MARTINA
Si pudiera explicar la manera en la que me sentía y sin sacarlo todo fuera, creo que algo en mí se repondría y al menos parecería más segura de mí misma. Y es que a veces el problema es ese. Porque cuanto más me prometo dejar lo que me rompe a un lado, más acabo rota.
El día que supe que estaba embarazada de aquel hombre que me engañó, fue el día más feliz de mi vida porque pensé que había encontrado al hombre ideal, el que me haría feliz y al fin formaría una familia la cual jamás tuve.
Con el corazón encogido bajé la mira al recordar todo lo que me había pasado en estos dos últimos meses, en como mi vida soñada desapareció y sola me dejó en la soledad de mis temores.
Flashback
—Ya
que la señora Martina Navarro no puede demostrar que puede mantener a su hijo de doce meses, y darle una buena...En ese momento no necesité escuchar más, porque supe que me iban a quitar la custodia de mi pequeño. Por el siempre hecho de ser pobre. A veces la vida y la justicia no son justa.
—Puedes venir a visitarlo una vez cada dos meses, ya que el juez me dejó a elegir— dijo ese desgraciado, el cual jamás olvidaré.
—Sabes que no puedo estar viajando a Alemania cada dos meses.
—Ese es problema tuyo.
Fin del flashback.
Ese fue el primer día de muchos que no encontré ningún sentido a nada. De noches en velas y llorando por mi hijo.
... Y después de tanto, un reflejo de esperanza me deslumbró la mirada al ver que el mismo correo electrónico que había mandado mi currículum y mis datos me respondió y me anunció una vida cerca de ese ser que tanto amo. Había leído un anuncio en alemán que buscaban una chica para cuidar a una anciana. Ofrecía buen sueldo y casa, comida y un día libre. Probé suerte y esta vez esta aceptó ponerse de mi parte.
Era lo que necesitaba para dejar a mi país atrás y embarcarme en lo desconocido. Con un solo propósito, recuperar a mi hijo.
De: Lorenz Hoffmann
Para: Martina NavarroBunos días, señorita Navarro. De ante mano le agradezco que esté interesada en el puesto de trabajo. Ya que cuidar a una persona mayor no es nada fácil. En primer lugar, está hablando con el nieto de Zelinda, la anciana de la que se ocupará en los próximos días. Porque el puesto es suyo. Espero que su inglés sea igual de magnífico como me hizo entender al leer su nota acompañada en su currículum. En este email, le adjunto su billete de avión. Nos vemos en dos días, en mi lugar de trabajo.
Atentamente:
LORENZ HOFFMANN, DIRECTOR DE EMPRESAS HOFFMANN, DUQUE DE BADEN.
Sonriendo como hace tiempo que no lo hacía, cerré el portátil y me puse a prepararlo todo.
Pronto te veré, mi vida— pensé mientras guardaba mis pertenencias en las maletas.
No soy de creer en que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Pienso que solo es una frase que nos calma en algún momento dado. Solo eso. Pero esta vez podía decir que algo de sentido encontré en esta. Quizás debería creérmelo.
Con el corazón encogido, salí del avión que me llevó hasta el país más frío que había pisado en toda mi vida. Era pleno diciembre y el trozo de abrigo que llevaba no era apto para este clima.
—Caminé por el aeropuerto en busca de la salida. A lo lejos percibo a un señor vestido de negro con un cartel en sus manos. En este estaba escrito mi nombre.
—Hola, soy Martina Navarro— le dije en mi perfecto inglés al señor.
—Bienvenida, señorita.
Me ayudó con el equipaje y lo seguí.
—La llevaré a las oficinas del señor Hoffmann.
Asentí.
No sabía qué me iba a encontrar ahí, ni mucho menos como iba a ser mi estancia con aquella señora, ya que era la primera vez que iba a cuidar a una señora de avanzada edad.
El calorcito de la calefacción del lujoso coche que me transportaba, me devolvió el alma al cuerpo.
