Amelia había visto la vida de muchas personas en la cárcel a través de una pantalla; en las telenovelas talvez, incluso en el noticiero, pero nada era como vivirlo en carne propia. A través de la pantalla hasta se veía como le colocaban un montón de filtros a la realidad. Cuando ella llegó a aquel lugar pensó que no iba a sobrevivir un tan solo día.
Fue asignada a una celda dónde estaría en compañía en una mujer mayor, desde que llegó se acomodó en el camarote en la parte de arriba y no se bajó durante el resto del día; no hizo más que llorar, llorar y llorar.
La leona; seudónimo de la compañera de Amelia sintió un poco de pena por ella. Verla llegar en aquel estado le hizo recordar su duro pasado y los primeros días vividos en una prisión. A pesar de no saber nada de la nueva, la leona le llevó un poco
Ágata era diferente de Amelia, era como su parte opuesta, su lado contrario. Era como la otra cara de la moneda. Amelia era noble, buena, dulce, inteligente, pero ingenua. Ágata era despiadada, vengativa, cruel, inteligente y cautelosa. Ambas habitaban en el mismo cuerpo, pero Amelia tenía que descansar porque no era tan fuerte como Ágata, al menos no para sobrevivir en una prisión por tanto tiempo.Amelia pronto se dio por vencida ante la búsqueda de su hijo incluso renunció a su propia libertad.Ágata estaba segura que un día volvería a ver a Mateo y por él haría hasta lo imposible por salir pronto de aquella prisión, las injusticias existen y la justicia también y ella tenía la convicción de que en algún momento todo se resolvería a su favor.Cada día vivido en total encierro se lamentaba por lo que había sucedido, se pre
Cada mes, en luna llena Amelia lloraba junto a la pequeña ventana de su celda.—Odio verte así —le decía la leona.Ella se quedaba en silencio hasta que finalmente se dormía. Al día siguiente volvía a ser Ágata; fría y sin sentimientos.Una tarde, cuando llegaron de sus actividades diarias en el salón; aquel día les tocó pintar las sillas de la sala de visitas. La leona se acercó a Amelia y la abrazó con ternura, en los últimos meses había sido diferente; más protectora y más cariñosa.—Leona estás ardiendo en fiebre —le dijo.De pronto vio como estaba empapada en sudor y a la vez temblaba de frío.—Pero, ¿Qué ha pasado que no me he fijado en lo mal que te has puesto? —preguntaba Amelia inquieta.—Tranquila mi niña, estoy bien —a
Después de un largo rato llorando y lamentándose por el pasado, Cristina decidió contarle a su hija como habían sucedido las cosas.—Ven siéntate a mi lado —le pidió a Amelia.—¿Vas a contarme porqué me abandonaste? —preguntó ella.—Sí, yo necesito que tú entiendas como pasó todo.—Está bien —respondió.—Cuando tú tenías aproximadamente tres años de edad las cosas entre tu papá y yo comenzaron a complicarse, ya no nos entendíamos como esposos y hasta llegué a pensar que había otra mujer en su vida. Tú y yo pasábamos noches enteras a la espera de su regreso y él no regresaba hasta el amanecer.—Yo me acuerdo un poquito de eso. Nosotras nos encerrábamos y tú me dejabas dormir contigo.—Exacto,
Cuando Amelia les comentó a sus amigas lo que había sucedido con Cristina, éstas se sorprendieron y se alegraron por ella. Les pareció una historia increíble y hermosa; llena de sufrimiento y dolor, pero al mismo tiempo llena de esperanza y amor.—Es tan bonito que estés con tu mamá —dijo Perla.—¿Te das cuenta que en la vida todo tiene un propósito? —preguntó Rubí.—¿De qué hablas? —interrogó Perla.—Si nada de lo que me sucedió me hubiera pasado, yo no hubiese encontrado a mi madre jamás —comentó Amelia—. ¿A eso te refieres verdad? —cuestionó.—Pues sí, es extraño, pero así es —afirmó Rubí.Las tres se miraron entre sí y suspiraron.—Las cosas de la vida —dijo Amelia.&md
Con el caso de Amelia resuelto, Samuel se convirtió en un futuro abogado de prestigio.La historia de Amelia revolucionó por todos los medios y a partir de ahí comenzó a verse ante las personas como un bicho raro, sobre todo porque pensaban que todo sobre ella era falsa. Nadie creía que tuviera un hijo y que el mismo estuviese secuestrado. Incluso llegaron a decir que lo del asesinato era parte de un plan para llamar la atención. Amelia pensó que a su regreso todo iba a ser más sencillo, pero no era así; por el contrario, estaba enfrentando la poca empatía de la sociedad. Una sociedad que se limitaba a pasar el chisme de boca en boca sin antes investigar. No había alguien, excepto sus amigas que se pusiera sus zapatos para comprender por lo que ella estaba pasando.Cuando fue en busca de trabajo al lugar en el que trabajó por años antes de ir presa, le dijeron que ya no ten&iacut
Mariana entró en el cuarto de cambios para dar las indicaciones correspondientes puesto que aquella noche era especial; una nueva bailarina se unía al club.—Primero salen las muchachas y después te toca a ti —ordenó Mariana.—Entendido —respondió ella.Amelia sintió que un nudo le cortó la respiración. Era como en los viejos tiempos esperar su turno y danzar para un público, pero también era diferente a los viejos tiempos; su público eran hombres con ganas de sexo que la verían bailar de una manera muy diferente a lo que estaba acostumbrada.Cuando llegó su momento salió por la parte trasera y caminó hasta el escenario todos comenzaron a gritar como una manada de perros en celo. Empezaron a decirle piropos y vulgaridades. Ágata se quedó en silencio y frente a ella pasó aquella terrible escena del día
Edward era un empresario que concurría con frecuencia el club en el que trabajaba Amelia, pero ante la pérdida de la estrella principal se alejó del lugar, ya que él era admirador de aquella mujer y visitaba el ambiente únicamente por estar cerca de ella, después se fue de viaje de negocios y no se volvió a ver por el club hasta la noche en que conoció a Ágata.Aquel día ella llevaba puesto un pantalón bastante transparente que dejaba a la vista de todos; sus piernas y la tanga que cubría una parte de sus glúteos, sus senos estaban cubiertos por un corpiño decorado con pedrería, su cabello negro y largo caía por su cintura en ondas ligeras que llamaban la atención de todos en el lugar.Edward entró en el lugar justo en el instante en que Ágata movía sus caderas al ritmo de la música, claro que él había llegado
Samuel iba a celebrar su graduación en unos días. Por supuesto Rubí y sus amigas tenían que asistir a la fiesta que darían sus padres en honor a su hijo. Las tres estaban vueltas locas buscando que ponerse para la celebración, lo cierto es que ninguna de ellas encontraba un vestido adecuado para asistir al evento.—Vamos a tener que irnos de compras —dijo Amelia.—Hay, como crees —respondió Rubí—. Al menos yo me gasté todo lo que tenía en las compras del otro día.—Yo igual —agregó Perla.—Bueno, pero es una fiesta importante a la que no podemos ir con cualquier vestido —comentó Amelia.Cuando cayeron en cuenta que su amiga tenía razón. Perla y Rubí decidieron ir a una boutique para comprar los vestidos adecuados.Caminaban por el centro comercial y sonreían por alg