LARS
—¿En qué piensas? — fruncí el ceño y niego con la cabeza, sin decir ni una sola palabra. Había tenido un cálido encuentro con Rose y después de eso me quedé pensativo y eso no me gustaba. Porque pensaba en quien no tenía que ocupar mi mente—. Pareces perdido, preocupado.
—Estoy bien— me alcé de la cama y me alejé de ella. Entre en el baño de su casa y me lavé.
Después de trabajar hasta las tantas de la tarde fui directamente a su departamento para descargar un estrés que no debió de tocarme las fibras nerviosas, y, en cambio, Martina alcanzó que me sintiera así.
—¿Te vas? — preguntó al verme ya vestido.
—Me voy. Nos vemos otro día— suelto un casto beso en su sien y me alejo sin mirar atrás.
Entre Rose y yo teníamos claro algo, y es que no puede haber más que encuentros sexuales para pasarlo bien.
—¡Ha sido un placer, Lars! — escuché al cerrar la puerta de su casa.
Suspiro al entrar en mi coche y presioné mis sienes intentando aclarar la mente antes de llegar a casa.
—No me debe importar nada de ella. Solo es una empleada y una mentirosa también.
Nota mental que fui repitiéndome desde esta mañana. Pero sus ojos me trasmiten tanta tristeza que me estremezco con tan solo verla y se me hace imposible mantener la boca cerrada.
Y, sin embargo, me preocupaba.
—¿Qué hay de nuevo, amigo? — hablo con Derek. Mi mejor amigo. El cual supuse que había regresado de su viaje.
—Pues cansado, estresado y con la cabeza echa una m****a.
—¿Te apetece una copa en mi casa?
—Estaría bien.
—Genial, nos vemos en un rato.
Colgué y abrí la verja de la entrada de mi casa. Salí del coche y antes de abrir la puerta, escuché esa risa que me paraliza los pies, era su risa, la cual parecía divertirse.
Sin hacer ruido, abro lentamente la cerradura de esta y me adentro. Martina y mi abuela jugaban al ajedrez y en cada movimiento de las piezas, mi abuela le contaba una anécdota de cuando era joven.
Me quedé observándolas desde la distancia y me encerré en una jaula mientras miraba cada movimiento de la española. De cómo es diferente a las mujeres con las que he estado. En cómo no tiene nada de lo que me gusta y, en cambio, siento que es lo más idílico y bonito que vi jamás. Su cabello oscuro moviendo al son de los movimientos de su cabeza, esos ojos grises que pueden iluminarse incluso en las peores oscuridades.
—No, señora Zelinda. No puedo estar con nadie. No confío en los hombres— contestó al interés de mi abuela cuando la preguntó ti si tenía pareja.
—¿Y por qué no confías en ellos?
Mueve la siguiente pieza y contesta—: porque me lastimaron en lo más profundo de mi ser.
Me ensancha el alma al oír eso.
—Me juré a mí misma no caer en los brazos de ninguno más. Ni tampoco en sus mentiras.
—Yo creo que eres injusta, todas hemos vivido una mala experiencia y aquí estamos, valientes y superando cualquier obstáculo— dijo mi anciana favorita.
Ella ladeó la cabeza y le dio jaque mate.
Mi abuela sonrió y le dio la enhorabuena por ganar tres veces consecutivas.
—Gracias, gracias— se ríe y me estremezco. ¿Por qué ese sonido me calienta el pecho?
—Lars, hijo. Llegaste— fui descubierto.
—Sí, abuela. Acabo de llegar.
Martina no me mira y sé por qué—. Estás hermosa con ese nuevo corte de pelo.
—Yo siempre estoy hermosa, querido nieto— le sonrío—. ¿Sabes que, Martina es una gran jugadora al ajedrez?
—Eso vi cuando te dio el jaque mate.
—No es para tanto— dijo ella y alzó ligeramente sus ojos hacia los míos que no estaban dispuestos a dejar de observarla.
—¿Habéis cenado?
—Sí, y yo me voy a dormir— apoyada en la mesa, se pone de pie, y se va dejándome a solas con Martina.
—Yo... necesito salir a dar un paseo antes de dormir.
No dije nada, solo miraba su reacción al estar a mi lado y a solas.
—¡Buenas noches, Lars!
—Te dije que te comprarás un abrigo que te ayudará a entrar en calor cuando estés fuera.
Agregué antes de que se marchara.
—Lo haré cuando reciba mi primer pago.
—Te enfermarás, Martina. Este clima no es bueno para el cuerpo si no se lleva una vestimenta adecuada.
—Estaré bien.
No insistí y se marchó cerrando la puerta a sus espaldas.
Relajo mis hombros y sonrío por como la trataba. Parecía su padre joder.
Suena el timbre después de su marcha y pensé que era ella, pero no fue así. Si no que Derek había llegado.
—Joder, amigo. Que frío. — Este intenta calentar sus manos mientras el calor de la casa lo envolvía.
—Bienvenido, amigo.
—Gracias. Oye la chica que salió hace nada, ¿quién es?
—Es la nueva cuidadora de mi abuela.
