país si es necesario —replicó y después cortó la llamada.
Mateo se quedó quieto por un largo rato, pero después se despertó llorando, era evidente que comenzaba a extrañar a su mamá y también necesitaba un poco de leche que saciara su apetito.
Amelia despertó sin comprender que estaba sucediendo, se sintió extraña, pero no recordaba nada. Para ella fue como si despertara una mañana cualquiera, caminó hasta la cuna y se sorprendió cuando la encontró vacía.
—PERLA, RUBÍ — gritaba al mismo tiempo que buscaba por toda la casa.
Se desesperó y salió a la calle gritando y buscando.
—MATEO —gritaba angustiada.
La gente de la calle comenzó a verla de manera extraña, volvió a casa y entre lágrimas llamó a sus amigas para preguntar dónde estaban y que habían hecho con su hijo.
—¿Perla tú lo tienes? —preguntó ansiosa a la espera de un sí.
—¿Tengo que cosa? —preguntó sorprendida.
—¿Tú te has llevado a Mateo? ¿Dónde están? —cuestionaba con desespero.
—Haber cálmate, no entiendo nada. El bebé se quedó en casa contigo —le dijo.
—Déjame llamar a Rubí, seguro está con ella.
Sus manos temblaban de miedo.
—No amiga Rubí salió conmigo esta mañana. Tú te quedaste dormida y Mateo contigo en tu habitación.
—MI HIJO NO ESTÁ —gritó.
—Voy para la casa —contestó Perla.
Amelia lloraba desconsolada intentando pensar que había sucedido, pero se sentía tan asustada que no sabía ni por dónde comenzar, no se le ocurría absolutamente nada. Ella estaba bloqueada por completo. Sus amigas llegaron y llamaron a la policía; misma que determinó que no había una tan sola pista que indicara que se trataba de un secuestro o algo parecido. Los vecinos miraban tan escasas veces a Amelia después de su embarazo que ni siquiera sabían que tenía un bebé.
—¿Piensan que estoy loca? —les preguntó a los agentes.
—Claro que no, pero es muy extraño lo que dice; no hay cerraduras forzadas, no hay nada —explicaron.
—Algo tiene que haber. QUIERO A MI HIJO CONMIGO —les exigió.
—Tranquila, haremos lo que esté a nuestro alcance para saber que sucedió, por ahora solo podemos pensar que quizá una de ellas esté involucrada.
Se referían a Perla y a Rubí quienes buscaban en la habitación cualquier indicio de lo que había sucedido.
Amelia sintió que le arrancaron una parte del corazón, le dolía no tener a su hijo con ella. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo. Buscó en todos los lugares que se le pudieran ocurrir y no encontró una sola pista que la llevara hasta el paradero de su bebé.De lo único que estaba segura era que quien había sido capaz de separarlos tenía que pagar y de eso se iba a encargar ella, personalmente.Con el extravío de Mateo la obligaron a ser otra, nunca había sentido tanto odio por la gente, pero ahora habían despertado en ella una parte que no tenía idea que existía dentro de su cuerpo. Aquella fuerza interior le hacía tener los peores pensamientos que nunca imaginó tener.Después de darle muchas vueltas al asunto pensó en Bruno como el posible autor de lo que estaba sucediendo y tuvo muchas ganas de asesinarlo con sus propi
«La señorita Amelia Fiore Altamar es encontrada culpable y se condena a cadena perpetua por el asesinato del menor Mateo Fiore Altamar»Las palabras del juez resonaron en la cabeza de Amelia, otra vez el destino le jugaba una muy mala broma, broma que tenía autor y el mismo se había encargado de colocar cada pieza en el lugar correcto para que ella fuera encerrada por siempre en una cárcel.Algunas semanas antes.Amelia fue detenida como sospechosa por el posible asesinato de su primogénito. Después de verla actuar tan fría y tan seca en cuanto al supuesto secuestro de su hijo las personas comenzaron a lanzar rumores sobre que posiblemente ella estaba loca, en su mayoría la gente no había visto a Amelia embarazada y tampoco la vieron con ningún recién nacido. Decían que era cuestión de querer llamar la atención, que siempre la habían sentido extra
