LARS
Sé que las mentiras y la verdad nunca se acaban llevando bien, desde el primer instante que empiezas a mentir tu cuerpo segrega un sentimiento de culpabilidad que a largo plazo esté nos hará ser lo que nunca quisimos ser. Unos mentirosos.
No sé cómo ni porque sucedió, pero nada más ver a Martina, pude ver la desnudez de su alma y automáticamente sabía que algo más la había llevado a mudarse de país para trabajar en un trabajo que, quizás, no se necesite de tanto para conseguir uno igual en donde vivía.
Y yo me pregunto; ¿por qué Alemania? A caso tiene algo más que le trajo hasta a mí y no solo fue coincidencia. Y me estaré volviendo loco y realmente fue pura casualidad de la vida. Fuese como fuera, no estaba interesado en romperme la cabeza para averiguar algo que no me concierne. Mientras cuide bien a mi abuela, y sea cuidadosa en lo que hace con ella, entonces no habrá problema.
—¡Abuela, no! — negué mientras la mirada gris de la chica nos observaba sin comprender nada.
Le di el abrigo a la mujer del servicio y después le pedí que le mostrara la habitación a la señorita Navarro.
Al quedarme a solas con mi abuela, ella me sonrió y asintió. Parecía muy convencida de algo que ni siquiera se me pasó por la mente.
—Deja de enredar las cosas, abuela— le advertí con una sonrisa tomando asiento a su lado.
—Se enredarán ellas solitas. Yo solo soy una pieza de la historia, Lars.
—¡Ya, claro! Te puedo asegurar que esa joven no será más que tu cuidadora. No es mi tipo ni mucho menos lo que busco. Si es que estoy buscando algo. Porque la verdad es que no sé si quiero a alguien en mi vida o no. Y más después de estar esperando a una mujer que supuestamente iba a ser mi esposa.
Bendito día que descubrí que estaba enamorada de otro.
—El amor es así. Ella se enamoró de otro y tú lo harás de otra.
Me quedé callado y me perdí en una vida pasada donde mi padre eligió mi futuro con la hija del conde de Habsburgo. Y el destino quiso ponerse en contra de la voluntad de mí difundo padre.
—Espero que esta sea la definitiva, oma— le señalé con una sonrisa de lado mientras le llamaba abuela en alemán.
—Oh si, hijo. Te aseguro que esta es la definitiva.
Negué aun sonriendo porque entendía las intenciones de sus palabras.
—Bien. Me iré a dar un baño.
Me fui hacia mi habitación, y me deshice de la ropa y desnudo caminé hasta el baño. Bajo el agua caliente me perdí y relajé cada una de mis extremidades.
Con la toalla enredada en la cintura y de camino a mi habitación para entrar en mi vestidor, escuché la puerta de esta abrirse y sin dejar de mirar a aquella mujer que había entrado donde no debía, se asustó al verme en paños menores.—Dios mío, señor Hoffmann, no sabía que esta era su habitación— se tapó los ojos y dio dos pasos atrás.
—¿Y por qué entró aquí, si sabe perfectamente donde se ubica la suya?
—Su abuela me pidió un libro. Me indicó que estaba en esta habitación.
Negué con la cabeza y le pedí que se destapara los ojos—. Llevo la toalla, te puedes quitar la mano de los ojos.
Mi abuela estaba intentando crear una especie de historia típica de empleada y jefe. Y a mí eso no me va.
Hizo lo que le pedí, pero sin levantar su vista del suelo.
Suspiré—. Entra y busca lo que te pidió.
Me di la vuelta y entre en mi vestidor.
La cuestión de todo esto, no es lo que mi abuela pretenda, sino la forma en la que lo quiere dar.
Ella desea verme casado y formando una familia. Ver casar al único hijo de su difunto hijo siempre fue su sueño, pero el problema es que yo no estaba dispuesto a dejar que nadie más decida por mi vida. No más.
—Terminaste— salí con un pantalón vaquero y una camisa.
Busqué en aquella estancia la figura de la chica, pero no estaba.
—¿Lista para salir? — pregunté a Rose por teléfono.
Ella era una amiga que me hacía pasar buenos ratos.
—Contigo siempre.
Colgué la llamada.
Últimamente, me pierdo en el placer que me dan otras y dejo los sentimientos de lado.
—¿Vas a salir? — preguntó mi abuela al verme.
—Sí, abuela. Te dejo en buenas manos y así os conocéis mejor— dije mirando a Martina que ocultaba su mirada para no mirarme.
Presioné los labios y dejé de observarla.
—Sabes que no tengo problemas que entren a mi habitación cuando es alguien de la casa. Pero la próxima vez avísale a Martina que estaba allí y duchándome, sobre todo para no llevarse ninguna sorpresa al verme ahí desnudo.
—Hijo, a veces la vejez me hace olvidar las cosas importantes como estas.
—Sí, será eso.
—¿Martina podemos hablar un momento?
Ella asintió y me di cuenta como se pellizcaba el dorso de su mano.