Intenté investigar acerca del nieto de la señora Zelinda, pero apenas encontré imágenes, mejor dicho, ninguna. Cosa que me sorprendió, ya que él era un duque. Lo único que recopilé fue su edad, y las múltiples empresas repartidas alrededor de Alemania.
—El señor la espera en su despacho. La secretaria espera su llegada— me indicó aquel hombre de semblante serio.
—Gracias— dije y este asintió cerrando la puerta del auto a mis espaldas.
Tomé aire una última vez y solo deseé que todo siguiese igual de bien como hasta ahora. Todo fácil y sin complicaciones.
Una mujer rubia me examinó de arriba a abajo y con seriedad también me dio las buenas tardes.
¿Es que todos los alemanes son así de serios?
—El señor la espera— dijo secamente, sin una gota de amabilidad o lo que tenga de bueno que pudiera trasmitir esa mujer.
—Vale, gracias.
La seguí también mientras recorría aquella ancha planta de mármol caro y mesas de cristal. Sillas de cuero y cuadros de arte que al parecer deben de costar una fortuna.
—Es aquí.
Dijo y se marchó.
Con el corazón a mil. Toqué la puerta y escuché algo en alemán, pero como no entendí nada, volví a tocar.
Supuse que significaba un <<adelante>> al ver que repetía lo mismo. Pero también me temblaron las piernas al sentir esa voz tan masculina y potente.
Abrí despacio la enorme puerta de madera oscura y entré. Sin subir aún la mirada, sentí como ese olor a hombre, a colonia muy cara azotaba mi piel, mis fosas nasales y mi sistema nervioso.
Se hizo el silencio tanto por mi parte como por parte de él.
A cámara lenta alcé mis ojos grises en busca de los suyos y me encuentro con la sorpresa más grande de mi vida. Nada más y nada menos que con el hombre más guapo, atractivo y sexi del mundo. Con una mirada arrolladora. Mis piernas no podían mantener mi cuerpo, y me dejo sostener contra la puerta que había cerrado segundos antes.
—Señorita Navarro.
No me mires así, no me mires así— nota mental que fui repitiendo al ver como sus ojos azules me calaron hasta los huesos en cuestión de una milésima de segundo.
Bajé de nuevo la mirada porque está dolía mirarlo, me picaba el corazón al hacerlo y dos segundos después asentí.
—¿Le ocurre algo? — su voz. Esa voz. Maldito sonido que me entró en la cabeza y suena como eco.
Su voz, ¿por qué se me hacía tan familiar?
Negué sin mirarlo.
¿Qué me pasaba? Me estaba comportando como tonta y eso no era bueno.
Contesta.
Vamos, hazlo.Míralo, se supone que estás muerta para todos hombres. Qué más da que su belleza te deslumbre si no confías en ninguno de ellos.Míralo, y sé fuerte.Mi voz interior no dejaba de aturdirme, no se callaba y yo no sé si podría con todo esto.