Amelia había visto la vida de muchas personas en la cárcel a través de una pantalla; en las telenovelas talvez, incluso en el noticiero, pero nada era como vivirlo en carne propia. A través de la pantalla hasta se veía como le colocaban un montón de filtros a la realidad. Cuando ella llegó a aquel lugar pensó que no iba a sobrevivir un tan solo día.Fue asignada a una celda dónde estaría en compañía en una mujer mayor, desde que llegó se acomodó en el camarote en la parte de arriba y no se bajó durante el resto del día; no hizo más que llorar, llorar y llorar.La leona; seudónimo de la compañera de Amelia sintió un poco de pena por ella. Verla llegar en aquel estado le hizo recordar su duro pasado y los primeros días vividos en una prisión. A pesar de no saber nada de la nueva, la leona le llevó un poco
Ágata era diferente de Amelia, era como su parte opuesta, su lado contrario. Era como la otra cara de la moneda. Amelia era noble, buena, dulce, inteligente, pero ingenua. Ágata era despiadada, vengativa, cruel, inteligente y cautelosa. Ambas habitaban en el mismo cuerpo, pero Amelia tenía que descansar porque no era tan fuerte como Ágata, al menos no para sobrevivir en una prisión por tanto tiempo.Amelia pronto se dio por vencida ante la búsqueda de su hijo incluso renunció a su propia libertad.Ágata estaba segura que un día volvería a ver a Mateo y por él haría hasta lo imposible por salir pronto de aquella prisión, las injusticias existen y la justicia también y ella tenía la convicción de que en algún momento todo se resolvería a su favor.Cada día vivido en total encierro se lamentaba por lo que había sucedido, se pre
Cada mes, en luna llena Amelia lloraba junto a la pequeña ventana de su celda.—Odio verte así —le decía la leona.Ella se quedaba en silencio hasta que finalmente se dormía. Al día siguiente volvía a ser Ágata; fría y sin sentimientos.Una tarde, cuando llegaron de sus actividades diarias en el salón; aquel día les tocó pintar las sillas de la sala de visitas. La leona se acercó a Amelia y la abrazó con ternura, en los últimos meses había sido diferente; más protectora y más cariñosa.—Leona estás ardiendo en fiebre —le dijo.De pronto vio como estaba empapada en sudor y a la vez temblaba de frío.—Pero, ¿Qué ha pasado que no me he fijado en lo mal que te has puesto? —preguntaba Amelia inquieta.—Tranquila mi niña, estoy bien —a
Después de un largo rato llorando y lamentándose por el pasado, Cristina decidió contarle a su hija como habían sucedido las cosas.—Ven siéntate a mi lado —le pidió a Amelia.—¿Vas a contarme porqué me abandonaste? —preguntó ella.—Sí, yo necesito que tú entiendas como pasó todo.—Está bien —respondió.—Cuando tú tenías aproximadamente tres años de edad las cosas entre tu papá y yo comenzaron a complicarse, ya no nos entendíamos como esposos y hasta llegué a pensar que había otra mujer en su vida. Tú y yo pasábamos noches enteras a la espera de su regreso y él no regresaba hasta el amanecer.—Yo me acuerdo un poquito de eso. Nosotras nos encerrábamos y tú me dejabas dormir contigo.—Exacto,
Cuando Amelia les comentó a sus amigas lo que había sucedido con Cristina, éstas se sorprendieron y se alegraron por ella. Les pareció una historia increíble y hermosa; llena de sufrimiento y dolor, pero al mismo tiempo llena de esperanza y amor.—Es tan bonito que estés con tu mamá —dijo Perla.—¿Te das cuenta que en la vida todo tiene un propósito? —preguntó Rubí.—¿De qué hablas? —interrogó Perla.—Si nada de lo que me sucedió me hubiera pasado, yo no hubiese encontrado a mi madre jamás —comentó Amelia—. ¿A eso te refieres verdad? —cuestionó.—Pues sí, es extraño, pero así es —afirmó Rubí.Las tres se miraron entre sí y suspiraron.—Las cosas de la vida —dijo Amelia.&md
Con el caso de Amelia resuelto, Samuel se convirtió en un futuro abogado de prestigio.La historia de Amelia revolucionó por todos los medios y a partir de ahí comenzó a verse ante las personas como un bicho raro, sobre todo porque pensaban que todo sobre ella era falsa. Nadie creía que tuviera un hijo y que el mismo estuviese secuestrado. Incluso llegaron a decir que lo del asesinato era parte de un plan para llamar la atención. Amelia pensó que a su regreso todo iba a ser más sencillo, pero no era así; por el contrario, estaba enfrentando la poca empatía de la sociedad. Una sociedad que se limitaba a pasar el chisme de boca en boca sin antes investigar. No había alguien, excepto sus amigas que se pusiera sus zapatos para comprender por lo que ella estaba pasando.Cuando fue en busca de trabajo al lugar en el que trabajó por años antes de ir presa, le dijeron que ya no ten&iacut