Nos alejamos del salón y con la cabeza gacha me siguió —. A veces mi madre viene a visitarnos, pero cuando lo hace mi abuela y ella empiezan a discutir. En el caso de que os sorprenda con alguna visita inesperada, y yo no esté, evita que mi abuela se altere por su presencia.
—Sí, señor.
—Puedes llamarme, Lars.
—Mejor no romper las formalidades.
—Te acabo de llamar por tu nombre, las formalidades las rompí hace unos minutos y no te diste cuenta.
—Pero, señor.
—Es una orden, Martina.
Bajo esa mirada de nuevo—. Quieres dejar de ocultar tus ojos— soné duro—. Solo quiero que dejes de intimidarte por mí. No soy el típico jefe que se cree dueño de sus empleados.
No dice nada y tomo aire para volver hablar—: No ves que tu inseguridad deja tu alma desnuda ante mi mirada. Te puedo leer incluso cuando no dices nada.
—Se equivoca, señor. Soy segura en cada uno de mis pasos.
—Entonces demuéstrame que me equivoco.
—Lo hace, señor... digo, Lars.
Curvo de lado mis labios y ella me sujeta la mirada.
—Está mirada, está mejor.
—Es la única que tengo.
—Eso es mentira. No es la única.
Me pongo el abrigo y antes de salir digo una última cosa—: no te dejes enredar por mi abuela. A veces puede ser un poco insistente en lo que quiere. Que tenga una excelente tarde, Martina.
Cerré la puerta a mis espaldas y con una sonrisa camino hasta mi deportivo Bugatti.
Al parecer me esperan momentos absurdos en mi casa como lo que acababa de pasar hace rato por culpa de mi anciana abuela.
MARTINAEse llanto me encogía el alma, es mi bebé, estaba llorando y yo necesitaba abrazarlo, olerlo.Abrí los ojos en medio de esa oscuridad y salí de la cama. Me lavé la cara y por unos segundos no me reconocí en el espejo. El reflejo que me mostraba este, no era el mío.Caminé por el largo pasillo y entro en esa cocina de diseño, en busca de un vaso de agua.Con el pijama desgastado y descalza tomé asiento en la isla de mármol y bajé la cabeza para sacar esas lágrimas que acuchillaban mi pecho—. Te extraño, mi amor. Mamá te extraña — susurré entre lágrimas mientras esa agua que salían de mis ojos caía sobre la fría isla.Temblando me llevé el vaso a los labios y le di un sorbo al agua. Me tranquilicé y puse rumbo a mi nueva habitación.Sé que estaba haciendo mal en ocultar mí verdad al duque, de hecho, el miedo que siento de que se entere y que acabe por echarme del trabajo, es más grande de lo que puedo llegar a imaginar. Estar aquí es la única esperanza que me queda de volver a v
LARS—¿En qué piensas? — fruncí el ceño y niego con la cabeza, sin decir ni una sola palabra. Había tenido un cálido encuentro con Rose y después de eso me quedé pensativo y eso no me gustaba. Porque pensaba en quien no tenía que ocupar mi mente—. Pareces perdido, preocupado.—Estoy bien— me alcé de la cama y me alejé de ella. Entre en el baño de su casa y me lavé.Después de trabajar hasta las tantas de la tarde fui directamente a su departamento para descargar un estrés que no debió de tocarme las fibras nerviosas, y, en cambio, Martina alcanzó que me sintiera así.—¿Te vas? — preguntó al verme ya vestido.—Me voy. Nos vemos otro día— suelto un casto beso en su sien y me alejo sin mirar atrás.Entre Rose y yo teníamos claro algo, y es que no puede haber más que encuentros sexuales para pasarlo bien.—¡Ha sido un placer, Lars! — escuché al cerrar la puerta de su casa.Suspiro al entrar en mi coche y presioné mis sienes intentando aclarar la mente antes de llegar a casa.—No me debe i
MARTINAEsas palabras eran ciertas, tan llenas de verdad que no voy a negar una cosa que era evidente a simple vista. Mi talla cuarenta y cuatro no pegaba nada con ese atlético hombre, alto y con todo perfecto. Tampoco es que esté buscando gustar a nadie. Me amaba y no necesito ser amada por nadie más. De alguna manera era evidente que, yo no fuese su tipo ni pretendía serlo.Lars es una excepción de todo lo que había conocido. En la forma en la que se preocupa cuando no uso un abrigo adecuado, en cómo me pregunta si estoy bien o no. Y en otros detalles que hasta ahora ningún hombre me había mostrado esa parte de saber que alguien más se preocupaba por mí. Pero solo era eso. No había ni habrá nada más.—Maldición— salí corriendo a mí habitación después de darle sin querer al jarrón que decoraba uno de los muebles que yacía pegado a la pared de afuera de ese despacho, donde Lars se encontraba con aquel hombre. Que supuse que era su amigo.Por poco—me digo a mí misma al verme seguro ent