MARTINABajo la atenta mirada de él, tomé fuerzas que ya no tenía y me presenté como era debido, sin dejar de morder el interior de mi mejilla con lascivia cada vez que guardaba silencio.—Siento ser indiscreto, pero es necesario hacerle esta pregunta, señorita Navarro.Mis ojos se encontraron con los suyos—. ¿Qué es lo que la trajo a cambiar de país para trabajar en un empleo como este?Con esa voz me ponía cardiaca. Y joder, no quería sentirme así. Me lo prometí a mí misma.—Un cambio de aires. Eso es todo. Señor Hoffmann.Este no parecía muy convencido y no sé si lo hacía a propósito o realmente era así su manera de mirar a todo el mundo. Pero me detalló a tal punto que me sentí desnuda ante su mirada y creo que, no se creyó ninguna de mis palabras.—Su pequeña nota me sorprendió bastante, de hecho, estaba casi suplicando que le diera este trabajo.—Discúlpeme si insistí tanto en lo que escribí— bajé la mirada.—Una cosa. Si vas a estar trabajando para mí y en mi casa, debes saber
LARSSé que las mentiras y la verdad nunca se acaban llevando bien, desde el primer instante que empiezas a mentir tu cuerpo segrega un sentimiento de culpabilidad que a largo plazo esté nos hará ser lo que nunca quisimos ser. Unos mentirosos.No sé cómo ni porque sucedió, pero nada más ver a Martina, pude ver la desnudez de su alma y automáticamente sabía que algo más la había llevado a mudarse de país para trabajar en un trabajo que, quizás, no se necesite de tanto para conseguir uno igual en donde vivía.Y yo me pregunto; ¿por qué Alemania? A caso tiene algo más que le trajo hasta a mí y no solo fue coincidencia. Y me estaré volviendo loco y realmente fue pura casualidad de la vida. Fuese como fuera, no estaba interesado en romperme la cabeza para averiguar algo que no me concierne. Mientras cuide bien a mi abuela, y sea cuidadosa en lo que hace con ella, entonces no habrá problema.—¡Abuela, no! — negué mientras la mirada gris de la chica nos observaba sin comprender nada.Le di e
MARTINAEse llanto me encogía el alma, es mi bebé, estaba llorando y yo necesitaba abrazarlo, olerlo.Abrí los ojos en medio de esa oscuridad y salí de la cama. Me lavé la cara y por unos segundos no me reconocí en el espejo. El reflejo que me mostraba este, no era el mío.Caminé por el largo pasillo y entro en esa cocina de diseño, en busca de un vaso de agua.Con el pijama desgastado y descalza tomé asiento en la isla de mármol y bajé la cabeza para sacar esas lágrimas que acuchillaban mi pecho—. Te extraño, mi amor. Mamá te extraña — susurré entre lágrimas mientras esa agua que salían de mis ojos caía sobre la fría isla.Temblando me llevé el vaso a los labios y le di un sorbo al agua. Me tranquilicé y puse rumbo a mi nueva habitación.Sé que estaba haciendo mal en ocultar mí verdad al duque, de hecho, el miedo que siento de que se entere y que acabe por echarme del trabajo, es más grande de lo que puedo llegar a imaginar. Estar aquí es la única esperanza que me queda de volver a v
LARS—¿En qué piensas? — fruncí el ceño y niego con la cabeza, sin decir ni una sola palabra. Había tenido un cálido encuentro con Rose y después de eso me quedé pensativo y eso no me gustaba. Porque pensaba en quien no tenía que ocupar mi mente—. Pareces perdido, preocupado.—Estoy bien— me alcé de la cama y me alejé de ella. Entre en el baño de su casa y me lavé.Después de trabajar hasta las tantas de la tarde fui directamente a su departamento para descargar un estrés que no debió de tocarme las fibras nerviosas, y, en cambio, Martina alcanzó que me sintiera así.—¿Te vas? — preguntó al verme ya vestido.—Me voy. Nos vemos otro día— suelto un casto beso en su sien y me alejo sin mirar atrás.Entre Rose y yo teníamos claro algo, y es que no puede haber más que encuentros sexuales para pasarlo bien.—¡Ha sido un placer, Lars! — escuché al cerrar la puerta de su casa.Suspiro al entrar en mi coche y presioné mis sienes intentando aclarar la mente antes de llegar a casa.—No me debe i