—Me crucé con ella cuando estacionaba el coche, pero estaba sumergida en sus pensamientos y apenas alzó los ojos.
No dije nada porque era típico de ella.
—Ven, vamos al salón.
Entre copa y copa. Acabamos en mi amplio despacho jugando al billar. Este contaba sus vivencias en su viaje y yo solo escuchaba sin dejar de acordarme de ella.
Estaba ausente mientras le asentí con la cabeza hasta que me preguntó algo, el cual contesté con lo mismo—: me quedaré con tú casa y tu abuela— asentí. Derek guarda silencio por un momento mientras me miraba—. Lars, ¿en qué planeta andas?
Cerré los ojos y volví en mí—. Perdón.
—¿Qué te ocurre?
—Nada— respondí secamente.
—¿Nada? Me vacilas.
—No.
—¿Pasó algo en el trabajo?
—No— le di a la bola blanca.
—¿Es tu abuela?
—No.
Este observó cómo negaba todo lo que quizás me pudiera tener preocupado.
—Es ella ¿no?
—¿Ella, quien?
—Con la chica que me acabo de encontrar.
No negué ni dije nada.
—¿Te gusta?
—No, claro que no.
—Yo creo que si te gusta.
—No, no me gusta. ¿Y sabes por qué?
—No sé, dímelo tú.
—Porque no me pone nada. Estoy acostumbrado a estar con mujeres despampanantes y ella no llega ni al cincuenta por ciento de lo que a mí me gusta. No pega conmigo ni yo con ella. Es solo mi empleada y ya.
—Vale, si tú lo dices será verdad.
Y entonces un golpe sonoro se escucha en el pasillo.
¿Fue ella la que entró y me escuchó?
MARTINAEsas palabras eran ciertas, tan llenas de verdad que no voy a negar una cosa que era evidente a simple vista. Mi talla cuarenta y cuatro no pegaba nada con ese atlético hombre, alto y con todo perfecto. Tampoco es que esté buscando gustar a nadie. Me amaba y no necesito ser amada por nadie más. De alguna manera era evidente que, yo no fuese su tipo ni pretendía serlo.Lars es una excepción de todo lo que había conocido. En la forma en la que se preocupa cuando no uso un abrigo adecuado, en cómo me pregunta si estoy bien o no. Y en otros detalles que hasta ahora ningún hombre me había mostrado esa parte de saber que alguien más se preocupaba por mí. Pero solo era eso. No había ni habrá nada más.—Maldición— salí corriendo a mí habitación después de darle sin querer al jarrón que decoraba uno de los muebles que yacía pegado a la pared de afuera de ese despacho, donde Lars se encontraba con aquel hombre. Que supuse que era su amigo.Por poco—me digo a mí misma al verme seguro ent
—¿Qué haces aquí? — pregunté e intento incorporarme.—Vine a devolverte la caja.Miré a esta que yacía sobre mi cama.—Gracias por el detalle, pero no puedo aceptarlo. Es demasiado para una mujer como yo.—¿Y qué clase de mujer eres tú?—Una simple. Ese abrigo le queda mejor alguien con cuerpo despampanante.Ladea la cabeza.—Sé que fuiste tú quien rompió ese jarrón que tanto apreciaba mi abuela y que me escuchaste.—Puedes descontarlo de mi sueldo.—En ese caso estarías más de ocho meses trabajando gratis.Ensanché los ojos.—Aun así, no lo haré.—Es muy considerado de su parte, como todo— miré a la caja, sé que estaba siendo sarcástica.Mi anormal comportamiento me lleva a querer matarme.—Estoy aquí para trabajar, Lars. No para gustarle a nadie, ni mucho menos a ti. Creo que tanto tú como yo tenemos los roles muy bien marcados.Se aleja de mí y camina hasta la ventana de la habitación—. Comprarte un abrigo no significa nada, necesito que no te enfermes para que tu trabajo se lleve
LARSEra normal que, al fin y al cabo, decida investigar a una mujer que, desde otro país, suplicaba un trabajo que realmente no era para tanto. No estábamos hablando de la esposa de algún rey al que se le deba cuidar. Y ella suplicaba como si mi abuela lo fuera.Me llamó la atención como una chica de tan solo veintidós años en vez de estar estudiando, para sacarse una carrera y construir un futuro, estaba buscando un trabajo en la otra punta del mundo, por decirlo así.—¿Me lo contarás?—Si ya lo sabes, ¿para qué quieres oírlo de mí?—Porque odio las mentiras, me fastidia ver como estoy interesado en una desconocida para ayudarla desinteresadamente, sin pedir nada a cambio.Dejé de acorralarla con el cuerpo y se limpia las lágrimas que, hasta ahora, había dejado caer por sus mejillas rojas por la fiebre.Martina causa estragos en mi autocontrol.¿Qué había descubierto de ella cuando inicié esa investigación?; ¡puf! Demasiadas cosas que no me creí. Y lo raro era, ¿por qué no me lo cre