—¿Qué haces aquí? — pregunté e intento incorporarme.—Vine a devolverte la caja.Miré a esta que yacía sobre mi cama.—Gracias por el detalle, pero no puedo aceptarlo. Es demasiado para una mujer como yo.—¿Y qué clase de mujer eres tú?—Una simple. Ese abrigo le queda mejor alguien con cuerpo despampanante.Ladea la cabeza.—Sé que fuiste tú quien rompió ese jarrón que tanto apreciaba mi abuela y que me escuchaste.—Puedes descontarlo de mi sueldo.—En ese caso estarías más de ocho meses trabajando gratis.Ensanché los ojos.—Aun así, no lo haré.—Es muy considerado de su parte, como todo— miré a la caja, sé que estaba siendo sarcástica.Mi anormal comportamiento me lleva a querer matarme.—Estoy aquí para trabajar, Lars. No para gustarle a nadie, ni mucho menos a ti. Creo que tanto tú como yo tenemos los roles muy bien marcados.Se aleja de mí y camina hasta la ventana de la habitación—. Comprarte un abrigo no significa nada, necesito que no te enfermes para que tu trabajo se lleve
LARSEra normal que, al fin y al cabo, decida investigar a una mujer que, desde otro país, suplicaba un trabajo que realmente no era para tanto. No estábamos hablando de la esposa de algún rey al que se le deba cuidar. Y ella suplicaba como si mi abuela lo fuera.Me llamó la atención como una chica de tan solo veintidós años en vez de estar estudiando, para sacarse una carrera y construir un futuro, estaba buscando un trabajo en la otra punta del mundo, por decirlo así.—¿Me lo contarás?—Si ya lo sabes, ¿para qué quieres oírlo de mí?—Porque odio las mentiras, me fastidia ver como estoy interesado en una desconocida para ayudarla desinteresadamente, sin pedir nada a cambio.Dejé de acorralarla con el cuerpo y se limpia las lágrimas que, hasta ahora, había dejado caer por sus mejillas rojas por la fiebre.Martina causa estragos en mi autocontrol.¿Qué había descubierto de ella cuando inicié esa investigación?; ¡puf! Demasiadas cosas que no me creí. Y lo raro era, ¿por qué no me lo cre
MARTINAMe llena emocionalmente de sensaciones que hasta ahora no conocía. ¿Cómo era posible que él me esté ofreciendo una ayuda que no pedí? ¿Era real o estaba soñando? Estoy hablando de un hombre que si quisiera no tendría que romperse la cabeza con una empleada que acaba de conocer. Que no llevaba más de dos semanas a su lado y me estaba ofreciendo literalmente para mí el mundo. Ver a mi hijo.—¿No estás hablando en serio? — me llevé la mano al corazón porque no estaba segura si solo se trataba de una broma, para lastimarme.—Crees que bromearía con algo como eso. Incluso no iré a trabajar para llevarte.Ayer algo cambió en mi roto corazón al ver cómo me estaba tratando mientras tenía la fiebre alta. Vio de mí cada esquina de mi cuerpo, no le importó meterme en la ducha y bajarme la temperatura alta y aun así, estaba más perdida que de costumbre.—Vas a ir a ver a tu hijo y lo abrazarás. Y en el trayecto me contarás tu versión, si no quieres que me crea la verdad de otros.Negué y
LARSNo he vivido en carne propia lo que Martina estaba pasando, pero intento comprenderla y dar lo mejor de mí, ¿y por qué tanto interés por ayudar a alguien que no conocía?; (la misma pregunta que llevo haciéndome desde que supe de su existencia), no lo sé aún, quizás lo sepa, pero no me doy cuenta, pero de igual manera quería saltar al vacío con ella y devolverle por lo menos lo que le quitaron de sus brazos. El día que leí esa nota, me picó tanto la curiosidad que después de releer una y otra vez el informe que pedí sobre ella, algo sumamente raro me envolvió y hasta el día de hoy estaba haciendo lo que me latía el corazón.—¿Te sientes mejor? Ella insistió en que vinieras conmigo para recogerla— apago el motor y la miro. Se veía más compuesta.—Lo estoy— me sonrió.Cuando le dije que éramos amigos, se lo decía de verdad. No pretendo aprovecharme de su situación y pedirle algo a cambio, al menos eso no era mi plan. Como dije desde un principio, no voy a vivir la típica historia de
MARTINAEl duque era el típico hombre con las ideas bien claras, blancas o negras, sin sombras grises, ni de ningún otro color, y creo que eso era lo que más me gustaba de él.Con una sonrisa prefabricada, miré a Lars al oír que aceptaba que me quedara en su habitación. Las señoras se traían algo entre manos y la verdad es que no sabía si me gustaba o no.En medio de esas paredes ya estaba temblando por lo que estaba por venir. Iba a compartir cama con el hombre más arrollador y sexi que jamás antes había conocido, y es que su maldito encanto afecta a todas mis fibras nerviosas y no podía actuar con normalidad.—Puedo dormir en el suelo— dije y este arqueó una ceja.—¿Me tienes miedo?—No debería.—Claro que no, somos amigos y adultos. Podemos compartir una cama sin que nos toquemos.Levanta la comisura de sus labios y el calor se elevó en mi vientre. Me retuerzo en cómo me miraba e intentaba disimular lo que causaba en mí.—Mi abuela, junto a mi tía, traman algo que no les funcionará