MARTINAEsas palabras eran ciertas, tan llenas de verdad que no voy a negar una cosa que era evidente a simple vista. Mi talla cuarenta y cuatro no pegaba nada con ese atlético hombre, alto y con todo perfecto. Tampoco es que esté buscando gustar a nadie. Me amaba y no necesito ser amada por nadie más. De alguna manera era evidente que, yo no fuese su tipo ni pretendía serlo.Lars es una excepción de todo lo que había conocido. En la forma en la que se preocupa cuando no uso un abrigo adecuado, en cómo me pregunta si estoy bien o no. Y en otros detalles que hasta ahora ningún hombre me había mostrado esa parte de saber que alguien más se preocupaba por mí. Pero solo era eso. No había ni habrá nada más.—Maldición— salí corriendo a mí habitación después de darle sin querer al jarrón que decoraba uno de los muebles que yacía pegado a la pared de afuera de ese despacho, donde Lars se encontraba con aquel hombre. Que supuse que era su amigo.Por poco—me digo a mí misma al verme seguro ent
—¿Qué haces aquí? — pregunté e intento incorporarme.—Vine a devolverte la caja.Miré a esta que yacía sobre mi cama.—Gracias por el detalle, pero no puedo aceptarlo. Es demasiado para una mujer como yo.—¿Y qué clase de mujer eres tú?—Una simple. Ese abrigo le queda mejor alguien con cuerpo despampanante.Ladea la cabeza.—Sé que fuiste tú quien rompió ese jarrón que tanto apreciaba mi abuela y que me escuchaste.—Puedes descontarlo de mi sueldo.—En ese caso estarías más de ocho meses trabajando gratis.Ensanché los ojos.—Aun así, no lo haré.—Es muy considerado de su parte, como todo— miré a la caja, sé que estaba siendo sarcástica.Mi anormal comportamiento me lleva a querer matarme.—Estoy aquí para trabajar, Lars. No para gustarle a nadie, ni mucho menos a ti. Creo que tanto tú como yo tenemos los roles muy bien marcados.Se aleja de mí y camina hasta la ventana de la habitación—. Comprarte un abrigo no significa nada, necesito que no te enfermes para que tu trabajo se lleve
LARSEra normal que, al fin y al cabo, decida investigar a una mujer que, desde otro país, suplicaba un trabajo que realmente no era para tanto. No estábamos hablando de la esposa de algún rey al que se le deba cuidar. Y ella suplicaba como si mi abuela lo fuera.Me llamó la atención como una chica de tan solo veintidós años en vez de estar estudiando, para sacarse una carrera y construir un futuro, estaba buscando un trabajo en la otra punta del mundo, por decirlo así.—¿Me lo contarás?—Si ya lo sabes, ¿para qué quieres oírlo de mí?—Porque odio las mentiras, me fastidia ver como estoy interesado en una desconocida para ayudarla desinteresadamente, sin pedir nada a cambio.Dejé de acorralarla con el cuerpo y se limpia las lágrimas que, hasta ahora, había dejado caer por sus mejillas rojas por la fiebre.Martina causa estragos en mi autocontrol.¿Qué había descubierto de ella cuando inicié esa investigación?; ¡puf! Demasiadas cosas que no me creí. Y lo raro era, ¿por qué no me lo cre
MARTINAMe llena emocionalmente de sensaciones que hasta ahora no conocía. ¿Cómo era posible que él me esté ofreciendo una ayuda que no pedí? ¿Era real o estaba soñando? Estoy hablando de un hombre que si quisiera no tendría que romperse la cabeza con una empleada que acaba de conocer. Que no llevaba más de dos semanas a su lado y me estaba ofreciendo literalmente para mí el mundo. Ver a mi hijo.—¿No estás hablando en serio? — me llevé la mano al corazón porque no estaba segura si solo se trataba de una broma, para lastimarme.—Crees que bromearía con algo como eso. Incluso no iré a trabajar para llevarte.Ayer algo cambió en mi roto corazón al ver cómo me estaba tratando mientras tenía la fiebre alta. Vio de mí cada esquina de mi cuerpo, no le importó meterme en la ducha y bajarme la temperatura alta y aun así, estaba más perdida que de costumbre.—Vas a ir a ver a tu hijo y lo abrazarás. Y en el trayecto me contarás tu versión, si no quieres que me crea la verdad de otros.Negué y