MARTINAMe llena emocionalmente de sensaciones que hasta ahora no conocía. ¿Cómo era posible que él me esté ofreciendo una ayuda que no pedí? ¿Era real o estaba soñando? Estoy hablando de un hombre que si quisiera no tendría que romperse la cabeza con una empleada que acaba de conocer. Que no llevaba más de dos semanas a su lado y me estaba ofreciendo literalmente para mí el mundo. Ver a mi hijo.—¿No estás hablando en serio? — me llevé la mano al corazón porque no estaba segura si solo se trataba de una broma, para lastimarme.—Crees que bromearía con algo como eso. Incluso no iré a trabajar para llevarte.Ayer algo cambió en mi roto corazón al ver cómo me estaba tratando mientras tenía la fiebre alta. Vio de mí cada esquina de mi cuerpo, no le importó meterme en la ducha y bajarme la temperatura alta y aun así, estaba más perdida que de costumbre.—Vas a ir a ver a tu hijo y lo abrazarás. Y en el trayecto me contarás tu versión, si no quieres que me crea la verdad de otros.Negué y
LARSNo he vivido en carne propia lo que Martina estaba pasando, pero intento comprenderla y dar lo mejor de mí, ¿y por qué tanto interés por ayudar a alguien que no conocía?; (la misma pregunta que llevo haciéndome desde que supe de su existencia), no lo sé aún, quizás lo sepa, pero no me doy cuenta, pero de igual manera quería saltar al vacío con ella y devolverle por lo menos lo que le quitaron de sus brazos. El día que leí esa nota, me picó tanto la curiosidad que después de releer una y otra vez el informe que pedí sobre ella, algo sumamente raro me envolvió y hasta el día de hoy estaba haciendo lo que me latía el corazón.—¿Te sientes mejor? Ella insistió en que vinieras conmigo para recogerla— apago el motor y la miro. Se veía más compuesta.—Lo estoy— me sonrió.Cuando le dije que éramos amigos, se lo decía de verdad. No pretendo aprovecharme de su situación y pedirle algo a cambio, al menos eso no era mi plan. Como dije desde un principio, no voy a vivir la típica historia de
MARTINAEl duque era el típico hombre con las ideas bien claras, blancas o negras, sin sombras grises, ni de ningún otro color, y creo que eso era lo que más me gustaba de él.Con una sonrisa prefabricada, miré a Lars al oír que aceptaba que me quedara en su habitación. Las señoras se traían algo entre manos y la verdad es que no sabía si me gustaba o no.En medio de esas paredes ya estaba temblando por lo que estaba por venir. Iba a compartir cama con el hombre más arrollador y sexi que jamás antes había conocido, y es que su maldito encanto afecta a todas mis fibras nerviosas y no podía actuar con normalidad.—Puedo dormir en el suelo— dije y este arqueó una ceja.—¿Me tienes miedo?—No debería.—Claro que no, somos amigos y adultos. Podemos compartir una cama sin que nos toquemos.Levanta la comisura de sus labios y el calor se elevó en mi vientre. Me retuerzo en cómo me miraba e intentaba disimular lo que causaba en mí.—Mi abuela, junto a mi tía, traman algo que no les funcionará
LARSMartina y yo habíamos conectado de una manera muy especial, como si nos conociéramos desde siempre, como si ella y yo hubiéramos vivido juntos en otra vida.Tenerla en mi cama y con ese mullido pijama, me hizo ver lo sencilla que era, en cómo le daba igual lo que dijera la gente. Era arrebatadoramente inasequible.Mientras dormía, sentí como una de sus manos va parada encima de mi dorso. Ella estaba profundamente dormida, y lo supe al abrir los ojos y verla que respiraba con tranquilidad. Dormir con una mujer y en mi cama, me era muy raro, pero no quería mostrar la rareza que sentía en aquel momento que la vi bajo mis sábanas.Intenté retirar su brazo sobre mi cuerpo, pero no sirvió de nada, porque lo enredó sobre mi cuello y dejó su frente unida a mi hombro.Me dejé vencer por su tacto y volví a cerrar los ojos. Se había aferrado a mí en medio de la noche y por más que no quisiera estar en esa posición, ya lo estaba y no había remedio.Al menos por unos días.En la mañana, despe
MARTINAComo ya dije en varias ocasiones, Lars es guapo a rabiar, es tan bello que me da miedo que mis ojos me delaten y le demuestren mis pensamientos más ocultos, mi imaginación más privada y me da miedo a..., no, eso no puede ser.—Lars tarda en volver— la tía de este le comenta a su hermana. La abuela asiente tristemente mientras ambas lo esperaban en el salón para cenar.—Es esa mujer.—¿De qué mujer hablas?—Una rubia a la que visita cuando quiere y necesita cariño.El estómago me da un vuelco al escuchar a la señora Zelinda.—¿Y de qué la conoces, hermana?—La conocí cuando mi nieto me llevó a cenar una noche. Esta apareció sin decirle a Lars y bueno se acabó sentando con nosotros.Centre mi atención en ella mientras disimulaba que estaba leyendo.—Entre tú y yo, hermana. Esa mujer no entrará a esta casa mientras esté viva. No es apta para mi único nieto. No la quiero para él.—¿Y si él la quiere, Zelinda?Esta no contestó a su hermana y entendí que si así fuera, entonces no te